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Nació y vivió su infancia en Esperanza, en la familia que formaron Pancho e Hildegardis, La escuela San Martín fue la primaria de mi hermano Francisco (Panchi) y la ENET, conocida en aquella época como la Pajarera, su escuela secundaria. En la “técnica” reconoció su gusto por las actividades ligadas a las ingenierías. También era hábil para el dibujo. En un concurso que hubo en conmemoración a la colonización, su pintura había ganado un premio.
A la par de sus estudios secundarios jugaba al fútbol en el Club Defensores del Oeste. Era el tiempo de la confitería bailable “Carnaby” y de las pilchas de la “Armada Brancaleone”. Cuando terminó la técnica se inscribió en la UTN para seguir ingeniería mecánica. Mientras viajaba a Santa Fe para cursar trabajaba en un taller mecánico cerca de mi casa. Además se había fabricado un torno para tornear madera donde hacía artesanías (platos, fuentes, alhajeros, etc.) que hoy conservamos de recuerdo.
Los inicios de los años 70 fueron imprimiendo nuevos aires. La construcción de una sociedad más justa parecía ser posible.
A “Los Beatles”, “Burt Bacharach”, “Elvis Presley” se fueron incorporando Los Quilapayún, Los Olimareños, Víctor Jara. También el Coro del Cristo Obrero de Villa del Parque. Para aquella época formábamos parte de un grupo ligado al Colegio San José donde compartíamos reflexiones sobre el evangelio.
El llamado a construir el Hombre Nuevo del Cura Catena caló profundo en mis hermanos y en algunos amigos. Muchos pensaron que esta construcción era personal pero también política.
Poco a poco aquellos “aires de libertad” se fueron apagando.
Aparecen en escena las AAA con sus rituales de amenazas y muertes y más tarde el golpe de estado: el terror se instala con toda su magnitud.
A los pocos días del golpe, mi hermano Francisco se debe incorporar como conscripto para hacer el servicio militar en el GADA 121 con asiento en Guadalupe. A diferencia de la mayoría de los soldados tenía 24 años porque había pedido prórroga por estudios.
Durante todo ese año visitaba nuestra casa bastante seguido ya que le daban franco. Francisco pasó las fiestas de fin de año en Esperanza y regresa al cuartel convencido de que por su buena conducta durante todo el año era candidato a salir en las primeras bajas. Pero nada de ello ocurrió, supuestamente estuvo en el calabozo, posterior a ello lo mandan en comisión a hacer un mandado en una marquetería de Guadalupe y nunca se supo más de él. Ello fue el 13 de enero de 1977.
Cuando mi padre va a visitarlo ya que habían pasado varios días sin tener noticias le informan que había desertado. Si hubiera realmente desertado, lo habitual era que se avisara a la familia o lo mandaran a buscar con la policía del lugar.
A partir de allí comienza el peregrinaje por saber algo de él.
Mis padres concurren varias veces al GADA, allí, entre otros, - recuerdo especialmente la figura desagradable del oficial Sanabria-; al Distrito de calle Salta, se entrevistan con Monseñor Tortolo en Paraná (que hipócritamente dice que “no puede hacer nada”).
Solicitan intermediación al Nuncio Apostólico Pio Laghi y solo obtienen por respuesta una nota “tipo fotocopia” que debe haber extendido por igual a todos los familiares que le pedían que interviniera ante las reiteradas desapariciones y cuyo texto dice que “lamenta hondamente la angustiosa situación pero que en la práctica una gestión eficaz en estos casos es casi inexistente”.
Mi hermano Arnoldo realiza el trámite de hábeas corpus ante el juez Mántaras. Se envía la información a la Embajada de Alemania, se denuncia ante la Cruz Roja Internacional, ante las Naciones Unidas. Todos los resultados son negativos.
/ Carmen en nombre de nuestra madre y hermanos. Agosto 2006.
Francisco Domingo Lera fue incorporado como soldado conscripto en el GADA 121, Guadalupe, Santa Fe, en abril de 1976. Todo hace pensar que sus comienzos fueron normales y hasta afortunados, ya que por orden de su jefe pintó un mural alegórico al descubrimiento de América, nombre de la batería de la que el joven formó parte.
Francisco Domingo obtuvo una licencia para pasar las fiestas de fin de año en su casa de Esperanza, Santa Fe, y después regresó al cuartel.
Según las autoridades militares, el 13 de enero de 1977 a las once de la mañana, el soldado fue enviado en comisión y no regresó; fue dado de baja por "primera deserción simple", pese a no haber sido buscado en su domicilio.
Cuando su padre se enteró de la ausencia del hijo por informe de uno de sus compañeros de batería, se presentó en el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 121. Allí, un suboficial le sugirió que volviera a las dos semanas, que algo se iba a aclarar y que lo conveniente era "no hacer barullo". Tiempo después, durante la investigación judicial, el suboficial negó lo dicho y los padres del soldado se enteraron de que su hijo había estado varios días detenido en Rosario por "sospechoso ideológico".
