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Con la firme convicción en que la universidad debía formar profesionales al servicio del pueblo, comprometidos con la realidad social, abogados y abogadas en particular fueron destacados exponentes de ello. La defensa de los trabajadores, de los pobres en los barrios, de los presos políticos de la dictadura de Lanusse, la masacre de Trelew, fueron algunas de sus intervenciones, con la consecuencia de ser ellos mismos presos y perseguidos. En el 73, la política de Reconstrucción Nacional del gobierno de Cámpora, los ubica en las aulas reconstruyendo las bases de un Derecho democrático y social, en las consultorías barriales y en los sindicatos.
Con la aparición de las AAA vuelve la represión. Son de los primeros perseguidos, amenazados, atacados sus estudios y domicilios. Algunos deben exiliarse rápidamente como el Negro Pérez, Pichón Nogueras, Ricardo Molinas. Marta Zamaro y Nilsa Urquía son secuestradas y asesinadas en Santa Fe; Felipe Rodríguez Araya en Rosario, Roberto Sinigaglia y Alberto Corazza, tiempo después, en Buenos Aires. Muchos van presos, otros deben recurrir al exilio interno, cambiando identidades y profesiones.
Todos fueron, sin que a veces se les reconozca, de los que más arriesgaron su vida, actuando en defensa de los luchadores perseguidos sin contar con ninguna protección.
En 1966 un nuevo golpe militar destituye al gobierno del Dr. Arturo Illia, quien había sido electo en comicios en los que el peronismo estaba proscripto. Onganía reabre así el camino de crisis social y violencia política iniciado en 1955.
La educación universitaria que había alcanzado un alto nivel académico, siendo considerada la mejor en América Latina y a la que además tenían acceso las clases populares va a ser violentamente agredida en la «noche de los bastones largos» a la que sigue la intervención de todas las universidades so pretexto de «eliminar las causas de la acción subversiva.»
La intervención de las universidades tuvo como consecuencia –entre otros males- la expulsión de profesores y científicos que salieron del país y fueron a reforzar los claustros docentes de las grandes universidades europeas o norteamericanas. Desapareció el gobierno tripartito y se disolvieron los centros de estudiantes. Mientras la opresión dictatorial impulsa en la sociedad y en particular en las universidades el proceso de radicalización de las ideas y prácticas políticas.
En mayo de 1969 el reclamo de los estudiantes correntinos por la privatización del comedor univer- sitario, se expresó en diversas manifestaciones callejeras en las que se produce el asesinato del estudiante de medicina Juan José Cabral. A partir de allí el reclamo se extiende a todo el país, caen muertos otros jóvenes como Bello y Blanco en Rosario. A la protesta estudiantil se unió la de los trabajadores, el aumento de la crisis y el malestar social culminan en el Cordobazo.
En Santa Fe, centro universitario de importancia en el país, se concentraban en un rectángulo céntrico (Amenábar- 25 de Mayo-Cándido Pujato- 1 de Mayo) todas las instalaciones de la UNL, UCSF y UTN lo que hacía que la interacción del estudiantado fuera permanente. El complejo de residencias estudiantiles (Colegio Mayor Universitario y Casa del Obrero Estudiante, Residencias Estudiantiles de la UNL y el Comedor Universitario) fueron parte de la agitación creciente y de la cada vez más activa y comprometida participación política del estudiantado.
Los cambios en el estudiantado
La educación terciaria había sido exclusiva para los sectores oligárquicos y familias económicamente acomodadas; como norma en la clase alta los hijos debían seguir la carrera militar, profesional y como última instancia la religiosa. La política educativa peronista, fundamentalmente la gratuidad, favoreció el arribo a las universidades de sectores populares. Se comienza a cuestionar el sentido social de las profesiones, de qué manera debían servir al pueblo, la procedencia de jóvenes de distintos lugares de la provincia con experiencias sociales diversas, que además traían gran avidez por la literatura que no era común en sus lugares, leían, debatían, se mezclaban con otros pares.
La vida cultural era muy amplia, teatro, salas con cine-debate, material político que llegaba en forma clandestina, todo era debatible. Esta práctica engendró una juventud con formación científica y social dispuesta a involucrarse en situaciones de desigualdad o injusticia que se sucedían en los ámbitos laborales, barriales, estudiantiles, etc. Se llegó a ganar el mote de «juventud maravillosa», su espíritu solidario la distinguía, la comprensión de la realidad y la práctica concreta marcaba el camino al cambio social anhelado, el tan mentado «hombre nuevo».
El estudiantado consciente y politizado aportó cientos de militantes a los ámbitos barriales y gremiales de la región.
Hacia 1961, el Ateneo comienza a cambiar el enfoque y las posturas políticas que habían sostenido sus fundadores en 1948, bajo una fuerte influencia clerical católica y con una clara posición de prescindencia política. Acontecimientos nacionales e internacionales producidos entre el ´63 y ´64 (Plan de Lucha de la CGT, huelgas y toma de fábricas, el frustrado regreso de Perón, la invasión yanqui a Santo Domingo …) exigían una toma de posición.
El momento que va a marcar un quiebre en las posturas ateneístas es el llamado “conflicto de química” en el ´65, problema que podríamos considerar como “académico-sindical”. Parte de estos docentes, coincidían con el estudiantado en los cuestionamientos al carácter “cientificista” de los planes de estudio y en la necesidad del cambio, entendíamos que la ciencia debía estar al servicio del país.
La huelga se prolonga con toma de Facultad incluida, el debate era permanente, su politización, se toman definiciones. Los trabajos científicos tal como estaban encarados, eran para otro país. Se inicia así la discusión acerca de qué proyecto de país se quiere, disputando la ideología con los grupos más conservadores, dentro del propio Ateneo, los más viejos (como Rosso o Bravo) nunca nos entendieron.
El golpe de Estado de 1966 fue un momento de cambio de ritmo, de aceleración, un proceso de radicalización en el que tomó la identidad peronista, hasta asumir una dirección abiertamente revolucionaria, momento en el cual gran parte de su dirigencia realizó el pasaje a la lucha armada, constituyéndose así en integrante de uno de los grupos fundadores de Montoneros.
(“Del humo de los cirios al humo de las bombas. La particular trayectoria del Ateneo Universitario de Santa Fe” Natalia Vega Rodríguez)
Con la convicción en que la universidad debía formar profesionales al servicio del pueblo, comprometidos con la realidad social, aquellos que llegaron a culminar sus estudios a fines del ’60 o principios del ’70, fueron consecuentes en su desempeño profesional.
Abogados y abogadas en particular fueron destacados exponentes de ello. La defensa de los trabajadores, los pobres de los barrios, los presos políticos de la dictadura de Lanusse, los muertos de Trelew, acrecentaron su compromiso. Los propios abogados son presos y perseguidos; y rescatados por sus demás compañeros profesionales.
En el 73, la política de Reconstrucción Nacional del gobierno de Cámpora, los ubica en las aulas reconstruyendo las bases de un Derecho democrático y social, en las consultorías barriales, en los sindicatos.
Pero muy poco después vuelve la represión con las AAA. Son de los primeros perseguidos, amenazados, atacados sus estudios y domicilios. Algunos deben exiliarse rápidamente como el Negro Pérez, Pichón Nogueras, Ricardo Molinas. Marta Zamaro y Nilsa Urquía son secuestradas y asesinadas en Santa Fe; Felipe Rodríguez Araya en Rosario, Roberto Sinigaglia y Alberto Corazza, tiempo después, en Buenos Aires. Muchos van presos, otros deben recurrir al exilio interno, cambiando identidades y profesiones.
Todos fueron, sin que a veces se les reconozca, de los que más arriesgaron su vida, actuando en defensa de los luchadores perseguidos sin contar con ninguna protección.
Conjunto de notas publicadas en Sembrando Memoria que configuran la etapa histórica en la que vivieron su vida y militancia quienes reflejamos en la obra
«La historia prueba que la violencia está marcada a fuego en la tradición política argentina»1, sostiene Larraqui, en una afirmación que se hace evidente cuando miramos la historia de los trabajadores y las clases populares argentinas. (Larraqui, M «Marcados a Fuego» Aguilar. Bs.As.2009.pág.323)
El movimiento obrero en Argentina tiene sus raíces en el S.XIX, con la llegada de los inmigrantes llegaron también las ideas socialistas, anarquistas, sindicalistas. En aquellos años, los obreros que pretendían organizarse y reclamar por sus derechos, debieron sufrir la estigmatización de ser tratados como delincuentes, perseguidos, encarcelados, deportados… Quienes hoy añoran los esplendores del primer centenario ignoran las terribles condiciones de vida de los conventillos (En Bs As en el año 1904, existían 2.462 conventillos, habitados por más de 150.000 personas. Larraqui, M. «Marcados a Fuego», pág.91. Aguilar. 2009) en que se hacinaban las familias obreras en la ciudad, y la explotación a la que eran sometidos los obreros de las pocas pequeñas industrias existentes, los del ferrocarril o los peones, medieros, hacheros y chacareros, tal como lo refleja el Informe Bialet Massé («El Estado de las Clases Obreras en el Interior de la República» de 1904).
Las luchas obreras y el desarrollo de sus organizaciones que permitieron ir alcanzando paulatinamente algunos derechos sociales fueron objeto de una represión que no respetó, ni a mujeres ni a niños. Basta con recordar la ley de Residencia, los acontecimientos de 1907, los de la Plaza Lorea el 1 de mayo de 1909 y podríamos seguir enumerando los acontecimientos de la Semana Trágica, de la Patagonia, los de la Forestal y tantos otros… La misma política represiva que se replicará con enorme saña contra los nietos o bisnietos de aquellos luchadores, tanto en las acciones de «la fusiladora» como en las del terrorismo de Estado de los '70.
«Tras el derrocamiento de Perón en 1955, el empresariado argentino no cejó en sus propósitos de revertir los avances políticos y sociales de la clase obrera. Las franjas más poderosas del empresariado consideraban que tanto el peronismo como los sindicatos más que adversarios políticos y sectoriales eran enemigos que debían ser eliminados. (...) comenzó una severa represión contra el gremialismo peronista(…) La estrategia del gobierno militar apuntaba a atomizar y debilitar al movimiento obrero. (…)
En un principio, el movimiento sindical experimentó un severo retroceso(…) comenzó lo que se conocería más tarde como “la etapa de la resistencia”, durante la cual las bases obreras y los dirigentes sindicales aparecieron unidos para resistir la ofensiva antilaboral de los años 1956-1958(…)» (Rapoport, M. «Historia Económica, política y social de la Argentina» Ed. Macchi. Bs.As.2000)
Siguieron años de proscripción, violencia represiva y pérdida de derechos y salarios, como así también del surgimiento de corrientes «acuerdistas» o «participacionistas» en el sindicalismo. Al mismo tiempo la continua organización y radicalización de viejos y nuevos dirigentes va dando origen a la aparición de una nueva generación de activistas, delegados y militantes sindicales que forman agrupaciones e impulsan programas como los de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962). Las disidencias al interior del sindicalismo estallaron finalmente en 1968, los sectores combativos (peronistas, independientes y marxistas ) decididos a enfrentar al gobierno forman la CGT de los Argentinos separada de la llamada CGT Azopardo. La CGTA, liderada por Raimundo Ongaro, levanta un programa de reivindicaciones avanzadas y nuclea a dirigentes sindicales que se destacan por su defensa de los trabajadores. Es en ese marco en el que surgen dirigentes como el propio Ongaro, o Atilio López, Agustín Tosco y René Salamanca, conductores del Cordobazo. Pocos años después, 1973, se organiza la Juventud Trabajadora Peronista (JTP). Durante esos años, en la provincia de Santa Fe, la conflictividad estuvo centrada en el norte provincial y en la zona de Rosario, Villa Constitución y todo el cordón industrial del río Paraná.
Tras los gobiernos de Cámpora y Perón, el partido militar se reorganiza y las clases dominantes deciden dar el golpe más contundente contra los trabajadores y los sectores nacionales y populares instalando la dictadura más cruel y sangrienta de la historia argentina: el golpe cívico, militar, eclesiástico de 1976.
Como señala Rubén Dri: «en 1958, el acceso al Pontificado de Juan XXIII cierra la etapa de Pio XIl, caracterizada por una Iglesia cerrada en sí misma, monárquica y autoritaria (...) Se inicia así una etapa de grandes renovaciones. El Concilio Vaticano ll es el primero que no realiza condenas por herejías, sino que escucha los nuevos reclamos, ubicando a la Iglesia en los grandes problemas del mundo.»
«La década del '60 había marcado un hito en la historia contemporánea de la humanidad, (...) La Iglesia no podía permanecer ajena a los cambios. El Papa Juan XXIIl interpretó el momento y asumió una iniciativa sin precedentes: Convocar al Concilio en 1962, con el fin de 'quitar el polvo que se había acumulado en el trono de Pedro desde la época de Constantino". Advertía la necesidad del 'aggiornamiento' de una Iglesia que debía dar una respuesta adecuada a problemas concretos como la guerra, la injusticia y la pobreza.» (...)
«La Argentina era una caldera. Transcurría el gobierno militar de Juan Carlos Onganía (...) La Iglesia empezaba a engendrar una división que perduraría hasta nuestros días. Por un lado, los curas comprometidos con el reclamo y sufrimiento de los pobres, y por otro, aquellos que permanentemente se alinearon con el poder de la jerarquía.(...) la creación del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, en 1967, incorporó el condimento político que hasta ese momento había estado disperso. Los 'Obispos del Tercer Mundo' firmaron un documento en el que condenaban las 'perversas' características del capitalismo. (...) 1968... la Conferencia de Medellín del Episcopado Latinoamericano. En la declaración advertían la diferencia existente entre 'la injusta violencia de los opresores' y la justa violencia de los oprimidos.»
Tepper Guillermo y Ahumada, Maximiliano. Monseñor. Santa Fe, Editorial Entre Líneas, 2002 Pp [21-28]
La renovación en el seno de la Iglesia se vivió intensamente en la mayoría de los Colegios católicos de Santa Fe, los y las jóvenes que allí se formaban aprendieron a leer el Evangelio y a tratar de reflejar sus valores en su propia vida. Para muchos esa fue la puerta de entrada a la militancia, social, barrial o política. Los que siguen son algunos de los testimonios recogidos.
«Durante los años 1960-70 en varios colegios católicos de Santa Fe se reformuló la catequesis, incluyendo un conocimiento y práctica sobre la realidad de la pobreza: «Hubo un cambio en la catequesis... Y como parte de eso, íbamos a un barrio (barrio Chaqueño) con las monjas... Ya no estudiábamos historia solo para rendir sino para descubrir los “por qué”... Porqué la diferencia, la injusticia, la desigualdad de oportunidades...»
Patricia, ex alumna del Colegio San José de Guadalupe
Y este movimiento se replicaba en todo el país: grupos de estudiantes tanto secundarios como universitarios convivían en vacaciones con los pobladores de las regiones más pobres: Campamentos Universitarios de Trabajo, del Padre Llorens de Mendoza; en Tartagal, Provincia de Santa. Fe, campamento de la Juventud Estudiantil Católica, con su asesor, el Padre Carlos Mugica; grupos de Acción Misionera Argentina. En el norte provincial el Padre Arturo Paoli trabajaba desde 1960 junto a los hacheros de la cuña boscosa, en Fortín Olmos transmitiendo esa experiencia a jóvenes de instituciones católicas santafesinas.
El Instituto de Cinematografía de la Universidad Nacional del Litoral se fundó en 1956. Dirigido por Fernando Birri y con un notable equipo de docentes dio forma a lo que se llamó la «Escuela Documental de Santa Fe» con films de trascendencia. Un conjunto de jóvenes estudiantes se formaba en el arte con compromiso social.
Significó un momento cultural fundante y abierto a posibilidades de cambios progresivos profundos y duraderos, para quienes atravesaron esa experiencia, fue como una especie de cápsula histórica con dinámica propia, donde la proyección del destino personal y colectivo cambió de un modo casi irreal. Muchos y muchas abrazaron allí la militancia política.
Primero el avance de la derecha y luego la dictadura concluyeron en su destrucción encarnizada y minuciosa.
«... Los compañeros del Instituto que fueron muertos y desaparecidos después de 1975, y a quienes hemos dedicado este libro, representan la más enorme e irreparable catástrofe de la saga común aquí evocada. Aunque los caminos que los pusieron en la mira de los criminales no pasaran por el Instituto, creo que no es posible separar sus destinos de la historia de la Institución. En cualquier caso fue allí, en la “cueva de zurdos”, como solían llamar al Instituto los macartistas de la Universidad, donde la mayoría de nosotros abrió los ojos a una visión nueva y crítica sobre el mundo, y a un sentido también nuevo del compromiso personal con la cultura y el destino político común.»
«... Durante los años siniestros de la dictadura, a la que siempre percibíamos -aunque ahora tendemos a olvidarlo como eterna o poco menos, la compañía espiritual de los amigos muertos y desaparecidos representaba un compromiso secreto para nosotros: el de persistir en el empeño cultural, el de entregar nuestra máxima medida de trabajo y creación allí donde los militares asesinos arrojaban solo muerte.»
PRÍAMO, Luis. Relato con fotos fijas y raccontos. En: NEIL, Claudia [et al.]. Fotogramas Santafesinos. Instituto de Cinematografía de la UNL 1956/1976. Santa Fe, Argentina. Ediciones UNL, 2007
Por el comedor de la UNL, en los años 70, pasaban 2000 estudiantes al mediodía en distintos turnos sucesivos y 500 a la noche. El personal de la cocina era de la UNL, pero los mozos eran estudiantes que recibían una beca por su trabajo, trabajando de a 20 por turno. Entre ellos hubo muchos militantes que luego sufrieron persecución y exilio.
Recuerdan algunos:
«El comedor posibilitaba el acceso a la Universidad a estudiantes del interior, para la cual la habitación y la comida eran factores limitantes. Era super económico porque estaba subsidiado por la Universidad; afuera no se comía por ese dinero, entonces eso nos habilitó un plato de comida al mediodía y para la cena. Para la cena nos reuníamos porque era una época floreciente, una linda época en la que se discutía política: tuvimos Vietnam, los comienzos de Cuba, la invasión soviética a Checoeslovaquia y Hungría…había temas para discutir y el comedor era el lugar donde se juntaba todo eso. Cuando la Universidad comienza a ponerse dura, después de la caída de Illia, con la represión y los seguimientos, el comedor quedó como el único lugar de refugio donde se podía discutir de política y se hacían los actos.» J.L.V.
«…fuimos una juventud que trabajaba, que estudiaba y que además tenía que participar activamente en política y luchando contra las dictaduras militares que en aquellos momentos gobernaban el país. Y el comedor universitario era justamente el lugar de reunión de todos los jóvenes que veníamos del interior y nos veíamos al mediodía y a la noche. Era una especie de familia. Muchos de los compañeros que vivían y tenían su hogar en Santa Fe iban al Comedor para poder encontrarse con el conjunto de los estudiantes, porque ahí es donde funcionaba la actividad estudiantil. Era un lugar donde se vendían los diarios de las distintas agrupaciones políticas y universitarias, era un lugar donde recibías todos los mediodías un volante de cada agrupación, donde se hacían las Asambleas, donde se discutía de política». J.O.
El Litoral, 19 de agosto de 2008. «La UNL, vuelve a tener su comedor universitario».
El Colegio Mayor Universitario fue fundado en 1954 por el sacerdote Ernesto Leyendecker y jóvenes del Ateneo Universitario y de la Acción Católica Universitaria, bajo el modelo de los colegios mayores europeos, con el objetivo de favorecer la formación integral de los estudiantes. A partir de 1967 fue dirigida por el sacerdote Atilio Rosso. Tuvo casas residencias para varones y para mujeres en: 9 de Julio al 2700, Crespo al 2400, Crespo al 3300, 25 de Mayo 1810, San Jerónimo al 3100 y San Luis al 3100.
La Casa del Obrero Estudiante fue fundada por el sacerdote tercermundista José María "Pepe" Serra en 1965, como experiencia de organización colectiva de caracter autogestivo para estudiantes que trabajaban. Residencias para hombres y mujeres por las cuales pasaron cientos de jóvenes que se formaron en el estudio, el debate y la vida comunitaria
Como experiencia formativa deben mencionarse los Campamentos Universitarios de Trabajo (CUT) impulsados por José María "Macuca" LLorens, sacerdote tercermundista de Mendoza como escuela de universitarios para el compromiso social. 50 campamentos se realizaron en distintas provincias, reuniendo mil quinientos universitarios entre 1964 y 1972. Las tareas eran desde construcción de viviendas y cosecha de algodón y tabaco, hasta desmonte y huertas familiares.
por Daniel Rafalovich
La primera reunión se realizó en la sala I.L.Peretz, en la previa de un acto en conmemoración del levantamiento del Gueto de Varsovia, el día 21 de abril de 1972. Un par de semanas después se reunieron en el mismo sitio delegadxs de diferentes escuelas (Nacional, Normal, Industrial, Comercial y Almirante Brown). Si bien no estaba permitida la existencia de Centros de Estudiantes, la iniciativa prendió rápidamente: el boleto de transporte urbano resultaba una carga significativa para muchos hogares. Por otra parte las agrupaciones políticas estaban creciendo en el clima de agitación existente en lo que serían las postrimerías de la dictadura de Onganía – Lanusse. La FJC, el MESAP (vinculada al PCR), Grupos de Base, el Movimiento de Acción Secundario (MAS – peronista), el PRT, entre otros.
Tras un pedido de audiencia fallido al intendente de facto Conrado Puccio, se decidió movilizar. El 30 de mayo lxs estudiantes pararon y desde las diversas escuelas fueron a concentrarse a San Martín y Lisandro de la Torre, marcharon por San Martín hasta Salta y de allí hacia el oeste intentando llegar al frente del palacio municipal. Pero, oculta en la esquina del edificio, apareció la policía que reprimió duramente con palos y gases lacrimógenos. (…) Esta respuesta represiva no solo agudizó el conflicto sino que fue generando una creciente adhesión de padres y madres. Varios gremios (Luz y Fuerza, ATSA, APUL y otros) se solidarizan con la lucha secundaria. Tras una asamblea en el aula Alberdi de la Facultad de Derecho se decide un nuevo paro y marcha. Este segundo paro (a diferencia del primero) es total y la movilización mucho más numerosa: tres cuadras llenas de pibitxs del secundario que marcharon por San Martín hacia el norte, con la intención de culminar con un acto-asamblea en la Plaza Constituyentes frente al Colegio del Calvario. Pero al llegar a la intersección con Suipacha había un gran dispositivo policial esperando.
Recuerdo que llegamos cantando «A la cana le quedan dos caminos/unirse al pueblo o ser sus asesinos». Y, claro, optaron por lo segundo. La represión fue feroz y los estudiantes intentaron reagruparse en distintas esquinas realizando actos relámpago. Muchxs vecinxs abrían las puertas de sus casas para «asilar» temporalmente a lxs estudiantes del secundario. Recuerdo haber visto en calle Suipacha a policías sacando de un zaguán a chicxs que se habían refugiado allí y apaleándolxs a medida que salían. En un momento un compañero me tomó de un brazo y me metió en la casa de una señora que ofrecía refugio. Éramos ocho escondidos en esa casa hasta que pasó el temporal.
En los días sucesivos se optó por los actos relámpago en distintos puntos céntricos de la ciudad. Unos días después, se realiza una nueva asamblea en ATSA con la concurrencia de más de mil estudiantes. La policía y la guardia rural llamada «Los Pumas» rodearon la manzana y la municipalidad comienza a avisar por las radios locales que los padres deberían ir a buscar sus hijxs y retirarlos de la asamblea para que no sean detenidos. (…) Esa noche hubo más de 100 personas detenidas.
El gobernador militar le exige la renuncia al intendente Puccio, jaqueado por obreros municipales y estudiantes secundarios a la vez y asume el coronel Sgabussi, un duro. Un delegado del Industrial, Daniel Borgna, es detenido. Lxs estudiantes realizan una asamblea dentro de la escuela el 28 de junio y abandonan la escuela marchando hacia el rectorado de la UNL (de la que depende la escuela) siendo dispersados por la policía en la esquina del mismo.
Se multiplican los actos relámpago en las inmediaciones y la Facultad de Ingeniería Química es tomada por varias horas. La situación parecía llegar a un callejón sin salida: los empresarios del transporte pedían aumento de la tarifa y los estudiantes el medio boleto. Pero el 29 y 30 de junio se produce el «Manzanazo» por parte de los municipales en conflicto y todo se acelera. Todo empieza a negociarse, lxs municipales acuerdan sus reivindicaciones y el 31 de julio se anuncia que se implementará el medio boleto para 5 mil estudiantes secundarios, siendo Santa Fe uno de los primeros lugares en contar con este beneficio.
DESDE ENTONCES NUNCA MÁS SE PUDO QUITAR O SUSPENDER.
A partir de 1955 los sindicatos fueron el eje de la Resistencia a las dictaduras y gobiernos condicionados. En 1958 la huelga bancaria marcó en sus cuarenta días el escenario de lucha y represión (Plan ConIntEs) que signaría la organización gremial. Algunos gremios, liderados por la UOM cerraron sus estructuras y negociaron posiciones de poder con la dictadura. Desde otros surgió también en Santa Fe la CGT de los Argentinos motorizada por jóvenes militantes, delegados y dirigentes de base. Los programas de Huerta Grande y La Falda fueron difundidos por esta nueva militancia en los sindicatos de madereros, carne, caucho, ferroviarios, luz y fuerza, gráficos, bancarios, municipales, sanidad, telefónicos, portuarios.
El peronismo combativo y expresiones de la izquierda conformaban ese espacio de confrontación al régimen de Onganía, Levingston y Lanusse. Otros grupos combativos como Acción Sindical Argentina, de origen cristiano (la vieja Juventud Obrera Católica), que orientaban los hermanos Oberlin, crecían en el sindicato del seguro y otros gremios de servicios, confluyendo en el mismo bloque. Después del segundo “cordobazo” y el cercano “rosariazo”, la lucha y organización gremial se extiende en los barrios de la ciudad donde viven los trabajadores. La huelga municipal de 1972 termina en un levantamiento de los barrios del oeste, el denominado “manzanazo”, que contó con la solidaridad de toda la militancia sindical.
Llegado 1973 el sector combativo es mayoría en los sindicatos de Santa Fe, también la gran mayoría de delegados de la UOM, aunque no sus directivos. Solo por una maniobra de la vieja conducción no logran ganar la elección del Consejo de CGT.
Aunque de vida muy corta, este Instituto tuvo una particular significación para los jóvenes santafesinos católicos de los '70, ya que sus puertas se abrían también para otras actividades que las estrictamente curriculares y así era un lugar donde se podían ver películas como «La Hora de los Hornos», prohibida por la dictadura, asistir a conferencias y charlas o participar de encuentros juveniles.
«El Seminario Menor se transformó en Instituto Juan XXII!... como disminuían las vocaciones para sacerdotes, se abrió a los muchachos de Santa Fe bajo los objetivos educacionales entre los cuales podrían o no surgir vocaciones, pero más claras, más abiertas...»
«La escuela tenía un fuerte componente religioso pero no estaba orientada directamente a la formación de nuevos sacerdotes. Su principal objetivo era analizar y dar respuestas, desde la formación media, a los problemas estructurales instalados en el país desde hacía décadas.»*!
«El Instituto planteaba renovarse también en la cuestión educativa. Tenía también mujeres profesoras, que entraron haciendo más coherente la formación, la educación de los muchachos. No era como el seminario menor antiguo, que tenía sólo varones. El Juan XXIIl fue abierto y con objetivos muy claros: ansias de renovación, coherentes, sinceras, con un acercamiento a la realidad social y al mundo que se vivía en ese momento...» / Padre Elvio Alberga, Director del Instituto Juan XXI!
En el barrio de Guadalupe, bajo la dirección del padre Elvio Alberga y acompañado por los sacerdotes Serra, Trossero, Boero, Vietti, la institución funcionó desde el primer día con una fuerte ilustración política.
La creciente polarización dentro de la Iglesia y las constantes presiones de la dictadura, motivaron que el año 1971 fuera su último ciclo lectivo.
«La Católica» fue fundada al finalizar los '50 a raíz de la aplicación de la ley «enseñanza libre». Desde mediados de los '60, la politización fue cada vez más intensa, a la par que la búsqueda de los caminos que hicieran posible una sociedad verdaderamente cristiana, una sociedad de hermanos. Ese era el objetivo perseguido en jornadas de lectura y debate, intercambio de ideas, pensamiento crítico, análisis social, político, económico. Desde la formación del MEUC (Movimiento de Estudiantes de la Universidad Católica), fue evidente que la lucha por una Universidad abierta e integrada era también la lucha por una sociedad igualitaria, una sociedad donde el derecho a la familia, al trabajo digno y justamente remunerado, donde el acceso a la vivienda, salud y educación fuesen para todos. Pero no se trataba solamente de hablar de la necesidad del cambio, sino que ese cambio, que aparecía como necesario, posible e incluso inevitable, debía concretarse. Entonces, era necesario encontrar los caminos para alcanzarlo.
Es en esa búsqueda, en la que muchos alumnos de «la Católica» se van a integrar junto con otros jóvenes, de otras universidades y colegios, con obreros y empleados, en las diferentes organizaciones políticas y sociales en las que comenzaron a luchar, de distintas maneras, por ese país diferente al que todos aspiraban.
Esa integración es palpable cuando en 1968, Ongaro, Secretario General de la flamante CGT de los Argentinos, visita a los estudiantes en huelga de hambre. Cuando dos años después, esa situación se repite, los alumnos de la Facultad de Historia, en pleno conflicto con las autoridades universitarias, cumplen la huelga, en el local del Sindicato de la Sanidad. También en el apoyo a la Marcha del Hambre de los pobladores de la cuña boscosa.
Los muchachos y las chicas trabajaron en los barrios marginales, apoyaron las huelgas obreras, entre otras la de los municipales, colaboraron en los trabajos de mejoramiento barrial, ayudaron a los desplazados por la inundación y muy poco tiempo después, también se integraron en las organizaciones armadas y empezaron a poblar las cárceles de la dictadura como miembros de las organizaciones peronistas, del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo) o del OCPO (Organización Comunista Poder Obrero), y como afirma Lucas Lanusse en su libro «Montoneros, el mito de los 12 fundadores»; uno de los grupos iniciales de esa organización surge de la Católica de Santa Fe.
Con la llegada al Gobierno de Cámpora en el año '73 la primavera política se vive en la Universidad Católica de una forma diferente. La asamblea universitaria (docentes y alumnos) propone un programa de Regionalización como forma de integrar la universidad con las reales necesidades de cada región. Así, cuando se da la gran crecida del Salado que afecta los barrios del oeste de la ciudad, en la universidad se alberga gran cantidad de evacuados y los estudiantes colaboran con las tareas de proveer la alimentación y ropa para los mismos, también proporcionarles educación durante el tiempo en que los niños no podían concurrir a las escuelas.
El Colegio de la Inmaculada Concepción de Santa Fe, de la orden de los Jesuitas, para finales de los 60' gozaba del prestigio de lugar donde se educaban los hijos de las familias patricias santafesinas, y otros hijos de la clase alta, con o sin apellido, venidos del interior y el extranjero.
La Inmaculada tuvo una activa participación en el movimiento religioso de los '60 y '70. Los curas del Colegio no militaron en el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, pero adherían a la Teología de la Liberación, acentuando el compromiso del hombre con lo social. Plantean que no existe la relación vertical entre el hombre y Dios, si antes no se da la relación de hermandad y solidaridad entre los hombres.
Esa postura se acrecienta hacia 1969, cuando se incorporan al Colegio de Santa Fe, jóvenes sacerdotes y maestrillos (quienes iniciaban su vocación sacerdotal) que sustentaban esa corriente. Esos sacerdotes en su mayoría dejaron posteriormente los hábitos, o fueron marginados por la orden, destinándolos a lugares lejanos. Los alumnos más destacados de cada promoción eran quienes reunían calidad de estudio y compromiso con la sociedad, en el colegio y la comunidad. (Por ejemplo, Fernando Florez (ver su historia en este capítulo), muerto en Córdoba en el 76, fue abanderado en el 69).
El Colegio compartía actividades con el Colegio Nuestra Señora del Calvario, donde era capellán el padre Osvaldo Catena, quizás el más destacado y trascendente miembro del tercermundismo santafesino. Los alumnos de Inmaculada y las alumnas del Calvario realizaban actividades sociales y pastorales en los barrios de Alto Verde, Villa Yapeyú, Brigadier López (conocido entonces como La Gran China). Allí se había instalado, en un ranchito, el cura Peralta Ramos; entre los vecinos y algunos de los alumnos levantaron las paredes de barro para que pudiera vivir como le indicaba el evangelio, como un pobre entre los pobres.
Las misas eran muy especiales, verdaderos encuentros religiosos, vividos con mucha intensidad, como el compromiso de compartir, de socializar. Se reeditaba el espíritu primario del cristianismo: la comunidad, la solidaridad, la reunión en ronda viéndose la cara y compartiendo opiniones e intenciones.
La dictadura cívico-militar fue el brazo del poder económico concentrado, nacional y trasnacional, destinado a terminar con el Estado de bienestar en Argentina como parte de un plan continental promovido desde los EEUU.
El cambio en la economía y las relaciones de poder afectó principalmente a la clase trabajadora en distintos planos:
El empleo se redujo un 26% entre 1975 y 1980, siendo «una violenta reestructuración en la composición de la clase obrera: La proporción de obreros industriales de la Población Económicamente Activa se redujo, aumentando el peso en el movimiento obrero del sector terciario. Se incrementó el cuentapropismo, que no asegura movilidad social ascendente, por el contrario representa una reducción del ingreso real a mediano plazo y en el status social. Se dio también un aumento en los sectores subempleados marginales, y un descenso en el nivel de vida de los asalariados». (Ríos, Sabrina Yael, «El movimiento obrero durante la última dictadura militar, 1976-1983», UNGS)
Para aplicarlo la dictadura atacó duramente a las organizaciones de trabajadores/as; la estructura sindical del movimiento obrero sufrió la detención, desaparición, asesinato y exilio de camadas enteras de activistas, y el cercenamiento durante el periodo de la actividad sindical. Un completo andamiaje jurídico estuvo constituido por: Leyes que regularon las relaciones laborales, Normas referentes a la organización y a la actividad sindical y Normas referentes a las obras sociales.
