Julio OVIEDO
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
A mediados de la década del 60, Julio ingresa al Seminario de Santa Fe. Formoseño él, venía a terminar sus estudios. Meticuloso, racional y a su vez afectivo, Julio necesitaba convencerse antes de iniciar algo. Había que darle todas las razones posibles para y por qué hacer algo.
Sus amigos recuerdan las charlas nocturnas que solían tener con otros jóvenes seminaristas como el Bocha Bosch(asesinado en Margarita Belén). Las dudas de jóvenes aparecían en cada una de ellas. Las respuestas no eran totales las ibamos desgranando en lo cotidiano. Extremadamente delgado, como extrema era su capacidad intelectual. Tal vez limitado por su pequeño cuerpo, no se sumaba a las actividades deportivas que se solían desarrollar en las horas libres de estudio.
Se lo recuerda en su andar tranquilo, su claridad intelectual, su convencimiento de jugarse por los demás, su amistad generosa. Cuando inicia el primer año de la Facultad de Filosofía de la Católica se destacó enseguida. Seriamente estudioso y responsable. Era el que nos hacía la pregunta que se obviaba o no se veía. Agudo en sus inquisiciones y claro en su decir. Empezó por entonces, a organizarse lo que luego sería el MEUC (Movimiento de Estudiantes de la Universidad Católica). Los jóvenes universitarios de fines de los 60 queríamos hacer realidad lo que nos decía el evangelio y así fuimos construyendo un espacio político que incluía lo religioso como punto de partida de nuestras fundamentaciones revolucionarias.
Julio era uno de esos dirigentes estudiantiles formados en la iglesia tercermundista. Su participación en la organización Montoneros fue desde 1970 y el compromiso de vida que antes lo había llevado al seminario, pasó a ser con la revolución, como una opción que integraba y superaba lo personal y lo colectivo. En esos tiempos la ética y la política eran una sola dimensión, lo que explica que cuando Julio, a quien le decíamos cariñosamente «Tío Ho» por Ho Chi Min, fuera liberado después de una prisión legal y saliera del país, inmediatamente volviera a entrar para seguir militando, como muchos otros compañeros desaparecidos, entre ellos su propia hermana.
Julio no era muy alto, con cara de adulto, siendo apenas un joven que había llegado desde Formosa al seminario de Guadalupe, con aspecto de intelectual, parecía serio. De repente se le iluminaba la cara con la sonrisa irónica y afectuosa de un humor fino que a la vez lo mostraba conocedor de la realidad popular. Sabía poner la nota de cordura entre los compañeros en las reuniones del MEUC. Imponía respeto por su solvencia intelectual y moral, era un líder natural, respetado tanto por los seminaristas como por los demás estudiantes universitarios, siempre en una actitud de bajo perfil. Julio quedó entre quienes fuimos sus compañeros como un hermano que nos hace falta, esa relación que tuvimos de jóvenes compañeros quedó grabada desde entonces y para siempre en nuestro sentimiento, es una presencia que sigue recordándonos que falta hacer la revolución.
/ Testimonio de sus amigos
Julio Federico Oviedo fue secuestrado-desaparecido por la última dictadura cívico-militar que padecimos a fines de octubre de 1977, sin poderse precisar la fecha. También con anterioridad, fue delegado provincial de la Regional IV de Juventud Peronista y más de una vez se lo vio con otros compañeros solidarizándose con las reivindicaciones campesinas en 1974.
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Universidad Católica de Santa Fe