Su memoria es recordada en un monumento en la Plaza de la Memoria en Esperanza y una placa colectiva en la UTN Facultad Regional Santa Fe
En el GADA (Grupo de Artillería de Defensa Aérea, en el barrio de Guadalupe), en la batería América, que el propio Lera había pintado durante su colimba, fue colocada una placa por el Ministerio de Defensa en 2015
Le decían el “Mudito”, también “Petiso”. Nació en Santa Fe, el 19 de febrero de 1955. Su pueblo era Logroño al norte de Santa Fe en donde pasó gran parte de su infancia. Vivía junto a su familia, papá, mamá y hermano, en una humilde casilla que el Ferrocarril les facilitaba a sus empleados.
Su niñez transcurrió en una estrecha comunicación con la naturaleza y las gentes de esa pequeña comunidad en donde “duendes y aparecidos” configuraban una historia singular. Sus experiencias más tempranas de amor y juegos compartidos se armaron al calor y la protección de su hermano Ernesto, hermano y amigo, confidente, hermano querido hasta los últimos días de su aliento. Los árboles del monte norteño oscilaban entre figuras de ángeles y demonios que le brindaban al pequeño Daniel un mundo lúdico de fantasías que fueron las bases de esa personalidad tan singular que todos recuerdan. Las siestas, cargadas del misterio que las leyendas pueblerinas ofrecían a las ávidas mentes infantiles, hacían que los pequeños hermanos, transgrediendo todo mandato paterno y sin la conciencia del peligro que el lugar presentaba, se lanzaran a la exploración de ese mundo encantado que brindaba los elementos para toda una escena de juegos en donde los animales del lugar y la cerrada maleza conformaban personajes y escenarios inolvidables y plenos de riqueza... así crece este niño afianzando su desarrollo con estas vivencias que nominaban su vida como “feliz”...
Así, con lágrimas en los ojos recuerda su tío “Chango”, como cierta vez llegó a Logroño el Arzobispo, ataviado con sus prendas de ceremonia. Es que era rumor en el pueblo que el diablo rondaba el lugar e impedía que se terminara la construcción de la capilla. Es por esto que era necesaria la presencia de este enviado para “exorcizarlo”. Daniel, que apenas tenía cinco años, salió para hacer un mandado cuando se topó con esa extraña figura que le despertó un gran temor al punto de salir corriendo y llegar agitado a su casa gritando que había visto al diablo... cosas de chicos
Su hermano narra que jugaban con otros chicos a las bolitas, para no ensuciarse la ropa no se arrodillaba, lo que lo colocaba en desventaja y al perder fruncía el ceño, ponía cara de malo y se retiraba enojado del juego... no le gustaba perder... “éramos muy unidos, éramos amigos, siempre los dos, siempre juntos... apuntalándonos. Teníamos amigos en común, jugábamos en el monte, pero siempre éramos los dos, los mismos juegos... de grande esto cambió, éramos dos personas con nuestros gustos, actividades, nuestras formas de ser, pero seguíamos siendo hermanos-amigos. Aquella vida tan feliz de la infancia dejaría en nosotros esa impronta inolvidable y ese vínculo indestructible. Por las noches escuchábamos música, un rato cada uno, porque nos gustaban distintos grupos, distintos géneros... y conversábamos largamente... Teníamos distintos criterios y distintos posicionamientos políticos... pasábamos interminables horas discutiendo e intercambiando ideas...una característica profunda en él era el repudio radical hacia ciertas negociaciones poco claras. Honesto y coherente con sus ideales y su concepción de la justicia social, perfil bajo y laburador, era un tipo que trazaba quiebres, decía: “...basta, hay cosas que no se pueden negociar...”
Sigue recordando su hermano. “...de adolescente era callado, reservado, yo era su único confidente...él era observador y poco demostrativo con los desconocidos al punto que quizás muchos lo pueden haber catalogado de parco... tal vez un poco desconfiado y eso se debía a su realismo y objetividad, sobre todo en esos tormentosos días en donde no se vislumbraba ya el largo plazo... queríamos un mundo mejor, creíamos que un mundo mejor era posible. Yo le decía revolución social sin plazo, él me decía: “hay que hacer ahora, ahora por la gente, porque la gente lo necesita... ”... como si en algún sentido sus ojos hubieran rozado el devenir de esa oscuridad que arrasaría su existencia... donde los proyectos de los años venideros eran la versión no escrita en el diario de su vida...”