A la vez que desarticuló las estructuras sindicales desató la represión y persecución hacia los establecimientos laborales. Y como ha sido evidenciado por la reconstrucción histórica y los juicios por delitos de lesa humanidad iniciados en la última década, la represión «contó no sólo con la connivencia sino también con el apoyo activo de grandes empresas, que en una gran cantidad de casos denunciaron a sus trabajadores, entregaron fondos a las fuerzas represivas, e incluso en ocasiones hasta autorizaron la instalación de centros clandestinos de detención en el predio de sus fábricas.» (Ceruti, Leonidas F., «Memoria de los telefónicos»)
Los casos de Vicentín, Acindar, Ford y Mercedes Benz lo han demostrado. Según el informe de la CONADEP, la mayoría de las víctimas pertenecían al sector obrero.
En Santa Fe, entre los numerosos conflictos y acciones de resistencia a la dictadura y defensa de los intereses obreros se produce un hecho representativo de las luchas de aquellos años: la gran huelga municipal que culmina en lo que se va a llamar «El Manzanazo» en 1972.
El gremio municipal era uno de los más numerosos y fuertes porque todos los servicios los prestaba el municipio, al personal de los servicios y administrativos, se sumaban empleados y obreros del Frigorífico Municipal. Las asambleas comenzaban con la llegada de las columnas desde los distintos sectores a los que se incorporaban los trabajadores del Palacio, que eran los que estaban más controlados.
Con apoyo del estudiantado, la huelga se sostiene por 30 días, los estudiantes aportaban alimentos a las ollas populares de Barranquitas y Villa del Parque, alimentos que aportaban los vecinos de todos los barrios, en tanto, otros grupos salían de noche a «patear» bolsitas de basura, para presionar con la suciedad de la ciudad. En la sede de ASOEM se sucedían las asambleas y se realizaban festivales de apoyo con artistas como Nacha Guevara, Zupay o Piero.
Uno de los puntos centrales de esa huelga fue la «marcha de las mujeres» apoyada por las estudiantes. Todas, las trabajadoras municipales, las esposas de los municipales y estudiantes intentan marchar desde Villa del Parque hasta el local de ASOEM y son brutalmente reprimidas a la altura de Parque Garay.
El conflicto va escalando en dureza y la CGT declara paro general para el día 29 de mayo. ASOEM organiza concentraciones y el movimiento estudiantil aporta cortando el tránsito y haciendo barricadas en distintos puntos de la ciudad. Era un día frío y garuaba, gris. Al ser desbordada la policía, se involucra el ejército que comienza cercando todo el cordón oeste, intentando entrar en Villa del Parque. Todos los accesos se habían «barricado» con troncos, barricadas muy grandes. Se decreta el toque de queda a partir de las 20 horas y el ejército se aposta sobre el Parque Garay. Cerca del mediodía pasa un tren por la vía que divide Parque Garay de Villa del Parque y es detenido por los vecinos con una barricada, se abren varios vagones de carga y venía cargado con cajones de manzanas que comienzan a ser sacados y entrados al barrio. A partir de allí, el ejército tiraba gases para el barrio y los vecinos contestaban con manzanas desde adentro. Otra nota fue que en el comedor estudiantil, durante unas cuantas semanas se sirvieron manzanas de postre. Regalo de los vecinos de Villa del Parque.
José María Serra, el Pepe, nació en el año 1930 y a los 23 se ordenó sacerdote. En 1956 funda la Casa del Obrero Estudiante, la COE, residencia para jóvenes del interior que estudiaban y trabajaban. También, en esos años participa en la gestación de la Universidad Católica de Santa Fe, en la que se desempeñó como docente, sosteniendo firmemente la necesidad de una formación cristiana basada en la doctrina Social de la Iglesia y el Evangelio.
El 13 de mayo de 1961, una nota del diario El Litoral, informa de un acto obrero en la esquina de Gral. Paz y Salvador del Carril para celebrar los 70 años de la Encíclica Rerum Novarum, allí hablaron un dirigente ferroviario y el cura Serra quien dijo: «es un deber que tengo como sacerdote, luchar por la implantación de un nuevo orden de acuerdo al mensaje evangélico y a las enseñanzas de los Papas»(…) y continúa El Litoral: «más adelante calificó al actual régimen capitalista de injusto por oponerse a la naturaleza humana(..)» y termina diciendo (dice el diario) «el social-cristianismo brega por una auténtica revolución, la de la justicia social y la unidad de la clase trabajadora argentina»…
En 1963 viaja a Roma para estudiar la Licenciatura en Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Pontifícia, es la época en que está en pleno desarrollo del Concilio Vaticano II. A su regreso a Santa Fe retomó su actividad docente y sus tareas en los barrios humildes de la zona norte de la ciudad, a los que llevaba como ayudantes a sus alumnos del Seminario y a jóvenes universitarios. La idea era conocer la realidad barrial y junto a los pobladores buscar los medios para salir de la marginalidad en la que estaban. Satisfacer las necesidades básicas y analizarlas políticamente desde el Evangelio y la Doctrina Social de la Iglesia. En 1967 se conoce el Mensaje de los 18 Obispos del Tercer Mundo, Serra y otros 16 curas santafesinos entre los que se encontraban Catena, Leyendeker, Aguirre, adhirieron al documento. Dice Serra:
«Viví con esperanza el llamado del Concilio a una profunda renovación, que permitiera a la Iglesia saldar sus desencuentros y errores con el mundo, para que el Mensaje Liberador y de Salvación de Jesús llegara a todos los hombres y mujeres, creyentes y no creyentes (…) En este camino apareció el Mensaje de los Dieciocho Obispos, origen del MSPTM. Era el desafío para superar el mentiroso antagonismo entre el Este y el Oeste, desenmascarando la verdadera trágica antinomia entre el Norte desarrollado y el Sur subdesarrollado y dependiente. Era buscar que la Iglesia cuestionara, desde la fidelidad del evangelio, la tesis socio política del “occidente cristiano”, legitimadora de un sistema económico y socio político de dominación, para colaborar en un nuevo equilibrio mundial que posibilite el desarrollo autónomo y justo de los Pueblos del Tercer Mundo y que impida las guerras, para ingresar por los caminos de una paz verdadera, que al decir de Paulo VI “sea fruto de la justicia”.» J.M. Serra citado en «Cristo revolucionario» de L. Lanusse.
En el año 1969, en el norte santafesino, se agudizaba la crisis económica y social. Al cierre de ingenios azucareros se sumaba el de los talleres ferroviarios, las protestas no alcanzaban, aparece la idea de organizar una «Marcha del Hambre» desde los pueblos y ciudades del norte santafesino hacia la ciudad capital. En esta ciudad se organiza una comisión de apoyo a la marcha, José María Serra fue uno de sus integrantes. El 11 de abril, el mismo día en que partiría la marcha desde el norte, en Santa Fe marcha una columna de unas mil personas, integrada por estudiantes, obreros y pobladores del marginado cordón oeste, entre ellos estaban los curas tercermundistas y con ellos, Serra, quién también actuó como orador. Aunque la marcha sólo pudo llegar hasta López y Planes y Fray Cayetano Rodríguez, dónde fue ferozmente reprimida, tuvo un fuerte impacto en la sociedad.
Ya desde entonces, los Curas del Tercer Mundo eran cuestionados y calumniados por la prensa, el gobierno y la Jerarquía eclesiástica, acusados de subversivos, terroristas, guerrilleros. Ya en 1973, el convencimiento de que la oposición de la Jerarquía le impedía llevar adelante su vocación religiosa y política, llevaron a Serra, como a muchos otros sacerdotes a considerar la posibilidad de volver al estado laical. Ya fuera de la vida sacerdotal, se dedicó en la Universidad Nacional de Salta, en donde trabajaba desde cuatro años antes, a un importante trabajo educativo. La Universidad recibió a muchos militantes que se habían tenido que ir de Santa Fe, entre ellos Georgina Droz, cuya historia está en este libro.
En Salta, además de Decano de Humanidades fue docente de la Universidad, Secretario Gremial del Sindicato docente. Allí se casó con Mabel, y al poco tiempo, estando de viaje hacia Santa Fe, se enteran que habían allanado la casa de Salta, la COE y el Magisterio Católico. Perseguidos por la AAA, luego de pasar por diferentes lugares donde los protegieron amigos y familiares, debieron partir al exilio. La anécdota risueña es que Pepe salió camuflado como integrante de un grupo de tenis que iba a Brasil. Un poco raro que el Gordo Serra fuese tenista… ¡pero pasó!
“La historia prueba que la violencia está marcada a fuego en la tradición política argentina”[1], sostiene Larraqui, en una afirmación que se hace evidente cuando miramos la historia de los trabajadores y las clases populares argentinas.
El movimiento obrero en Argentina tiene sus raíces en el S.XIX, con la llegada de los inmigrantes llegaron también las ideas socialistas, anarquistas, sindicalistas. En aquellos años, los obreros que pretendían organizarse y reclamar por sus derechos, debieron sufrir la estigmatización de ser tratados como delincuentes, perseguidos, encarcelados, deportados…Quienes hoy añoran los esplendores del primer centenario ignoran las terribles condiciones de vida de los conventillos[2] en que se hacinaban las familias obreras en la ciudad, y la explotación a la que eran sometidos los obreros de las pocas pequeñas industrias existentes, los del ferrocarril o los peones, medieros, hacheros y chacareros, tal como lo refleja el Informe Bialet Massé (“El Estado de las Clases Obreras en el Interior de la República” de 1904).
Las luchas obreras y el desarrollo de sus organizaciones que permitieron ir alcanzando paulatinamente algunos derechos sociales fueron objeto de una represión que no respetó, ni a mujeres ni a niños. Basta con recordar la ley de Residencia, los acontecimientos de 1907, los de la Plaza Lorea el 1 de mayo de 1909 y podríamos seguir enumerando los acontecimientos de la Semana Trágica, de la Patagonia, los de la Forestal y tantos otros….. La misma política represiva que se replicará con enorme saña contra los nietos o bisnietos de aquellos luchadores, tanto en las acciones de “la fusiladora” como en las del terrorismo de Estado de los ´70.
“Tras el derrocamiento de Perón en 1955, el empresariado argentino no cejó en sus propósitos de revertir los avances políticos y sociales de la clase obrera. Las franjas más poderosas del empresariado consideraban que tanto el peronismo como los sindicatos más que adversarios políticos y sectoriales eran enemigos que debían ser eliminados.(..) comenzó una severa represión contra el gremialismo peronista (…) La estrategia del gobierno militar apuntaba a atomizar y debilitar al movimiento obrero. (…)
En un principio, el movimiento sindical experimentó un severo retroceso (…) comenzó lo que se conocería más tarde como “la etapa de la resistencia”, durante la cual las bases obreras y los dirigentes sindicales aparecieron unidos para resistir la ofensiva antilaboral de los años 1956-1958 (…)” [3]. Fueron años de proscripción y la violencia represiva, y del surgimiento de corrientes acuerdistas o “participacionistas” en el sindicalismo.
E programa obrero de Huerta Grande (1957), continuado en La Falda (1962) y 1° de Mayo (1968) se destaca porque introduce un nuevo discurso en el movimiento sindical argentino, señalando la necesidad de impulsar un proceso de "unidad nacional", y reconociendo la existencia y la legitimidad de otros actores sociales. El movimiento obrero se percibe entonces como desencadenante de un proceso mucho más amplio, mediante la incorporación de otros sectores sociales.
Al igual que en otros lugares del país, en la provincia de Santa Fe hay un agitado 1969. Cuando el cierre del Ingenio Arno aumenta el conflicto social en el convulsionado norte provincial, los reclamos comprometen a toda la población de la cuña boscosa. A la “Marcha del Hambre de los pueblos del norte”[4], se suman la CGT de los Argentinos; Ongaro y otros dirigentes nacionales y provinciales se hacen presentes, pero también están comerciantes, estudiantes y sacerdotes tercermundistas. Reprimidos a tiros por la Guardia Rural, la población toma la Municipalidad de Villa Ocampo, varios dirigentes sindicales son detenidos. Las protestas, ante la represión abarcan a todo el arco político, y expresan a muy diferentes sectores sociales.
En mayo, los reclamos por la privatización del comedor estudiantil en Corrientes, derivan en el asesinato del estudiante Juan José Cabral. Este hecho, dispara protestas masivas en las principales ciudades del país. En Rosario son asesinados Adolfo Ramón Bello y Luis Norberto Blanco. En las jornadas de protesta en Córdoba cae Máximo Mena. Estalla el Cordobazo.
Es en ese contexto en el que se forman diversas organizaciones que expresan los diferentes caminos por los que se trataba de producir el pretendido cambio de estructuras. Así, la antigua Juventud Obrera Católica, se transforma en A.S.A (Asociación Sindical Argentina). La continua organización y radicalización de las posturas sindicales va dando origen a la aparición de una nueva generación de activistas, delegados y militantes sindicales que forman agrupaciones, recuperan algunos sindicatos de manos de las dirigencias participacionistas, y van a constituir en 1973 la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), con gran extensión en todo el país.
Desde el Cordobazo se desarrollan también agrupaciones de izquierda y sindicatos clasistas (SITRAC y SITRAM en Córdoba, por ejemplo) que serán el cauce para la incorporación de nuevos militantes gremiales.
Tras el breve gobierno de Cámpora y Peron, el Partido Militar se reorganiza y las clases dominantes deciden dar el golpe más contundente a lxs trabajadorxs y los sectores nacionales y populares: la dictadura cívico-militar de 1976.
“Nuestra sociedad actual es resultado de la confrontación entre fuerzas sociales y políticas que se proponían diferentes modelos de organización nacional. En esta confrontación fue puesto efectivamente en cuestión el poder de nuestra clase dominante con un nivel de antagonismo intolerable para su sistema de dominación. Aquella respondió como lo que es: una clase poderosa que construyó su espacio nacional durante el siglo XIX a través de tres genocidios: el de los pueblos originarios, el del pueblo paraguayo, y el de quienes se opusieron a su modelo de nación. Durante el siglo XX lo defendió y fortaleció de la misma manera; aplicando el terror cada vez que fue racionalmente necesario para sus intereses.”[5]
[1] Larraqui, M “Marcados a Fuego” Aguilar. Bs.As.2009.pág.323
[2] En Bs As en el año 1904, existían 2.462 conventillos, habitados por más de 150.000 personas. Larraqui, M. “Marcados a Fuego”,pág.91. Aguilar.2009
[3] Rapoport, M. “historia Económica, política y social de la Argentina” Ed. Macchi. Bs.As.2000
[4] Ver Borsatti, Raúl “La Rebelión, aquella marcha del norte”, Ed. Del autor. Reconquista. 2007.
[5] Cullen, Rafael, ob.cit. pág. 280
Santa Fe, con poco desarrollo industrial (aunque mayor al que conocemos ahora) tenía un perfil administrativo y de servicios. Los primeros años de la década del 70 van a producir la aparición de dos sindicatos con peso: docentes y empleados públicos Los docentes, por herencia cultural, siempre se consideraron en un plano distinto al de los asalariados. En esos años muchos jóvenes con formación docente (obtenida en 5% año secundario), ligados al proceso estudiantil de los "60, comienzan a trabajar en los barrios de la ciudad, en una tarea social de alfabetización, acompañamiento, integración, generalmente de manera voluntaria.
De a poco se integran a la tarea docente, y desde las escuelas de barrio comienza a llegar la propuesta de sindicalización de los maestros. También los Profesores de las nuevas promociones egresados tanto de la UNL como de la Católica, defienden ante las viejas asociaciones docentes su condición de trabajadores y la necesidad de sindicalizarse, igualándose así con todo el campo popular. Se crea el SINTES: Sindicato de Trabajadores de la Educación, toda una definición en sí misma. En pocos años se crea en el país la CTERA a la que se suma el SINTES. En 1974 se da una importante huelga docente en todo el país.
En estas páginas recordamos a una treintena de jóvenes docentes, militantes gremiales y educadores de nuestro pueblo. Entre los empleados públicos, muchos de los cuales eran producto de cargos recibidos “por herencia” de otros familiares, se da el mismo proceso que en toda la sociedad: los más jóvenes van adhiriendo a posturas contestarias al régimen. Son ellos quienes van engrosando las filas de un sindicato muy pequeño hasta ese momento y lo convierten en un actor importante de la lucha gremial santafesina.
En los años '60, en los pueblos del nordeste santafesino, allí donde «La Forestal» sólo había dejado miseria y el recuerdo de las luchas y feroz represión de los años 20, las políticas de la dictadura de Onganía y su ministro Krieger Vasena, hacían sentir nuevamente el fantasma del hambre.
La economía regional basada en la explotación de caña de azúcar, se complementaba con el algodón, la producción de los obrajes madereros y las actividades vinculadas al transporte,
fundamentalmente ferroviario, estaba en peligro. La dictadura, no encontraba otra solución a la sobreproducción azucarera que el cierre de los Ingenios tucumanos y santafesinos, en beneficio de los de Salta y Jujuy.
En marzo de 1968 «El Heraldo» de Vera informaba que los desocupados por despidos en las industrias y el ferrocarril sumandos a los producidos por la reducción de los cultivos de caña y algodón eran unos 800. En abril, cerró el ingenio en Tacuarendí. En noviembre, ante las amenazas de cierre, son ocupados por los trabajadores preocupados por sus fuentes de trabajo el ingenio Arno, la Papelera y los talleres ferroviarios de Villa Guillermina y La Gallareta.
En Villa Ocampo se organiza la Marcha del Hambre, que partiría, a pie, desde cada uno de los pueblos para unirse en la ruta 11 y llegar a Santa Fe.
«La convocatoria fue asumida por amplios sectores de la vida norteña: sindicatos, políticos, estudiantes, parroquias, grupos cristianos, comerciantes… se suman: La Gallareta, Tacuarendí, Tartagal, Fortín Olmos, Villa Guillermina, Las Toscas, Reconquista, Villa Ana».
La Comisión de Movilización del Norte era presidida por un radical, Raúl Carussi, participan numerosos curas, como Rafael Yacuzzi, que recorre toda la zona explicando y concientizando. Suman su apoyo sindicatos de Santa Fe y Rosario y el movimiento estudiantil. Raimundo Ongaro, Secretario General de la CGT de los Argentinos, compromete su presencia.
La marcha se programa para el 11 de abril, el gobierno la prohíbe, Ongaro llega sorteando los retenes dispuestos para impedirlo. Varios dirigentes sindicales son detenidos, pero cuando las campanas de las Iglesias y la sirena de la fábrica llaman, la población sale a las calles decidida a marchar; Ongaro y Yacuzzi van al frente. Al llegar a la Ruta 11, la tremenda fuerza represiva de la guardia rural «Los Pumas», las policías locales y la que llega de Santa Fe con el apoyo de la Brigada Aérea de Reconquista, les impedirá continuar.
Esas escenas de violencia se repiten en todos los pueblos de la zona, muchos fueron detenidos, la lista de buscados era encabezada por el cura Yacuzzi y Ongaro, la gente refugiaba en sus casas a los perseguidos o los sacaba clandestinamente de la zona.
En ciudad de Santa Fe, la Marcha solidaria que había partido de los barrios del oeste de la ciudad, donde encontraban refugio los numerosos pobladores desplazados de la cuña boscosa por la falta de trabajo, también fue detenida y represaliada en López y Planes y Fray Cayetano Rodríguez.
Datos tomados de «La Rebelión, aquella marcha del Norte» de Raúl Borsatti.
Era la escuela más politizada, todo pasaba por el Industrial. La escuela tenía contacto permanente con la Facultad de Ingeniería Química; en el mismo edificio, por los pasillos se iba de uno a otro, los profesores, ayudantes de cátedra, preceptores, casi todos venían de allí. El año 1972 fue de lucha, de confrontación, la lucha contra la dictadura de Lanusse, el medio boleto, entre otras reivindicaciones.
Una serie de medidas adoptadas en el transcurso de 1973 por las autoridades designadas (Barber) mostraron señales de cambio respecto de la etapa anterior. Una de ellas fue proponer la asignatura Estudio de la Realidad Nacional en el 6to año de todas las especialidades, en consonancia con la introducción de Estudio de la Realidad Social Argentina (ERSA) en la escuela secundaria; incrementar el número de bancos disponibles para primer año, implementar un curso introductorio para los ingresantes y crear una división en el turno noche para los alumnos trabajadores a partir del 4to año. Todo ello se fundamentó en una crítica al sistema vigente.
Se dio la participación a los estudiantes en la elección del Vicedirector, la participación en la elaboración del plan de estudios, la creación de la figura de preceptores-alumnos, entre otras innovaciones. El juvenilismo se manifestó en el espacio institucional a través de diversas prácticas. La Escuela Industrial retomó la tradición de la Farándula estudiantil con el estímulo explícito por parte de la conducción de la escuela y con el protagonismo de los estudiantes convirtió lo que había sido siempre un hecho festivo en un acto político.
ALONSO, Fabiana. Entre los vientos de cambio y el cierre autoritarío (1973-1983). En: Libro Aniversario de la EIS.
A cada cosa que sucedía en el país, en la escuela se hacía algo (el golpe en Chile, la intervención en Córdoba, por ejemplo).
En el '74 se constituyó el Centro de Estudiantes con elección democrática, pero no los dejan asumir. En Santa Fe se había intervenido nuevamente la universidad, pero la EIS seguía defendiendo a su director, haciendo piquetes, tomando la escuela. Barber no renunciaba, hasta que asumieron las nuevas autoridades en un gran conflicto y tuvieron que cerrar la escuela terminando el ciclo lectivo.
Al volver en el '75 todas las reformas se perdieron. La puerta central estaba cerrada, se entraba por el costado y pedían documentos. Los celadores controlaban toda la escuela. La respuesta era fuerte, volanteras, bombas de estruendo; era un estado de tensión muy grande, varios compañeros fueron detenidos.
“Viví como ellos, entre ellos…Primero quise ser un cura que es vecino. Luego un vecino, que es cura” (P. Osvaldo Catena, documental “El hombre nuevo”, año 2007)
En varios barrios se abrieron escuelas primarias y de oficios. En Villa del Parque, la Escuela “Cristo Obrero” comienza a funcionar en 1957; en 1960 se abre la Escuela Técnica (corte y confección, tejido, plomería, etc.). En Barrio Centenario, la Escuela San Antonio de Padua se inicia en 1960; en Barrio San Lorenzo se crea la Escuela Técnica del mismo nombre, a inicios de la década del 60, obteniendo su reconocimiento en marzo de 1965. En Santa Rosa de Lima funcionan desde 1966 el Jardín de Infantes y Escuela de Oficios; en 1967 la Escuela Parroquial con aulas radiales en la zona sur del barrio.
Lentamente, con motivo de las fiestas patrias o religiosas, encontrándose en las escuelas, en las parroquias, en las Vecinales donde las había o en casas de vecinos, juntándose y hablando, poniendo en común las necesidades y carencias, algo va tomando forma. Se acuerdan prioridades con esta característica: la acción que se decide se lleva a cabo para cubrir necesidades de todos y por todos sentidas: objetivos que unen.
Las Parroquias y las Vecinales son como la “casa de todos”, sin distinción de credos ni de pertenencias políticas. Se trataba de que los chicos de los barrios tuvieran acceso a la educación, ya que la pobreza y la geografía barrial eran un impedimento objetivo y causa de deserciones y desgranamientos. Esta situación se veía como una flagrante desigualdad que reproducía al infinito la falta de oportunidades. Los vecinos eran parte de estas decisiones y de la construcción de las aulas, y los maestros y profesores que dictaban clases, lo hacían por varios años ad-honorem:
“Había una concientización muy grande en la clase media que no volvió a surgir más…Cuando se abren las escuelas, en el caso de la primaria, era uno o dos años dando clases ad-honorem…Y en el caso de la Escuela de Oficios, fueron cinco años…Los muchachos que daban clase a la noche, trabajaban en Fiat, en Siderar todo el día y a la noche iban allá, hasta las diez de la noche…así año tras año…” (Osvaldo Silva. ex-párroco de Barrio Santa Rosa de Lima)
En una provincia muy extensa, con dos grandes centros urbanos que aparentan concentrar toda la actividad pública, resulta común escuchar desde distintos rincones que “aquí no pasó nada”, cuando se habla de las décadas de 1960 y 70.
Pasó medio siglo, terrorismo de Estado, oleada neoliberal, y la memoria se desdibuja.
Sin embargo, en todas las ciudades y regiones, como veremos en adelante, si cambiamos los nombres propios y los lugares concretos, podríamos contar historias similares
En todas esas poblaciones ocurrieron cosas parecidas, porque se vivía la misma situación, los jóvenes participaban y se nucleaban en torno a la Iglesia, a sectores políticos o gremiales.
Lo hacían tanto los que salían de sus lugares de origen para empezar carreras universitarias, como muchos de los que continuaban viviendo en sus comunidades.
Los viejos luchadores transmitían su experiencia, desde anarquistas, comunistas o peronistas de la resistencia; los jóvenes inventaban caminos en medio de lo prohibido.
Y hoy en cada localidad hay plazas, baldosas, placas, o monumentos que recuerdan a quienes se jugaron para hacer posibles sus sueños.
La organización campesina se extendió por todas las provincias del noreste argentino. Es la historia de la lucha de los campesinos por su dignidad y en estas historias hay integrantes de las Ligas de Chaco, Santa Fe y Corrientes.
En el Chaco, a comienzos de los años '70, cuando la dictadura de Onganía era jaqueada por los levantamientos populares en las grandes urbes que culminan en el Cordobazo, en el sector rural algodonero se gestaba un movimiento gremial y de concientización. Los pequeños productores, afectados por una política algodonera al servicio de las multinacionales textiles, se organizaron en principio alrededor de sus instituciones más próximas: cooperativas y sus federaciones (FACA -Federación Argentina de Cooperativas Agrarias y UCAL Unión de Cooperativas Agrícolas Algodoneras Limitada-), Federación Agraria y Movimiento Rural Católico.
Ante la pasividad de las dirigencias tradicionales, los sectores juveniles asumieron el protagonismo, lo que se tradujo en las primeras grandes movilizaciones de los campesinos para reclamar por sus derechos ante las autoridades locales, provinciales y nacionales.
En esas marchas y reclamos se produce el fermento de lo que serían las Ligas Agrarías, a partir de las discusiones y la participación, lo que se concreta el 14 de noviembre de 1970 cuando, en el Primer Cabildo Abierto del Agro Chaqueño, bajo el lema «Grita lo que sientes» surge la idea de alumbrar una organización de perfil netamente gremial y reivindicativo.
El funcionamiento era estrictamente democrático, en el que todas y cada una de las decisiones se tomaban de abajo hacia arriba y las estrategias de acción se decidían en los plenarios de los Congresos y Cabildos Abiertos.
Las Ligas Agrarias Chaqueñas nacieron como un movimiento rural agrario, que defendió un campo específico de lucha, enfrentados con el poder del Estado y de las fuerzas económicas, representadas por los monopolios, en un intento por modificar las relaciones entre la sociedad y el Estado, como resultado de las acciones y experiencias de los sujetos que se identificaron a partir de intereses comunes, valores e ideas. Esto implicó la formación de una conciencia colectiva del sector agrario incluido dentro del proyecto social del «hombre nuevo.» El protagonismo social de cada individuo fue determinando la organización del movimiento agrario y la fuerza de una «resistencia» en demanda de las reivindicaciones de los derechos del hombre de campo.
La lucha que encabezaron las Ligas trajo dos efectos principales. Por un lado, promovió y favoreció la organización popular con un sistema de información y toma de decisiones rápida, eficiente y transparente.
Por otro lado, al arrancar resoluciones favorables del poder fáctico de turno generó en la población campesina la conciencia de que a través de la unión y la participación era posible mejorar las condiciones cotidianas de vida. La movilización logró mejoras en los precios del algodón, base de la economía campesina y generador de muchos puestos de trabajo.
El accionar del campesinado continuó su crecimiento, nacionalizándose a través de la Coordinación de los Movimientos Agrarios que agrupó a los pequeños productores de Chaco, Misiones, Corrientes, Formosa, Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires.
Todos estos antecedentes fueron absorbidos y analizados por los campesinos nucleados en el Movimiento Rural, quienes junto a los jóvenes del cooperativismo iniciaron una réplica en contra del proyecto monopolista de entregar un millón de hectáreas en Chaco y Formosa a la empresa Agrex, formada por la fusión de varias compañías norteamericanas y apoyada en la Argentina por la Compañía Pedro y Antonio Lanusse SA. Este fue el detonante, entre muchas otras reivindicaciones necesarias, que llevó a la convocatoria de un Primer Cabildo Abierto por las organizaciones campesinas en Sáenz Peña. Y allí, el 14 de noviembre de 1970, ante cuatro mil campesinos se proclamó la constitución de las Ligas Agrarias Chaqueñas.
«Cuando comenzamos con las Ligas, de alguna forma el nombre de Ligas Agrarias, fue un nombre intermedio, entre Ligas Campesinas y Movimientos Agrarios, por eso queda con el nombre de Ligas Agrarias, no es casualidad, (...) El origen de todos ahí o de la inmensa mayoría era el Movimiento Rural Católico, eran los muchachos de las Juventudes Agrarias Cooperativistas, los de la JAC (Juventud Acción Católica) eran fundamentalmente Orianski y Picoli, los dos muertos o desaparecidos. Esas eran las dos vertientes que llevaron a la creación de las Ligas Agrarias.»
/ Lucho Rodríguez
«La asamblea fundacional fue el Primer Cabildo Abierto del Agro Chaqueño, y así lo llamamos en aquella época. El lema era «grita lo que sientes» y se realizó en Roque Sáenz Peña, la zona algodonera por excelencia. Pero no fue una cosa que surgiera de un día para otro, tenía antecedentes en las primeras movilizaciones campesinas encabezadas aquí por la Federación Agraria Argentina. Yo siempre digo que todo el movimiento de las Ligas lo inició la Federación Agraria Argentina. Lo que pasa es que después, al defeccionar, la Federación estuvo dirigida por hombres que se prestaron al juego de los sectores monopólicos de esa época, en connivencia con el gobierno de turno.
Entonces a este movimiento lo continuaron los sectores juveniles, como el Movimiento Rural de la Acción Católica, al que muchos estábamos integrados, además en los centros juveniles cooperativistas. Esas fueron las dos vertientes de jóvenes que nos pusimos al frente de forma improvisada en las primeras movilizaciones y le dimos continuidad. Al quedarnos sin una entidad orgánica que dirigiera el movimiento, se formó una nueva entidad, que fueron las Ligas Agrarias.»
/ Osvaldo Lovey, ex Secretario General de las Ligas Agrarias del Chaco, en Revista «Los 70»
Ligas Agrarias Santafesinas
Desde su creación en agosto de 1971, la Unión de Ligas Agrarias Santafesinas tuvo su sede en Avellaneda y agrupaba campesinos propietarios de chacras de 70 hectáreas promedio. Los principales cultivos de la zona eran el algodón, la caña de azúcar y el girasol. Estas Ligas debieron enfrentar, en primer lugar, a los problemas de la comercialización originados en el control monopólico del comercio e industrialización de los productos agrícolas. A pesar del peso del cooperativismo en la provincia de Santa Fe no pudo competir con la fuerza de los monopolios.
El 7 de diciembre de 1971, las Ligas Agrarias Santafesinas realizaron su primera concentración en Avellaneda, a la que acudieron 4.500 productores. El 31 de enero de 1972 marcharon junto a chaqueños y formoseños a la capital del Chaco, para hacer sentir su desacuerdo con la política algodonera. Simultáneamente se abocaron a los problemas de funcionamiento del Ingenio Arno cuya amenaza de cierre databa ya de varios años.
Y fue en octubre de 1972 cuando las U.L.A.S (Unión de Ligas Agrarias Santafesinas) protagonizaron su jornada de lucha más significativa (…) la concentración estaba prevista en Avellaneda, pero fue prohibida y se produjeron choques con la policía y la guardia rural “Los Pumas” (…) Esta jornada produjo un profundo avance en la conciencia de quienes participaron. (…) Su desarrollo fue en aumento paulatino hasta que comenzó la represión durante el gobierno de Isabel Perón, que luego recrudeció a partir del 24 de marzo de 1976, que terminó por desintegrarlas.(…)
/ Monte Madre, de Jorge Miceli.2006
La persecución
No tenía que cundir el ejemplo. La organización de las Ligas Agrarias ya era un peligro cierto para el modelo económico a instalar. Había que aniquilarlas, como a todo brote o intento mínimo de organización popular. Por eso la persecución fue implacable, sin contemplaciones, sangrienta, dejando como saldo, al final de la dictadura en 1983, las Ligas totalmente disueltas y sus dirigentes más representativos encarcelados, en el exilio o muertos y desaparecidos.
Desde mediados de la década del 50 en las ciudades de Argentina se fue observando un incremento del poblamiento de sus bordes, en zonas de “descarte”. A diferencia de lo ocurrido en la etapa de sustitución de importaciones con los cordones industriales demandantes de mano de obra, estos asentamientos tenían su origen o incremento en migraciones internas producto de crisis económicas y pérdida de trabajo.
En Santa Fe, el asentamiento en zonas bajas, inundables, sobre terrenos fiscales o privados librados al abandono, en gran medida estuvo determinado por las crisis de las economías regionales del nordeste y el noroeste: crisis del algodón, del azúcar, y en un lento desguace, el retiro y cierre de las industrias ligadas a lo que fuera “La Forestal”, instalada desde 1906 sobre dos millones de hectáreas. Como en cascada, siguió la crisis de la pequeña industria local y del comercio, con su secuela de desocupación y precarización laboral.