“Desde chico siempre fue muy tranquilo, siempre se las ingeniaba para quedar bien con las maestras, era comprador ...en primer año de la secundaria se sacó un tres y no quería llevar esa nota a mi casa, que la vieran mis padres, así que decidió corregir la nota y le salió muy ……
Hizo parte de la primaria en Logroño, y la terminó en Constituyentes ya que en el '63 nos mudamos a la ciudad de Santa Fe. La secundaria la hizo parte en el Nacional de Laguna Paiva y parte en el Nacional de Santa Fe donde comenzó su militancia política en el M.A.S (Movimiento de Acción Secundaria) y donde luego se recibió de bachiller. Esta organización, pasa más tarde a integrar la U.E.S. (Unión de Estudiantes Secundarios) agrupación de superficie de la organización Montoneros. En realidad, él comienza con una militancia social que tiene que ver con la lucha por el medio boleto estudiantil, mientras en la Universidad se estaba luchando por la permanencia de los comedores Universitarios.
Luego comenzó a estudiar Bioquímica, por lo que su militancia universitaria se dio en la FIQ, (recordemos que en los inicios de la década del ‘70 estas carreras se cursaban todas en la misma facultad), allí pasa a integrar la JUP y luego va a trabajar al frente barrial.
“...siempre le gustó mucho trabajar... desde chico lo hizo en los patios cerveceros, muy de moda en aquellos años, y en algunos bares. Se tenía que ganar los manguitos, de otra manera no estaba conforme. Yo solía pedirle dinero a mis viejos, él jamás, y me regañaba por esto. Puntilloso y muy cuidadoso con sus gastos, sin embargo no escatimaba en regalos para aquellos a quienes amaba. Recuerdo que con su primer sueldo compró un obsequio para la madre, “la vete”, y esto es sólo un pequeño indicio de su generosidad y consideración por las personas que formábamos parte del mundo de sus afectos”.
“... era metódico en todo sentido, disciplinado, cuidadoso con su ropa, su aspecto... pulcro y organizado hasta con la comida, armaba su plato y llevaba un orden para comer... Si las papas rellenas se abrían, protestaba, se enojaba porque necesitaba cortarlas feta a feta ... Como no le gustaba el zapallito “la vete” le cocinaba estas papas rellenas especialmente para él, y ese especialmente era un lugar favorecido en el corazón de esa madre... Era un poco malcriado en ese aspecto, este hijo tan cariñoso y querible generaba en sus padres esos pequeños privilegios, esos mimos que formaban parte de un mundo en donde había fluidez de amor, de diálogo, de compresión... “
“...es imposible definir a una persona en una palabra, pero coherencia es una que lo distinguiría... coherencia, hasta en los más finos detalles, en todas las dimensiones de su vida... tuvo una sola novia, un solo amor, hasta el fin. Por ese amor y por el fruto que de él nació, no se exilió, se quedó, consciente de los grandes peligros... era más fuerte la alegría de acunar a su hijo entre sus brazos... se quedó, porque su compañera sufría prisionera de la más cruel dictadura de la historia...porque sus compañeros caían abatidos por esa dictadura. ..se quedó, porque qué lugar podría alojar tanto dolor de muerte y destrucción... así, el primero de agosto de 1977 a los veintidós años, lo secuestran grupos de tarea, respondiendo a consignas del terrorismo de Estado. En ese momento, Daniel, se encontraba cumpliendo con el servicio militar obligatorio, fue enviado a cumplir una comisión en Guadalupe y desapareció, la última noticia fue la de una vecina que lo vio tomar “el 8” para ir hacia el norte en San Jerónimo y Salta (en aquellos años San Jerónimo corría de sur a norte). A pesar de la intensa búsqueda que aún hoy continúa (y seguirá a través de nuestros hijos), sus rastros se perdieron para siempre...pero por siempre continuará también la búsqueda de sus asesinos”
De su desaparición hay dos versiones. Según consta en las denuncias e investigaciones de sus familiares, el joven fue mandado en comisión para entregar un paquete en la casa de un oficial del Batallón situada en la avenida costanera de la ciudad de Santa Fe. De esa comisión jamás regresó y, como era norma, fue dado de baja por desertor.
Recuerda su madre, Olga Barrera: “un compañero suyo me llamó por teléfono para preguntarme si Daniel estaba en casa conmigo, porque en el cuartel no estaba; entonces me subí al auto y me fui inmediatamente al cuartel en medio de las lágrimas: lloraba y gritaba. Fui sola porque mi esposo era ferroviario y no se encontraba en la ciudad. Además, en el ‘77 quién te iba a acompañar, había mucho temor en la gente, incluso en los familiares de uno. Cuando llegué, pedí hablar con el suboficial Ferger que era su inmediato superior. Primero me dijeron que no estaba. Luego, cuando me vieron decidida a quedarme a esperarlo, me atendió respondiéndome con evasivas, sugiriendo que a lo mejor se había ido con alguna noviecita y que ya iba a volver. Le dije que no, que yo conocía a mi hijo y sabía que no iba a hacer eso. Me cansé de ir todos los días al cuartel para preguntar por él; nunca me dieron una respuesta. También saqué avisos en El Litoral, con la foto de Daniel, para que alguien me dijera si lo había visto o si sabía algo de él. Hice habeas corpus, pero nunca supe nada”.