Ya iniciados los 60, los nombres de Villa Ana, La Gallareta, Tartagal, Villa Ocampo, Las Toscas, Villa Guillermina, se van haciendo familiares, asociados a la idea de “pueblos fantasma” y a un desangre de poblaciones que bajan a las ciudades del sur interminablemente. Una de esas ciudades fue Santa Fe. Aquí serán llamados, por quienes ya habitaban esas zonas, “los chaqueños”.
“Una mañana nos levantamos y encontramos a esa gente con su monito y nada más…vinieron del monte con toda la familia, los habían sacado del ferrocarril en chatas y los tiraron sin nada en “El Arenal”. Ahí empezaron a cortar ramas y pajas para hacer un “bendito”, luego un ranchito…” (Testimonio de Marta T, Barrio Alto Verde).
Los que fueron poblando los sectores baldíos o escasamente poblados del borde urbano predominantemente eran personas pobres, con identidad religiosa mayoritariamente católica y con identidad política mayoritariamente peronista. Entre los pobladores que fueron llegando, también había desplazados con historias de luchas y resistencia frente al cierre de las fuentes de trabajo o a la secular explotación de los obrajes. De ellos o de sus padres había peronistas, había de izquierda, otros pertenecían al Partido Comunista o eran afines al Yrigoyenismo.
Las vías o las avenidas eran como fronteras urbanas. Acá el centro. Allá la periferia: conglomerados azarosos de viviendas precarias de adobe y chapas; no hay calles, no hay desagües, no hay luz, no hay cloacas, no hay escuelas, no hay transporte, no hay agua, simple agua para beber o lavarse…Algunas pocas canillas públicas para miles o el camión aguatero de la Municipalidad. Cuando llueve, el agua que desagota el centro de la ciudad, baja anegando los terrenos lindantes al Salado: todo es un barrial…se pierde la “changa”, el día de escuela. Aunque no haya creciente, el agua brota del piso. La humedad es parte de la vida, de la ropa, de las zapatillas, del cuerpo, de las paredes…
Los asentamientos se iban enhebrando en todos los bordes urbanos: desde Alto Verde al sureste; Vuelta del Paraguayo; por el este, La Lona, barrio Chaqueño; Centenario al suroeste; por el oeste: San Lorenzo, el extenso Santa Rosa de Lima, Villa del Parque. Barranquitas Oeste y subiendo al norte, Estanislao López (“La Gran China”), Hipódromo, Yapeyú …hasta el final de la ciudad.
En el lenguaje militante de los 60/70, “ir al barrio” era ir a esas barriadas. El territorio de todas las desigualdades: “…Y nos quedamos trabajando en los barrios porque queríamos identificarnos con la gente y crecer juntos…Tampoco nos planteamos como que teníamos la receta…Para todos fue ir y descubrir un mundo diferente que nos enseñó mas a nosotros que lo que nosotros le dimos a la gente” (Nanci L. Barrio Estanislao López, Barrio Santa Rosa de Lima Sur)
El Padre Catena nació en un pequeño pueblo de la Provincia de Santa Fe, Mariano Saavedra, el 13 de abril de 1920. Posteriormente la familia se trasladó a San Vicente, dónde cursó los estudios primarios y al finalizar este ciclo, con 13 años, resolvió ingresar al Seminario de Guadalupe de dónde egresó como sacerdote en 1943.
Pronto se destacó como hombre de fe comprometido con su pueblo y cómo músico. A mediados de los años ’50, pertenecía junto al Padre Zanelo a la Parroquia de Santa Teresita. Fue fundador del Movimiento Familiar Cristiano de Santa Fe, de gran influencia en la cristiandad de la época.
Comienza a ir al barrio “El triángulo”, también conocido cómo “los bravos” mucho antes de llamarse Villa del Parque, en septiembre de 1956. Fue a partir de la obra del cura Rodríguez, creador de “Obra de los Barrios” que tenía a su cargo la catequesis de los barrios periféricos.
Al ser nombrado Capellán del Colegio Nuestra Señora del Calvario, buscó la formación cristiana de sus alumnas a partir de una mirada de la realidad a la luz del Evangelio. Al mismo tiempo, estaba trabajando como sacerdote en la Capilla de Cristo Obrero, en el barrio que entonces se llamaba El Triángulo, hoy Villa del Parque. Muchas de sus alumnas calvarianas recuerdan ir con él al barrio y conocer así, en plena adolescencia, una realidad social muy diferente a la propia de niñas de una clase media más o menos acomodada.
Hombre de muchas facetas, era también perito en Liturgia, y cómo tal participó como asesor en esa área del Concilio Vaticano II y se dedicó a producir una renovación en las formas del culto, tratando de integrar la liturgia a la vida. Lo hizo, sobre todo, a través de la música y el canto. Organizó la Escuela de Música Sagrada, y el coro “Los Cantores de Cristo Obrero”, asesoró a Ariel Ramírez en la elaboración de la Misa Criolla y participó en la grabación del disco. Además fue autor de varios cancioneros litúrgicos, “Gloria al Señor” o “Cien Salmos para cantar”, entre otros.
“Cuando vine al Barrio me di cuenta que la música que hacía era como si hablara en otro idioma, la gente no me entendía. Y pensé que la liturgia podía ser una forma de comprenderse, porque es la expresión de la comunidad que reza cantando. Así empecé a componer las primeras canciones de la Misa, de Navidad, de Pascua.”
Allí, en Villa del Parque, contribuyó a la formación de numerosas instituciones. Una maestra que comenzó a trabajar allí en 1960, recuerda que entonces la escuela constaba sólo de un aula de material, dónde los domingos se celebraba la misa, y una prefabricada, pero, el cura vestido con un mameluco amarillo, trabajaba junto a los vecinos en la construcción de nuevas aulas. No sólo se construyeron aulas sino que por su impulso se formó la Vecinal, la Escuela Técnica, la Guardería, el Dispensario.
Hay una anécdota que cuentan los vecinos: "que en un baldío propiedad de los Stader, antiguos propietarios de la zona, apareció un señor que tocaba el acordeón sentado en un cajón y a su alrededor se iban juntando primero los chicos y luego los más grandes. Ese señor era el padre Osvaldo Catena, desde entonces Osvaldo desarrolló toda una tarea social más que de catequesis hasta que finalmente por insistencia de un vecino que le dijo "padre, es al revés, sería mejor que usted viviera en el barrio y fuese a dar catequesis a los chicos del centro”. Esto lo hizo reflexionar y compró un rancho que era de un pastor evangelista y se asentó definitivamente en Villa del Parque en el terreno próximo a dónde hoy se levanta la capilla de Cristo obrero
En una carta a su sobrina Nidia, dice: “…Siempre anhelé vivir fuera del tronco de la sociedad (la clase media, donde nada pasa) y venirme a la raíz donde se forma y transforma la historia impulsada por el hambre y sed de justicia de los pobres”.
Desde mediado de la década del 60 en los barrios comienzan las organizaciones para la legalización de los lotes y de otras reivindicaciones como el agua y la luz para 1970 se hace una movilIzación muy fuerte a la Municipalidad de Santa Fe. El intendente Ureta Cortés, viendo la movilización, trata de utilizar a Osvaldo como interlocutor individual para separarlo de la gente, a lo que él se niega a pasar porque debían entrar todos los miembros de la comisión vecinal. Ante la insistencia del intendente de facto se subió a un colectivo y se fue. Su actitud demuestra lo que él siempre decía de "el valor de lo comunitario siempre es superior a lo individual".
Miembro del grupo de Sacerdotes para el Tercer Mundo, en 1971 fue detenido en Rosario junto a otros 46 sacerdotes, que tenían un enfrentamiento con el Obispo Bolatti. El propio obispo autorizó la represión, siendo detenidos en esa redada Serra, Yacuzzi, Troncoso, García y Mac Guire.
Liberado a los tres días en una carta a sus vecinos, decía: “Nosotros nos sentimos acompañados, defendidos, pero ahí dentro pensamos en tantos detenidos que son torturados, golpeados e incomunicados sin que nadie o muy pocos pudieran ayudarlos. Y pensábamos también en esos presos sociales (obreros, profesionales, estudiantes) eran como los testigos de todo un pueblo preso por la falta de trabajo, de vivienda, de respeto. Un pueblo despojado de su libertad aunque no esté encerrado en una cárcel.”
En octubre de 1974, amenazado por las patotas de la triple A, debió dejar Santa Fe. Ayudado por el obispo de Azul, se trasladó a Benito Juárez (Buenos Aires) dónde continuó su obra en la Iglesia “Nuestra Señora del Carmen”. Falleció el 29 de noviembre de 1986.
En 1991 el Concejo Municipal de Santa Fe designó con su nombre a la calle principal de Villa del Parque. La Escuela Primaria N° 1192, a propuesta de los padres de los alumnos, también lleva su nombre.
El grupo “Matecosido” presentó en el año 2007, un documental sobre su vida basado en los testimonios de quienes lo conocieron y compartieron su vida y en el periódico “La voz de Villa del Parque” haciendo “un viaje a través del mimeógrafo” para reconstruir la vida de quien mejor encarnaba la imagen del Hombre Nuevo porque como dice la canción que tantas veces entonamos juntos:
“Por eso estoy aquí cantando
Por eso estoy aquí soñando,
Con el hombre feliz, el hombre nuevo
El hombre que te debo, mi país”
Texto elaborado por LIDIA MARTÍNEZ en Historias de Vida - Tomo II - 2010
Santa Fe es una ciudad que tiene un extendido movimiento vecinalista. En alguno que otro de los barrios del borde urbano había antiguas vecinales cuyos directivos hacían gestiones personales, notas, pedidos a la Municipalidad de alguna mejora. Con escasa respuesta: es que eran pedidos de la “otra” ciudad, la oscura, la “marginal”. Pero en los ‘60, estos barrios excluidos van cobrando una notoria visibilidad.
En el gran desarrollo organizativo territorial de los barrios pobres, en especial el arco oeste que arrancando de San Lorenzo sube hacia Santa Rosa de Lima, Villa del Parque, Barranquitas Oeste y Estanislao López, confluyeron, tanto la convicción de que el cambio era posible e impostergable, la pertenencia política y memoria de quienes habitaban las barriadas y la impensada trasformación de un sector de la Iglesia en lo que se llamó la “opción por los pobres”, que incluía la lucha contra las causas de la pobreza para un “cambio global en las estructuras latinoamericanas” (Documento final de Medellín, Set.1968)
Es que una cosa es trabajar “PARA” los pobres. Y otra trabajar “DESDE” los pobres: desde su cotidianeidad, desde sus puntos de vista, a partir de sus necesidades sentidas, respetando su visión de la realidad, su historia y su lucha, sumándose a ella. En este proceso, el agua potable fue una de las necesidades sentidas que da pie a juntarse, a proponer soluciones, a convocarse para la acción y al lograrlo, crecer en la autoconfianza:
“El comienzo de mi militancia barrial es por la necesidad de poner una canilla más cerca…cercana, que no tuviéramos que caminar 700 metros en medio del barro para buscar agua…Y desde Pasaje Salta nos fuimos hasta Lisandro de la Torre, por Aguado…Y entonces todo el rancherío de atrás, contentos…una alegría!...los chicos se bañaban en la canilla…” (Carlos B. Vecinal 12 de Octubre, Barrio Sta. Rosa de Lima)
Ya a inicios del año 1969, y sin descuidar los temas de cada uno, los barrios marchan juntos: primero en solidaridad con los afectados por la crisis del Norte, luego, cuando se pretende trasladar el Liceo Militar a los edificios que entonces ocupaba el Hospital Sayago de Recreo. Y juntos organizan “Marchas del Silencio” y sacan comunicados. E intercambian sus experiencias: tres de ellos publicarán su propio boletín: Vecinal Villa del Parque (La Voz de Villa del Parque); Parroquia Santa Rosa de Lima (El Dominguero) y el Boletín del barrio Estanislao López. Las propaladoras y los boletines tienen informados a los vecinos y se hace habitual una práctica democrática de participación y rendición de cuentas. La organización territorial avanza: se crea el “Frente de Barrios Marginados”. Los barrios se integran en la lucha contra la dictadura a otras organizaciones populares, sindicales, estudiantiles y de presos políticos.
La frontera entre las “dos ciudades”, la de los incluidos y la de los marginados, que había levantado la exclusión y la injusticia, ya no dividía: la lucha común la había borrado. Cuando se analiza el desarrollo territorial de los barrios del borde santafesino, es difícil no caer en la tentación de colocarle un nombre y una autoría. Y surge el de las presencias que vinieron “de afuera”.
Pero no es así. La verdadera dimensión de esas presencias, lo que mejor hicieron, lo nuevo, fue que abrieron los brazos, la cabeza y los espacios, de par en par: Sí, se puede, se puede……Se hermanaron en el espacio físico y en el espacio simbólico donde todas las voces eran bienvenidas, donde no había ni arriba ni abajo, ni instruidos ni analfabetos. Y acompañaron. Porque básicamente se habían vuelto “compañeros”, amigos.
El resto lo hizo la misma gente, porque en la memoria histórica de los pobres, el colectivo (la comunidad) tenía que ver con la supervivencia y la vida. Y la cooperación entre todos también (no la competencia, como nos enseñan ahora, que en realidad es una ley de muerte). Y porque del sitio de la historia de donde venían los olvidados, ya sabían de luchas y resistencias y debajo de las cenizas, la brasa seguía encendida.
Esperanza, fundada en 1856, fue la primera colonia agrícola argentina, sus primeros pobladores fueron en su mayoría de origen suizo. En 1885 llegó el ferrocarril, posibilitando el crecimiento agrícola, lácteo e industrial. Hacia 1890 ya funcionaban ocho molinos harineros. Hubo, además, mueblerías e importantes fábricas de carruajes.
La ciudad se estableció como centro educacional de importancia dentro de la provincia; tenía Sociedad de Hombres Cantores ("Männer Gesang Verein") fundada en 1870, la Sociedad de Tiro Suizo fundada en 1866, banda sinfónica y diversas actividades culturales y centros de esparcimiento. En 1881 se creó la Sociedad Internacional de Música y en 1883 la banda “Armonía del Pueblo”. La música fue una de las actividades preferidas de suizos y alemanes.
En 1891 los sacerdotes del Verbo Divino fundaron el Colegio San José para varones, es en el seno de este colegio donde se originó la actual Facultad de Agronomía y Veterinaria, que pasó luego a depender de la Universidad Católica de Santa Fe, y finalmente, en los ´70 se integró a la Universidad Nacional del Litoral.
En la actualidad, es una ciudad de escala media, dedicados a variadas actividades entre las que se destacan: las industrias del mueble, del cuero, metalúrgicas y agropecuarias
Quienes fueron estudiantes de la FAVE en los años ´70 dicen que por aquella época, Esperanza, era un pueblo tranquilo, todos se conocían, y había escasa actividad política. Pero, en los tiempos de la estatización de la Facultad, se comenzaron a reunir los estudiantes, a movilizarse, muchos ya venían con alguna sensibilidad desde el secundario. Eran épocas en que se leía mucho, los diarios estaban en todas las residencias, y nadie estaba ajeno a lo que sucedía en el país y a los compromisos que se iban asumiendo.
Los jóvenes se empezaron a organizar, algunos, que simpatizaban con el peronismo, se integran como Juventud Peronista (JP) y algunos fueron a los barrios a colaborar con la gente, con los más necesitados, otros, militaban en la Facultad y algunos a las fábricas. Alcides Gassman y el flaco Danielis, por ejemplo, iban al barrio “La Orilla”, un barrio al norte de la ciudad, un barrio peronista de casas muy alejadas unas de otras, ayudaban, la gente los reconocía, y los acompañó a Buenos Aires para 1° de mayo del 74, mucha gente de los barrios fue con ellos, se organizaron y salieron desde la Facultad.
En 2012 la Municipalidad de Esperanza creó el Espacio de la Memoria por la Verdad y la Justicia en un sector del Parque de la Agricultura, recordadndo a desaparecidxs de la ciudad en una serie de pilares
El noreste de la provincia, cuya distancia a los grandes centros era muy pronunciada por las dificultades del transporte y la comunicación, tuvo una rica historia de luchas populares y generación de militancia.
Las luchas obreras de principios de siglo (La Forestal, por ejemplo) se extendieron hasta las décadas de 1960 y 1970 . El movimiento rural fue generador de las Ligas Agrarias , como el Movimiento Rural de Acción Católica, del cual el obispo de Reconquista, Juan José Iriarte, quien expresaba: «Hacemos nuestro el grito de la gente que sufre injusticia», fue uno de sus principales impulsores conformando un semillero de dirigentes.
A finales de los ’60 y comienzos de los ’70 la Iglesia Católica en el NEA, alarmada por el avance de la pobreza estructural y el analfabetismo, resolvió incrementar esfuerzos para revertir los indicadores sociales. Los obispos plantearon que la “principal causa de la pobreza era el analfabetismo que azotaba a la población rural, tanto criollos como indígenas”. En septiembre de 1969 los prelados dieron a conocer una carta titulada “Los obispos del Noreste hablan a su pueblo”, donde expusieron las duras condiciones de vida a las que miles de personas eran condenadas.
En ese contexto se crea el Instituto de Cultura Popular (Incupo). La finalidad era educar a adultos. Es decir, una organización vinculada con la Iglesia pero orgánicamente independiente a esta. Comenzó su misión adaptando el método de alfabetización para adultos del brasileño Paulo Freire y con el paso del tiempo incorporó a su labor la defensa de derechos como el acceso a la tierra. “La organización nació como educadora popular, como medio en función de procesos de participación política, de desarrollo, de búsqueda de buen vivir. En septiembre de 1970 se trasmitió por primera vez el programa radial “Juntos Podemos”, dirigido especialmente a los Centros Radiofónicos de Alfabetización, donde un grupo seguía la trasmisión, en una casa, en el patio, en un salón vecinal o parroquial, con ayuda de cartillas pedagógicas, y orientados por un monitor que guiaba la tarea alfabetizadora.
También surgieron las llamadas Escuelas de la Familia Agrícola (EFA) iniciadas en la ciudad de Rafaela (1969) y en la zona algodonera del pueblo de Mousy (1970), en una adaptación de las experiencias francesas de Les Maisons Familiales y los Centros de Experimentación Tecnológica Agropecuaria (CETA).
La importancia de los religiosos y religiosas en la zona se extendía en quienes integraron el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (hermanos Yacuzzi, Mussin y muchos más) y otras iniciativas de profundo alcance como la de Arturo Paoli, sacerdote italiano de la Congregación de los Pequeños Hermanos de Jesús que se trasladó a Fortín Olmos para vivir entre los hacheros, así organizó una cooperativa para ayudarlos a continuar viviendo en el lugar. Fue uno de los primeros enfrentamientos con la política y la economía local. Fue un centro de formación y referencia para jóvenes de la zona y de la provincia que tomaban conciencia de la injusticia. Paoli fue un referente de una teología comprometida, la teología de la liberación. En ese periodo, publicó su segundo libro: Dilogo della liberazione.
Hasta allí llegaron también los Campamentos Universitarios de Trabajo que orientaba el sacerdote “Macuca” LLorens. En 1966 se hicieron en la Cortada (Reconquista) y Fortín Olmos (trabajando en cosecha de algodón, construcción de ranchos por enchorizado).
El Instituto del Profesorado de Reconquista fue también un centro de debate, formación y pensamiento liberador. Son numerosos los docentes y alumnos que fueron perseguidos, muchos de ellos integran las páginas de este libro.
Noé Adán Campagnolo, hijo de inmigrantes italianos que fueron de las primeras organizaciones del peronismo en Santa Fe, panadero de barrio, solidario con sus clientes los trabajadores, que a veces perdían su trabajo y recuerdan que el pan nunca les faltó, porque se los fiaba hasta que recuperaran un salario.
Durante los 18 años de proscripción de su partido fue un militante reconocido, parte de la estructura partidaria que sufría vaivenes de elecciones condicionadas, partidos disimulados y reuniones encubiertas. Tras el retorno de Perón y la caída inevitable de la dictadura de Lanusse, fue el elegido como candidato a intendente por el FREJULI. Su campaña fue en la calle, en cada barrio hablando en actos improvisados, rodeados de jóvenes, prometiendo que iba a ser “el intendente de los barrios”.
Según la crónica de El Litoral, el flamante intendente fue reclamado por una muchedumbre que lo esperaba en la explanada de la Municipalidad, frente a un palco levantado para escucharlo. Dijo que “’se sentía mejor respirando ese aire libre, junto al pueblo, una vez terminados los trámites protocolares que lo habían retenido arriba’. Afirmó que se sentía orgulloso de que lo llamaran ‘el intendente de los barrios marginados’ y que lucharía por mantener ese título ‘hasta que no haya ningún barrio marginado’, recordando la frase de Perón, de que ‘todo peronista debe estar dispuesto a dar su sangre por la causa del pueblo’”.
Ganó, a pesar de una división electoral en el justicialismo santafesino, y antes de asumir ya la inundación del Salado estaba acorralando a la ciudad. Con acciones rápidas desde el municipio y movilización constante de los jóvenes peronistas y las comunidades barriales se le puso freno en el viejo terraplén.
En su gestión incorporó esa participación mediante la Secretaría de Cultura y Acción Social, en cabeza de Héctor Pizarro y Gustavo Pon y la de Vecinales, que llevaron permanentemente la solidaridad y las actividades culturales a los barrios pobres. Los campamentos infantiles, títeres y cine en los barrios fueron signos de una política en el pueblo.
La Intendencia elaboró un Plan trienal, cuyo punto prioritario eran desagües e inundación, pero en lo inmediato generó un plan de acción entre vecinales, concejales, funcionarios y personal municipal para mejorar los desagües en los barrios, que abandonados desde 1955, habían crecido enormemente.
Poco tiempo más y la gestión quedó inmersa tanto en las tensiones políticas y sociales como en la crisis financiera del momento, las acciones de remodelación del espacio urbano se detuvieron.
“En las primeras horas del 24 de marzo de 1976, golpearon la puerta de Adán Noé Campagnolo. No era habitual que lo buscaran pasada la medianoche, pero como intendente de la ciudad de Santa Fe estaba acostumbrado a recibir pedidos a toda hora. Así que abrió con desconfianza. No imaginó que su vida cambiaría para siempre: un grupo de militares le exigieron que se subiera a un auto para trasladarlo a la municipalidad mientras le informaban que “El ejército tomó el país”. Entró al despacho del intendente que, hasta un par de horas atrás, había ocupado. Estaba colmado de uniformados que le extendieron un acta. Aún descolocado por la situación, le dijo a uno; “Yo no firmo nada, no tengo noción de lo que está pasando”. La respuesta lo sorprendió: “Se puede retirar”. Pero cuando puso un pie fuera del recinto le pegaron un culatazo en la cabeza que lo hizo comprender la realidad. Allí sí rubricó la entrega del poder. El día que le hicieron entregar el mando, Campagnolo volvió a su casa. Lo fueron a visitar representantes de distintas organizaciones vecinales y referentes barriales, preocupados. Ni siquiera pensó en irse de su casa. Ya había entregado el mando. ¿Qué otra cosa iban a querer de él? Pero cuando empezaba a caer la tarde de ese mismo 24 de marzo, un operativo militar irrumpió en su hogar. “Sólo faltaron los tanques de guerra”, recordó en una entrevista con el programa Entre Líneas, emitida el 24 de marzo de 1996, que forma parte de la causa. “Me tirotearon toda la casa y me llevaron. En el auto había un teniente jovencito muy nervioso. Me dijo que me conocía y que yo iba a estar bien”, relató.
Lo llevaron a la Guardia de Infantería Reforzada. Más tarde, encapuchado, a otro lugar cuya ubicación se desconoce. Fue torturado brutalmente: según empleados policiales “le habían roto el ano con un bastón de goma y luego colocado una manguera conectada a una garrafa, abriéndole el gas, luego la cerraron y le pusieron la picana eléctrica, de forma tal que explotó el gas lastimándole los intestinos y Ia vejiga”. Su historia clínica es elocuente: "Setenta hematomas en distintas partes del cuerpo, siete costillas fracturadas, rotura de vejiga e intestinos, ano contranatural por seis meses".
Como su detención había sido “legal”, le permitieron a su yerno que lo visitara y le llevara comida. Campagnolo le dio su saco y su pantalón ensangrentados como prueba de las torturas que había soportado. El caso tomó relevancia pública y el 7 de abril el gobierno militar informó a través de las páginas de El Litoral sobre su estado de salud, que había “experimentado un deterioro” por el cual se decidió internarlo en el Hospital Cullen.
Con la ropa de Campagnolo ensangrentada, que había recibido de manos de sus familiares, monseñor Vicente Zaspe se dirigió a Casa de Gobierno y se entrevistó con el coronel José María González. El militar levantó el teléfono, llamó y preguntó quién era responsable de lo que le había ocurrido a Campagnolo: Zaspe fue a esa dependencia policial y constató las torturas por los relatos de los propios uniformados. Para el ex intendente, aquella actuación de Zaspe fue decisiva para salvarle la vida. Fue trasladado a la cárcel de Coronda. “
/ Nicolás Lovaisa – Infojus Noticias – 26/8/2014
Allí compartió el encierro con Rubén Dunda, presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cuello, vicegobernador (brutalmente torturado), Higinio Veiga, concejal, Marcelo Possi, presidente del Banco Provincial, Amancio Pedraza, secretario del Concejo Municipal, Roberto Rosúa, Secretario de Gobierno, Alberto Bonino, diputado nacional, Juan Luis Lucero, diputado provincial.
Fue liberado recién el 3 de abril de 1978. Murió en 2003 a los 76 años.
La Ordenanza Nº 11.380 de 2006 designó con el nombre “Intendente Noé Adán Campagnolo” a la ciclovía ubicada de forma paralela a la calle Pedro Víttori desde Boulevard Gálvez hasta Salvador del Carril.
En 2014 la Cámara de Diputados realizó un homenaje en el marco del juicio que se había iniciado.
Largos años de proscripción y persecución hicieron que la resistencia se refugiara en los sectores más humildes, escondidos, anónimos.
Las calles de tierra, las vías, los ranchos, conservaban historias de sueños y de héroes.
Los viejos peronistas de la resistencia transmitían su experiencia a los más jóvenes que ya no se bancaban tanta dictadura. En cada rincón de la ciudad se formaban grupos del Peronismo de Base, del MJP. Muchachos relacionados con los sindicatos, con los grupos tercermundistas, con el primer grupo armado: las FAP.
En 1972 comienzan las luchas y se extienden por toda la ciudad. Las vecinales están llenas de hombres y mujeres que participan, defienden sus derechos, confluyen con las demás formando frentes, se suman a los sindicatos y los estudiantes para enfrentar al gobierno militar por reivindicaciones salariales y la lucha contra la carestía de la vida.
El “Luche y Vuelve” significó la movilización general de todo el pueblo peronista, transformando un sentimiento en lucha organizada para lograr el retorno de su líder exiliado. La organización, casi clandestina, logra esa gran movilización y sale a la luz la Juventud Peronista, con presencia en todos los barrios santafecinos, integrando a miles de jóvenes. A través del trabajo reivindicativo se construía organización, discusión política y participación.
En todos los barrios de la ciudad crecen agrupaciones y pasa a ser el sector político más activo de la ciudad. En 1973 una parte de esa juventud va a formar el Movimiento Villero Peronista, que abarcaba los barrios más postergados, con el liderazgo de Luis Silva, “el Patón”.
La JP participó en algunas áreas del gobierno popular, acá en Santa Fe, sus militantes participaron en la conducción de la Universidad Nacional del Litoral, en la Secretaría de Acción Social y Cultura de la Municipalidad y algunos cargos en la Legislatura Provincial.
En la ciudad de Laguna Paiva se ubicaba uno de los mayores talleres de montaje y reparación de locomotoras del Ferrocarril Belgrano, adquiriendo entonces la actividad ferroviaria en esta localidad un carácter estratégico al ser la principal fuente de ingresos para la población (llegó a tener al finalizar los años cincuenta, algo más de 2400 obreros y empleados, sobre una población de 12.000), además de operar como canal de conexión y comunicación entre diversos puntos geográficos.
Durante la segunda mitad del siglo XX, el endurecimiento de las políticas económicas en materia ferroviaria generó una redefinición del lugar y función de los talleres en el sistema de transporte del país que se orientó a la industria automotriz. Este proceso comenzó fundamentalmente a partir de la aplicación del denominado “Plan Larkin” en 1961.
Como respuesta a estas medidas las seccionales de La Fraternidad (personal conducción de locomotoras) y Unión Ferroviaria (empleados y obreros) de Rosario (F.C. Mitre) van a la huelga general con el apoyo de la CGT regional desde el lunes 30 de octubre de 1961. A los pocos días de iniciada la huelga se dispone la movilización de todo el personal, presentándose un grueso destacamento de la Gendarmería Nacional, luego de haberse producido graves acontecimientos entre huelguistas y la policía. Laguna Paiva vivía los momentos más difíciles de su historia.
Durante el tiempo que duró la huelga, maquinistas, guardas, auxiliares, cambistas y todo el personal operativo, debieron abandonar sus hogares y refugiarse en casas de las afueras del pueblo o de algún familiar, ante la persecución de que eran objeto, pues se los detenía y obligaba a tomar servicio. En otros puntos del país también se registraban incidentes, pero los de Laguna Paiva acapararon la prensa nacional que los consideró como un movimiento insurreccional del pueblo en defensa de sus ferrocarriles.
El 11 de noviembre se produce un serio incidente entre la población y fuerzas policiales que custodiaban un tren que llegaba desde Santa Fe. Las mujeres de Laguna Paiva, en su mayoría esposas de los huelguistas, en un acto de arrojo, no permiten la prosecución de su marcha y comienzan a cubrir con durmientes sacados del lugar y llevados a pulso al sector de vías por donde pasaría el tren. Cuando el maquinista y los policías resuelven retroceder, otros durmientes colocados por detrás lo vuelven a parar, evitando así su retroceso o avance, recibiendo pedradas por parte la multitud enardecida.
Los policías comienzan a disparar sus armas desde el suelo produciéndose corridas y caen muchos heridos, dos de ellos de gravedad que mueren después por las secuelas: el obrero Abel Gómez y el foguista Orlando. A continuación, la misma gente logra apagar el incendio del tren que amenazaba propagarse a una formación de vagones que se hallaban cargados, procediendo a desengancharlos y empujarlos a mano, alejándolos del lugar, ante el inminente peligro de la voladura de la planta de oxígeno lindera a la entrada de los talleres. Mientras se seguían desarrollando los incidentes, el Policlínico Ferroviario de Santa Fe recibía a los heridos más graves de aquella dramática jornada.
Finalizada la huelga, el 10 de diciembre como resultado de la intervención del cardenal Antonio Caggiano, el gobierno llegó a un acuerdo con los gremios que representaban a los trabajadores del riel. Poco después se vería la llegada y el paso de vagones del Belgrano que, procedentes de distintos puntos del país, traían pintada la inscripción que calaría muy hondo en los lugareños: “VIVA PAIVA LA HEROICA!”
Ese, fue el clima en el que crecieron: Carlos Capella, Rubén Macor, Roberto Valeto, Enrique Corbacho Derotier y su hermano Oscar Corbacho Derotier.
El Instituto Pequeños Hermanos de Jesús es una congregación laical católica masculina de derecho pontificio, fundada en 1933, inspirado por el estilo de vida de Carlos de Foucauld en el desierto de Argelia. A los religiosos de este instituto se les conoce como Hermanitos de Jesús o también como Hermanos de Jesús, en nuestro país se los conoció como Hermanitos de Foucauld. Forman pequeñas comunidades de hermanos que viven en medio de poblaciones marginadas o en lugares donde los cristianos son minoría. Practicaban una vida despojada de bienes materiales, el trabajo no sólo para sino con las comunidades pobres, las congregaciones debían autoabastecerse, vivir de su trabajo.
ARTURO PAOLI nació en 1912 en San Martino in Vignale, Italia. Comenzó la facultad de Letras de Pisa y se graduó en la Universidad Católica de Milán en 1936. Sintió, sin embargo, la vocación al sacerdocio, ingresando en 1937 en el seminario de su diócesis y fue ordenado sacerdote en junio de 1940. Durante los años de la Segunda Guerra Mundial, participa en la Resistencia Italiana, a partir de 1943 en adelante, actuará en apoyo a los judíos contra la persecución nazi, y pasará a ser perseguido. Decidió ingresar en los Hermanos de Jesús, vivió en Argelia durante los años de lucha por la liberación. En 1957 fue encargado de fundar una nueva Fraternidad de la Congregación en Bindua, zona de minería de carbón de Cerdeña, donde trabajó manualmente. Pero su retorno a Italia no fue bien visto por las autoridades vaticanas, que temían una radicalización de su crítica entre poder civil y eclesiástico.
Así llegó a la Argentina, se trasladó a Fortín Olmos, en la Argentina, para vivir entre los hacheros que trabajaban para la Forestal. Cuando la empresa dejó de actuar en el área, debido a la reducción de la disponibilidad de quebracho. Arturo organizó una cooperativa para ayudar los trabajadores a continuar viviendo en el lugar. Fue uno de los primeros enfrentamientos con la política y la economía local. Esta experiencia está relatada en los documentales “Hachero nomás” y “Regreso a Fortín Olmos” de Patricio Coll y Jorge Goldenberg.
En 1969, fue escogido como el superior regional de la comunidad latino-americana de la Congregación y se cambió cerca de Buenos Aires, donde vivían los novicios de la Fraternidad. Allá, en la fervorosa atmósfera, posterior al Concílio Vaticano II, en contacto con novicios de la Fraternidad incluidos en un barrio de población pobre, esbozó un trabajo sobre la espiritualidad de una teología comprometida, la Teología de la Liberación. Era amigo y hombre de consulta del Papa Paulo VI.
En 1971, se cambió para Suriyaco, Diócesis de La Rioja, una región semidesértica, muy pobre donde comenzó una fuerte amistad con el obispo Enrique Angelelli, que sería una voz profética de la Iglesia durante los años de dictadura militar en la Argentina, luego asesinado por ella.
En la Argentina fue acusado de ser un traficante de armas con Chile, en la época del gobierno de Salvador Allende. En 1974 fue incluido en una lista de personas buscadas, en un cartel exhibido en todas las calles de Santiago y durante las persecuciones contra integrantes de su Congregación en la Argentina, fue transferido para Venezuela.
No volvió al país, pero su enseñanza y ejemplo quedaron en el centro norte santafesino, a su misión acudieron jóvenes cristianos de distintas ciudades y su pensamiento recorrió los espacios de formación. En marzo de 2014, Jorge Bergoglio, ya como Papa, recibió a Paoli, por entonces de 101 años, en Roma. Eran amigos, aunque en los 70 no compartieron posiciones. Falleció en 2015
En octubre de 2007 el gobernador Jorge Obeid inauguró oficialmente la ruta provincial Nº 40, en el tramo que va desde la ruta provincial Nº 3 hasta Fortín Olmos, poniéndole el nombre de Arturo Paoli
Es muy posible que Rafael ante todo haya sido un sacerdote. La vocación se había despertado de niño en su Mercedes natal (Villa Ocampo). Se ordenó de sacerdote en 1959 en Villa Ocampo, estuvo de paso en las parroquias de Lanteri y Romang para después recalar por seis años en Reconquista. En esta ciudad desarrolló sus primeros ensayos sociales en barrios periféricos y tomó contacto con obreros rurales, metalúrgicos y de los frigoríficos. Rafael se vio impreso en el pleno apogeo del Concilio Vaticano II y en las ideas acerca de una iglesia social, que en ese entonces estaban en las mentes de los jóvenes.
Pero en 1966 fue el año que definió para siempre su labor como cura y militante político. Su designación como sacerdote de la parroquia de Villa Ana estuvo un poco determinada por los acontecimientos históricos de entonces. Villa Ana, era un pueblo aplastado por la desocupación y la pobreza que causó el cierre de la fábrica de tanino en 1960. Rafael, el cura, empezó a preguntarse a sí mismo ¿Quién soy yo acá? ¿Un estudiante que está de vacaciones? ¿Un jubilado? Entonces empezó a salir y encontrarse con la realidad social. La labor principal estaba en los obrajes y allí centró su actividad religiosa y política. La situación era crítica. El monte estaba parado y los hacheros estaban pasando hambre. En esos diálogos le surgió la idea de organizar una olla popular en la parroquia que movilizó a buena parte de la población. Comerciantes y ganaderos donaron alimentos y, así, cada uno fue poniendo de lo que tenía para concretar la iniciativa.
Una de las primeras acciones fue crear una ladrillería en tierras que La Forestal había donado a la parroquia. En ella trabajaron varias familias y en palabras de Rafael: “Trabajábamos todos y nos repartíamos”. Aquí fue tomando forma su imagen de cura distinto y Rafael fue rompiendo cada molde de lo que un sacerdote acostumbraba hacer al frente de una parroquia. Era un cura transgresor que iba vestido de civil, que jugaba al truco con los parroquianos, que jugaba al fútbol con pantalón corto -por aquellos años que un cura mostrase las piernas era, por lo menos, escandaloso- y que sus sermones, mezclados con pasajes bíblicos con la realidad del pueblo, eran directos y mostraban a un Cristo amigo de los pobres.
El cura guerrillero. Tres años más tarde, la revista Cristianismo y Revolución (1969) publicó en su portada una foto de Rafael con el título: Rafael Yaccuzzi tras los caminos de Camilo Torres. En palabras de Rafael: “América Latina era un hervidero y las dictaduras habían cortado la vía política para transformar las cosas”. Es así que, en 1967, el mismo día que mataron al guerrillero Ernesto “Che” Guevara en Bolivia, se reunieron en Villa Ana un grupo de alrededor 15 personas, Rafael entre ellos, y dieron origen al grupo que formaría Montoneros en el norte santafesino.
En sus palabras: “El tema de la lucha armada más allá de los errores que se pudo haber cometido, tenía una explicación, la Iglesia misma la justificaba, es decir, llega un momento que la situación del oprimido y del que se solidariza con el oprimido es tal, que asumen nuevas formas de lucha sobre todo cuando no se puede dar la lucha política, no te olvides que en ese momento había una dictadura y no solamente acá, en la mayoría de los países de la región. Por eso digo que no hay que ser tan ligero en decir fue una equivocación, es un tema aparte y muy profundo como para descalificar a aquel que tomo las armas para defender una causa o un ideal porque no le quedaba otro camino”.
La prédica política-religiosa y la práctica del cooperativismo lo acompañó desde los primeros años en Villa Ana. La defensa de los trabajadores, de los pequeños laburantes y de las economías chicas del territorio era lo que lo llevó a poner, inclusive, el cuerpo en cada acción. El ejemplo visible por la dimensión nacional que tomó fue su participación como protagonista del “Ocampazo”, aquella marcha en defensa del debilitado esquema productivo de la región, en la que Rafael asumió parte de la conducción de ese movimiento. Otro hecho que describe su práctica cooperativista, fue la creación de la Cooperativa Parque Agrícola en Villa Ana en el año 1973, durante el breve gobierno nacional de Héctor Cámpora, en que logró la expropiación de varias hectáreas cercanas al pueblo y conformar un grupo de familias que trabajaron durante varios años en actividades productivas. La experiencia quedó suspendida luego del Golpe de Estado de 1976, con la detención de Rafael Yaccuzzi y el paso de esas tierras, nuevamente, a manos privadas.
El exiliado. El 25 de marzo de 1976, miembros de la policía rural Los Pumas, lo detuvieron en un obraje de Villa Ana. Es conducido a Santa Fe y torturado. Iniciaba en la Argentina la etapa más oscura y violenta que se tenga memoria. Rafel estuvo detenido siete meses en la Guardia Infantería de Santa Fe, luego siete meses en la cárcel de La Plata y por último un mes en Devoto para luego salir del país en calidad de exiliado.
En Europa no se quedó cruzado de brazos; continuó participando activamente de conferencias y encuentros que denunciaban la Dictadura de Videla y daba cuenta de las violaciones a los derechos humanos que se estaban cometiendo en Argentina. Formó parte de la conducción política del Movimiento Peronista Montonero que desde el exilio bregaba por la justicia y la vida de los militantes que sufrían torturas, detenciones y muertes en el país.
En el año 1978 viajó a México para participar de los preparativos de la Conferencia de Puebla, reunión clave que reunía a buena parte del arco tercermundista. Allí fue cuando conoció a Hilda, cuyo esposo habían asesinado las AAA y a su hijo Alejandro de apenas seis años. A partir de ese momento, Rafael se convirtió en padre político de Alejandro y compañero inseparable de “Coca” hasta los últimos días de su vida.
Con todo esto a cuesta y tras varios intentos por volver al país, logró regresar definitivamente en 1983 con el retorno de la democracia. Se estableció en Lomas de Zamora con su nueva familia y desde allí preparó su viaje a Villa Ana tras largos años de ausencia.
El ciudadano. El regreso a Villa Ana estuvo cargado de emotividad y reencuentros. Ya no era el cura del pueblo y entonces resolvió que iba a ser un ciudadano comprometido con la realidad social y política del pueblo. Por iniciativa de compañeros, algunos ex presos políticos, montaron una ladrillería que funcionaba como cooperativa, El Quebracho Colorado. La experiencia de la cooperativa se convirtió en una causa irrenunciable para este grupo de personas que trabajaron a deshoras para apuntalar el proyecto en el pueblo. Para Rafael significó casi su único anhelo.
En 1991, junto a un grupo de seguidores, lanzaron la lista “Participación y Trabajo” dentro del lema Justicialista. Sintieron que era el momento de tomar la conducción del pueblo y potenciar un proyecto político que tuviera como base la experiencia de la cooperativa. Tras dos intentos lograron vencer en 1995.
En el año 2001 Rafael tenía 67 años y había conseguido importantes aportes para el desarrollo cooperativo, cuando la salud empezó a fallarle. Una noche partió de Villa Ana rumbo a Buenos Aires para ya no volver. El 22 de noviembre del 2001 Rafael se apagó para siempre, no así las ideas que lo mantuvieron con vida hasta el final. Lo velaron en Buenos Aires y luego, como él había manifestado en vida, lo sepultaron en el cementerio de Villa Ana, lugar al que siempre quiso volver.
En 2007, por medio de iniciativa de la Cooperativa El Quebracho Colorado, la Asociación Norte Amplio por los Derechos Humanos, amigos y compañeros, el gobernador Jorge Obeid promulgó la ley para que la ruta provincial 32 del tramo Villa Ana-Villa Ocampo, lleve el nombre de Rafael Yacuzzi.
Extractado del artículo “La empresa Vicentín Y el terrorismo de Estado” de Ana Fiol
La zona de Avellaneda, departamento Gral Obligado, había sido poblada por italianos escapados del hambre y de las guerras. Colonos en una sociedad que se consolidó dividida por la colonialidad del poder, de un lado los “gringos” y del otro los “negros” (criollos, mestizos e indios). La estructura económica del norte santafesino profundo: el latifundio, la explotación, la miseria, la violencia, resultó con el tiempo en una sociedad conservadora, discriminadora y racista.
El grupo económico Vicentín SAIC fue creado en 1929 en Avellaneda como un almacén de ramos generales. En 1937 empezó a funcionar la primera desmotadora de algodón y en 1943 comenzó la molienda de semillas para la producción de aceite. “La dictadura de Juan Carlos Onganía le concedió gratuitamente, tierras en el Departamento Vera y tierras en el Departamento General Obligado, donde tiene la base de sustentación de la producción algodonera” (Carlos Del Frade). Tres generaciones de la familia Vicentín se enriquecieron con la creación de lo que se convirtió en un oligopolio.
La primera huelga general y la organización del sindicato. Todo empezó en 1974 con la huelga general impulsada por los obreros. En la fábrica se producían muchos accidentes de trabajo, fatales y graves: una mano cortada, un dedo, quebraduras, espaldas destrozadas. En ese año “había muerto un compañero” relata Efrén Venturini, delegado general, detenido desaparecido y sobreviviente. Un camión lo chocó en la puerta de la fábrica y lo atendieron en un sanatorio, del que era socio un médico casado con una Vicentín, hija de los dueños de la fábrica. El obrero murió tres días después y su cuerpo fue entregado a la familia con una pierna menos para que no hubiera pruebas. Los trabajadores se organizaron e hicieron una huelga que no tenía antecedentes en la zona, era la primera vez que los obreros se atrevían a organizarse y desafiar a la patronal. La fábrica los denunció y les envió a la policía. Quedaron detenidos los tres organizadores de la huelga y los encarcelaron por cinco días. Hubo razzias policiales violentas en el barrio obrero. Cuando salieron siguieron trabajando en la fábrica y organizándose para ganar el gremio de los Aceiteros y Desmotadores. Se reunían en el salón de la parroquia y la policía de civil se infiltraba, los espiaba por las casas y los techos, los seguían por las calles.
A pesar de todo, en octubre de 1975 ganaron el gremio e impusieron reglas diferentes a las de la burocracia sindical que acostumbraba a arreglar con la patronal. No se podía ser secretario general más de dos veces seguidas y cada seis meses rotaban los secretarios de la comisión directiva. No querían traiciones a los obreros, no querían sindicalistas enquistados, mal acostumbrados a los beneficios de viajes y secretarías. También organizaron el Cuerpo de Delegados por secciones de la fábrica.
Arrecia la persecución. La empresa se deshace de los gremialistas. En enero de 1976 le allanaron y detuvieron a dirigentes. En septiembre la represión se puso muy dura en el norte provincial. Fueron chupando estudiantes y arreció la persecución contra los miembros, abogados y militantes de las Ligas Agrarias.
El 4 de noviembre secuestraron a veintidós obreros de la fábrica Vicentín. Se llevaron a toda la Comisión Directiva y a todo el cuerpo de delegados. Algunos de ellos fueron secuestrados adentro de la propia fábrica mientras cumplían su turno de trabajo.
El 5 de noviembre, un día después del secuestro de los trabajadores y representantes gremiales, la fábrica les envió un telegrama para que se presentaran a trabajar en 24 horas, so pena de ser despedidos. Esta estrategia fue usada por otras empresas que trabajaron con la dictadura para eliminar la resistencia obrera a la explotación. Se trató de una estrategia patronal para librarse de los obreros “problemáticos” y a la vez ahorrarse una fortuna en indemnizaciones.
¿Cómo se hizo esa fortuna, emporio empresarial e integración productiva? (...) La empresa Vicentín fue cómplice de la represión de los trabajadores y su complicidad e instigación de delitos de lesa humanidad, para asegurarse obreros dóciles, obedientes y familias aterradas.
El 19 de enero de 1977, la calurosa siesta santafesina se vio conmocionada por una tremenda balacera en pleno Barrio Candioti, tradicional y tranquilo barrio de clase media. Fuerzas del ejército y la policía santafesina rodearon y atacaron un departamento del primer piso del edificio situado en la esquina de las calles Ituzaingó y Las Heras. Allí vivía la pareja Piotti-Gómez con sus dos pequeños hijos, Mariano de un año y Jorge de un mes. En ese momento se encontraban reunidos con sus compañeros Ziccardi y Frigerio.
Con los primeros disparos cayó herida de muerte una maestra vecina de los Piotti, la señora Elina Jagou de Carlen. Posteriormente caen dentro del departamento Ziccardi y Frigerio. Luego de dejar a sus hijos protegidos dentro de un placard, Piotti e Ileana salen a la calle, posiblemente para evitar que siguieran disparando hacia el lugar donde estaban los niños, allí son asesinados, los testigos aseguran que estaban desarmados.
Los comunicados oficiales publicados en la prensa hablan de un “enfrentamiento” y de la “valiente” actuación de las fuerzas represivas. Los cuatro juicios celebrados a partir de 2016, dicen otra cosa.
El 14 de julio de 2021, la Cámara de Casación Penal de Rosario, sala 3, confirma la sentencia del Tribunal Oral de Santa Fe de agosto de 2019. La Cámara afirma: “La forma en que se desarrollaron los hechos conduce a conceptualizarlos (…) como una masacre perpetrada sin miramiento alguno acerca de sus consecuencias.” Y señala: “La inexistencia de un enfrentamiento armado”. Es que aún en la hipótesis, no comprobada en la Justicia, de que las víctimas tuviesen armas “lo cierto es que resultaría por demás insuficiente frente a la desigualdad de fuerzas”. Eran más de cien contra cuatro.
En el primer Juicio celebrado en junio de 2016, el Tribunal señaló: El estado de destrucción del edificio; No se encontraron armas en poder de las víctimas; No había huellas de balazos en los edificios de enfrente; No hubo ningún militar ni policía herido; El primer disparo fue efectuado por las fuerzas conjuntas y mató a la Sra.Carlen.
El 27 de julio de 2016, la Cámara Federal de Rosario concluyó: “Es falso que haya mediado enfrentamiento” (…) “La práctica de fraguar enfrentamientos para ocultar asesinatos era parte de la metodología aplicada en el plan criminal de represión ilegal de la disidencia.”
El 22 de agosto de 2019 el Tribunal Oral de Santa Fe, con otra integración y en un nuevo Juicio, sostuvo que las víctimas “sorprendidas en su departamento junto a dos pequeños hijos totalmente indefensos, en plena situación de vulnerabilidad. Nunca pudo tratarse de un enfrentamiento”
De tal modo podemos decir que fueron 4 Tribunales y 16 Magistrados, los que con sus fallos desmintieron la propaganda de la dictadura que durante tantos años, trató con sus mentiras de ocultar los crímenes cometidos y culpar de ellos a las víctimas.
Aldo Büntig, sacerdote y sociólogo santafesino nacido en 1923, fue profesor de la Universidad del Salvador, de la UCA y de la UCSF. Fue fundador y miembro del Equipo coordinador de Investigaciones de Sociedad y Religión (ECOISYR),que reunió a un grupo importante de sociólogos argentinos interesados en el campo de la religión popular; fue el gestor y coordinador de un ambicioso intento de basados en las motivaciones de servicio pastoral y de comprensión de la realidad cultural de nuestro pueblo,
Su tarea en la sociología dejo una serie de publicaciones desde la Editorial Guadalupe, en la llamada "Coleccion Dependencia" donde sumó a jóvenes intelectuales como Carlos Bertone, Roberto Carri y Henry Trevignani, cuyo título más conocido fue “Hechos, doctrinas sociales y liberación”.
Junto a ello, en los años ’60 comienza su labor en Alto Verde: crea la parroquia y realiza una gran acción social secundado por las Hermanas Auxiliares, dos monjas que estaban en la Catedral y se instalan en el barrio (Zulema y Cecilia). Acercó a la gente, promovió la participación y la integración. “El cura, siempre nos hablaba desde la religión, nunca desde la política partidaria, nos abría la mente, nos daba elementos para que apareciera el Hombre Nuevo desde la concepción de Cristo”. (Sonia)
El cura Büntig, al que los policías le decían “el cura rojo”, hacía su tarea con chicas que trabajaban en el servicio doméstico, se intentaba organizar un sindicato en Santa Fe, como existía en Buenos Aires. También existía una casa para alojar a las chicas del interior que no tenían familia en Santa Fe. Promovido por Büntig, también se creó el primer periódico barrial “En Marcha” (1971).
Impulso la confluencia de las organizaciones del barrio en un Frente de Instituciones. En la parroquia se hacían las asambleas del barrio y en el comedor de la Escuela 95 se reunían los representantes de las diferentes Instituciones. Ejemplos de esta acción vecinal fueron la guardería, la organización del Club de Niños, el Sindicato de Empleadas Domésticas, la gremial de los pescadores, la Parroquia, las Escuelas, el grupo de jóvenes, la cooperadora de la Escuela 95, el dispensario, la unidad básica, Escuela Técnica Particular Incorporada Nº 42 “Jesús Resucitado”. También lograron mediante gestiones ante las autoridades: un nuevo dispensario, el servicio de colectivos, el plan de defensa para inundación que gestionaron ante el gobierno democrático iniciado en 1973.
En alguna oportunidad, se escuchó decir al propio Monseñor Zazpe, “al colorado me lo mataron y no me dejaron abrir el cajón”. Hasta el día de hoy es una muerte tan poco clara como lamentada por todos los que alguna vez tuvimos oportunidad de conocerlo.
Falleció Raúl el “Negro” Troncoso de Rafaela. Estudió en el Seminario de Santa Fe. Siendo seminarista trabajó varios años en el Barrio de Villa del Parque, en Santa Fe junto al cura Osvaldo Catena. En 1961 fue ordenado cura y entre 1962 y 1967 trabajó en la parroquia de Tostado, entre 1967 y 1970 en la de Hersilia y entre 1970 y 1974 en la de Fátima, en Rafaela. En 1975 y hasta marzo del 76 en la de Colonia Aldado. Desde su inicio, en diciembre de 1967, integró el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Asumió un gran compromiso trabajando en el barrio de Villa Podio, en Rafaela, viviendo allí mismo. Fue referente de la JP desde sus inicios y en los años del luche y vuelve. El 19 de marzo de 1976 fue detenido por fuerzas policiales en la parroquia de Aldao, pueblo al que había sido enviado por el obispo Antonio Brasca unos meses antes, en su intento por resguardarlo.
Troncoso soportó en total tres violentos traslados. Entre marzo y octubre del ´76 estuvo detenido en la G.I.R. de Santa Fe junto a otros/as presos y presas políticas. En octubre fue trasladado al penal de Villa Devoto en un avión Hércules junto a un grupo de presas políticas y el también sacerdote tercermundista de Villa Ana, Rafael Yacuzzi.
En 2005, durante la visita que hizo el presidente Néstor Kirchner a Tandil, le dedicó estas palabras en su discurso: "A Ud. querido Padre Troncoso, le quiero hacer un reconocimiento expreso, claro y concreto no del Presidente sino del Estado Nacional y la República Argentina, de la Patria. Muchas gracias por todo lo que usted ha hecho, dignifica y honra". En 2010 fue homenajeado junto a otros referentes religiosos por la Cancillería Argentina por su compromiso con la justicia social y los derechos humanos.
Del Prof. Lucas Bilbao. Profesor de Historia, investigador de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (UNICEN, Tandil).
Los responsables de su privación ilegítima de la libertad agravada por haberse cometido con violencias y amenazas y tormentos agravados por haberse cometido contra perseguidos políticos, fueron condenados en la Causa Campagnolo
Luciano Sánchez / Historiador. Escritor. Docente. Nació y desarrolló sus estudios primarios y secundarios en Villa Ana. Profesor y Licenciado en Historia por la Universidad Nacional de Quilmes. Fundador de la Revista
La intensa actividad social desplegada por el cura, a quien afectuosamente llamábamos “el colorado” –no por su ideología (como los canas) sino por el color de su pelo- hizo que al comenzar los años negros tuviera que irse de Santa Fe. Sólo pudo despedirse de pocos amigos, a algunos los llamó por teléfono y en clave (como teníamos que hacer entonces) les informó que por seguridad mutua no volverían a verse. Büntig murió en circunstancias dudosas en un viaje a Centroamérica, años en los que habían sido asesinados en “accidentes” los obispos y .
En los juicios por la verdad, en 1999, testimoniaba ex presa política y detenida en la GIR: "a nosotras nos pegaron muchísimo en el avión, pero yo siempre me pregunto cómo el cura Troncoso pudo aguantar todo lo que aguanto, en ese viaje, estaban totalmente ensañados con el cura". Y el sacerdote Patricio Rice, declaró en Venezuela en 1984: “en Devoto estuve detenido poco tiempo, una semana más o menos, antes de ser trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Allí me encontré con otros presos que habían traído de Santa Fe en avión: dos eran sacerdotes, Raúl Troncoso y , que estaban tan marcados por los golpes recibidos en el traslado, que les negaron la admisión en La Plata”. Luego de estar unos días en Devoto, fue trasladado junto a un grupo de presos políticos a la U 9 de La Plata, donde permaneció hasta septiembre de 1981, cuando logró la libertad y se radicó en la ciudad de Azul. Allí estuvo hasta 1988 cuando fue a vivir a Tandil hasta su muerte. Continuó con un gran compromiso social y político en la Tandil y la región.
A casi 40 años continuaos de vida democrática puede resultar difícil comprender la necesidad de la militancia clandestina durante las tres décadas previas.
Tras el derrocamiento del peronismo en 1955, la dictadura encabezada por Pedro Aramburu operó con un gran aparato de inteligencia: Secretaría de Informaciones del Estado (SIDE), la Dirección de Informaciones Antidemocráticas, y creó la Dirección de Inteligencia de la policía bonaerense (Dippba). Todo lo referido a peronismo estaba prohibido, los sindicatos intervenidos, los movimientos de la militancia debían hacerse en forma oculta y la respuesta de la represión mostraba su brutalidad ejemplificadora en los fusilamientos de José León Suarez (1956)
Estos aparatos, junto a los propios de las Fuerzas Armadas, encabezaron la brutal represión contra la resistencia a la dictadura y trabajaron en la aplicación del Plan Conintes durante el gobierno de Arturo Frondizi. Los planes de lucha gremial eran secretos y las medidas represivas incluyeron el primer desaparecido: Felipe Vallese, delegado metalúrgico (1962).
Desde entonces el Ejército tuvo centralidad en el conjunto del sistema de inteligencia del Estado; basados en el enfoque de la doctrina contra-revolucionaria francesa y luego la estadounidense de Seguridad Nacional, formaron y especializaron grupos operativos para detener y torturar.
A partir de la dictadura de Onganía, al ser rebasada por la protesta popular se incrementa el rigor represivo en la confrontación: Santiago Pampillon, Hilda Guerrero de Molina, Adolfo Bello, Juan José Cabral, Luis Blanco, Máximo Mena, fueron muertos en movilizaciones.
Paralelamente surgieron los atisbos del terrorismo de Estado: el secuestro y desaparición de Marcelo Verd y Sara Palacio en San Juan (julio 1971), el asesinato de Silvia Filler en Mar del Plata (diciembre de 1971) por el grupo parapolicial Concentración Nacional Universitaria (CNU), la masacre de Trelew (agosto de 1972), el secuestro y desaparición de Angel Brandazza (noviembre de 1972).
Los y las militantes que eran identificados y perseguidos como enemigos sabían que no tenían garantías sobre sus vida e integridad, más de mil presos y presas políticas salieron en 1973 con la misma marca. Todo ello obligó a cientos de militantes a actuar en la clandestinidad, con sus organizaciones y sus nombres ya desde 1973.
El aparato represivo dirigido por el Ejército no se replegó, solamente se reorganizó para lanzar en menos de tres años el genocidio. Desde 1974 operando ocultos tras la forma de las AAA, y a partir de 24 de marzo de 1976 haciendo una práctica cotidiana de secuestros, asesinatos y desapariciones.
Muchos militantes o personas que se sabían perseguidas por sus posiciones políticas, buscaron preservar sus vidas recurriendo al exilio. Muchos emigraron hacia otros países de América o de Europa, otros, buscaron refugio en ciudades o provincias lejanas a sus lugares de origen e intentaron resistir a la dictadura desde la clandestinidad.
A Santa Fe llegaron decenas de militantes perseguidos desde otras ciudades y provincias, de la misma manera que decenas partieron desde aquí a otros lugares refugiándose en la clandestinidad. Esa misma clandestinidad era a la vez casi una condena a muerte en el caso de ser descubiertos.
El derecho a la resistencia
“Había un invasor que había trasvasado todos los límites. Jamás se valorizó y es hora que esta Justicia lo haga, el derecho a la resistencia. El derecho a defenderse de esta dictadura y de cualquier otra que incluye el derecho a las acciones armadas. Por supuesto, resulta dificultoso para muchas y muchos abogados que escriben alrededor de estos temas meterse con el tema de la violencia. Pero nosotros decidimos echar una mirada para ver cómo estaba todo en aquel momento. Existió el derecho a resistir a la dictadura, no sólo el que ejerció Montoneros sino el derecho de todo ciudadano y ciudadana a defenderse de la agresión, a pelear por una democracia clausurada por años”.
/ Alegato de Pablo LLonto en Juicio Contraofensiva montonera
“Me pregunté en un momento cómo se lucha contra una dictadura, ¿cuáles son las formas habilitadas y cuáles no cuando el que te mata es el Estado?(…) La dictadura argentina fue la más corta de toda América Latina y eso se debió no a Malvinas, sino a la tremenda resistencia obrera que hubo. (…) Habría que pensar los motivos por los cuales el pueblo tomó su derecho de defensa: los pueblos no tienen ganas de estar armados y salir a luchar. Tienen ganas de vivir, de comer, de educarse, de hacer cultura. Cuando a los pueblos se los oprime de determinada manera, uno podría pensar que hasta hay un mandato constitucional para defender los derechos que nos corresponden a todos, para defender la Constitución”.
/ Alegato de la fiscal federal Gabriela Sosti en Juicio Contraofensiva montonera
“Fuimos parte de una resistencia, aunque no la única. Fuimos un eslabón de un montón de hechos de resistencia: las Madres, familiares, los trabajadores… Yo no veía otro camino para mi vida que ese, entendía que había que combatir a la dictadura. Esa decisión me la termina de cerrar mi vieja. Muchos años después, durante el juicio, un compañero de Ligas Agrarias me contó que se encontró con mi vieja en Madrid y le dijo: ‘Mima, por qué no te vas a Francia, con tu hija, Alejandra’, y mi vieja le responde: ‘Algo hay que hacer para echar a los milicos’. Todos teníamos un convencimiento de lo que había que hacer”.
/ Gustavo Molfino, militante clandestino, sobreviviente.
Entre 1974 y mayo de 1979 pasaron por la cárcel de Coronda 1.153 presos políticos. Aunque el trato que recibieron fue variando de acuerdo a diferentes circunstancias, siempre estuvo orientado hacia la destrucción física y psíquica de los prisioneros. Fueron la solidaridad, la creatividad y la resistencia diaria, la continuidad de la lucha, lo que les dio la posibilidad de seguir viviendo. A pesar de ello, a pesar de las protestas, del apoyo, de la lucha de los compañeros, Juan Carlos Voisard, Luis Alberto Hormaeche, Raúl Manuel San Martín y Daniel Gorosito, no lograron sobrevivir.
Las cárceles argentinas fueron parte del circuito represivo que instaló el terrorismo de Estado y ejecutó un plan de exterminio a presos políticos, por lo que la cárcel de Coronda fue un campo de concentración y exterminio "sufrieron en sus cuerpos las privaciones, prohibiciones, hostigamientos, vejaciones y tormentos más extremos" que llevó a la muerte de varios compañeros.
Requisas vejatorias, sanciones arbitrarias, el aislamiento en celdas de castigo en situaciones infrahumanas, traslados internos, música a todo volumen, golpizas, falta de atención médica, violencias a las familias durante las visitas, especialmente a las mujeres. Estas condiciones de vida tenían un propósito claro: quebrantar la voluntad y aniquilar, propósito que expresaba de manera explícita Kushidonchi “ De aquí se van locos o muertos” y agregaba que no esperaba quebrar a todos pero se conformaba con la mitad.
En un estudio realizado por la psicóloga María Celia Robaina se sostiene que la prisión misma se transformó en un instrumento de tortura cuyo propósito era destruir al opositor.
“Coronda durante la dictadura argentina (1976-1983) implementó un régimen cotidiano que respondía a la política aplicada en todas las cárceles y centros de detención con el objetivo del aniquilamiento de todo aquel que piensa distinto. Esa política se resume en aquella frase del director del penal, el comandante de Gendarmería Adolfo Kushidonchi (condenado luego a 22 años de cárcel): “Ustedes no van a salir más de aquí. Y si llegaran un día a salir, saldrán muertos o locos”. No fue apenas una amenaza aislada sino una política sistemática de destrucción aplicada día tras día, sin tregua, que incluso terminó con la vida de algunos detenidos. “ Victorio Paulón
CONDENARON A LOS COMANDANTES DE GENDARMERÍA QUE DIRIGÍAN LA CÁRCEL
El 11 de mayo de 2018, el Tribunal Oral Federal de Santa Fe condenó a los comandantes de Gendarmería y Directores de la Cárcel de Coronda durante la última dictadura cívico-militar, Adolfo Kushidonchi y Juan Ángel Domínguez, en la causa por los delitos de Lesa Humanidad cometidos en la cárcel que concentró a 1100 presos políticos de la región.
22 años de condena a Kushidonchi y 17 a Domínguez por los delitos de tormentos agravados por persecución política comprobada hacia 38 ex presos políticos y por la muerte de Luis Alberto Hormaeche y Raúl San Martín, han quebrado la impunidad de cuatro décadas. Octavio Zirone, el comandante de Gendarmería tercer director del penal falleció antes del juicio oral.
Desde la vereda del Tribunal Oral Federal una gran concurrencia completó el ciclo iniciado el 14 de diciembre del 2017 cuando comenzaron las audiencias. Desde aquel día ochenta compañeros ex presos políticos y sus familiares aportaron su testimonio, demostrando la maquinaria ejecutada para destruir física, mental, moral e ideológicamente a los presos políticos.
Los ex presos políticos, organizados en la asociación civil El Periscopio, fueron querellantes a través de sus abogadxs Lucila Puyol y Guillermo Munné, quienes solicitaron al Tribunal que ordene investigar a treinta denunciados durante el juicio, entre ellos 23 agentes del Servicio Penitenciario de la provincia, dos médicos y un enfermero de apellidos Valls, Traverso y Acuña, dos alférez de la Gendarmería Nacional identificados como Oerlinger y Jorge y los ex secretarios del Juzgado Federal, Víctor Montti y Víctor Brusa. Más, tres ex agentes secretos del Ejército que actuaron como Personal Civil de Inteligencia (PCI).
El 6 de diciembre de 2022, las Secretarías de Derechos Humanos y de la Provincia de Santa Fe señalizaron, juntos a los ex presos políticos y la comunidad de Coronda, la Unidad Penal 1 con un gran cartel que dice:
UNIDAD PENAL DE CORONDA
AQUÍ SE COMETIERON CRÍMENES DE LESA HUMANIDAD DURANTE EL TERRORISMO DE ESTADO
En esta unidad penal, dependiente del Servicio Penitenciario de Santa Fe, permanecieron detenidos más de mil hombres perseguidos por razones políticas y sindicales desde 1974 y, con mayor intensidad, durante el plan sistemático de terror y exterminio ejecutado por la última dictadura cívico-militar (1976-1983).
A partir del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, el penal quedó bajo el control operacional de la Gendarmería Nacional y se agravaron las condiciones de detención. A causa del maltrato físico y psicológico se produjeron los asesinatos de, al menos, Raúl Manuel San Martín, Luis Alberto Hormaeche, Daniel Gorosito y Juan Carlos Voisard. En este régimen carcelario extremo, los detenidos se organizaron colectivamente realizando prácticas de resistencia destinadas a solidarizarse entre ellos.
Durante la última dictadura, esta cárcel cumplió una doble función. Por un lado, fue un lugar de “legalización” de los detenidos-desaparecidos que provenían de distintos centros clandestinos, o bien desde otras unidades penales del país. Por otro lado, muchos presos políticos eran trasladados a centros de reclusión ilegal para ser interrogados bajo tortura y, posteriormente, los regresaban al penal.
Durante los diferentes juicios de lesa humanidad realizados en Santa Fe, quedó comprobada la inserción de la Unidad Penal de Coronda en los circuitos represivos del Segundo Cuerpo de Ejército, principalmente de las ciudades de Rosario y Santa Fe.
En 2018, juicio en que la asociación de ex presos políticos “El Periscopio” fue querellante, el Tribunal federal condenó a los ex directores del penal, Juan Ángel Domínguez y Adolfo Kushidonchi. Octavio Zirone, ex Director de Institutos Penales de la Provincia de Santa Fe y de esta cárcel, murió sin ser condenado.
A 46 años del último golpe cívico-militar: los crímenes de lesa humanidad no prescriben, por eso están siendo juzgados.
Nunca más terrorismo de Estado.