“En el Juzgado Federal -recordó- conocí a las primeras madres que también buscaban a sus hijos. A Bruzzone, los Verdú, los Mattioli, los Manzo, a Norma Biekgler. También a una persona que fue un puntal para nosotros en el grupo de Familiares: Elsa Ramos. Cuando empezamos a viajar a Rosario y a Buenos Aires nos dimos cuenta de que había muchas madres como nosotras, yo no sabía que había tantos desaparecidos. Fui al Ministerio del Interior, a las iglesias, hice carta documentos, nos reuníamos con Monseñor Zazpe, nos recibía para darnos palabras de aliento, pero nunca pudimos obtener ningún dato a través suyo”. Olga Barrera, Madre de Plaza de Mayo
La otra versión, posterior a la primera y originada en la información brindada por un suboficial del Batallón de Ingenieros Anfibios 601, es completamente diferente. Ya en democracia, llegó una denuncia anónima ante la CONADEP. Según el legajo 1421 “se presenta un individuo, aparentemente que revistó como suboficial del Ejército, y manifiesta que, habiendo visto en el diario la foto de Suárez y la denuncia de su desaparición, comparece para decir que el mismo fue asesinado por el entonces Jefe de dicho Batallón Coronel José Tidio Lagomarsino de León, con su pistola calibre Nro. 9, con un tiro en la cabeza, complicando en el caso a los oficiales Candioti y De Gracia. Este suboficial denunció también que al cadáver lo envolvieron en una lona verde, lo subieron en una barcaza y cruzaron el río a una isla, regresando luego en la barcaza sin el cadáver”.
El Candioti mencionado en esa denuncia anónima es Alberto Julio Candioti, que en ese momento cumplía funciones en el Batallón de Anfibios de Santo Tomé. Integró además el Batallón de Inteligencia 601. En democracia se recicló como dirigente deportivo: llegó a ser vicepresidente de Colón y asesor personal de Julio Grondona en la AFA. Durante el menemismo tuvo una meteórica carrera en el área jurídica del Registro Nacional de las Personas. Se alejó de la esfera pública y hasta 2012 fue asesor jurídico de UTTA (Unión de Trabajadores del Turf de Argentina) y OSPAT (obra social del personal del turf). Actualmente está detenido por otras causas. Estuvo prófugo hasta que cayó en Montevideo, el 23 de mayo de 2013. Actuó en La Cacha (en el mismo período en el que allí nació Guido Carlotto), Brigada San Justo y el Pozo de Banfield (por lo que fue condenado en juicio). No era un oficial menor: fue Jefe de la Sección Comando y Servicios del Destacamento de Inteligencia 101. De su propio legajo se desprende que cumplió las funciones especificadas por las siglas S1 (Personal), S2 (Inteligencia) y S3 (Operaciones). Las querellas pidieron su imputación, al igual que la de Camilo Ferger (superior de Suárez), pero el juez Reinaldo Rodríguez no hizo lugar a esos pedidos.
Lo cierto es que el joven jamás apareció.
Su memoria es recordada en placas colectivas colocadas en la FIQ-UNL y la Escuela Nacional, donde también se colocó una baldosa por la memoria
En enero de 2015 el Ministerio de Defensa colocó una placa en el Batallón de Ingenieros Anfibios de Santo Tomé
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Acumulada Santa Fe
Nació el 9 de junio de 1958 en Gregoria Perez de Denis, departamento 9 de Julio. Su familia, como muchas del norte provincial, emigró al conurbano bonaerense.
El 19 de abril de 1977 Norberto salió muy temprano de su casa en José C. Paz para ir a presentarse en la Compañía Comando 601, donde cumplía los meses finales de su servicio militar.
Durante la cena de la noche anterior había contado a su madre que desde ese día comenzaría a tener francos diarios. Pero como pasó más de una semana y Norberto no regresó al hogar, su hermana fue a solicitar noticias en el cuartel.
En la Compañía Comando 601 la atendió un teniente que dijo apellidarse Nieto y le informó que el hermano había salido franco la semana anterior, que no había regresado y que estaba siendo buscado por desertor. La muchacha, asombrada, explicó al oficial que el soldado había estado en la casa por última vez el 19 de abril y que había salido de allí a las cinco y media de la mañana para presentarse en la Compañía. El oficial se mostró sorprendido y aclaró que Norberto era muy buen soldado y que estaba entre los próximos a salir de baja porque, además, se había considerado su situación de sostén de la familia -el padre estaba impedido para trabajar-. El teniente Nieto, o como se llamara, después de dar muestras de gran conocimiento sobre la familia Monges, interrogó a la muchacha acerca de las ideas políticas y las amistades del "desertor". Al final de la conversación el oficial expresó su deseo de que el soldado estuviese detenido y aconsejó a la hermana recorrer las dependencias policiales para encontrarlo.