Infojus Noticias - 17/05/2015 - Nicolás Lovaisa desde Santa Fe
Los enfrentamientos fraguados fueron un recurso muy utilizado por el terrorismo de Estado para “blanquear” la muerte de militantes políticos que, en la mayoría de los casos, fueron ejecutados. “Extremistas fueron abatidos en nuestra ciudad”, “identifican a otro subversivo abatido”, fueron títulos habituales de los diarios de todo el país durante la última dictadura militar, guionados por los comunicados de prensa que distribuían las propias fuerzas represivas. En la denominada “megacausa” que se desarrolla en Santa Fe, documentos confeccionados por la propia policía dejan al descubierto esas maniobras: en los operativos “antisubversivos” la puntería de los uniformados mejoraba considerablemente, comparándola con las acciones de la propia fuerza en otro tipo de hechos. Casi todos los militantes políticos morían con disparos en la cabeza y no había detenidos, mientras que las fuerzas armadas y la policía no sufrían ninguna baja.
En la causa están detallados los registros confeccionados por los médicos forenses de la policía, que dejaron constancia de sus observaciones entre el 21 de junio de 1976 y el 21 de agosto de 1977. Se trata del Libro de Sanidad N°1, que consigna el número de orden, la fecha, el médico, el nombre y apellido de la víctima, la edad, la hora, el lugar del examen, la seccional correspondiente, el diagnóstico y lesiones evidentes. Allí están asentadas las muertes de 35 militantes, de los cuales 25 recibieron un impacto de bala en el cráneo.
En ese mismo período, la Dirección General de Investigación, Apoyatura y Seguimiento de causas de lesa humanidad, perteneciente a la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia, realizó una comparación con otras acciones de la policía, en otro tipo de hechos: sobre un total de 50 intervenciones se registraron 25 heridos y 25 muertos. Entre estos últimos, apenas 8 de ellos recibieron un disparo en la cabeza. Como se observa, la puntería de las fuerzas represivas parecía aumentar de manera considerable en los supuestos “enfrentamientos” con los militantes de organizaciones políticas.
“El Libro de Sanidad tiene los registros y los informes del ingreso de los cuerpos a la morgue. Lo que hicimos fue un análisis para entender si hubo o no enfrentamientos, si había registrado después de cada operativo alguna víctima de parte de las fuerzas de seguridad. Pudimos reconstruir que desde el lugar del operativo no los llevaban directamente a desaparecer, sino que casi siempre pasaban antes por la morgue. Y lo que los datos que recabamos demuestran es En los supuestos “enfrentamientos con la subversión” no hay un solo herido entre los uniformados. “Los datos demuestran que eran fusilamientos”, explicó la coordinadora María Alejandra Romero Niklison, que coordina el equipo que funciona dentro de la Secretaría de Derechos Humanos de Santa Fe.
La historia contemporánea registra las masacres como método represivo organizado y orquestado por el aparato estatal, y posteriormente encubierto como "enfrentamientos". En 1956 fue en los basurales de José León Suarez, investigada y develada décadas después por la pluma de Rodolfo Walsh
Durante la dictadura de Onganía y Lanusse fue la Masacre de Trelew, reflejada en esta obra. Desde el 24 de marzo de 1976 la dictadura cívico-militar lo implementó en forma general extendida a todo el territorio nacional.
Enumeración de esta variante del genocidio:
Masacre de Pacheco (29/05/74): en General Pacheco, Buenos Aires. Agentes de la Triple A asesinan a tres militantes del Partido Socialista de los Trabajadores.
Masacre de Capilla del Rosario(12/08/74): en San José, Catamarca. Tras una operación fallida por parte de la organización guerrillera ERP, 16 guerrilleros rendidos y desarmados fueron fusilados ilegalmente.
Masacre del cinco por uno (21/03/75): en Mar del Plata la organización parapolicial llamada Concentración Nacional Universitaria (CNU), asesina a 5 militantes de la Juventud Universitaria Peronista y la Unión de Estudiantes Secundarios.
Masacre de Pasco (21/03/75), en Lomas de Zamora cometida por la organización paraestatal Alianza Anticomunista Argentina (Triple A) secuestró a ocho militantes de la JP con absoluta impunidad, pues la policía bonaerense había recibido órdenes de "liberar la zona". Llevaron a los secuestrados a la avenida Pasco, donde fueron fusilados y dinamitados para evitar que los cuerpos fueran identificados.
Masacre de “La Pastoril” (29/03/76) en La Reja, Moreno, donde se encontraban militantes de los partidos PRT, ERP, MIR Chileno, ELN boliviano y el MLN Tupamaros de Uruguay junto a Montoneros. Allí, siete militantes fueron asesinados y otros ocho secuestrados y torturados, de los cuales sólo sobrevivieron cuatro.
Masacre de La Plata (05/09/75): la banda parapolicial Triple A masacra a 8 militantes del Partido Socialista de los Trabajadores que apoyaban una huelga textil.
Masacre de Lanús (12-13-14/04/76). Fuerzas militares secuestraron a 8 militantes de JP-Montoneros, siete de ellos fueron asesinados, todos del mismo modo: dos disparos en el torso y uno en la cabeza. Uno sigue desaparecido.
Masacre de San Isidro (29-31/06/76) Al norte del Gran Buenos Aires, se produjeron una serie de muertes violentas de una veintena de obreros en operativos que se simularon como enfrentamientos.
Masacre de San Patricio (04/07/76) en el Barrio de Belgrano, Ciudad de Buenos Aires, tres sacerdotes y dos seminaristas católicos son asesinados en la iglesia de San Patricio.
Apagón de Ledesma de 1976 (22 al 27/06/76): 70 muertos, y cerca de 400 secuestrados en Libertador General San Martín y Calilegua, Jujuy. Durante unos cortes de luz, personal de gendarmería ―contando con camionetas del ingenio Ledesma― secuestran a 400 personas, la mayoría trabajadores del ingenio.
Masacre de Palomitas (06/07/76): En el campo, a 30 km al sur de General Güemes, Salta, once detenidos políticos son fusilados. La policía los dinamita para simular un enfrentamiento con guerrilleros.
Masacre de Los Surgentes (17/08/76) en Los Surgentes, Córdoba, la policía de Rosario fusila a 7 presos políticos en un camino rural.
Masacre de Fátima (20/08/76) en Fátima, cruce de Camino de Tierra con la RP6, Pilar, Buenos Aires. Treinta detenidos en un centro clandestino de detención en el campo de la Superintendencia de Seguridad Federal de la Policía Federal Argentina fueron trasladados al lugar donde fueron fusilados y dinamitados para simular un enfrentamiento con guerrilleros.
Masacre de El Gallinato (24-25/09/76), en La Calderilla, Salta. Se dinamitaron al menos 7 cuerpos de personas detenidas desaparecidas.
La masacre de la calle Juan B. Justo (19/11/76 ) en San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires. Fuerzas conjuntas asesinan a un matrimonio, sus dos hijos y a otra compañera.
Masacre de Margarita Belén (12/12/76): 16 km al norte de Margarita Belén, Chaco, el Ejército Argentino y la Policía del Chaco fusila a 22 presos políticos, en su mayoría militantes de la Juventud Peronista.
Masacre de Ibarlucea (18/12/76) en Ibarlucea, Santa Fe, seis jóvenes militantes políticos fueron asesinados por un grupo de policías rosarinos, a las órdenes directas de Agustín Feced.
Masacre de Brandsen (05/01/77) en Brandsen, (km 56 de la Ruta 215). El hecho se justificó argumentando un intento de fuga durante el traslado de Dardo Cabo y Roberto Pirles desde la Unidad 9 de La Plata a la Unidad 2 de Sierra Chica en el que otros “delincuentes subversivos” habrían emboscado al personal del ejército.
Masacre de Las Heras e Ituzaingó (19/01/77), en Santa Fe. Se trató de un operativo conjunto de más de cien efectivos de la policía santafesina y las fuerzas militares en el que la cúpula de la organización Montoneros de la provincia y una vecina del edificio resultaron asesinados
Masacre de Ayolas y Cafferata (23/01/77) en Rosario (provincia de Santa Fe), seis jóvenes militantes políticos fueron asesinados en unos galpones ubicados en la ex calle Ayolas (hoy Uruguay) y Cafferata, por un grupo de policías rosarinos
Masacre del Pasaje Marchena (17/02/77) en Rosario, seis jóvenes militantes políticos que habían sido secuestrado fueron asesinados en el Pasaje Marchena por un grupo de policías rosarinos
Masacre de Monte Grande (24/05/77) en Monte Grande, Partido de Esteban Echeverría, Buenos Aires, dieciséis jóvenes militantes políticos fueron asesinados por un grupo de fuerzas represivas
Masacre de "Luna Roja" (02/08/78). El grupo de Inteligencia de la Marina que actuaba en Mar del Plata eligió a cinco detenidos ilegales, pertenecientes a Montoneros, los condujo hasta una casilla del balneario Luna Roja, vecino a Barranca de Lobos y Chapadmalal, y los hizo dinamitó, informando luego a la prensa que se trataba de “extremistas” que habían muerto “manipulando una bomba”.
Sobre la orilla Este de la laguna Setúbal, frente al puerto de Santa Fe, al costado del riacho del mismo nombre, se encuentra enclavado un barrio humilde, Alto Verde. En sus orígenes, esta zona de la ciudad fue poblada por pescadores y trabajadores del puerto.
En la década del 60, a estos pobladores, se suman “los chaqueños”, trabajadores migrantes del norte provincial y de provincias vecinas desplazados por la crisis de las economías regionales, en la producción de azúcar, de algodón y el cierre de La Forestal.
“Una mañana nos levantamos y encontramos a esa gente con su “monito” y nada más…vinieron del monte con toda la familia, los habían sacado del ferrocarril en chatas y los tiraron sin nada en El Arenal. Ahí empezaron a cortar ramas y pajas para hacer “un bendito”, luego un ranchito..” Testimonio de Marta T (Historias de Vida T 2, pág 23)
La desolación, desesperación y miseria en que las políticas económicas habían dejado a los pueblos norteños los empujaba hacia las ciudades dónde esperaban encontrar algún medio de subsistencia. Se van a ubicar en la periferia de esas ciudades, “conglomerados azarosos de viviendas precarias de adobe y chapas; no hay calles, no hay desagües, no hay luz, no hay cloacas, no hay escuelas, no hay transporte, no hay agua, simple agua para beber o lavarse. Algunas pocas canillas públicas para miles…” (L. Martínez en Historias de Vida T2)
Así , era también Alto Verde cuando Horacio Guaraní cantaba:
“Alto Verde querido, pueblito humilde del litoral, tus ranchitos dormidos, tal vez un día despertarán…”
Y un día despertaron…
El barrio, en los años 60-70 se caracterizó, por desarrollar un nivel de organización comunitaria que le permitió afrontar mediante la unidad y la lucha de los vecinos, las diferentes problemáticas por las que pasó el país y la zona.
Existían muchos grupos con identidades políticas e ideológicas diferentes, la mayoría peronistas, pero había también radicales, gente de izquierda que conservaban la tradición de las luchas en La Forestal en los 20. Cada uno con sus opciones, pero todos confluían en un Frente de Instituciones.
Al esfuerzo vecinal, se sumó el apoyo de docentes, monjas, curas y estudiantes secundarios y universitarios, que con un objetivo común supieron amalgamarse. Esa unidad se fue consolidando a través de una serie de instituciones creadas para responder a las necesidades comunes, a partir de ellas se iba dando la organización y, poco a poco se fue logrando un sostenido desarrollo social.
Ejemplo de esta acción vecinal es la guardería, una construcción en la que participaban las madres de Alto Verde. Se concreta ocupando el lugar del viejo dispensario de madera, que fue reemplazado por una nueva edificación en 1973.
Entre los logros alcanzados podemos mencionar también, la organización del Club de Niños, el Sindicato de Empleadas Domésticas, la gremial de los pescadores, la Parroquia, las Escuelas, el grupo de jóvenes, la cooperadora de la Escuela 95, el dispensario, la unidad básica. En conjunto, organizados en red, el Frente de Instituciones, trabajaron por proyectos centrales para el barrio no sólo a través del propio accionar del vecino, sino también mediante gestiones ante las autoridades: un nuevo dispensario, el servicio de colectivos, el plan de defensa para inundación que gestionaron ante el gobierno democrático iniciado en 1973 (Gobernador Sylvestre Begnis, Intendente Campagnolo)
En la parroquia se hacían las asambleas del barrio y en el comedor de la Escuela 95 se reunían los representantes de las diferentes Instituciones.
Recuerdos y testimonios
A principio de los Años 60 el cura Nicolás Mijalovich, del Colegio Inmaculada, realizó tareas de catequesis con sus alumnos y los de otros colegios religiosos, tarea que se continuó por años
En este tiempo también comienza la labor del cura Aldo Buntig: crea la parroquia y realiza una gran acción social secundado por las Hermanas Auxiliares, dos monjas que estaban en la Catedral y se instalan en el barrio (Zulema y Cecilia). Acercó a la gente, promovió la participación y la integración, por ejemplo, a través del Club de Niños o los Torneos de futbol masculinos y femeninos.
“El cura, siempre nos hablaba desde la religión, nunca desde la política partidaria, nos abría la mente, nos daba elementos para que apareciera el Hombre Nuevo desde la concepción de Cristo”. Sonia
A partir del Concilio Vaticano II y las orientaciones del episcopado latinoamericano, los “curas tercermundistas”, no sólo compartían la vida con los más desprotegidos sino que sostenían firmemente que la pobreza no es un hecho natural, la pobreza y la miseria son la consecuencia de una injusta organización social que debe ser cambiada. De allí su compromiso y el de muchísimos cristianos, sobre todo jóvenes, para buscar las formas y los medios para cambiar esa injusticia.
…”Las monjas auxiliares parroquiales de la Catedral, los muchachos que venían del Colegio Inmaculada, las alumnas de la Escuela de Asistentes Sociales, luego el Padre Büntig, nos planteábamos frente a la injusticia y la pobreza, el compromiso con la gente concreta en tarea de Promoción Humana y Comunitaria y vivíamos el descubrir de las posibilidades de vivir un mundo diferente, compartiendo con la gente del barrio”
"Eduardo (Gonzalez Paz) tuvo mucho que ver con la creación del “Club de Niños” en la Boca. Este espacio se pudo sostener a través del tiempo fortaleciendo puentes entre las necesidades y los recursos humanos y materiales de las diferentes zonas de Alto Verde y a su vez con amigos de la otra vera del río. Un concepto de “pueblo” que construía el “nosotros”.
Conocimos a Don Demetrio Gómez, pionero de la acción vecinal y trabajamos en las distintas tareas, que en ese momento eran tareas de gestión comunitaria, para mejorar las condiciones del Barrio."
Nora Spagni, en Historias de Vida, T. 1 ; pág 186
Programa de Alfabetización para adultos
También aproximadamente, a partir del año 1963, desde el centro de estudiantes de la Universidad Católica de Santa Fe, -Ciencias de la Educación, Abogacía, Ciencias Económicas, Arquitectura y otras- se comenzó a desarrollar un Proyecto de Alfabetización. Era un programa que venía de la Dirección Nacional de Educación para Adultos y ellos lo adaptaron a la problemática de la ciudad de Santa Fe. Promovían las ideas de Paulo Freire.
Así, se reunían en grupos sobre núcleos sugeridos de acuerdo a las necesidades y desarrollaban entre los vecinos temas vitales, que motivaban su participación. A partir de allí –sobre tales temáticas- se enseñaba a leer y a escribir a los adultos para que pudieran terminar sus estudios.
A estos se sumaron luego, en tareas multidisciplinarias estudiantes de las Facultades estatales.
Escuela Jesús Resucitado.
Dentro de la obra de promoción y evangelización que venía realizando la Parroquia “Jesús Resucitado” en el año 1971 se encara una labor con un amplio sentido de servicio a la comunidad. Debido a esto se solicita a la Escuela Técnica Nº 30 “Santa María Eufrasia”, que desarrollaba sus actividades en el Colegio “Buen Pastor”, creara un grado radial que funcionara en un salón de la parroquia, con la terminalidad de “Secretario Comercial”. Esto permitiría a los jóvenes de ambos sexos el acceso a la educación secundaria sin necesidad de viajar a Santa Fe con una propuesta de horario nocturno, que posibilitaba trabajar y estudiar. Surgió por absoluta necesidad. Ya que antes de su apertura los chicos de Alto Verde se veían obligados a viajar hacia Santa Fe para poder cursar sus estudios. “Cruzaban el riacho en canoa, no había servicio de lanchas ni estaba el puente Palito ni el de cemento. No había otra comunicación que no fuera por el riacho”
Ese cruce en lancha también lo hacían las asistentes sociales que llegaban al barrio o los niños que asistían a la escuela del convento de San Francisco y las maestras de ese establecimiento que visitaban a las familias de sus alumnos, tal como testimonian los hermanos de Susana Busaniche.
En el año 1974 el Consejo de Acción Parroquial, integrado por personas de la comunidad del distrito, respalda al Padre Buntig en el pedido de independización de las aulas radiales. Este anhelo se ve concretado en una petición al Arzobispo de Santa Fe Monseñor Zazpe, y a partir del 14 de abril de 1975 se dispone su autonomía y se declara el carácter de incorporada a los Establecimientos de Educación Técnica con el nombre de Escuela Técnica Particular Incorporada Nº 42 “Jesús Resucitado”. Se implementa el plan diurno del Ciclo de Práctica Comercial (CONET ) y el de Formación Artesanal de Instaladores Electricistas
El primer director fue Carlos Pauli (profesor de Inmaculada), a quien siguió Marisa Wilde (fallecida). El Secretario administrativo, Juan Taborda, de activa participación en el barrio.
El 13 de abril de 2015 recibió la Bendición Apostólica del papa Francisco
Ese año (74), un grupo de jóvenes del Movimiento de Juventudes se sumó al trabajo, realizaban una tarea de orientación vocacional para estudiantes secundarios distinta a lo conocido; se planteaba que al terminar el secundario había que trabajar con sentido social y en ese trabajo descubrir qué debían estudiar para concretar su vocación. De allí fueron a Alto Verde Alicia Genolet, Rosana Cerutti, Cacho Somasco, Juan Benassi, Jorge Devito y … Aparo. Se sumaron al trabajo.
También la Escuela primaria Nº 95 S de Iriondo participó en la actividad de la comunidad, algunas de sus maestras fueron Luisa Mazzetti, Marta Ahumada (fallecida), Leda Fernandez (fallecida), Susana Ida Ferreyra fue maestra y encargada de cocina
La Unidad Básica y la JP
Un personaje a quien muchos recuerdan es “el Viejo Gómez”: su casa era la casa de todos. En su rancho te sentías como en tu casa, eran “el viejo” y “la vieja”, iba todo el mundo, sus hijos participaron mucho, militaban en el JP.
Era un hombre muy sacrificado, trabajaba en la construcción y luego salía a hablar, organizar, movilizar. Nos quedó un dicho que siempre decía con su acento correntino: “Si no aplicamos el plan A aplicamos el plan B”. Y así seguía adelante, empujando también a todos esos jóvenes que anhelaban un futuro mejor para su comunidad.
En su casa se organizó la Unidad Básica y la JP tuvo un sitio de referencia.
Sindicato de empleadas domésticas:
El cura Buntig al que los policías le decían “el cura rojo” hacía su tarea con chicas que trabajaban en el servicio doméstico, se intentaba organizar un sindicato en Santa Fe, como existía en Buenos Aires. También existía una casa para alojar a las chicas del interior que no tenían familia en Santa Fe.
Promovido por Buntig, también se creó el primer periódico barrial “En Marcha” (1971) en el que participaron Héctor Lázaro Herrera y su hijo Horacio Herrera.
La intensa actividad social desplegada por el cura, a quien afectuosamente llamábamos “el colorado” –no por su ideología (como los canas) sino por el color de su pelo- hizo que al comenzar los años negros tuviera que irse de Santa Fe. Sólo pudo despedirse de pocos amigos, a algunos los llamó por teléfono y en clave (como teníamos que hacer entonces) les informó que por seguridad mutua no volverían a verse. Büntig murió en circunstancias dudosas en ……. En alguna oportunidad, se escuchó decir al propio Monseñor Zaspe, “al colorado me lo mataron y no me dejaron abrir el cajón”. Hasta el día de hoy es una muerte tan poco clara como lamentada por todos los que alguna vez tuvimos oportunidad de conocerlo.
Hoy, frente a las nuevas circunstancias político sociales que afectan a nuestro pueblo, es importante rescatar y valorar las tareas organizativas y comunitarias que hicieron de Alto Verde un ejemplo de compromiso y desarrollo socio-cultural.
Rafaela, ciudad más importante del centro de la provincia, con permanente crecimiento migratorio y avanzado desarrollo industrial y cultural, no fue ajena a la historia política de la segunda mitad del siglo XX.
Desde la participación en la resistencia a la dictadura de 1955 con un movimiento que tomó la Jefatura de Policía en el que participaron, entre otros, Ybo Zamora, se fue gestando la organización de base, como el Movimiento Nacional de la JP.
Durante la dictadura iniciada en 1966 se desarrollaron distintos espacios de cuestionamiento al poder dominante: en el Instituto del Profesorado con la aplicación del pensamiento de Paulo Freire y la educación popular y liberadora; en la iglesia con la presencia en esos años de Monseñor Vicente Zazpe mediante la influencia del Concilio Vaticano II y la Conferencia de Medellín, que llevó a la conformación de grupos juveniles; en el sindicalismo la corriente combativa que protagonizó conflictos en el frigorífico; en la cultura con la formación del Cine Club, centro de encuentro y debate de los acontecimientos nacionales y mundiales; en el peronismo proscripto con la formación de la primera Juventud Peronista del Partido Justicialista.
Entre 1969 y 1971 varios jóvenes de familias rafaelinas influidos por estas corrientes fueron a estudiar a Santa Fe, donde iniciaron la militancia política y transmitieron su experiencia a sus propios amigos y hermanos durante los fines de semana en que regresaban al hogar (Pepe Manfredi, Tita Williner, Raúl Bru, Cecilia Marfortt, Analía Arriola, José Rossi).
Después de los cordobazos y rosariazos, y caído el gobierno de Onganía, se multiplicaron los espacios de militancia social y política en Rafaela.
En la Iglesia asumió el Obispo Brasca, quien junto a curas como Raúl Troncoso, Alcides Suppo, Hugo Colloza, Walter Wenker, Eduardo Meco Barrios y la Hermana María Teresa Dri, impulsaron el Movimiento Rural de Acción Católica en la diócesis y el trabajo social en las barriadas pobres, siendo su centro la Villa Podio.
El estudiantado secundario creó un movimiento de enorme alcance: la Asociación de Estudiantes Secundarios, que cumplió la función virtual de los centros de estudiantes no permitidos por las dictaduras. La revista “Qué Hacer” se hizo masiva y se distribuyó hasta llegar a la cantidad de 800 ejemplares. En su desarrollo se formaron muchos militantes posteriormente perseguidos.
Durante 1972 se organizó en el departamento Castellanos la JP Regional II nucleando a antiguos y nuevos militantes, que tuvieron protagonismo en el regreso de Perón, la salida de Lanusse y las elecciones de 1973 (Pedrito Giovaninni fue concejal por la JP). Desde Rafaela se coordinaba la zona de San Cristóbal y Ceres, estando en relación con la militancia de Esperanza (JP y JUP) y se organizó el movimiento villero con “Veco” Aguirre.
Con origen en jóvenes provenientes del PC y otros de la labor social territorial se organizaron en 1973 la Juventud Guevarista y el FAS, nucleando a militantes de izquierda.
Todos estos espacios desarrollaron actividad política y social con la participación de más de un centenar de militantes organizados durante el gobierno constitucional, que durante 1975 comenzó a tener políticas de control y represión, por las que muchos militantes salieron de la ciudad hacia Santa Fe o Rosario continuando estudios, trabajo y militancia.
Rafaela, “la perla del oeste” para muchos, "la isla” en el imaginario social, no escapó a la realidad argentina, fue su reflejo en medio de la pampa gringa. Persecución, cárcel, exilio, secuestros, asesinatos, surcaron la ciudad del oeste, que tampoco fue “isla” durante la dictadura militar.
(Zamora, Giovaninni, Aguirre, viejos militantes de la juventud, fueron perseguidos, presos de la dictadura en 1976; su salud se deterioró en esos años, les acortó la vida y nos dejaron en los “80 y los 90)
La llamada “Revolución Argentina” (1966-1973), encabezada por el Gral. Onganía, implantó en el país lo que se conoció como “política de la topadora”, tendiente a la erradicación de asentamientos mediante desalojos compulsivos. En Barrio Santa Rosa de Lima, Barranquitas Oeste y La Lona, fueron resistidos eficazmente por los pobladores. Fue así que con esas políticas autoritarias operaron como un catalizador y las iniciativas y reclamaciones adquirieron mayor organicidad y un nivel creciente de confrontación:
“Uno de los primeros jalones ocurrió en 1967, cuando se intimó a los vecinos asentados en La Lona que en 48 horas debían irse. Se corre la voz entre los barrios y se van en gran grupo hasta diario “El Litoral” y se hace una “sentada” frente a su sede sobre calle San Martín” (Osvaldo Silva. ex párroco Barrio Santa Rosa de Lima)
Obtener la regularización en la ocupación del territorio (lo que genéricamente se llamó “el loteo”) fue de las principales luchas y no solo consolidó la organización de cada barrio empeñado en ella sino que dio paso a una etapa organizativa superior: la coordinación entre los barrios involucrados, en el aprendizaje, la solidaridad y la acción.
La lucha por legitimar la ocupación de larga data, con el mejoramiento, enaltado y rellenado que venían haciendo los ocupantes, era ni más ni menos que la lucha por “un lugar en el mundo”. Para los excluidos de los bordes, no era poca cosa.
El “loteo” significaba también acceder a un nivel de urbanización del que se carecía totalmente: mensura y subdivisión, traza de calles, luces, veredas y desagües.
En casi todo el borde oeste, se va poniendo en marcha un enorme trabajo organizativo que tuvo el apoyo de técnicos y asistentes sociales. En estas Historias se hace referencia, por ejemplo, a la participación del Arq. Ricardo Franco y la de estudiantes de arquitectura, en el loteo de Barranquitas Oeste.
Los testimonios y registros concuerdan en que Villa del Parque fue el barrio precursor del desarrollo organizativo territorial de la década del 60 y en particular, del que tuvo como objetivo el LOTEO, cuya experiencia se transmitió a otros barrios que lucharon por lograrlo con marchas, movilizaciones y hasta huelgas de hambre.
“El nuestro fue el primer barrio organizado y politizado: de ahí surgieron muchos dirigentes que fueron cabezas visibles en cada lugar en el que trabajaron. Villa del Parque formó muchos dirigentes tanto políticos como gremiales que hasta hoy siguen actuando” (Raúl Busto. Barrio Villa del Parque)
Durante la última dictadura cívico militar y eclesiástica en Argentina, las infancias también sufrieron el terror, el ensañamiento y la persecución del Estado.
Cientos de niñas y niños fueron secuestrados junto a sus padres y llevados a centros clandestinos de detención, donde padecieron vejaciones y torturas.
Más de 400 niñas y niños fueron apropiados ilegalmente y muchos de ellos hasta el día de hoy desconocen su verdadera identidad. Cientos de bebés nacieron en cautiverio, otros presenciaron los allanamientos, las detenciones ilegales, los asesinatos de sus padres y luego quedaron abandonados en la vía pública o en hogares estatales.
Las historias se entrecruzan, fragmentadas, a veces difusas, pero hay imágenes que se repiten: chicas y chicos que se criaron con sus abuelos, con sus tíos; crianzas en el exilio, en la clandestinidad. Ausencias difíciles de digerir, esperas interminables en cumpleaños, años nuevos, navidades.
Si bien los testimonios de las infancias y juventudes estuvieron presentes desde el Juicio a las Juntas en 1985, esto no tuvo su correlato en los tribunales. Pero algo comenzó a cambiar en la mirada de la justicia, en la que se comienza a vislumbrar un atisbo de reparación para estas niñas y niños -hoy adultos- que hasta el momento fueron citados a declarar por sus padres detenidos- desaparecidos, pero que también exigen memoria, verdad y justicia por los delitos de lesa humanidad que ellos mismos padecieron.
En este marco, son varias las fiscalías a lo largo del país que vienen trabajando en este sentido, como las de Rosario, Tucumán, Córdoba y La Plata.
En el Tribunal Oral de la ciudad de Santa Fe, durante mayo, junio y julio de 2021 se llevó adelante el juicio por la causa conocida como “Laguna Paiva” o “Chartier”, en la que se juzgaron y condenaron a seis ex policías provinciales por la privación ilegítima de la libertad y tormentos agravados cometidos contra 11 personas y sus familias durante la dictadura. A lo largo de las audiencias quedó expuesto el ensañamiento y la vulneración de derechos que sufrieron 16 niñas y niños de entre 1 y 15 años que fueron víctimas del terrorismo de Estado. Hasta el momento, se espera una segunda elevación a juicio para investigar y condenar estos hechos.
“Vení que te quiero mostrar algo” le dijo el genocida Eduardo Riuli a Mario Páez. Después lo sacó de la celda y lo llevó frente a su padre, que estaba desfigurado por la tortura.
“¿Lo conoces? decime lo que sabés porque te va a pasar lo mismo”, lo amenazó.
Cuando Catalino Páez vio a su hijo sonrió. Tiempo después Mario le preguntó por qué lo había hecho, “estaba contento de verte vivo” le respondió, “pensé que no te iba a ver más”.
Mario Páez, el hijo mayor de Catalino Páez y Juana Medina, tenía 14 años cuando una patota de más de veinte hombres armados irrumpió en el horno de ladrillos donde se escondían, a las afueras de Lima, provincia de Buenos Aires, el 15 de febrero de 1980.
En el operativo se encontraba el genocida y ex juez federal, Victor Brussa y Eduardo Riuli, ex sumariante de la Policía de Santa Fe y animador de fiestas en Laguna Paiva. Mario lo reconoció por su voz inconfundible.
A su madre, que estaba embarazada de dos meses, la arrastraron de los pelos hacia la ruta, interrogándola por el paradero de Catalino. Después la llevaron al interior de la casa en la que vivían y la golpearon frente a sus hijos: Mónica de 12 años, Ramón de 10 años, Carlos Ignacio de 9 años, César de 6 años, Alberto de 5 años y Ceferino de un año y medio.
A Mario lo golpearon hasta desmayarlo, le apuntaron con una pistola y le dijeron bien clarito: “ojo con lo que hacés”.
Su papá era el último jefe regional del Partido Revolucionario de los Trabajadores (P.R.T) Antes del golpe, Catalino había trabajado en el frigorífico Nelson de Laguna Paiva y junto a sus compañeros fundó la organización sindical “La lucha”. En 1976 cuando pasó a la clandestinidad junto a su esposa y sus siete hijos, escaparon por Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Buenos Aires, siempre trabajando en zonas rurales.
Ese mediodía, Catalino había salido al médico de la ciudad porque estaba enfermo. Llegó justo para ver la escena desde la ventanilla del colectivo, bajar y cruzar la ruta desesperado.
Mario y sus padres fueron encapuchados, engrillados y arrojados a un camión, donde también tenían secuestrado a Miguel, el hermano de Catalino. El hijo mayor del matrimonio y su tío fueron trasladados al Ex Departamento de Informaciones de la Policía de Santa Fe (D2) ubicado en Obispo Gelabert y San Martín, en pleno centro. Juana y Catalino fueron llevados primero a una casa junto al río, luego al D2 y posteriormente a la Ex Guardia de Infantería Reforzada (G.I.R).
Cuando la patota se retiró, Mónica Páez y el resto de sus hermanos quedaron abandonados en el medio del campo. Antes de que se los llevaran, su madre le gritó algo, pero ella no alcanzó a oírla.
Mónica reunió a sus hermanos más chicos y se fue a la casa de una vecina. Después se tomó un ómnibus hacia Zárate para pedir ayuda y se dirigió a la comisaría, pero le dijeron que se quedara tranquila. Cuando regresó a Lima, trabajó con Ramón para poder comer. Al tiempo fueron rescatados por la Cruz Roja y separados por un mes, hasta que su mamá fue liberada luego de firmar una declaración bajo tortura.
Mario cumplió sus 15 años en el centro clandestino de detención, fue liberado a mediados de abril de 1980.
El horror de los Páez no empezó ni terminó allí. El ensañamiento del terrorismo de Estado sobre el dirigente gremial derivó en la persecución, el secuestro y la tortura de casi todo su círculo íntimo y de nueve compañeros de militancia.
Era una familia numerosa, de trabajadores rurales oriundos del centro norte de la provincia. Tres hermanos Páez se casaron con tres hermanos Medina.
Para encontrar a Catalino, primero fueron por su hermana María Ceferina y su marido, Luis Santiago Medina, que estaba trabajando en una estancia cerca de Esperanza.
Cuando los milicos fueron a buscarla a su casa el 8 de febrero, María estaba a punto de irse a trabajar. Les pidió que no le hicieran nada frente a sus hijos, porque eran muy pequeños. Luego se sacó su uniforme de trabajo y se despidió de ellos. El más pequeño le pidió que le trajera chocolinas, María lo tranquilizó.
En ese momento, Ramona Beatriz de 15 años, María Susana de 13 años, Mario Luis de 11 años, Ramón de 8 años y Miguel de 7 años quedaron abandonados y en situación de vulnerabilidad.
Miguel relató en las audiencias que 18 personas armadas ingresaron a su hogar. Su hermana María Susana, mencionó que dieron vuelta todo y que rompieron los colchones, pero que no encontraron nada, porque no había nada.
Después fueron a buscar a Miguel Páez y a su pareja, Elba Medina. El matrimonio vivía en Los Pocitos, un campo ubicado en el Departamento 9 de Julio, cerca de Esteban Rams. El 12 de febrero de 1980 un grupo de veinte hombres armados vestidos de civil los secuestró junto a sus cuatro hijos.
A Elba la metieron en el patrullero junto a Miguel Alfredo de 8 años, José Santiago de 5 años y Rodolfo de 2 años y los llevaron a la GIR. A su esposo y a su hija los torturaron en una casa de campo, mientras los interrogaban por Catalino.
Graciela Rita de 15 años, escuchó el ruido de motores y un disparo. Antes de que entraran a los gritos, la ataran y le vendaran los ojos, la hija mayor de Miguel y Elba alcanzó a ver una camioneta de la que sobresalían armas. Le preguntaron dónde se encontraba su tío, luego le ordenaron que se desvista, humedecieron una sábana, la ataron a una cama y le pasaron electricidad por el cuerpo.
“Les dije que mi padre había ido a verlos, a llevarles plata. Eran despiadados, estuvieron casi todo el día así. Después no vi más a mi familia. Llegando la noche me llevaron a la GIR y me pusieron en una pieza chica, pedía agua y no me daban”, declaró en las audiencias.
A los días la trasladaron a una comisaría en donde le prometieron “que la iban a tratar bien”. Cerca suyo reconoció la voz de su tío, Luis Medina. A los 4 o 5 días la llevaron nuevamente vendada hasta la GIR. Después pudo ver a su mamá, a sus hermanos y a sus tías Juana, Marciana y Ramona.
Catalino Páez fue puesto a disposición del Ejecutivo Nacional y luego trasladado a Rawson, donde salió en libertad en agosto de 1984. En 2014, junto a su familia presentó una denuncia en la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia, pero no llegó a presenciar el juicio, falleció en 2016.
Durante mayo, junio y julio de 2021, los genocidas Germán Raúl Chartier, Eduardo Enrique Riuli, Rubén Oscar Insaurralde, Omar Epifanio Molina, Antonio Rubén González y Fernando Sebastián Mendoza, , todas de cumplimiento efectivo, inhabilitación absoluta y perpetua.
Fue abierta una nueva causa por los delitos cometidos contra los niños y niñas de la familia
Microrrelatos. Historias, testimonios y escenas de los juicios. Desarrollado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (http://www.juiciosdelesahumanidad.ar/microrrelatos).
Allí pueden verse esta historia y muchas más de NIÑOS Y NIÑAS VÍCTIMAS DE LA DICTADURA
Vulnerados en todos sus derechos, el principal: el amor de una familia que abraza y contiene. Fueron despojados de esos pequeños actos cotidianos cargados de amor: la leche del desayuno, la mesa compartida, la celebración de un cumpleaños, la caricia en la frente cuando tenían fiebre. Les robaron la infancia. No tienen perdón.
La historia de Andrés, un niño de 8 años, ue tras la muerte de su madre en un accidente debe mudarse a casa de su abuela Olga y su padre Raúl, con su hermano Armando. En el barrio donde viven funciona un Centro Clandestino de Detención. Esto es un secreto a voces. Andrés convivirá con la realidad del barrio y con su familia teniendo que adaptarse a las reglas de la nueva casa.
Su director, Daniel Bustamante, santafesino nacido en 1966 relató: "Hace unos años, viendo un documental sobre centros de detención en Santa Fe, donde me crié, me enganché con el relato de una mujer que había estado secuestrada un par de meses. Esta mujer había perdido la noción del tiempo y el espacio, entonces la manera que encontró para conectarse con el mundo exterior era porque, donde la tenían, escuchaba a unos chicos saliendo al recreo, lo que le hacía suponer que era una escuela cercana. Cuando esa mujer dijo la fecha y el lugar donde había estado secuestrada me corrió un frío por la espalda, porque estuvo secuestrada en la Comisaría 4ª de Santa Fe, que está frente a la Escuela López y Planes, la que fue mi escuela, y en la fecha en que estuvo secuestrada yo estaba en cuarto grado, con lo cual mi primera reacción fue un shock muy grande, porque no dejé de pensar que a lo mejor yo era uno de los chicos que esta mujer escuchaba".
Los de una generación, los propios, ellos también guardan en su inconsciente las huellas propias del dolor por las ausencias, por la incomprensión, entonces, lo que les pasaba por las fantasías, los fantasmas, las palabras, los abrazos que no llegaron a tiempo y lo que quedó pidiendo respuestas que en muchos casos no llegaron nunca. Fue y es un costo doloroso del que nos hacemos cargo, aún cuando sigamos sin tener las respuestas, namasté.
El libro de Hugo Paredero pertenece a la democracia recién salida del horno y la frescura de las respuestas denota la necesidad de expresar lo que había estado firmemente aprisionado.Algunas de los relatos que tienen que ver con nuestra memoria:
“Nosotros nos fuimos a México porque casi no llevan presos casi nos desaparecíamos. Como mi mamá estaba embarazada de mí no quería que yo naciera argentino así no hacía la colimba, entonces nos fuimos a México y nací ahí.”.Octavio Ixgal Kulesz Frenegal (7 años)
“Estoy pensando..... porque mi mamá no me cuenta tanto, entonces yo no sé mucho...¿Esos señores de gorra no serían los que ordenaban que se lleven a las personas y las hagan desaparecer, no?”. Juan María Cruz (5 años)
“Hicieron todo lo más feo que pudieron, con ellos todo se convirtió en miedo”. Federico Guillermo Báez (10)
“Conversaban por ejemplo de la autopista, esa que hizo una vez Cacciatore, y ahora vemos dos autos por hora. Lo que más vemos es la gente debajo de las autopistas, viviendo ahí. Y también hablaban del hambre. Había que tener mucho cuidado de hablar porque en cualquier momento venían esos falcon verdes y los encapuchaban. Algunos volvieron pero otros no volvieron nunca”. Sergio Gustavo Deutsch (11 años)
“Mi mamá no creía en esos de los desaparecidos. Pero cuando se lo llevaron mi papá, sí. Ella creía que le estaban haciendo una broma, pero cuando vio la sangre en la cama, eso no es broma. Él no iba a ser tan tonto mi papá de pegarse una trompada en la nariz y que le salga sangre y ponerla ahí en la almohada eso no lo iba a hacer. Entonces mi mamá empezó a creer en los desaparecidos, ella hasta que aparezcan todos los desaparecidos me prometió a mí que va a ir a todas las marchas por los desaparecidos no solamente por mi papá sino también por los demás. Y si mi papá aparece, acá no va a venir porque no conoce donde vivimos ahora, pero va a ir a la casa del hermano mi tío Osvaldo Pacheco y mi tío Osvaldo le va a decir dónde vivo.” María Noel Fernández. (9 años)
“Los desaparecidos son cuando se desaparecen hermanos mamás, papás, primos, tíos, cualquier cosa familiar desaparecen y no se sabe si se han muerto o si están vivos o qué ...nadie sabe nada más de ellos. Y yo de mi mamá siempre lo quiero saber, pero nunca sé cómo saberlo”. Laura Margarita López (9 años)
El golpe militar de 1966, no sólo destituyó al Presidente Illia, sino también a todas las demás autoridades provinciales y municipales, lo mismo que a los miembros de la Corte Suprema. Todos los partidos políticos fueron disueltos. La Constitución Nacional quedaba subordinada a un “Estatuto de la Revolución Argentina.” A diferencia de los golpes de estados anteriores que sólo pretendían cambiar el gobierno, ahora el objetivo era cambiar profundamente todas las estructuras del país.
El gobierno de Onganía fue dictatorial en lo político y liberal en lo económico. En lo político, la idea era lograr el “orden” que eliminara lo que denominaban “peligrosa infiltración marxista” y les permitiera aplicar un plan económico neoliberal resistido por los trabajadores.
La reacción a esas políticas no se hizo esperar, obreros y estudiantes las resistieron, protestaron, reclamaron cada vez más y con más fuerza. Al calor de las luchas fue surgiendo un sindicalismo combativo que en 1968 se nuclea alrededor de Ongaro en la CGT de los Argentinos.
El punto más álgido de estas protestas fue el Cordobazo. La política, prohibida por decreto, reaparecía a pedradas y tiros, mutada en otras formas de politización y organización. Es en ese contexto de luchas, represión y muertes, en el que nacen y se desarrollan las organizaciones político - militares. Las cárceles se poblaron de militantes sociales, estudiantiles y trabajadores, muchos ya comprometidos con la lucha armada, la creciente lucha popular acompañada de acciones armadas acorralaron a la dictadura.
Con el objetivo de continuar la lucha y golpear al gobierno, los principales referentes de las organizaciones armadas alojados en la Cárcel de Rawson planearon “la fuga”. Tarea que requería de la unidad conceptual del objetivo y la convicción que la única manera de éxito era la unidad.Logrado esto y con el respaldo de la población se comienza la planificación de la fuga de 130 detenidos políticos. El 15 de agosto de 1972, se toman los puestos de guardia y se comienza a liberar los pabellones, se llega a la sala de armas y la reserva militar, el penal estaba tomado según lo acordado entre Montoneros, FAR Y ERP. Había que llegar al aeropuerto y abordar el avión que esperaba y estaba en control de compañeros que eran parte del apoyo. Por un error de comunicación los camiones que debían transportarlos no llegaron y sólo el primer grupo logró escapar y llegar a Chile. Otros diecinueve militantes que no llegaron a tiempo para abordar el avión, se entregaron en el aeropuerto bajo la garantía del juez federal Godoy, en presencia de la prensa y del abogado Abel Amaya. El Capitán Sosa acuerda conducirlos nuevamente al penal. Pero una vez finalizados los acuerdos y entregadas las armas, los condujo a la Base Naval Almirante Zar, dónde en la madrugada del 22 fueron asesinados.
La masacre de Trelew conmovió profundamente a toda la sociedad argentina y tuvo profundas significaciones políticas sobre lo que pasaría pocos años después durante la dictadura del ‘76. Esos hechos, que terminaron con el fusilamiento de 16 presas y presos políticos y 3 sobrevivientes que luego serán asesinados, marca la génesis del terrorismo de Estado en Argentina.
Carlos Astudillo Ricardo Mena
Rubén Bonet Miguel Ángel Polti
Eduardo Capello Mariano Pujadas
Mario Delfino María Angélica Sabelli
Alberto del Rey Ana María de Santucho
Alfredo Kohon Humberto Suaréz
Clarisa Lea Place Humberto Toschi
Susana Lesgart Jorge Ulla
Alberto Camps –Asesinado en 1977. ´
María Antonia Berger –Secuestrada y desaparecida en 1979
Ricardo Haidar –secuestrado y desaparecido en 1982
En la actualidad, Fernando Vaca Narvaja, único sobreviviente de aquellos hechos, sostiene: “Cuando decidimos enfrentar los procesos militares o la misma fuga no nos pusimos a mirar cómo era la correlación de fuerza, siempre sostuvimos un principio de acción y la correlación se modifica en esa acción”.
La noche previa a la asunción del Presidente Cámpora, 25 de mayo de 1973, Francisco Paco Urondo entrevistó en la cárcel de Deboto a los tres sobrevivientes del fusilamiento.
Sus testimonios:
“El capitán Sosa ordenó formar en el pasillo. Salimos todos los prisioneros y en completo silencio formamos dos filas, mirando hacia la salida, cada uno parado al lado de la puerta de su celda. En el extremo abierto del pasillo, había dos o tres suboficiales armados con metralletas PAM. Bravo y Sosa recorrieron las hileras hasta el final y volvieron. Hicieron ese recorrido profiriendo amenazas e insultos y diciendo cosas tales como 'Lo peor que podían haber hecho era meterse con la marina' y 'Ahora van a ver lo que es el terror antiguerrilla'. Nosotros permanecíamos en silencio. Nadie contestaba. Nadie se movía. Cuando Sosa y Bravo ya terminaban su recorrido, en forma completamente sorpresiva y sin que mediara el menor incidente, el menor movimiento, comenzó el tableteo de una ametralladora. Miré sobresaltado hacia el extremo abierto del pasillo y vi caer a Susana y Clarisa. "Giré rápidamente y me introduje en mi celda. Detrás mío lo hizo mi compañero. Allí nos quedamos Kohon y yo, durante un instante, parados, escuchando las ráfagas y sin atinar a hacer nada. Enfrente mío vi caídos a Bonet y a Toschi, alcanzados por los disparos cuando intentaban introducirse en su celda. Bonet se apoyaba en su codo derecho y me miraba en silencio, nadie atinaba a hablar. Sólo se oían los quejidos de dolor de los heridos. Inmediatamente Kohon y yo nos acostamos debajo de la loza de cemento que, empotrada en la pared, hacía las veces de única cama en la celda. Yo estaba contra la pared, y Kohon a mi izquierda, ambos boca abajo. Desde allí seguimos escuchando el ruido de las ráfagas, hasta que de pronto éstas se interrumpen.” (…)
Hubo un largo rato de silencio, luego nuevamente la voz de Bravo que en tono muy fuerte decía a alguien '¡Se quisieron fugar! ¡Pujadas quiso quitarle la pistola al capitán, intentó resistirse". "Minutos más tarde, alguien me tomó el pulso y comentó: 'Este tiene el pulso bastante bueno'. Poco después me colocaron sobre una camilla y me condujeron hasta el hospital de la base. AIlí me taparon la herida y me aplicaron un calmante. Pude ver a los otros heridos: Astudillo, Kohon, María Antonia, Polti y Camps.
(…) Cuando leo los diarios, me entero de la versión oficial dada por el almirante Hermes Quijada. Es completamente falsa. No hubo ninguna tentativa de fuga; es totalmente falso que Pujadas haya intentado arrebatar el arma a un oficial. Fue una masacre alevosa y premeditada contra diecinueve prisioneros desarmados.”
Ricardo Haidar.
“Ahí es cuando escucho que uno, pienso que era el petiso Ulla, por el lugar de la voz, decía “hijo de puta” (…) Después veo que llega uno vestido de azul (…) levanta la mano y me apunta con bastante cuidado; yo lo miro entre ojos, yo estoy tirada así sobre el hombro, y con cuidado me tira.
María Antonia Berger
(…) alguien dice dice: Este todavía vive inmediatamente después se escucha un tiro. Bueno, pocos momentos después (…) llega Bravo a nuestra celda y nos hace parar a Delfino y a mí (…) Nos pregunta si vamos a contestar el interrogatorio, le decimos que no, y ahí me tira, a mí primero, y cuando estoy cayendo escucho otro tiro y veo que cae Mario Delfino.” (…) Indudablemente la masacre fue planificada para que no quedara nadie. Ahí intervienen esos elementos que ellos no evaluaron bien, fundamentalmente supongo que la resistencia física nuestra. Al principio la falta de atención médica, todo buscaba que no hubiera sobrevivientes.”
Alberto Camps
Más información en: “La patria fusilada”. Entrevista de Paco Urondo en la cárcel de Devoto y “La pasión según Trelew” de Tomás Eloy Martínez
LA HORA DE LA JUSTICIA
En 2012 el Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenó a prisión perpetua a los ex marinos Luis Sosa, Emilio del Real y Carlos Marandino por el asesinato de 16 personas e intento de asesinato de otras tres. La justicia argentina considero que el 22 de agosto de 1972 da comienzo el Terrorismo de Estado en Argentina y condenó a los asesinos por « Crímenes contra la Humanidad ».
Guillermo Bravo, no pudo ser juzgado en Argentina por estar ausente del país. En 1973, fue enviado a Estados Unidos por la Armada como agregado militar en la Embajada Argentina. Luego de su retiro de la fuerza en 1979 permaneció en Estados Unidos y hoy es ciudadano de ese país.
El 22 de junio de 2022 se inició en Miami el Juicio Civil contra Roberto Guillermo Bravo por su culpabilidad en la Masacre de Trelew. Familiares de cuatro de las diecinueve víctimas demandaron a Bravo, basándose en la ley de protección de víctimas de tortura (TVPA) demandando rendición de cuentas y reparación.
El 30 de junio, fue condenado por la justicia norteamericana y deberá indemnizar a sus víctimas. Esta condena, abre la posibilidad de que Estados Unidos acepte la extradición para que sea sometido a un juicio penal en Argentina.
Tres meses después de la masacre, el 11 y 12 de noviembre se reunió en Santa Fe el Congreso de la Juventud Peronista que, previo a las elecciones, reivindico la libertad de presos y presas políticas mediante esta Lista de Electores 22 de Agost
Durante todo el mes de agosto de 2022 se realizaron en Trelew y Rawson actividades conmemorativas, a las que asistieron delegaciones provenientes de todo el país.
Organizado por la Comisión de Familiares de las víctimas de la masacre de Trelew, culminó con un gran acto popular en el viejo aeropuerto, hoy convertido en Centro Cultural de la Memoria
Conocemos ahora, a través de la Comisión Provincial de la Memoria de Buenos Aires, documentos desclasificados del Gobierno de los Estados Unidos. Un material de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA) sobre Argentina, fechado el 21 de mayo de 1983, da cuenta de la participación de agentes del Batallón 601 del Ejército en los asesinatos de Cambiaso y Pereyra Rossi: «Ambos arrestos fueron hechos por Personal del destacamento de Paraná del Batallón 601, actuando bajo las órdenes de la sede del Batallón 601 en Buenos Aires. Luego de que ambos fueron interrogados, el Batallón 601 solicitó a la Policía de la Provincia de Buenos Aires que montara la muerte de ambos en un falso incidente en la Provincia de Buenos Aires. Esto lo hizo la Policía de Buenos Aires según lo solicitado», dice el material desclasificado.
Se sabe hoy, por testimonios y desclasificación de documentos por el Archivo Provincial de la Memoria de Santa Fe, que la mayoría de los militantes que salieron de la cárcel fueron vigilados por Personal Civil de Inteligencia del Ejército (PCI). También los sectores que intentaban reagruparse fueron infiltrados, cuestión está que permaneció en los primeros años de la democracia. En el caso del «Viejo» Cambiaso, uno de los denunciados que aún permanece en libertad es César Luis Frilocchi, que se infiltró en la UNL, en el sindicato no docente APUL y en las agrupaciones en las que Osvaldo participaba.
El caso Cambiaso-Pereyra Rossi se sumó a una treintena de hechos intimidatorios que se registraron en los primeros meses de 1983, en perjuicio de militantes populares, magistrados, y hasta ex funcionarios del propio gobierno militar que se atrevieron a formular algunas críticas. Todo el arco político democrático responsabilizó al gobierno por el hecho y poco después, a instancias del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), abogados de diferentes corrientes políticas conformaron una Comisión Investigadora que se ocupó del caso.
El 30 de mayo de 1983, el juez federal de San Nicolás, Luis Hilario Milessi (ex miembro de las Fuerzas Armadas y padre de un médico policial de la zona de San Nicolás), caratuló la causa como «atentado y resistencia a la autoridad, abuso de armas, doble homicidio en riña y tenencia de arma», indagó a los tres policías (al mando de Luis Patti) acusados de los asesinatos y convalidó sus coartadas. El trabajo de la Comisión Investigadora logró que se realizaran autopsias, por lo que el juez provincial Juan Carlos Marchetti (imputado años después por supresión de identidad de Manuel Goncalvez, cuando era titular en 1977 del Juzgado de Menores de San Nicolás), a cargo del juzgado penal interviniente, dispuso la prisión preventiva de los tres agentes de la Bonaerense y caratuló las actuaciones como «homicidio calificado reiterado».
Por su parte, el juez penal provincial de Rosario Jorge Eldo Juárez, que investigaba la denuncia de los secuestros, remitió las actuaciones al doctor Marchetti pidiendo la unificación de las causas. Juárez fue amenazado de muerte en reiteradas oportunidades, lo mismo que varios militantes de derechos humanos. El 22 de septiembre de 1983 la dictadura presidida por Bignone promulgó la Ley 22.924, «Ley de Pacificación Nacional», conocida como Ley de Autoamnistía porque declaraba «extinguidas las acciones penales emergentes» por los delitos que se hubieren cometido durante la represión. El 4 de noviembre, la Cámara Segunda de Apelaciones de San Nicolás confirmó el sobreseimiento provisorio de los tres policías acusados, poniendo fin a los cinco meses que habían pasado en prisión.
Siguieron años de impunidad, de «obediencia debida y punto final», hasta que en 2005 se pudo iniciar una causa federal. Mientras tanto Luis Abelardo Patti, que tenía el apodo de «El Loco» durante la represión ilegal de la dictadura, se recicló en democracia fundando el Partido Unidad Federalista, con el cual fue intendente de Escobar entre 1995 y 2003, y candidato a gobernador de Buenos Aires en 1999 y 2003. Fue elegido diputado nacional en 2005, pero la Cámara de Diputados resolvió que no debía asumir y le privó de sus fueros parlamentarios en razón de las acusaciones que pesaban contra él por delitos de lesa humanidad.
La investigación: los responsables ocultos Víctor Hugo «Chuli» Rodríguez, jefe de la segunda sección del Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario, fue denunciado e imputado. A su retiro como coronel del Ejército fundó la Asociación Cultural Sanmartiniana con la que realizaba el «cruce de los Andes». El Concejo Municipal de Rosario, por unanimidad en 2011, revocó el decreto de «reconocimiento al mérito» que le había dado en 2003 por esa actividad. Otro acusado fue Edgardo «Gato» Andrada, ex arquero de Rosario Central, quien ingresó como espía al Destacamento de Inteligencia 121 de Rosario en 1981 y fue señalado por otro represor, el PCI Eduardo Constanzo, como uno de los miembros que participó del secuestro.
Aunque estaban imputados, el juez federal de San Nicolás Carlos Villafuerte Ruzo, dictó la falta de mérito a Víctor Hugo «Chuli» Rodríguez y también a Edgardo Andrada, quien murió en 2019. En 2018, la Cámara Federal de Rosario consideró que Rodríguez debía seguir procesado y en 2019, el fiscal federal de San Nicolás, Matías Di Lello, solicitó la elevación a juicio oral y público de esta causa sin que hasta el momento se expida el juez. La Cámara de Apelaciones de Rosario tiene aún pendiente aplicar la orden de detención, que está firme desde 2013. Los fiscales federales denunciaron el despliegue de una «ingeniería recursiva» por parte del juez Villafuerte Ruzo para desvincularlo.
Las condenas: El 4 de mayo de 2016 el Tribunal Oral Federal 2 de Rosario impuso condenas al ex comisario Luis Patti, los ex militares Pascual Oscar Guerrieri y Luis Muñoz (ex jefe y subjefe del Destacamento de Inteligencia 121), y al policía retirado Juan Spataro. Condenas ratificadas por la Sala I de la Cámara Federal de Casación Penal.
Hay que tener presente que el exilio como elección voluntaria o exigida ha sido una constante de quienes se encontraron en posición desfavorable ante los poderosos. En toda la historia han existido quienes han padecido momentos de incertidumbre o persecución en sus vidas, pero particularmente en Argentina esto se vivió desde 1955, cuando producto de la “revolución fusiladora” fueron empùjados al exilio los dirigentes perseguidos. En 1966, durante la “revolución argentina”, se produjo el ataque a las universidades conocido como “la noche de los bastones largos” que extiende la persecución a los estamentos universitarios provocando la salida al exterior de profesores y científicos, muchos de ellos conocidos después por sus lauros y prestigio obtenidos fuera del país. Desde 1976, lo que antes había sido numeroso pasó a ser masivo.
Si bien el golpe militar marcó un punto de inflexión en la salida de argentinos hacia el exilio, luego de la renuncia de Cámpora (13 de julio de 1973) y especialmente después de la muerte del general Perón (1 de julio de 1974), el clima de intolerancia ideológica y la violencia política desatada por las bandas de paramilitares –entre las que sobresalía la llamada Alianza Anticomunista Argentina– habían incidido en la aceleración y resignificación del drenaje de población hacia el exterior.
La práctica terrorista de las AAA contra el peronismo de izquierda y la izquierda marxista provocó el alejamiento forzoso de líderes sindicales, periodistas, intelectuales, escritores, artistas, políticos y hasta deportistas.
Cuando tras la muerte de Perón, Montoneros decidió volver a la clandestinidad, todos aquellos que habían sido periferia de la organización y estaban en las bases de sus frentes de masas (Juventud Peronista, Juventud Trabajadora Peronista, Juventud Universitaria Peronista, Unión de Estudiantes Secundarios, etc.) se convirtieron en blancos fáciles de las AAA.
Hubo exilios de la represión física y de la exclusión laboral. Hubo exilios del miedo y del ahogo. Hubo exilios de la militancia armada y no armada; del protagonista y de su familia, sus compañeros de militancia y su entorno laboral.
Como afirmaba un exiliado en Cataluña: entre los que abandonaron el país en los años previos al golpe militar y el período inmediatamente posterior figuraban represaliados directos, huidos del miedo a la represión y los que salieron porque querían evitar la arbitrariedad y la falta de libertades.
Para muchos argentinos, su exilio fue el epílogo de otras modalidades represivas. Secuestros, detenciones clandestinas, tortura y, en ocasiones, inexplicables liberaciones culminaban en destierro, sea por «recomendación» explícita de los perpetradores, o por temor a que una nueva «desaparición» no tuviera un final tan favorable.
Para Valentín Baremblit, su exilio fue consecuencia de una triple violencia: física (tortura), material (pérdida del trabajo) y simbólica (amenazas, miedo).
Sin embargo, el horror inconmensurable de la figura del «desaparecido» relativizaba el propio sufrimiento y, entonces, la posibilidad de contarlo sin generar incomprensión quedó limitada a que las otras víctimas (presos políticos, familiares de muertos o desaparecidos, exiliados internos) lucharan por imponer una política de memoria que indicara al exilio como una práctica represiva más del Estado Terrorista. Si bien en la coyuntura del desexilio, los organismos de Derechos Humanos propiciaron esta lectura, el dolor, las cuentas pendientes, las rivalidades personales y profesionales, el egoísmo, el sentimiento de culpa y la vergüenza de unos y otros no consiguieron romper con la fácil tendencia a crear escalafones entre los derrotados.
LA PROVINCIA FLOTANTE. HISTORIA DEL EXILIO ARGENTINO EN CATALUÑA- (1976-2006)
Silvina Inés JENSEN - Suspendidos de la Historia/Exiliados de la Memoria
Los exiliados
Persiguen por las calles
sombras antiguas
retratos de muertos
voces balbuceadas
hasta que alguien les dice
que las sombras
los pasos las voces
son un truco del inconsciente
Entonces dudan
miran con incertidumbre
y de pronto
echan a correr
detrás de un rostro
que les recuerda otro antiguo.
No es diferente
el origen de los fantasmas.
Los exiliados II
Hablamos lenguas que no son las nuestras
andamos sin pasaporte ni documento de identidad
escribimos cartas desesperadas
que no enviamos
somos intrusos numerosos desgraciados
sobrevivientes
supervivientes
y a veces eso
nos hace sentir culpables.
Cristina Peri Rossi (Montevideo, Uruguay, 12 de noviembre de 1941)
Bajo la lluvia ajena
No debiera arrancarse a la gente de su tierra o país,
no a la fuerza.
La gente queda dolorida, la tierra queda dolorida.
Nacemos y nos cortan el cordón umbilical. Nos destierran
y nadie nos corta la memoria, la lengua, las calores. Tenemos que
aprender a vivir como el clavel del aire, propiamente del aire.
Soy una planta monstruosa. Mis raíces están a miles de
kilómetros de mí y no nos ata un tallo, nos separan dos mares
y un océano. El sol me mira cuando ellas respiran en la noche,
duelen de noche bajo el sol.
Juan Gelman - Roma, 14 de mayo 1980.
Apuntes críticos
El insilio o exilio interno constituye una experiencia colectiva que por su propia naturaleza ha quedado profundamente invisibilizada, negada hasta en su nominación e incluso ha supuesto ciertas suspicacias o sospechas, y sólo muy recientemente es abordada desde la historia. El silencio autoimpuesto, la imposibilidad de una organización colectiva sostenida en base a la denuncia, la reinscripción en redes familiares que oficiaron como refugio y a la vez lxs insertaron en lógicas normalizadoras, son algunas de las características que explican por qué se trata de una experiencia difícil de asir y mucho más difícil de cuantificar.
Esta invisibilización, el silencio, diferencia con la experiencia del exilio en el exterior, que justamente consigue cohesión e identidad en el enfrentamiento a la dictadura, en la denuncia y en la actividad política; en la solidaridad y en la proyección internacional, con la diferencia que como no hubo una “salida” del país tampoco hubo un “retorno”, de manera que su movilidad forzada quedó invisibilizada para otrxs y para ellxs mismxs.
Como en el caso de los exilios, estos desplazamientos internos también generaron desarraigo, pérdida de lazos afectivos y de grupos de pertenencia, ajenidad y extrañamiento frente a la nueva comunidad y nostalgia respecto al lugar de origen (Basualdo, 2006).
No sabemos cuántxs han sido las personas que en Argentina estuvieron en esa condición. No sabemos si alguna vez se han pensado como insiliadxs, ni qué reflexiones hicieron al respecto.
En esta trayectoria vital encontramos varios aspectos que condensan una experiencia colectiva. La primera y evidente es la múltiple movilidad territorial, siempre con el miedo de ser atrapado, por eso el documento falso y la búsqueda de lugares que diesen seguridad. La segunda es el empobrecimiento, ya que los trabajos formales estaban vedados por las listas negras que confeccionaban los servicios de inteligencia de las fuerzas militares y que eran compartidas por todo el país. Ello generaba una preocupación extra en los varones, para quienes los valores culturales tradicionalmente indicaban que debían ser los proveedores del hogar; el empobrecimiento estructural golpeó mucho más fuerte a lxs que ya eran humildes, en tanto no había vínculos sociales que sostuvieran materialmente la falta de trabajo y la imposibilidad de buscar uno nuevo. La tercera idea que surge de su vida, es que el proceso insiliar implicó silenciar quiénes eran, no sólo por ocultar su verdadero nombre sino sobre todo por no poder decir qué pensaban, qué creían que era justo e injusto, qué visión de mundo tenían. Tenían que simular ser otras personas, no demostrar interés por lo que les interesaba, hablar de temas “apolíticos” como el fútbol.
(…)
Es decir, vivieron la mudanza de su mundo social, fueron obligados a transformar su identidad (tanto su identidad real en muchos casos, como su identidad política en casi todos), pero todas esas transiciones no debían notarse para otrxs, porque en esa diferencia residía el “peligro”, la “amenaza” que la dictadura pretendía combatir. Aquella culpa sobre la conservación de la vida propia fue acompañada del terror. Un miedo extremo que tuvo temporalidades muy largas y formas muy extrañas de manifestarse. (Páginas- Revista de la Escuela de Historia de la UNR -Dossier Nº 38)
La dictadura cívico-militar-empresarial-eclesiástica ha dejado marcas muy profundas en nuestro pueblo. Existe una franja muy amplia de la población que ha tenido un familiar, amigo, vecino, conocido que ha sufrido la represión en primera persona; esto en aquellos momentos les generó miedo e inseguridad, por el simple hecho de tener alguna relación. Esto obligaba a tener una posición apolítica frente a terceros que pudieran comentar esta situación en algún lugar inconveniente, que terminaría comprometiendo su seguridad.
También se debe tener en cuenta que para las personas mayores existía y muy presente el “qué dirán”, un hijo u otro familiar caído o apresado se consideraba una vergüenza. Lo mismo ocurría en el ámbito laboral donde lo primordial era sostener el trabajo, se repetían los mismos cuidados, desconocer determinados temas y personas, claro está que se desconfiaba de otros empleados con marcada actitud “oreja”, genuflexa, hacia patrón o jefe.
Ni hablar de encontrarse frente a un control policial o militar, la negación debía ser absoluta y convincente ante las preguntas de rigor, lo que no eximía de quedar largo rato contra una pared apuntado con un arma, hasta que alguien decidía si dejaban continuar el camino “continuar… circule… no se detenga… no se voltee…” o lo tan temido de ser derivado a algún lugar para la famosa “averiguación de antecedentes”.
La persona identificada como militante político era caratulado de “quilombero” o “tirabomba”, eso aparejaba su separación social al punto de retirar el saludo o esquivar el contacto fortuito dando vuelta la cara o cruzar de vereda, automáticamente pasaba a ser no invitado a compartir reuniones, quedaba aislado de su antiguo círculo social. Tener una opinión política significaba que “estaba en algo raro”, suficiente para tener el mote de “peligroso”, estas actitudes prendieron en gran parte de la gente.
Desde el comienzo del golpe se empezó a debilitar el apoyo con que contaban los militantes políticos, tanto de lugares donde permanecer por cuestión de seguridad, como para guardar material literario, etc., se empezaron a cerrar las puertas de allegados a las agrupaciones, conocidos, amigos y de algunos familiares, se empezaba a conocer lo que se venía y el miedo logró su cometido, aislar a quienes corrían con el riesgo de ser apresados. Debían evitar los lugares comunes donde podían ser reconocidos, cambiar drásticamente las costumbres y actividades, tratar de conseguir ocupación que los alejara de los lugares que frecuentaban. Se conocían las “botoneadas” de grupos de derecha que colaboraban con la represión, como así también las delaciones de compañeros que tras su caída eran sometidos a torturas, estos eran sacados a la calle a reconocer e identificar a otros militantes. Encontrarse con alguien que no había caído requería de un conocimiento previo, que garantizara seguridad para tener una leve conversación, y la pregunta era “qué haces acá…???”. Además las casas donde vivían compañeros comenzaron a ser peligrosas y poco seguras, se debían evitar, luego perder el contacto orgánico con otros compañeros acarreaba la sensación de desamparo. Se debían arreglar de la mejor manera posible ya que las citas comenzaron a ser de sumo riesgo.
Había un descreimiento de la dureza con que actuaban los militares, obviamente que ese accionar estaba cubierto y amparado por los medios de comunicación, dar a conocer o desmentir lo que los medios publicaban, era difícil tarea que siempre terminaba con el famoso latiguillo instalado “por algo será” o “algo habrán hecho”, que disculpaba la no reacción.