La hermana de Norberto Hugo recorrió todas las comisarías de la zona sin resultado. Si el muchacho era desertor, todas las comisarías del país debían tener el pedido de captura, pero la solicitud no estaba y tampoco había noticias de su hermano.
Cinco meses después de la desaparición de Norberto, una mañana llegaron al barrio de la familia MongesS unos camiones militares cargados con hombres armados y en uniforme de combate que descendieron y rodearon la manzana. Revisaron casa por casa sin decir qué o a quién buscaban y se retiraron con la advertencia de un pronto retorno.
Tres meses después de aquel allanamiento intimidatorio -Norberto Hugo continuaba como desertor sin que autoridad policial o militar alguna lo buscara- apareció un nuevo vecino en el barrio. Dijo llamarse José Figueroa y ser suboficial principal de la Escuela para los Servicios de Apoyo de Combate, unidad militar responsable del Área 470, la que correspondía a ese domicilio. Semanas más tarde se ofreció a averiguar lo ocurrido con Norberto. Pocos días le bastaron para "averiguar" que el soldado había sido detenido y enviado a Bahía Blanca "porque era testigo de Jehová", y que de allí lo habían cambiado de lugar hasta terminar en el penal militar de Magdalena.
La hermana del desaparecido viajó al penal militar y todo lo que pudo saber fue que el joven jamás había estado allí. Norberto, además, no era testigo de Jehová. Por otra parte, los miembros de esa religión se negaban a manejar armas desde el primer día de incorporados y no al final del servicio militar -como era el caso de Norberto Hugo-. Preferían ser penados con tres años de prisión antes que vulnerar sus convicciones.
Nada más se supo del conscripto desaparecido. Mientras él ingresaba al escuadrón perdido su familia se aferraba a la esperanza de datos falsos en una búsqueda hasta hoy infructuosa.
/ El Escuadrón Perdido, por José Luis D'Andrea Mohr.
Danilo Arnaldo Nadalutti fue asesinado el 4 de diciembre de 1980 en la compañía aerotransportada Nª 17 de San Fernando del Valle de Catamarca, a las 01:45 de la mañana. Él, dragoneante entonces, recibió un disparo de un revolver calibre 38 en un ojo. Según los informes dados a conocer a la familia, Danilo estaba de guardia en la sala de armas del regimiento, cuando supuestamente tomó el arma (de uso civil), de propiedad del jefe del regimiento, Alejandro Aníbal Lemme, de una vitrina, gatillo en dos oportunidades sin que se dispare, entonces miró el caño y volvió a gatillar saliendo el disparo. La pericia determinó “SUICIDIO”.
El sorteo había determinado que Danilo debía hacer el servicio militar en la ciudad de Santo Tomé. Allí se presenta y lo envían al distrito Santa Fe, donde le muestran documentos con sus antecedentes, los de su hermano Mario y el de su padre, le dicen que su destino será Catamarca, que va castigado: “ya vas a ver lo que te va a pasar allá”, le dijeron.
Durante toda la instrucción no tuvo problemas, pero al acercarse el momento de la baja el clima había cambiado, por ejemplo hay un sorteo entre Danilo y otro dragoneante, con una moneda. Perdió Danilo y se tuvo que quedar. Luego de ese hecho le permitieron salir para visitar a su familia, hablando con Mario que volvía de una escuela partidaria, Danilo le manifestó…”dejate de joder con el partido, hacelo por mi”… comentario que a Mario le extrañó, lo cierto es que el comportamiento de Danilo no era habitual, pues estaba preocupado por algo. Al regreso a Catamarca lo “suicidaron”.
Danilo Nadalutti camarada asesinado el 04/12/1980 mientras cumplía el servicio militar obligatorio en la compañía aerotransportada n°17 en la ciudad de Catamarca. Faltaban pocos días para su "baja", y conocían que provenía de familia comunista, lo hostigaban. Dirigentes del Partido Comunista denunciaron esta situación ante el Arzobispo Zazpe.
Seis meses más tarde de la entrevista y la denuncia del acoso sobre el soldado comunista, Danilo apareció muerto en la sala de Armas con un balazo en la cara. El informe del forense dijo que había sido un accidente fruto del descuido.
“Su padre, el viejo Nadalutti era de la estirpe de Chocho Mamani o de Don Pepe Sorbellini: había resistido un allanamiento de la patota a puro disparo de escopeta de caza y seguía mudando compañeros y muebles con la misma camioneta diesel que usamos para mudarme dos veces bajo la dictadura.”