La vida continuaba, se trabajaba, se estudiaba, el fútbol y la televisión continuaban y como un gran chupete contenía el no pensar en la difícil situación económica y social que sofocaba a las clases populares, en este contexto se sobrevivía y se resistía. Con el tiempo y los errores que fueron cometiendo los dictadores, se hizo visible la lucha de las Madres, también la de algunos dirigentes que comenzaron a levantar la voz exigiendo algo muy básico “paz, pan y trabajo”, consigna que fue prendiendo y convirtiéndose en lucha.
Todas las mañanas compartíamos el café y las medialunas en la cantina del Colegio Simón de Iriondo de Santa Fe, charlábamos de todo, los hijos, los nietos, las parejas, los alumnos, las clases, los programas de trabajo, la próxima reunión y etcéteras varios. Parecía que sabíamos todo lo importante de nuestras vidas… pero había cosas de las que no se habla… de las que quizás aparecía un rumor… pero mejor no, mejor no escuchar, no saber… escuchar y callar… escuchar que Chiche, que se fue a Europa, volviera indignada por “lo que andan diciendo allá… ¡que acá hay desaparecidos, campos de concentración, torturas! ¡¡¡Calumnias!!!! ”.
Callar y por dentro la angustia, vergüenza propia y ajena, el miedo. En ese callar también estaban los viajes a Coronda, la visita y mi nena de tres años viendo a su papá a través de un vidrio. En ese callar estuvo la sorpresa. Frente a la cárcel corondina, un bar con pinta de bolichón de pueblo donde nos juntábamos los familiares esperando nuestro turno, de pronto entre la multitud, los ojos claros, la dulce sonrisa y la expresión de asombro:” ¿Vos qué hacés acá?”; Chichita, la profesora de música, esa señora con la que compartía la mesa de los recreos tenía allí a uno de sus hijos. A partir de ese momento, nos cruzábamos en los pasillos y murmurábamos: “Tenés noticias? Está atenta, parece que los trasladan, los traslados son peligrosos?”. En el Colegio (creo) nunca se supo. Recién hace unos pocos años lo comenté con algunas de mis antiguas compañeras de trabajo.
Año 1978, primer grado de la escuela Belgrano, una escuela del barrio sur santafesino a la que asistían chicos hijos de la clase media, la maestra desarrollaba uno de los temas del programa escolar: El trabajo. Comienza la clase charlando con los pequeños de 6 años acerca del trabajo de sus padres. Mi papá es médico, el mío empleado público, mi mamá es maestra, un niño, R… levanta la mano: “Mi papá trabaja de preso, porque piensa” “El mío también”, dice mi niña. No sé o no recuerdo cómo hizo la maestra para salir del trance. Al día siguiente nos conocimos las madres que fuimos convocadas para charlar del tema.
Ser docente en dictadura es una profesión de riesgo, ser profesor/a de Historia más. Una palabra de más o mal interpretada podía dar lugar a una denuncia por adoctrinamiento. Recuerdo una reunión en la que tratábamos la selección de contenidos de nuestra asignatura con Ruth Niklison, entonces nuestra Vice Rectora. Ruth era una excelente profesora de Historia muy amada y admirada por sus alumnos. La dictadura la había cesanteado en sus cátedras universitarias y le había quitado a su querida sobrina Alejandra asesinada en Tucumán. Nunca voy a olvidar sus palabras en aquella reunión: “Chicas, cuídense no se arriesguen con Historia Argentina. Enseñen a pensar en primer año dando Oriente, Grecia y Roma, después los chicos se van a avivar solos”. Es que si hablabas del peronismo, por ejemplo, y no lo condenabas... podía ser sospechoso.
Enseñar a pensar, maravillosa forma de resistencia.
Otoño de 1977, una siesta soleada frente a la cárcel corondina, dos señoras cercanas a los 50 años, esperan y conversan sentadas en el suelo al borde de la cuneta. Distraída, aguardo mi turno sin prestar demasiada atención al entorno hasta que una dice: “puede ser que estén aquí” entonces, me sobresalto y escucho: “ya estuve en Resistencia, en Sierra Chica, en…. Y en…. Y nada…ojalá esté acá, la semana que viene es su cumpleaños”. “Yo hice el mismo recorrido, pero también fui al sur”. Responde su compañera. Me estremecí, era la confirmación de que eso que se rumoreaba, que parecía increíble, lo que no podía ser posible, LO ERA: ¡¡Había desaparecidos!!
En los tiempos de Trelew, cuando la dictadura de Lanusse estaba en repliegue ya comenzaba a aplicar los métodos que luego serían un plan sistemático. Ángel Enrique «Tacuarita» Brandazza nació en Blaquier (BsAs) el 22 de mayo de 1949, fue un militante social argentino cuya desaparición y asesinato es el caso más antiguo recogido por la CoNaDeP (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas).
Tacuarita pasó sus primeros años de juventud en Venado Tuerto, donde integró un grupo católico en su parroquia. Al terminar de cursar la escuela secundaria en el tradicional Colegio Sagrado Corazón se trasladó a Rosario para estudiar Ciencias Económicas, donde comenzó a militar en la Unión de Estudiantes del Litoral, una agrupación universitaria peronista, que integraba la Unión Nacional de Estudiantes. Tacuarita era reconocido entre sus pares de militancia, por su fuerte trabajo solidario en los barrios marginales de Rosario, donde militó en el Peronismo de Base. Fue secuestrado por un comando del SAR (Sub-Área de Rosario, un organismo dependiente del Segundo Cuerpo del Ejército), el 26 de noviembre de 1972, mientras esperaba el colectivo en la esquina rosarina de Saavedra y San Nicolás. Salía de atender un cliente del estudio contable donde trabajaba y se dirigía al departamento de pasillo que compartía con su hermano Rubén Brandazza y con Abel Boullosa (estudiante de medicina) en Pueyrredón 1213.
Luego fue llevado, según testimonios, a un campo de la localidad de Casilda donde fue torturado. De regreso a Rosario logró abrir el baúl del Chevrolet 400 celeste en el cual lo trasladaban y cuando el auto se detuvo en el semáforo de Av. Oroño y Córdoba escapó gritando su nombre, siendo atrapado rápidamente por quienes viajaban en un Falcón detrás del anterior. Este episodio fue presenciado por el playero de la estación de servicio Shell y por empleados de Gas del Estado y relatado en un pequeño recuadro el diario La Capital del día posterior con el título: «episodio poco claro» y cerraba diciendo: «en esferas policiales, tanto provincial como federal se manifestó desconocer el episodio». Una hora más tarde, cinco funcionarios militares y policiales, sin orden judicial allanaron el domicilio en el cual vivía Tacuarita, deteniendo a su hermano Rubén, a su novia María Cristina Medina, a su amigo Abel Boullosa y a su madre Lorenza de Brandazza, que se hallaba de visita en el lugar.
En dicho allanamiento se apropiaron de una suma de dinero que se hallaba dentro de una Biblia y de otras pertenencias, además, de supuestas evidencias subversivas. Según el médico Miguel Ángel Hadad, Brandazza falleció allí a raíz de las torturas el 29 de noviembre de 1972, al día siguiente de su secuestro. Dos policías rosarinos señalaron como el responsable de las torturas hasta la muerte de Brandazza, a Luis Alberto Sarmiento (coronel de Inteligencia del Ejército).
El 25 de mayo de 1973 asumió, como presidente de la Nación, Héctor Cámpora, y como gobernador de Santa Fe, Carlos Sylvestre Begnis. Como el caso había trascendido, se decidió conformar la Comisión Bicameral Investigadora de Apremios Ilegales y Tortura de la Provincia de Santa Fe, integrada por diputados y senadores, que descubrió cómo lo secuestraron y quiénes eran los involucrados. A pedido del Ejército, el presidente Juan Domingo Perón dispuso que el caso fuera juzgado por un instructor militar y designó para ello al general retirado Carlos Alberto Caro.
Luego con la generalización de los secuestros, las torturas y los asesinatos, el expediente quedó en el olvido. El grupo del SAR acusado de participar en el secuestro tortura y asesinato de Brandaza estaba compuesto por personal de la policía federal y provincial y miembros del ejército entre lo que figuraban: el ordenanza de la policía Gregorio Prieto, el agente de la policía provincial Ángel Jesús Farías, el coronel Villanova, el comandante de gendarmería Agustín Feced (4 años después jefe de la represión en Rosario), el general Leandro Anaya, el general Carranza Zavalía y el coronel Sarmiento, quien era sindicado como experto torturador y terminó como jefe de inteligencia militar en Misiones.
El 16 de setiembre de 1955 caía el peronismo por causa de un golpe de Estado a manos los militares argentinos. La llamada «Revolución libertadora» asumió el poder y desató una fuerte persecución contra el peronismo y sus aliados: la CGT (Confederación General del Trabajo), las distintas organizaciones sociales, los trabajadores en general. Su política fue la prohibición de los partidos políticos, en especial el peronismo, la intervención de la CGT y todo lo que fueran organizaciones del pueblo humilde y trabajador.
Todos aquellos que luego militamos en la juventud de dicho partido éramos muy pequeños (yo tenía 9 años), por lo tanto no sabíamos muy bien de qué se trataba. En los hogares peronistas se hablaba en voz baja de la política que había regido los destinos de los argentinos durante una década. La prohibición era absoluta, hasta los nombres de Perón o Evita estaban vedados. Recuerdo que mi padre hablaba de las bondades de la política económica del peronismo que le habían permitido comprar un pequeño campo en las cercanías de Ceres, doscientas hectáreas, con préstamos a largo plazo y a intereses de fomento.
Los que pertenecemos a aquella generación (la generación de la bidú-cola), crecimos entre golpes de Estado y lapsos de gobiernos constitucionales pero elegidos con prescripciones políticas, concretamente la prohibición del peronismo, lo que los historiadores denominan la democracia condicionada. Si bien es cierto que nosotros, los jóvenes de aquella época, vivimos nuestra adolescencia y la primera juventud con la inocencia y la alegría despreocupada característica de la etapa, fue formándose en el subconsciente colectivo la idea de que la democracia no era una alternativa política que sirviera como herramienta útil para restituir a un gobierno que surgiera del mandato del pueblo.
La sucesión de gobiernos surgidos de golpes de estado militares o de elecciones condicionadas, no eran un buen ejemplo para modelar en nuestras mentes la idea de que un gobierno nacional y popular fuera sustentado por la democracia. También, aquellos que hemos leído la historia de nuestro país (y que la vivimos), sabemos que el líder indiscutido de la política argentina era el General Perón. El socialismo era el paradigma en el cual nos mirábamos y soñábamos los jóvenes. Con esta premisa surgieron los movimientos políticos juveniles, en centenares de organizaciones, entre ellos la Juventud Peronista.
Nuestra lucha comenzó a principio de la década del setenta con una premisa plasmada en un eslogan «Luche y vuelve». En Ceres, un grupo de jóvenes de raigambre peronista, o no tanto ya que algunos pertenecían a otras corrientes ideológicas, comenzamos a organizarnos en torno de esta consigna.
Tras algunas reuniones, un grupo de jóvenes ceresinos decidimos pasar a la acción en la campaña del «Luche y vuelve». En los primeros días del mes de julio de 1972, una noche muy fría de ese invierno, salimos a pintar consignas sobre el regreso de Perón: «Luche y vuelve», «Perón vuelve si se le cantan las pelotas» (en alusión a una provocación lanzada por el presidente de facto de aquel entonces, General Lanusse, que había dicho que Perón no iba a regresar al país). Munidos de aerosoles con pintura negra y azul, pasada la medianoche realizamos la tarea con mucha precaución y vigilando nuestro entorno ya que las actividades políticas estaban rigurosamente censuradas. Así nació muestra juventud peronista de Ceres.
Junto a un numeroso grupo de jóvenes iniciamos la Juventud Peronista de la ciudad de Ceres. Las primeras reuniones las realizamos en la casa de Carlos Alberto «Cabeto» Masento, para luego trasladarnos al antiguo liceo de la juventud en la antigua parroquia de Ceres (la iglesia vieja). Desde allí desarrollamos nuestra militancia política que tenía como meta restablecer al peronismo en el poder político de la patria. Isidro “Chiro” Paulón – en Historias de Vida – Tomo II - 2010
Más de 10.000 presos y presas polìticas poblaron las cárceles argentinas entre 1974 y 1983, como antes lo fueron entre 1968 y 1973, y antes entre 1959 y 1962, y antes entre 1955 y 1958, y así … la lucha popular siempre tuvo destino en las cárceles.
Son parte de la historia de vida y militancia del pueblo argentino.
ESTAS LÍNEAS SON PARA TODxS
No nombraré a ninguno porque estas líneas son para todos. Algunos ya no están porque murieron en estos últimos años, y otros murieron en prisión, fusilados por la represión o por la pena.
Voy a recordar a los presos políticos de la dictadura militar.
Eran más de diez mil personas que habían sido detenidas antes del nefasto 24 de marzo, luego ya no hubo presos políticos, solamente desaparecidos.
En esas cárceles convivieron durante nueve, diez, doce años, muchachos de veinte años, pocos más o menos, con hombres de cincuenta, a veces de sesenta, por los que los más jóvenes sentían devoción y respeto ya que venían de otras luchas, sobrevivientes de un país asolado por las dictaduras.
Ellos habían peleado contra la de Lanusse, y algunos contra la de Onganía, y contaban experiencias que los más jóvenes escuchaban con avidez, curiosidad e impaciencia.
No nombraré a ninguno porque fueron todos, los que hora tras hora, día tras día, año tras año, resistieron en conjunto la política de exterminio que se instrumentó para destruirlos. Los que inventaron un código para comunicarse en el silencio, los que violaron todas y cada una de las consignas y prohibiciones que los guardianes imponían a diario. Los que con valentía, ingenio y audacia inventaron las trampas necesarias para sobrevivir sin bajar sus convicciones.
Los que no firmaron ninguna nota de arrepentimiento, pese a las represalias.
Los que en la oscuridad de los calabozos de Rawson fueron golpeados hasta desmayarse y reanimados con agua helada en madrugadas con quince grados bajo cero, para luego dejarlos desnudos y repetir la historia al otro día, y al otro, y al otro.
Los que denunciaron sus torturas a monseñor Tortolo, en la cárcel de La Plata, y escucharon como respuesta que “Videla es oro en polvo” de los labios del monseñor. Los que escribieron minúsculas notas en finísimo papel de cigarrillos para comunicar al exterior lo que sucedía tras los muros.
Los que en días de hambre compartieron la poquísima comida.
Los que golpearon los jarros de metal contra las rejas festejando el triunfo de la revolución sandinista en Nicaragua, en julio del ‘79, pese a los golpes y los gritos de los guardianes, que trataban de impedirlo.
Los que lloraron la muerte de John Lennon, en diciembre del ochenta, porque junto a él imaginaron que no eran los únicos soñadores.
Los que en la cárcel de Magdalena conocieron en persona la ferocidad del general Bussi, antes de que fuera el célebre carnicero de Tucumán.
Los que fueron rehenes en Córdoba durante el Mundial bajo amenaza de fusilamiento, mientras los genocidas se abrazaban con Menotti.
Los que fueron sacados del pabellón de la muerte en la cárcel de La Plata, y sabiendo que iban a ser fusilados, se despedían de sus compañeros gritando sus consignas.
Los que sobrevivieron en ese pabellón y denunciaron lo que estaba pasando, con riesgo de sus propias vidas.
Los que en el patio de la cárcel de Córdoba vieron estaquear y morir compañeros y no bajaron la mirada, como querían los guardianes para humillarlos.
Las mujeres presas en la cárcel de Devoto, que durante años resistieron las requisas vejatorias. Esas mismas mujeres que, enteras y dignas, ya libres, escribieron un libro imprescindible: "Nosotras, presas políticas".
Los que en la cárcel de Caseros vivieron hacinados en celdas miserables, sin saber cuándo era de noche o cuándo de día.
Los que no perdieron el humor, sobre todo el humor negro, y se rieron de sus propias desgracias.
Los que en julio del ‘83, en la cárcel de Rawson, con más coraje que inteligencia, decidieron acompañar el ayuno que Pérez Esquivel realizaba en Buenos Aires, sin que nadie, pero nadie se enterara de lo que estaban haciendo. Y lo continuaron diez días más que él porque, debido al aislamiento al que estaban sometidos, no supieron que el Premio Nobel ya lo había levantado al conseguir sus objetivos.
Los que escribían poesías malas, pero fueron poetas.
Los que se sabían de memoria el Génesis o el Éxodo, porque la Biblia fue la única lectura permitida. Y a veces ni eso.
Los que cantaron, dibujaron, soñaron y actuaron, inventando la manera de esquivar la muerte o la locura.
Los que en todas las cárceles, en todas, sólo tuvieron durante años una pared blanca a dos metros de distancia como único horizonte.
Los que durante nueve, diez, doce años no hicieron el amor ni tomaron un vaso de vino o una taza de café.
Los que no vieron crecer a sus hijos.
Los que salieron con lo puesto y sin tener una casa a dónde ir o un trabajo para mantenerse.
Los que fueron recibidos con desconfianza, porque eran sobrevivientes.
Los que sentían toda la culpa del mundo por ese mismo motivo.
Para todos ellos, presos políticos de la dictadura, que hoy son testigos de los juicios a los genocidas, militantes en sus barrios, delegados en sus trabajos, funcionarios comprometidos y trabajadores de la política en su sentido más noble, cualquiera sea el lugar donde los haya llevado la vida. Para ellos, estas líneas de recuerdo y de homenaje".
HASTA LA VICTORIA SIEMPRE
LIBRES o MUERTOS
JAMÁS ESCLAVOS
Hugo Soriani
APRENDIZAJE.
En la cárcel aprendí a coser botones y armar cigarrillos,
A esperar la navidad frente a un cielo estrellado y unas rejas que parecían inmensas.
Aprendí a hacer piezas de ajedrez con migas de pan y a hablar con las manos.
A sobrevivir en un calabozo con cinco grados bajo cero y un ventilador para refrescarte.
Aprendí que el tiempo no sana las heridas, que los muertos y desaparecidos te recorren el alma y que manejar el dolor es una tarea infinita a lo largo del tiempo.
Y que existen quienes son capaces de dar la vida por los demás y que definitivamente, hay gente que no tiene precio, ni se la puede comprar.
Y los llamamos compañeros.
Carlos Borgna
“Escuchaba las voces de las compañeras cantando la canción de Marilina Ros. Todas me daban ánimo. Yo había roto bolsa el 6 de febrero de 1977 y salía del pabellón 49 donde estábamos las madres con nuestros hijos. Me llevaban al hospital. Nacía Valeria. Fue un hermoso momento, a pesar de la circunstancia. Solo seis meses podíamos tenerlos con nosotras. Por lo tanto, entre alegrías inolvidables y tristezas profundas, nos preparábamos para la separación. Grabar en nuestra mente cada gesto, cada etapa de su crecimiento hasta que un familiar se hiciera cargo de su crianza. Doble dolor ese día porque también nos despedíamos de las compañeras con las que habíamos compartido.”
Así rememora Alcira su estadía en el 49. Un montón de madres con sus hijos aisladas del conjunto de las presas. Transitando un momento feliz en medio de la orfandad y las ratas. De esta manera nacieron muchos de nuestros hijos.
Alba Argentina Acosta - “Miguita de Pan”
A lo largo de nuestra historia hubo mujeres que se destacaron, que excedieron largamente el papel que la sociedad permitía para ellas.
Aún hoy a pesar del paso del tiempo a esas mujeres se las sigue designando por el rol que cumplieron siguiendo a su pareja con un apellido sobreagregado y esto es tremendamente injusto, esas mujeres deben ser recordadas ellas mismas.
Pero si algo distinguió a la generación de los años 60 y 70 es la aparición de la mujer como protagonista de su propia historia dentro de esa historia
En este libro contamos las historias de 122 mujeres que dieron su vida por sus ideales, por ese empecinamiento que caracterizó a toda esa generación por hacer del mundo un lugar más justo, más igualitario, más libre, más alegre.
Y vale a aclarar que el hecho de ser mujer frente a un indigno, feroz y cobarde enemigo, constituía un plus en la detención, ya que el abuso sexual y la violación fueron una práctica permanente y generalizada del terrorismo de Estado, cómo lo atestiguan las innumerables denuncias llevada a cabo en los juicios contra los genocidas y que vale recordar en muchos casos no fueron tenidas en cuenta por la justicia hasta hace poco tiempo.
El caso más patente de esta aberración en el ámbito territorial que abarca nuestro trabajo, es el de Silvia Supo a quien violaron, embarazaron y abortaron el embarazo, que brindó un testimonio valiente ante los juicios y fue asesinada cobardemente sin que aún hayamos alcanzado la justicia necesaria.
Este reconocimiento es necesario porque el patriarcado machista estaba muy presente en aquellos años; sin embargo, Ellas supieron no solamente superarlo sino además estar a la par en la militancia, en la participación y la entrega.
La historia de sus actitudes muestra a las claras esa capacidad, nos habla de su heroísmo y de su aporte individual comprometido fehacientemente con lo colectivo, en la construcción del estar y ser junto a otres, asumieron responsabilidades y jefaturas.
Mostraron en la práctica, que es la fuente principal de todo conocimiento, su valioso aporte y el valor de ir juntos a la par y que el héroe es siempre colectivo, sin ningún tipo de distinciones.
Mónica Judith Almirón / María Cristina Alvira / Raquel Alvira /María Elena Amadío / Adriana Alicia Ángel / Clara Argento / Analía Arriola / Maria Rosa Baronio / María Catalina Benassi / Marta Benassi / Rosa Angela Benuzzi / Adriana Bianchi / María Luisa Bregant / Margarita del Carmen Breglia / Julia Soledad Buffa / María del Carmen Buhler / Alicia Raquel Burdisso / Graciela María Busaniche / Susana María Busaniche / Ema Cabral / Graciela Susana Capocetti / Raquel Noemí Cattaneo / Marisa Cavallini / Rosa Delicia Chaher / Magdalena María Luisa Colli / Silvia Coria / Edi Cravero / María Georgina Cubas / Elena De Leonardi / Mabel Teresita Demarchi / Laura Di Doménico / Elsa Díaz / Graciela Doldán / Georgina Droz / Graciela María Eier / Nilda Noemí Elías / Silvia Mónica Fabris / María Elena Fernández / Irma Ferreyra / Fredesvinda Ferro / María Fleitas / Catalina Fleming / Ana María Fonseca / Patricia Mabel Gaitán / Paula Lorenza Galarza / Laura Diana Gentile / Gladys Lucía Gómez / Ileana Esther Gómez / Claudia Nora Gonzalez / Adriana Isabel Haidar / Mirta Malena Haidar / Lilia Hernández / Stella Maris Hildbrandt / Gladis Hiriburu / Leticia María Jordán / Sonia Kindriasuk / Raquel Laluf / Alicia Adela López / Clara Josefina Lorenzo / Estela Guadalupe Maldonado / María Teresa Manzo / María Inés Marabotto / Cecilia Marfort / María Cristina Mattioli / Nora Luisa Maurer / Susana Medina / Nora Gladys Meurzet / Norma Ester Meurzet / Nilda Miguez / María Elena Miretti / María Molinas / María Emilia Monasterolo / María Inés Muchiutti / María Josefina Mujica / Liliana Nahs / Raquel Carolina Negro / María Alejandra Niklison / Rosa Ana Nusbaum / Iliana Obrutsky / Martiniana Olivera / Nélida Ortiz / Catalina Juliana Oviedo / Hilda Flora Palacios / Mirta Panzani / Celia Flora Pasatir / Martha Cecilia Paulone / Nilda Peters / Viviana Pineda / Yolanda Ponti / María Guadalupe Porporato / María Ester Quignard / Alicia Ramírez / María Esther Ravelo / María Matilde Reyna Lloveras / Graciela Rubio / Cristina Ruiz / María Isabel Salinas / Beatriz Susana Sanchez / Olga Teresa Sanchez / María Saur / Elsa Sedrán / Teresita Serra / Graciela Siryi / Susana Rosa Smiles /Mónica Somasco / Teresita Soria / Regina María Spoti / Clotilde Tossi / Susana Beatriz Trossero / Nilsa Urquía / Silvina Ofelia Urteaga / Norma Beatriz Valentinuzzi / María Dolores Vargas / Delia Susana Vera / Beatriz Verdura / Patricia Gabiela Villar / Zulema Williner / Silvia Wollert / Marta Zamaro / Ester Zanutigh / Blanca Zapata / Lidia Alicia Zunino
Durante el papado de Juan XXIII (1958 – 1963) se produce un movimiento renovador dentro de la iglesia católica destinado a acercar la institución a las necesidades de los pueblos. Esto se traduce en el Concilio Vaticano II (1962- 1965), del que participan más de 2.500 sacerdotes. Tras la muerte de Juan XXIII, el pontificado de Pablo VI continúa y profundiza la corriente que transformó (hasta cierto punto) a la institución. Temas que hoy parecen una antigüedad (como el uso del latín en las misas) son modificados. En realidad algunas prácticas que incorporaría el futuro MSTM, como el trabajo de los curas en barriadas pobres, tenían un antecedente en los curas obreros de Francia y Alemania en los años ’20 del siglo pasado.
En marzo de 1967 aparece la encíclica Populorum Progressio (Progreso de los pueblos) que incluye fuertes críticas al sistema capitalista y el reconocimiento de que la violencia institucionalizada inherente a los sistemas de opresión es la que provoca las respuestas violentas de “los de abajo”. En el mismo 1967 el obispo brasilero Helder Cámara reúne a 18 de sus pares tercermundistas para apoyar los principios de la encíclica. El documento surgido del encuentro acusa al “imperialismo del dinero” y los gobiernos que le sirven como opresores de los pobres.
El documento llega al obispo de Goya, Alberto Devoto y es traducido por los sacerdotes Miguel Ramondetti y Rodolfo Ricciardelli. Rápidamente el documento circuló y caló hondo en numerosos sacerdotes y algunos obispos. Cerca de 300 sacerdotes argentinos escriben a Helder Cámara adhiriendo. Entre ellos se encontraba un joven sacerdote llamado Carlos Mugica, que venía trabajando con miembros de la Juventud Estudiantil Católica (JEC) haciendo trabajos de campo en zonas marginales del llamado interior del país donde se manifestaba más crudamente la explotación. Por ejemplo: el norte de la provincia de Santa Fe.
En 1968 se realiza la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín. El incipiente MSTM envió a los obispos participantes un documento con 400 firmas argentinas y unas 500 de otros países latinoamericanos. El documento de Medellín ratificó y profundizó la línea marcada por la encíclica papal y cientos de sacerdotes comenzaron su trabajo concreto en barrios y sindicatos. El tercer encuentro del MSTM marca una fuerte tendencia de adhesión al peronismo. Fruto de esa tendencia es el libro del sacerdote mendocino Rolando Concatti “Nuestra opción por el peronismo” en el que, junto a otros sacerdotes como Mugica y Rubén Dri se afirma que “no basta ser peronista para ser revolucionario. Pero no se puede ser revolucionario y antiperonista”. Lógicamente no había posiciones férreamente unificadas en el MSTM. Los diferencias, nada menores, pasaban por la adhesión o no a una fuerza política concreta, a cuál de ellas, y si se legitimaba o no la violencia revolucionaria.
En 1971 aparece el libro “Teología de la liberación”, de Gustavo Gutiérrez Merino. Su línea confluye con la línea del MSTM y genera el rechazo de la mayor parte de las jerarquías eclesiásticas. Ya los curitas habían llegado demasiado lejos. Un comunicado del MSTM que abogaba por la socialización del poder económico, político y cultural y la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, fue declarado por la jerarquía como contrario a la doctrina eclesiástica.
El medio de comunicación de los curas tercermundistas era el “Boletín Enlace”, del que aparecieron 28 números entre 1968 y 1973. Los directores del Boletín fueron Alberto Carbone (Buenos Aires 1968-1970), Miguel Ramondetti (Goya, 1970-1973) y Osvaldo Catena (Santa Fe, 1973). Con la asunción del gobierno peronista se agudizaron las diferencias internas en el MSTM.
/ “Qué fue el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo” - Daniel Rafalovich
Los sacerdotes del Tercer Mundo de Santa Fe tuvieron importante participación en el movimiento nacional, siendo sede del Secretariado en su momento más importante, y también en los distintos espacios sociales de la ciudad y la región.
A lo largo de las historias de militantes en muchísimos casos se nota su influencia en la formación y en los inicios de las actividades sociales.
En los Barrios y parroquias: Luis Amézaga, Atilio Espinosa, Edelmiro Gasparotto, Hilmar Zanello, Edgardo Trucco, Hernán Emmert, Angel Colombo,más Catena, Silva y Büntig.
En la Cultura: Alberto Haquin (Movimiento de Juventudes y Núcleo Joven)
En la estructura de la Arquidiocesis: Carlos Aguirre (Estudios Teológico-filosóficos), Cirilo Zenclusen (Asesor de movimientos), René Trossero (Área vocacional); Vicarías: Eladio Giovanini (San Jorge), Celestino Bruno (San Justo)
En distintas localidades: Domingo Nardi (Coronda y Nelson), Miguel Angel Capeletti (Laguna Paiva), René Dutruel (San Agustín), Rene Grenon (M Escalada), Luis Massari (Barrancas), Severino Silvestri (Recreo), Carlos Tibaldo (San Justo), Juan José Botta (San Carlos Centro), Raúl Troncoso y Hugo Collosa (Rafaela), Elvio Mautino y Alcides Suppo (Tostado), Eladio Lovato (San Javier)
Diócesis de Reconquista: Héctor Beltrán, Fernando Maldonado y Jorge Mussin (La Gallareta), José Clavel y Francisco D’Alteroche (Paraje 29), Arturo Paoli y Esteban de Quirini (Fortín Olmos), Antonio Echave, Eligio Giacomozzi, Germán Godalli y Agustín Poier (las Toscas), Jeremías Masín, Enrique Nardelli, Mario Greca y Antonio Pergolesi (Vera), Ernesto Spontón (Romang), Martín Spontón, Luis Spontón y Ángel Tibaldo (Florencia), Armando Yacuzzi y Rafael Yacuzzi (Villa Ana)
El movimiento de compromiso con la realidad social y los sectores populares fue más allá del MSTM, hubo más curas que impulsaron pensamiento y prácticas transformadoras, como Atilio Rosso (Colegio Mayor y FIQ), Nicolás Mijalovich y Peralta Ramos (Inmaculada), entre otros.
Las monjas, siempre menos visibles, tuvieron igual actitud: vivieron en los barrios populares, despertaron el pensamiento crítico en las escuelas. Entre muchas podemos mencionar a Ethel Toledo en Barranquitas, Ángela en Villa del Parque, Zulema, Cecilia, Celia y Cleonidas en Alto Verde, Agustina en el Colegio N Sra de Guadalupe, Guillermina Hagen en el norte santafesino, las monjas de la escuela de Romang y otras que han quedado invisibilizadas, olvidadas hasta ahora en la historiografía. Como mencikona la historiadora Claudia Touris, autora del libro “La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina 1955-1976”:
“Un dato muy significativo fue para mí que en las entrevistas que realizaba a los curas tercermundistas siempre hablaban de alguna “monjita” o “hermanita” que trabajaba codo a codo con ellos pero casi nunca recordaban sus nombres. Entonces podemos cruzar esta invisibilización de las religiosas dentro de la Institución que las rezagaba doblemente por ser mujeres y por ser religiosas, de ahí que hablo de una doble invisibilización durante siglos de estas mujeres de vida consagrada. Y en este sentido los sacerdotes tercermundistas fueron muy clericales y paternalistas con relación a las religiosas.”
Alto, flaco, un tanto desgarbado, de hablar suave y lento como para dar lugar a la palabra del otro, Osvaldo Silva era un joven sacerdote cuando llegó al barrio Santa Rosa en la ciudad de Santa Fe en 1966. Eran tiempos de renovación eclesial y teológica propios del Concilio Vaticano II y el barrio uno de los más pobres y marginados de la ciudad. En aquella época los barrios del oeste, detrás de las vías del tren, esos que muestra Fernando Birri en “Tire Die”, agrupaban a familias que vivían en ranchos, sin agua, sin luz, sin escuelas ni dispensarios. Eran trabajadores que vivían de la “changa”, del empleo doméstico o el trabajo municipal, muchos de ellos analfabetos.
El cura Silva comenzó reuniendo en torno a la parroquia sobre todo a los jóvenes a quienes ayudaba a organizarse para buscar juntos la solución a los numerosos problemas. Impulsó junto con ellos la formación de la Vecinal para mejorar las calles y viviendas, el acceso al agua, y la lucha para interesar a las autoridades en la solución de esos y otros tantos problemas. Más tarde fue la cooperativa de viviendas 12 de octubre.
También era fuente de preocupación la construcción de la capilla y luego la de un edificio que albergara a la escuela primaria. Es que para superar el analfabetismo era necesario que los niños pudiesen tener una escuela cercana a sus casas. Así por impulso de Osvaldo surgieron la escuela primaria y luego la radial, donde fue maestra Nilda Elías de Silva. (Ver su historia en este capítulo). Posteriormente se formaron la Escuela de Oficios que lamentablemente ya no existe y la secundaria (de la cual fue su director hasta que lo cesantearon en 1976) que continúa dando a los jóvenes la oportunidad de completar su educación. Osvaldo formó parte del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo junto con otros sacerdotes de la ciudad, alguno de los cuales mencionamos en esta obra. Como tal fue detenido en setiembre de 1971 junto a 45 sacerdotes en Rosario "por promover desórdenes frente a la Catedral”, formó parte activa de los acontecimientos políticos y sociales de la época, así lo vemos participando en una huelga de hambre por la libertad de Hermes Manera, joven estudiante de derecho y dirigente sindical de los empleados públicos, participando de la marcha en apoyo a los pueblos del norte santafesino y apoyando la larga huelga de los municipales santafesinos.