/ José
En su sepelio se leyó la Carta a Danilo:
Cuando fallece un joven de 20 años todo discurso, toda palabra suena a inútil e innecesaria.
Danilo tenía un largo camino por recorrer y había comenzado a recorrerlo.
Hijo de una familia obrera conoció en carne propia los padecimientos y privaciones de los hogares proletarios. Estudioso, inquieto, se preocupó por desentrañar las causas del hambre y el atraso y cuando las percibió se incorporó activamente al combate por la democracia y la paz en nuestra patria. Afiliado a la F.J.C. supo unir la actividad militante con el estudio y el trabajo para ayudar a su familia.
No fue un genio, ni fue un héroe de leyenda. Era simplemente un joven comunista que anhelaba ardientemente terminar con las injusticias y la miseria.
Nosotros, tus camaradas de militancia hacemos un juramento ante esta tumba de redoblar esfuerzos por hacer realidad tus sueños, nuestros sueños, los sueños de una Argentina sin presos ni desaparecidos, de una Argentina que no sea una factoría donde los monopolios internacionales vendan sus derechos.
Camarada Cachilo:
Tu muerte inesperada, inútil casi inexplicable nos duele por todos nuestros poros.
Pero al afiliarte a la F.J.C. Te aseguraste al menos una cosa: nosotros nos hacemos cargo de tus sueños y tus ideales.
Te prometemos llevarlos hasta el fin, hasta la victoria, allí donde nuestros muertos serán barcos y serán plazas.
Allí donde la vida será como la soñaste.
/ José Schullman
En 2005 comenzó la instrucción de una causa judicial en Catamarca
La Legislatura de Catamarca realizó en 2014 un homenaje a las víctimas del terrorismo de Estado en esa provincia. Con la emulaciòn de la Asamblea se pusieron en cada banca las imágenes de presos políticos y desaparecidos en Catamarca, entre ellos Danilo Nadalutti
Edgardo Luis Ferreyra fue un estudiante de la Escuela Industrial Superior. Ingresó en 1969, por lo que tuvo oportunidad de vivir las jornadas del Cordobazo. Esto produce en él una pronta toma de conciencia y rechazo a las injusticias que padecían los sectores populares, algo muy común en los jóvenes de aquella época, comenzando entonces a participar de las actividades del Poder Joven, uno de los primeros movimientos pacifistas y ecologistas de la Argentina, creado y dirigido por Silo.
Yo tuve oportunidad de conversar con él recién en 1972, y recuerdo que en esa ocasión me prestó un libro que trataba de diversos temas, entre ellos la formación del Universo. Fue allí donde comencé a tomar conocimiento del Big Bang. Este dato, que parece trivial, es sin embargo una muestra del nivel de conocimientos e intereses que movían a buena parte del estudiantado de la EIS; piénsese que este tipo de temas recién se hicieron comunes en la década del “90.
En lo personal, Edgardo era una persona sumamente reservada, que cultivaba tanto el bajo perfil como un humor muy agudo y un tanto «chicanero». Por esa época se cambió de escuela, pasó al Nacional Simón de Iriondo. Corría 1973 y todo el movimiento popular que se había gestado en años anteriores llegó a su punto máximo, cosa a la que no fue ajeno Edgardo.
Concurrió al llamado 4° Congreso del FAS (Frente Anti-imperialista y por el Socialismo) que se realizó en agosto en San Miguel de Tucumán. Fue evidente que quedó muy impresionado porque a su regreso dejó su actividad en Poder Joven y comenzó a trabajar políticamente en el NEIS (Nucleamiento de Estudiantes Independientes Secundarios), agrupación de base del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), en donde yo también militaba.
Allí desarrolló las clásicas tareas de militancia estudiantil de la época, poniendo el énfasis en los aspectos reivindicativos de los secundarios. Durante el verano participó de un curso de apoyatura escolar para niños de escasos recursos económicos de la vecinal de Barrio Estrada, lindante con el de Santa Rosa y Villa del Parque. Fue así que por marzo de 1974, de golpe, dejó de concurrir a las reuniones.
Como nadie preguntó nada, yo tampoco. Semanas después lo crucé en la calle y me saludó de forma muy reservada, comprendiendo entonces que seguía militando pero en otra actividad, fuera del «frente estudiantil».
Nunca más lo volví a ver y como las personas a las que pregunté por él, luego de muchos años, ignoraban su domicilio y los datos de su familia, llegué a pensar que quizás, ese bajo perfil que siempre mantenía lo hubiera ayudado a salvarse del accionar represivo. Lamentablemente no fue así. Recién en el año 1998 me enteré de la amarga verdad: Edgardo estaba desaparecido.
En los primeros días de 1977, justo cuando le daban la baja, fue apartado del resto de los «colimbas» con un pretexto y nunca más apareció. Tengo entendido que estos hechos fueron narrados por un conscripto amigo de él, con el que estaban juntos ese día de la baja.
Conservo el recuerdo de saberlo una gran persona, de su honestidad y de su particular sentido del humor. Él también, como tantos miles, debió soportar el horror de la desaparición forzada, pagando con su vida el deseo de libertad y justicia que marcó a toda esa generación.
/Carlos
Edgardo Luis Ferreyra tenía 21 años cuando salió del Batallón de Comunicaciones 121 del Segundo Cuerpo de Ejército, en Lamadrid al 500, el 4 de enero de 1977, pero nunca llegó a su casa en Santa Fe, donde tres días antes había estado de franco para despedir el año y anunció a sus padres -ya fallecidos‑ que saldría en la primera baja.
Veintiocho años transcurrieron para que el caso sea denunciado -por primera vez‑ ante la justicia federal por dos de sus hermanos que se presentaron ante la fiscal Griselda Tessio y además solicitaron al juez Reynaldo Rodríguez un estudio de ADN para saber si los restos de un militante político que cayó ese fatídico 4 de enero y fue sepultado como NN en el cementerio de Santa Fe pertenecen al conscripto desaparecido. (Años después se pudo comprobar que no se trataba de Edgardo sino de Marcelo Acoroni )
“Nuestra familia supo que Edgardo militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo y que sus apodos podían ser ‘Fierro’ o ‘Sargento Cabeza’, por relato de ex compañero de Edgardo en el servicio militar, que también salió en la primera baja y hoy vive en el sur de la provincia. “Nos dijo que un sargento del Batallón (de Comunicaciones 121) le comentó poco después de la baja que a Edgardo lo habían seguido a Santa Fe porque sabían que era del ERP. Eso habría ocurrido a muy poca distancia de su casa. Incluso, ese sargento dijo: `Mira cómo habrá sido de hijo de puta que estaba a pocos metros de la casa de sus padres y no los fue a saludar después de la baja'”.
El general Settel era segundo jefe del Batallón de Comunicaciones 212 de Rosario –sede de Area 211– cuando desapareció Edgardo Ferreyra en enero de 1977. Settel está sospechado porque le encargó a Ferreyra “la confección de un plano de la sala de armas del Batallón para sustraerlo del grupo de conscriptos que terminaba el servicio militar y de esa manera hacerlo seguir más fácilmente” cuando saliera del cuartel. Ferreyra concluyó el trabajo, lo entregó y después viajó rumbo a la ciudad de Santa Fe, sin saber que era “seguido por un efectivo vestido de civil”. Ya en la capital de la provincia se encontró con compañeros de militancia en “un lugar cercano al domicilio paterno”, donde “irrumpió un grupo de policías y militares, luego de lo cual nunca volvió a saberse de él”,
Informe de Fiscalía.
Su memoria es recordada en un placas colectivas colocadas en la Escuela Industrial y la Escuela Nacional
*...Comandantes en Jefe. La obligación fundamental de éstos últimos consiste en que nunca pueden estar ajenos o desinformados acerca de la suerte de los soldados colocados bajo su custodia. *...las actividades de los conscriptos se realizan y están bajo control total y permanente de sus superiores...de haber sido considerados sospechosos de haber estado involucrados en acciones al margen de la ley, las FFAA contaban con todos los medios legales para sancionar legalmente al presunto infractor.” (*) Sin embargo fueron muchos los soldados desaparecidos por los que invariablemente las autoridades siempre respondieron ante el requerimiento de sus familias que “habían desertado”.
En el caso de Santa Fe, encontramos a dos soldados en esas condiciones: Francisco Lera y Daniel Suarez, ambos desaparecidos cuando habían sido enviados en “comisión”, una de las formas más frecuentes de preparar una desaparición en este ámbito.
Nunca Más, EUDEBA, Bs.As.1984, pág 360
(*) investigaciones posteriores dan la cuenta de 129 soldados conscriptos victimas del terrorismo de estado
Las “desapariciones”, a partir de 1976, de casi un centenar de jóvenes que cumplían con el servicio militar obligatorio fueron, en realidad, detenciones ordenadas por sus superiores o ejecutadas por agentes de los servicios de inteligencia con aprobación de aquellos.
Producidos los hechos, las autoridades militares se limitaron a sostener que se trataba de deserciones, proporcionando, en algunos casos, explicaciones inverosímiles o aceptando en otros, tácitamente , su participación. Este ocultamiento de la verdad y la negativa a aceptar
una responsabilidad evidente expone, a la luz pública, una de las facetas más agudas de la acción represiva llevada a cabo por el Gobierno de las Fuerzas Armadas.