Era "persona muy peligrosa y de acción" al decir de los informes de inteligencia de la SIDE; como cuando gestionó actuaciones gratuitas de Luis Landriscina, Julia Elena Dávalos, Hernán Figueroa Reyes (artistas de primer nivel en la TV) en la fiesta parroquial, para reivindicar socialmente a esa barriada ante la vista de la ciudad que la marginaba. O como cuando dos vecinos, dirigentes de la vecinal, cruzaban por la noche la plaza y fueron detenidos por la policía; corrió la voz, llamaron los vecinos, se levantaron y se concentraron más de 50 frente a la comisaría con un pizarrón de la escuela que llevó Osvaldo, donde escribieron "Libertad para ... y ... ". Llegaron patrulleros y hasta el jefe de policía, que ordenó liberarlos.
Cuando decidió renunciar a su condición sacerdotal debió abandonar Santa Rosa, pero su obra sigue en pie en numerosas instituciones barriales.
Andrea Raina en https://historiaobrera.cm.ar/efemerides/
𝗘𝗹 𝗠𝗮𝗻𝘇𝗮𝗻𝗮𝘇𝗼 fue la resistencia colectiva que trabajadorxs, estudiantes y vecinxs de la ciudad de Santa Fe lograron sostener frente a la represión policial de la protesta popular, mediante barricadas, piedras y manzanas provenientes de un tren de carga detenido por lxs manifestantes.
El 30 de junio de 1972, tras veinte días de una huelga decretada por la Asociación Sindical de Obreros y Empleados Municipales (ASOEM), se concretaba el paro general con movilización convocado por la CGT regional. La medida se transformaría en un repudió general contra la dictadura que hubo de amalgamar amplias solidaridades: la de los gremios que venían luchando por aumentos salariales; la de lxs estudiantes secundarixs que reclamaban el Medio Boleto Estudiantil; la de universitarixs movilizadxs, la de las organizaciones vecinales movilizadas contra la carestía de la vida.
El conflicto de lxs municipales venía de lejos. A comienzos de 1972, ASOEM había logrado la ansiada equiparación salarial con Rosario, pero la normativa habría de ser vetada por el gobernador Guillermo Rubén Sánchez Almeyra. Lxs trabajadorxs respondieron organizándose en asamblea permanente y mediante paros graduales que afectaban no sólo las tareas administrativas sino también la recolección de residuos, el servicio de limpieza, la inspección del tránsito y la actividad del frigorífico municipal, poniendo a la ciudad al borde de una crisis general y sanitaria.
La jornada de protesta del 30 de junio comenzó con un importante acatamiento al paro, tanto en el centro como en los barrios. Las columnas de manifestantes avanzaron sobre la Municipalidad desde distintos puntos de la ciudad. A su paso formaron barricadas, teniendo que enfrentarse a los primeros operativos policiales. Llegado el mediodía, ante la virulencia de los combates callejeros, el gobernador dio lugar a la actuación del ejército.
Por la tarde el foco de tensión se desvió al oeste, cuando un grupo de vecinxs del barrio Villa del Parque detuvo un tren de carga que transportaba frutas, cortó las calles con el fuego de los cajones, y resistió la represión policial y militar a manzanazos limpios. Piedras y miguelitos acompañaban el arsenal. Las fogatas sobre las vías de los convulsionados barrios de Villa del Parque y Santa Rosa de Lima obligaron al desvío de los trenes que debían entrar a la ciudad. Las ollas populares que las organizaciones vecinales habían montado durante las semanas previas en apoyo a lxs municipales se convirtieron en focos de resistencia a los gases lacrimógenos y a los disparos al aire de la policía y el ejército. Pese a todo, el saldo represivo sería moderado: 30 detenidxs y algunxs heridxs de poca gravedad.
El conflicto terminó tres días después con un beneficioso acuerdo: no se aplicaron sanciones administrativas al personal, el régimen salarial de la Municipalidad de Santa Fe se equiparó al de la administración provincial y se consiguió una bonificación compensatoria para todas las categorías de la administración local.
El Manzanazo forma parte de la memoria colectiva de la ciudad como un símbolo de la unidad en la lucha de trabajadorxs, vecinxs y estudiantes. Pasados 50 años, este azo de la memoria merece, sin dudas, su lugar en el panteón de los azos que hilvanan la historia de las luchas populares del período.
¿Qué fueron los CUT?
Los campamentos Universitarios de Trabajo fueron una experiencia vivida por jóvenes universitarios entre los años 1964 y 1972, impulsados por el Padre "Macuca" Llorens desde la Cooperativa del Barrio San Martín de Mendoza.
Sus objetivos fueron poner al universitario en contacto con la gente más marginada y oprimida de la sociedad, y en ese contacto se hiciera a través de compartir con ellos el trabajo. A esa experiencia Macuca la llamó “La Universidad del Dolor”.
A lo largo de nueve veranos, 1200 jóvenes de todo el país, se organizaban en grupos para ir a trabajar en distintos lugares y tipos de trabajos.
Los primeros campamentos compartieron el trabajo con los habitantes de barrios marginados organizados en cooperativas de ayuda mutua. Luego se abrió la experiencia a otros sectores: campesinos pobres, peones golondrinas, hacheros, desmontes, hornos de carbón, cosecha de algodón, comunidades aborígenes.
Para poder participar de los Campamentos Universitarios de Trabajo era necesario estar dispuesto a trabajar en las mismas actividades de los pobladores de la zona, con sus mismos métodos y durante las horas que ellos lo hicieran, y sobre todo era esencial participar con una profunda actitud de respeto hacia las personas, tanto de los pobladores como de los mismos campamenteros.
Un compromiso de dejar que el otro fuera y se desarrolle por sí mismo, no usar a los demás con ningún fin, trabajar sin segundas intenciones y ayudar a los otros en la búsqueda de una postura personal plenamente libre.
La actividad fundamental de esos días era el trabajo, siendo éste el aspecto central de la pedagogía del Campamento.
José María Llorens –popularmente conocido como “Macuca”- fue uno de los sacerdotes más queridos y respetados en el país. Era de la orden jesuita y concretó una de las obras más trascendentes de la tendencia conocida como "Opción por los pobres": la transformación de un basural en el Barrio San Martín. Se comprometió con el movimiento peronista y la lucha del pueblo por la liberación.
Fueron los jóvenes de los años '50, hijos de familias trabajadoras que accedieron a los derechos sociales del primer peronismo, y cuando empezaron su vida sindical atravesaron dictaduras y planes represivos.
Fueron los creadores de un nuevo sindicalismo, desde abajo, en resistencia, aprendiendo a moverse en la semi-legalidad, exponiéndose sin garantías si accedían a un cargo de responsabilidad, arriesgándose más si lo hacían ocultos.
Fueron un ejemplo para los que iban viniendo desde atrás, transmitieron su espíritu de lucha y su vida digna, sus enseñanzas y experiencia ayudaron a formar una nueva generación de militantes gremiales, y ellos siguieron: compromiso, trabajo y lucha siempre.
Sufrieron cárceles y persecución, allanamientos, amenazas, intervención de sus sindicatos (en Santa Fe: Asociación Tribunales, ASOEM, FATRE, UOM, SAT, ATSA, AATRA, UPCN, entre otros).
No los desaparecieron ni asesinaron, por eso no están sus historias en este libro, pero sus vidas y militancias hicieron historia en el pueblo santafesino.
Juan Carlos «Lito» SORBELLINI. Hijo de don José, albañil, fundador del Sindicato Obrero de la Construcción e integrante de la Federación Obrera Nacional de la Construcción, dirigente del Partido Comunista. Ingresa a la Droguería Dubar como peón, comienza a participar de las Asambleas y con 21 años es elegido Secretario Gremial. Con poco más de 25 años se convierte en Secretario General de A.T.S.A. (Asociación de Trabajadores de la Sanidad). En los años '60 fue uno de los fundadores de la CGT de los Argentinos (CGTA) local. Desde ese espacio, participa de numerosas luchas sociales y gremiales. Siempre solidario, colabora con la Marcha del Hambre de Villa Ocampo, donde acompaña a Raimundo Ongaro.
Junto con Agustín Tosco funda a comienzos de los '70 el Movimiento Nacional Intersindical, como alternativa a la conducción burocrática de la CGT oficialista, corriente sindical combativa y unitaria que reunía a federaciones, sindicatos, agrupaciones y militantes obreros opuestos a la orientación oficialista. Durante la dictadura 1976/83, el sindicato ATSA es intervenido en los primeros días y se impone un funcionario afín a la burocracia sindical. Sufrió varios intentos de secuestro, de los que pudo escapar gracias a la solidaridad de compañeros, vecinos y amigos.
Pedro BONGI. En el Sindicato Obrero de a Industria de la Madera, «el sindicato de la madera» para toda la militancia, fue militante, luchador y dirigente, que pagó con persecución y cárcel (fue uno de los 1100 presos políticos de Coronda en 1976) y participó en formación de agrupaciones que resistieron a las dictaduras y dieron origen a la JTP, que en su sindicato dirigía «Mojarra» Noriega (ver su historia en este capítulo).
Francisco YACUNISSI. Fue Secretario General del Sindicato de Artes Gráficas desde 1968, sindicato que conducía Raimundo Ongaro en el orden nacional y así fue en Santa Fe el Secretario General de CGT de los Argentinos (CGTA), que hizo un acto en la Parque Garay en 1969. Su sindicato fue centro de actividades y asambleas, a las que se fueron acercando militantes estudiantiles que resistían a la dictadura de Onganía.
Edmundo Carlos FRASSONI. Carlos, para amigos y familiares, había nacido en Santa Fe en el año 1921, hijo de un trabajador de Obras Sanitarias. Fue un hombre multifacético, intelectual autodidacta. Su actividad fundamental estuvo siempre ligada al sindicalismo, de ideología socialista se sumó al peronismo por su defensa de los intereses de la clase obrera. Integrante de la primer promoción de Asistentes Sociales. Llegó a ser Secretario de Seguridad y Bienestar Social de la provincia. Como trabajador de Obras Sanitarias participó como fundador y Secretario Administrativo de la Federación Nacional de Trabajadores de Obras Sanitarias (FENTOS) en 1956 y dos años después en la creación de la Obra Social del Sindicato.
Protagonizó conflictos de importancia como la huelga general con corte de servicio de octubre de 1962 ante lo que el Gobierno (virtual dictadura de Guido) decretó que las fuerzas armadas se hagan cargo de los servicios, y dispuso 650 cesantías y miles de suspensiones, entre ellas las Comisiones Directivas y el Secretariado Nacional, que tras tres meses de lucha lo lograron revertir. Durante muchos años fue Secretario General del Sindicato de Obras Sanitarias de Santa Fe. Integrante de la Secretaría de Salud de la CGT, desde 1973 participó de la planificación y lanzamiento del Sistema Nacional Integrado de Salud, proyecto abortado por la dictadura. En sus últimos años colaboró con el gremio de Judiciales en la organización de la Mutual gremial en cuya primera comisión ocupó el cargo de Secretario de Relaciones Institucionales, al mismo tiempo que continuaba con su inclaudicable lucha en pos de la defensa de la calidad del agua de los santafesinos. Falleció el 15 de abril de 1998.
Antonio SACCO. Militante de la resistencia, obrero del FFCC Belgrano (de la Unión Ferroviaria), en el año 1969 formaba parte del grupo que adhería a la CGTA y fue detenido por el paro del 1º de julio de ese año. Integró la Lista Verde, sector combativo del gremio que disputó su conducción. Continuó su militancia hasta sus últimos días como presidente del Centro de Jubilados de ATE Santa Fe
Guido AGNELLINI. Aprendiz de sastre en 1935, inició su militancia en el PC y en el Sindicato de Obreros Sastres. En aquellos años estaban los gremios socialistas (Empleados de Comercio, Unión Ferroviaria, Fraternidad), los comunistas (Sindicato de Industria, Construcción) y los anarquistas (Portuarios). Fue preso dos veces a Coronda, en 1943 por comunista y en 1955 por peronista. Es que las realizaciones del gobierno de Perón lo hicieron volcar a sus filas, y en 1955 se integró decididamente a la Resistencia en el Frente Emancipador, que se organizaba en pequeños grupos tabicados. En esa lucha conoció y se sumó a John William Cooke y Alicia Eguren; estuvo junto a ellos y a otros viejos dirigentes en Cuba, participando en la defensa de la revolución cubana ante la invasión yanqui en Bahía de los Cochinos. En 1966, tras la represión al acto realizado en Santa Fe por el 17 de octubre su salud desmejoró, pero fue, junto a su compañera Elisa un referente y formador de jóvenes militantes.
Y también debemos mencionar a Julio César CANTEROS de la Unión Obrera del Caucho, Francisco DI BERNARDO de Luz y Fuerza, Pedro PUSINERI del Sindicato de Trabajadores de la Industria de la Alimentación, Juan Carlos CANÓNICO de la Federación Obreros y Empleados del Transporte, antecesora de la actual UTA y los viejos luchadores anarquistas de los sindicatos portuarios.
JUSTICIA 40 AÑOS DESPUÉS
A 50 AÑOS DE LA MASACRE
Acerca de algunos sacerdotes, publicamos en este libro, notas individuales (, ,, , , ) pero fueron decenas de curas y monjas que tuvieron activa participación y dejaron su aporte. Varios de ellos “dejaron los hábitos” pero no las convicciones. Es justo mencionarlos porque son parte de la historia popular.
En la Educación estuvieron: Victorio Di Salvatore, José Gasser y Elbio Alberga (Seminario), Gustavo Vietti (Instituto Juan XXIII), y Ernesto Leyendecker (Universidad Católica), (Calvario), (COE), José María Boero (Esc Ntra Sra de Guadalupe).
Una de esas tardes soleadas de invierno, el Padre Macuca ofrecía una misa de campaña en la calle San Juan, frente al Sindicato de Canillitas. La calle estaba poblada de cientos de jóvenes militantes. Sobre el altar, un tablón común y corriente cubierto de un mantel de misa, había unos bollitos de pan y vino común de mesa. Eran el símbolo del drama, humano y divino a la vez, de que cada pobre en Mendoza no tuviese ese día y cada día, su pedazo de pan y su vaso de vino. El clima era de conmoción, de tristeza sin consuelo. Todo el país se había paralizado de estupor aquel 1º de julio de 1974 con la muerte de Juan Domingo Perón. Todo el mundo sabía que Perón se moría, pero nadie esperaba que se muriera, salvo aquellos que fríamente todo lo tenían calculado y no era, justamente, el pueblo. A partir de ahí, todos los días se dieron pasos hacia atrás, en todos los órdenes. Y una vez más, el pueblo veía frustradas sus esperanzas. Para un ser humano tan sensible como lo era el Padre José María Llorens, era inevitable sentir esa bofetada. Cuando “Macuca” dijo que Cristo le enseñó a llorar, se refería al 5 de marzo de 1965. Ese día estaba prevista la visita del Obispo en la inauguración de la capilla del Barrio San Martín y, en forma totalmente inesperada, llegó primero la llamada del gobierno avisando a los vecinos que podrían escriturar sus terrenos. Aquel “Primero la casa de los hombres, después la de Dios”, se había cumplido en forma deslumbrante ante sus ojos. Por eso lloraba. Hay que recordar que la transformación del Barrio San Martín fue algo que se adelantó a las conferencias de Medellín y Puebla y al Concilio Vaticano II, ya que ese “Primero la casa de los hombres, después la de Dios”, auténtico sacramento de misa, de oración, de Palabra de Dios, lo elaboró en 1958. Y lo predicó desde entonces, sencillamente viviendo las mismas angustias que el pueblo. Al principio, ni él ni las 70 personas que componían el basural imaginaban el barrio que existe actualmente, donde habitan casi 30 000 personas. Por eso Macuca se expresaba siempre en plural. Decía que para poder concretarlo “fue que aprendimos a vivir fuera de la ley”. Así se llamó su libro: Opción fuera de la ley. Porque para la ley, esa población no existía. Entonces él decía: “Lo que no se pudo hacer de día, se hizo de noche. Así, por tres años se fue “robando” luz, agua, arreglo de calles, reparto de lotes, todo sin aprobación, hasta que, tras constancia y organización, finalmente las cooperativas lograron la remodelación urbana. José María Llorens había nacido en Buenos aires el 19 de enero de 1913. Ingresó a la Compañía de Jesús el 31 de marzo de 1930; fue ordenado sacerdote el 23 de diciembre de 1944. Ingresó al basural del Barrio San Martín en 1958 y eligió vivir allí en la Navidad de 1964. Según la historiadora Yamile Álvarez, cuando en una entrevista se le consultó si adhería a alguna corriente política concreta, respondió: “No. Yo vivía en forma totalmente apolítica. Estábamos en el 59, con golpe de Estado y con experiencias políticas nuevas. Entonces yo pensaba que lo de Aramburu y después lo de Frondizi eran aciertos, de manera que políticamente estaba fuera de foco. Luego vi al peronismo como un acercamiento al pueblo y los preferí a los conservadores, que no estaban cerca del pueblo. Fue una intuición de que los partidos que colaboran para el bienestar del pueblo son más sanos que los que no colaboran. (…) No tengo capacidad para leer de política. No soy político. Aunque sí tengo simpatías, ciertamente”. La Universidad del dolor Un capítulo aparte fue la relación de Macuca con los universitarios. Era una verdadera “aventura cristiana” que despertó la vocación de muchos profesionales, que luego pasaban nueve meses en el Barrio ofreciendo sus servicios a cambio del bien recibido. Llorens tenía una experiencia ya que en los 50 dirigía a grupos de estudiantes secundarios de la Acción Católica que ayudaban en la construcción de casas de un barrio obrero de Buenos Aires. Según la historiadora Yamile Álvarez, en la Mendoza pos-Concilio Vaticano II se hacía sentir con fuerza el impacto de esas ideas, y en torno a su aplicación se había generado un grave conflicto entre el Arzobispo y 27 sacerdotes diocesanos. Fueron los mismos que luego conformaron lo que se denominó el Movimiento de los 27 y, posteriormente, varios de sus integrantes adhirieron al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Por su lucidez y honestidad, Llorens se ubicó decididamente al lado de la lucha política y, desde allí, valiéndose de su fuerte predicamento popular, avanzó en una tarea de concientización liberadora. Un tiempo después se desencadenaron todos aquellos acontecimientos. Según Álvarez, los “campamentos universitarios de trabajo” comenzaron en febrero de 1964, por supuesto, en el Barrio San Martín. En esa ocasión participaron 50 universitarios de varias provincias, que durante 15 días vivieron, las chicas en la escuela y los varones en una casa, junto con los habitantes de la misma. En su organización, junto con el padre Llorens colaboró el sociólogo y profesor universitario Ezequiel Ander Egg. Al año siguiente se llevaron a cabo en enero y febrero; el número de asistentes se elevó a 120 universitarios. A partir de 1966 esta experiencia se nacionalizó y, hasta su finalización en 1972, se realizaron sucesivamente en el norte de Santa Fe, Neuquén, Cutral Có, Cipolletti, General Roca, Salta, Santiago del Estero y Catamarca. En ellos participaron estudiantes de casi todas las universidades nacionales y algunas católicas. Cada uno de los participantes asumía sus propios gastos, los alimentos se pagaban con la realización de rifas y otras actividades o a través de donaciones. En los lugares donde se iban a realizar los campamentos se solicitaba a organismos públicos, organizaciones locales o iglesias, un espacio físico con las condiciones mínimas para contener durante un mes a los veinte o treinta campamenteros. Bajo el lema “Una experiencia dura para universitarios fuertes”, los jóvenes entraban en contacto con el dolor, con la pobreza extrema, con la injusticia espantosa, lo cual derivaba en discusiones netamente políticas e ideológicas, signadas por el deseo de colaborar para la construcción de una sociedad más justa. Los CUT fueron el centro de confluencia de gran cantidad de jóvenes mendocinos con sensibilidad social, generaron una gran actividad y mística en torno a ellos y a la labor de Llorens. Pocas experiencias han sido tan movilizadoras desde el punto de vista social en la historia reciente de Mendoza. Macuca Llorens murió el 19 de noviembre de 1984 en Buenos Aires, pero seguía viviendo en una piecita de la parroquia del Barrio San Martín. Sus restos descansan en la parroquia dependiente de la orden Jesuita “Virgen de los Pobres”, creada por él en la intersección de dos calles principales del barrio, una de ellas renombrada como “José María Llorens”.
«Conocer lo relativo a la muerte de un familiar cercano significa reconocer el derecho a la identidad y a reconstruir la propia historia, los cuales se encuentran estrechamente ligados a la dignidad del hombre. Se trata de un principio moral reconocido desde la antigüedad, el derecho de los familiares de enterrar a sus muertos, que proviene de leyes no escritas y que no son de hoy ni de ayer sino de siempre; vulnerar este derecho constituye la perpetración de una impiedad, porque toda comunidad moral permite y protege la posibilidad del duelo, ya que a través de él se recobran las fuerzas, se vuelve a esperar y vivir... Se sale del duelo, y se sale de él gracias al duelo mismo».
Palabras de nuestra Corte Suprema de Justicia en el emblemático Caso Urteaga.
La desaparición forzada de enemigos políticos, el plan sistemático del terrorismo de Estado, no logró totalmente su objetivo. La sociedad no se resignó, las organizaciones de derechos humanos generaron mecanismos de búsqueda. La seriedad y perseverancia del trabajo logró construir herramientas y organizaciones técnicas inexistentes hasta entonces. En cada región del país hubo enterramientos clandestinos, en nuestra región se hallaron restos de militantes desaparecidos en el Cementerio municipal de Santa Fe, donde fueron ocultados por el área militar y el Juzgado Federal y en el Campo Militar San Pedro.
Si bien los relatos de vecinos y peones sobre fusilamientos y enterramientos en el monte datan de la época de la dictadura, fue en 1985 que se produce un primer testimonio. Carlos Castellano, encargado civil del campo, por medio de otras personas, hizo entrega a la ex CONADEP de unas falanges y uña de dedos humanos, que los había extraído de una pequeña excavación que él mismo realizó en el Campo Militar San Pedro.
Militantes de Derechos Humanos retomaron la investigación en 2006. Familiares de las víctimas que no se resignaron a que estos jóvenes hayan sido borrados de la faz de la tierra: tanto sus cuerpos como sus vivencias. De ahí esa búsqueda, con muchas dificultades pero también con una enorme solidaridad de ciudadanos comunes, que brindaron sus testimonios y su ayuda para que las familias tengan el derecho al duelo, así como a la verdad de lo que ocurrió con sus seres queridos. Además del primero hubo ocho pobladores y trabajadores rurales que aportaron sus testimonios, de los que surge la evidencia de varios fusilamientos y enterramientos clandestinos en el campo, que aún no se esclarecieron.
Incorporado al trabajo el Equipo Argentino de Antropología Forense se encontró en 2010 una fosa clandestina. Con un presupuesto muy reducido, alojados en una casa alquilada, casi vacía, de Laguna Paiva y con el calor del mes de febrero, dos antropólogos dirigieron sondeos con pala vizcachera en el monte nativo, y excavaciones con retroexcavadora en zona desmontada. Mientras el conductor guiaba la máquina desde una cabina con aire acondicionado, el profesional caminaba observando la excavación desde el mismo terreno, al rayo del sol durante horas. Siempre con la esperanza puesta en un hallazgo que llevara algo de alivio a algún familiar de un desaparecido.
La pequeña fosa contenía los restos de ocho desaparecidos. Hasta hoy se han logrado seis identificaciones: María Esther Ravelo, Gustavo Pon, María Isabel Salinas, Carlos Alberto Bosso, Oscar Winkelmann y Miguel Angel D'Andrea.
A partir de allí no hubo descanso, desde la comunidad y las organizaciones se hicieron tres caravanas numerosas, fue declarado Sitio de Memoria y se realizó el correspondiente acto de emplazamiento del cartel de las tres columnas, se colocaron carteles viales indicadores en todos los enlaces de rutas, se elaboró un proyecto de Espacio de Memoria. En 2019, la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia de Santa Fe, en conjunto con el Equipo Argentino de Antropología Forense y el Foro contra la impunidad y por la Justicia, presentaron un anteproyecto de construir en el campo un Espacio de Memoria, el cual debía incluir un área para el emplazamiento de una Escuela de Campo de Ciencias Forenses. La propuesta obtuvo el apoyo por votación unánime de las dos cámaras de la legislatura provincial y de los municipios y comunas de la zona del campo. En el año 2022, ambas cámaras legislativas ratificaron ese apoyo, con nuevas resoluciones.
El trabajo de investigación para que los desaparecidos dejen de ser tales no se agota con la recuperación e identificación de los restos, sino que se continúa en la reconstrucción de las historias de vida de estos jóvenes tan comprometidos con su pueblo. Para traerlos al presente y que las nuevas generaciones puedan conocer lo que hacían, y la razón por la que muchos abrazaran la militancia, renunciaron a una vida llena de comodidades, aún a costa de exponerse a la más feroz represión.
Información actualizada en el blog → http://campomilitarsanpedro.blogspot.com/
Consideramos que encontrar los restos de los desaparecidos que aun quedan en el monte del Campo San Pedro representa un reclamo absolutamente justo de los familiares de las víctimas del genocidio, y una aspiración de la sociedad toda. Como tal constituye una deuda de la que el Estado no puede desentenderse, y que para ello debe aportar todos los recursos necesarios.
Ese lugar representa la evidencia material y palpable del escenario en nuestra zona donde se cometieron los delitos de lesa humanidad más graves de la historia argentina. Por tal razón, la construcción del Espacio de Memoria Campo San Pedro resulta hoy una necesidad impostergable para una sociedad y un sistema educativo que por ley debe seguir construyendo memoria, para que en nuestra patria se garantice para siempre el Nunca Más.
/ Foro contra la Impunidad y por la Justicia - Santa Fe, 3 de abril de 2023 -
Los antropólogos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) son capaces de combinar lo más avanzado del conocimiento académico con el saber popular, poner la ciencia al servicio de quienes más la necesiten en la comunidad, y dar un testimonio de su compromiso poniendo su propio cuerpo en la tarea. Por eso, por todo lo que vienen logrando con muy escasos recursos, y por lo que aún queda por hacer, tendrían más que merecido el premio Nobel de la Paz para el que han sido nominados. Cuestión que además permitiría potenciar sus imprescindibles tareas.
El EAAF se ha ganado un amplio prestigio internacional en la difícil tarea de localizar e identificar restos de personas desaparecidas. Cuestión que podría naturalmente atribuirse al hecho que en Argentina, durante la última dictadura, tuvimos 30.000 desaparecidos y asesinados, y esa organización aportó mucho en la recuperación y en las identidades de muchos cuerpos que los genocidas intentaron ocultar para siempre. También actuaron en muchos casos de desapariciones recientes, y avanzaron en la identificación de los restos de los soldados inhumados en Malvinas.
Lo anterior no alcanzaría a explicar por qué se requirió el aporte del EAAF en 50 países del mundo, y que entre otras cosas haya identificado los restos del Che Guevara en Bolivia. Se puede hablar de una excelente formación académica, también de una gran experiencia acumulada desde 1984, que fue su año de fundación. Pero lo más destacable es su fuerte vocación de servicio a la comunidad, sus convicciones humanísticas y su disposición a emprender los trabajos de campo aun en las condiciones más adversas y hasta peligrosas, como en el caso de México con los 43 desaparecidos por los narcos en Ayotzinapa. Posiblemente lo importante sea una notable combinación de los factores mencionados, a lo que hay que sumar el valor que le dan sus investigadores a los testimonios de los habitantes de cada lugar. Además de su predisposición a brindar charlas explicativas para jóvenes estudiantes.
Hugo Kofman / “Por qué un Nobel para antropólogos forenses argentinos”
Además de la recepción de las muestras (que se realiza en Centros de Toma de todo el país y, en el exterior, a través de la Cancillería), los profesionales de la ILID se encargan de convocar personalmente y en forma permanente a aquellos familiares que aún no hayan aportado su sangre, para incluir en el banco muestras representativas de todas las víctimas de desaparición forzada y, de ese modo, entrecruzarlas con el conjunto de restos sin identificar y con los que surjan de futuras exhumaciones.
También se realizan identificaciones a partir de pericias de huellas dactilares, realizadas por el equipo del Sistema Federal de Búsqueda de Personas Desaparecidas y Extraviadas (SIFEBU) del Ministerio de Seguridad. Cuando se produce la identificación de una víctima, desde la ILID se contacta, acompaña y asesora a los familiares. En esta instancia, el equipo de profesionales realiza las gestiones correspondientes ante las autoridades judiciales para la entrega de los restos, así como brinda contención y asesoramiento a las familias que lo requieren.
Para extracciones de muestras de sangre
Si tenés un familiar desaparecido y querés aportar una muestra de tu sangre para ayudar a identificarlo, comunicate con nosotros al teléfono Sede Microcentro (+54 11) 5300-4000 (Internos: 78929, 78930 o 78936) / Sede ANM: (+54 11) 4702-1211. (Internos: 127 y 204). O escribinos a addhh@jus.gob.ar / iliddhh@jus.gov.ar Más información
Si dudás sobre tu identidad
ABUELAS DE PLAZA DE MAYO –
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Horario: Lunes, miércoles y viernes de 10 a 14 hs. Martes y jueves de 10 a 19 hs.
E-mail: rosario@abuelas.org.ar
Red por el derecho a la identidad. Funciona actualmente en 40 ciudades y está conformada por organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, instituciones y asociaciones civiles, profesionales y todas aquellas personas que quieren colaborar en la lucha de Abuelas por encontrar a sus nietos y por defender el derecho a la identidad que aún hoy, en muchos casos, sigue siendo vulnerado.
Santa Fe Capital
Referente: Mónica Marraffa y Gustavo López Torres
Dirección: Francia 1733 - Centro Cultural CAMCO
Tel: (0342) 4121276 - (0342) 154478575
E-mail: redxidentidad@camco.org.ar / hijosidentidadsantafe@gmail.com
Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Santa Fe, a través de un equipo interdisciplinario asiste, acompaña y asesora a todas aquellas personas que buscan reconstruir su historia, conocer a su familia biológica y sus orígenes, como así también, a todas las mujeres y varones que han sido separados de sus hijos al nacer, voluntariamente o de manera forzada.
Cada historia es abordada en forma única de acuerdo a su particularidad y en función de ello se definen las líneas de acción, que pueden incluir: Entrevista confidencial y asesoramiento; integral para la protección del Derecho a la Identidad; Asistencia para la búsqueda de documentación e Incorporación en una base de datos interna de la Institución.
Secretaría de Derechos Humanos
Santa Fe: Mendoza 3443 - Horario de atención: de lunes a viernes de 08 a 14 horas
Tel: (0342) 4574911/15/16/17/18 - Línea gratuita 0800-555-3348
Rosario: Balcarce 1145 - Rosario - Horario de atención: de lunes a viernes de 8 a 14 horas.
Tel: (0341) 4721466/67/68 - Línea gratuita 0800-555-3348.
MUJERES EN LA PLAZA
¿Qué son esas faldas que rondan en círculo?
¿Esos pañuelos blancos?
Su valentía es una lujuria sin límites
¡Y osan mostrarla al mundo!
Impávidas faldas que se atreven
al paso marcial.
Pañuelos flameando nombres.
Infinitos nombres
que no responden al llamado.
Alguien gritó: ¡Presente! Y se sumaron voces.
La orfandad de madre duele
es un odre vacío de sol
una noche infinita que fisura la vida.
¡Presente! Se clama como anhelo.
La ausencia es sinfín.
OSCAR AGÚ
Las "Madres de Santa Fe" fueron en un primer momento parte de la agrupación Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas y luego decidieron formar Madres Santa Fe en 1987.
El punto de encuentro de las Madres de Santa Fe para su ronda de los jueves fue durante muchos años la plaza del Soldado, donde está instalado un reloj de sol, colocado en la campaña “Memoria sin tiempo”.
Fueron a lo largo del tiempo: Celina Zeigner de Kofman (“Queca”), Eusebia Pastora Ramona Escobedo de Maldonado (“Ramonita”), Alejandra Fernández de Ravelo (“Negrita”), Otilia Leoncia Acuña de Elías (“Otilia”), Elsa Ramos, Norma Almendra de Biegkler, Hilda Beatriz Roberto de Palacios, Hurí Antonia Nigro de Tornay, Olga Luz Barrera de Suárez, Irma Godone de Bruzzone (“Chocha”), María del Carmen Galván de Racagni (“Camucha”), Aurora Verdú, Noemí Carmen Geiser de Cherry, Belkis Santos Daneri de Bertona, ”Tuchi” Rosetti
Madres de la Plaza: 43 años marchando por Memoria, Verdad y Justicia - Pausa -Abr 30, 2020
"Hace 43 años que nuestras queridas Madres de Plaza de Mayo, comenzaron a caminar, una larga marcha que no se detuvo jamás. Hoy continúan su andar, más lento, con bastones, andadores o sillas de ruedas, ellas no quieren, ni pueden parar. Son muchas las Madres que físicamente ya no están, pero marchan junto a sus 30 mil Hijos, cada jueves, en cada plaza, calle o lugar donde el pueblo defienda sus derechos.
"43 años de enseñarnos nuevas formas de lucha y resistencia. 43 años de ser ejemplos de dignidad y coraje. Ellas como nadie, levantaron en alto las banderas de sus hijos, y se las muestran orgullosas a las nuevas generaciones para que las tomen. Son Memoria viva y son historia también.
"Son pasado y son presente, y son futuro de las utopías y sueños de nuestros 30 mil Compañeros. Gracias Madres queridas por ser faros que iluminan la vida misma.
/ Foro contra la Impunidad y por la Justicia de Santa Fe - 2020
Celina “Queca” Kofman, referenta de Madres de Plaza de Mayo de Santa Fe, maestra en las aulas, en las calles y en las plazas, peleó por más de cuatro décadas por memoria, verdad y justicia. Fue una referenta incuestionable de los derechos humanos por su tenacidad, su lucidez y su coraje.
En su último discurso público en la Plaza 25 de Mayo, el 24 de marzo de 2017, Queca dejó una frase que define y sintetiza las enseñanzas de las Madres: “Hoy vemos las plazas llenas de jóvenes y estamos convencidas de haber cumplido nuestro objetivo”.