Los conscriptos detenidos-desaparecidos son ciudadanos que se encontraban sometidos a la disciplina castrense y podían ser sancionados -si hubieran cometido una falta- con el rigor de los códigos y reglamentos militares. Sus padres confiaban en la seguridad -en ocasiones expresada públicamente- que les proporcionaba el hecho de encontrarse bajo bandera. Todo ello aumenta la gravedad de la decisión adoptada por los protagonistas del llamado “Proceso de Reorganización Nacional”, que eligieron también en este caso, un método clandestino de represión aplicándolo nada menos que a los soldados subordinados al mando militar.
Dentro del sistema represivo aplicado por el gobierno de las Fuerzas Armadas -que dejó como saldo la desaparición forzada de miles de personas- la situación de los soldados conscriptos detenidos-desaparecidos, presenta características específicas y reviste una particular significación institucional.
Las víctimas -jóvenes entre 18 y 20 años- cumplían con el servicio militar obligatorio en una de las tres armas: Ejército, Marina o Aeronáutica. También contra ellas se emplearon métodos paralelos y secretos, aunque extrayéndose la máxima ventaja de las circunstancias especiales en que se hallaban.
En efecto, la incorporación bajo bandera establece una dependencia de naturaleza administrativa entre esos jóvenes y el Estado Nacional, actuando en representación de éste cada una de las fuerzas armadas en cuya jurisdicción se desempeñaban los afectados.
Dicha relación aparece reglada de modo expreso y ampliamente detallada por la ley que impone y organiza el servicio militar, y por el Código de Justicia Militar. En virtud de las disposiciones contenidas en éste, es obvio que la investigación, y en especial el juzgamiento de cualquier delito eventualmente imputable a los conscriptos, hubiera debido quedar sujeto a la intervención de los jueces de instrucción y tribunales de sentencia militares expresamente previstos.
Por último -y ésta es la cuestión ética central-, por el hecho mismo de que las víctimas permanecían en establecimientos y oficinas militares, se encontraban sometidas a las reglas de disciplina, control y vigilancia ordinarios y extraordinarios. Dicho de otra manera: estaban físicamente sujetos al total arbitrio de los jefes inmediatos y mediatos.
Cabe consignar, finalmente, que se contabiliza casi un centenar de casos denunciados (1). No obstante, distintas circunstancias permiten concluir que el número total es considerablemente mayor: se ha verificado que muchas familias no se atreven todavía a denunciar hechos donde están abiertamente involucradas las Fuerzas Armadas, responsables directas del destino de estos jóvenes sometidos a su jurisdicción
CELS - Centro de Estudios Legales y Sociales
En enero de 2015 el Ministerio de Defensa reivindicó la memoria de dos soldados asesinados en Santa Fe en 1977. Los dos cumplían el servicio militar obligatorio: Francisco Domingo Lera en el Grupo de Artillería de Defensa Aérea, en el barrio de Guadalupe y Roberto Daniel Suárez, en el Batallón de Ingenieros Anfibios de Santo Tomé. Uno desapareció el 13 de enero y el segundo siete meses después, el 1º de agosto, con el mismo método: los mandaron en comisión y nunca volvieron a sus cuarteles. Para el Ejército, fueron desertores durante 38 años, hasta que el ministro ordenó corregir la verdadera causa de la ausencia: el secuestro y la desaparición. "Venimos a saldar una deuda del Estado argentino", dijo el viceministro al descubrir dos placas: una en el GADA, en la batería América, que el propio Lera había pintado durante su colimba y la otra, en memoria de Suárez, en el batallón de Santo Tomé. Lo acompañaron familiares de los desaparecidos, Madres de Plaza de Mayo, Hijos y organismos de derechos humanos.
El artista Brian Carlson realizó la obra «Aparecidos».. Se trata de un memorial en homenaje a los desaparecidos durante la última dictadura, obra del artista plástico estadounidense Brian Carlson. En su extensa obra dedicó un lugar especial a los soldados conscriptos
“No soy argentino, soy una persona que está enferma por la violencia ... enferma en el corazón ... Alma enferma, si se me permite decirlo así. No he aprendido a adormecerme frente a la cultura mundial de la violencia.
Brian Carlson.- (Chicago, Illinois, EEUU) Es graduado en pintura, escultura y grabado de la Southern Methodist University, Dallas, Texas.
COLIMBAS SECUESTRADOS, DESAPARECIDOS Y ASESINADOS DE LA PROVINCIA DE SANTA FE :
ROBERTO DANIEL SUÁREZ
EDGARDO FERREYRA
FRANCISCO LERA
JUAN PEDRO BELLUZ
JULIO SECUNDINO ROBLES
HUGO ALBERTO PARENTE
JOSÉ CARLOS PRAT
HÉCTOR EDGARDO FIGUEROA
DANILO NADALUTTI
¡¡¡ PRESENTES!!!