Francisco LERA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Nació y vivió su infancia en Esperanza, en la familia que formaron Pancho e Hildegardis, La escuela San Martín fue la primaria de mi hermano Francisco (Panchi) y la ENET, conocida en aquella época como la Pajarera, su escuela secundaria. En la “técnica” reconoció su gusto por las actividades ligadas a las ingenierías. También era hábil para el dibujo. En un concurso que hubo en conmemoración a la colonización, su pintura había ganado un premio.
A la par de sus estudios secundarios jugaba al fútbol en el Club Defensores del Oeste. Era el tiempo de la confitería bailable “Carnaby” y de las pilchas de la “Armada Brancaleone”. Cuando terminó la técnica se inscribió en la UTN para seguir ingeniería mecánica. Mientras viajaba a Santa Fe para cursar trabajaba en un taller mecánico cerca de mi casa. Además se había fabricado un torno para tornear madera donde hacía artesanías (platos, fuentes, alhajeros, etc.) que hoy conservamos de recuerdo.
Los inicios de los años 70 fueron imprimiendo nuevos aires. La construcción de una sociedad más justa parecía ser posible.
A “Los Beatles”, “Burt Bacharach”, “Elvis Presley” se fueron incorporando Los Quilapayún, Los Olimareños, Víctor Jara. También el Coro del Cristo Obrero de Villa del Parque. Para aquella época formábamos parte de un grupo ligado al Colegio San José donde compartíamos reflexiones sobre el evangelio.
El llamado a construir el Hombre Nuevo del Cura Catena caló profundo en mis hermanos y en algunos amigos. Muchos pensaron que esta construcción era personal pero también política.
Poco a poco aquellos “aires de libertad” se fueron apagando.
Aparecen en escena las AAA con sus rituales de amenazas y muertes y más tarde el golpe de estado: el terror se instala con toda su magnitud.
A los pocos días del golpe, mi hermano Francisco se debe incorporar como conscripto para hacer el servicio militar en el GADA 121 con asiento en Guadalupe. A diferencia de la mayoría de los soldados tenía 24 años porque había pedido prórroga por estudios.
Durante todo ese año visitaba nuestra casa bastante seguido ya que le daban franco. Francisco pasó las fiestas de fin de año en Esperanza y regresa al cuartel convencido de que por su buena conducta durante todo el año era candidato a salir en las primeras bajas. Pero nada de ello ocurrió, supuestamente estuvo en el calabozo, posterior a ello lo mandan en comisión a hacer un mandado en una marquetería de Guadalupe y nunca se supo más de él. Ello fue el 13 de enero de 1977.
Cuando mi padre va a visitarlo ya que habían pasado varios días sin tener noticias le informan que había desertado. Si hubiera realmente desertado, lo habitual era que se avisara a la familia o lo mandaran a buscar con la policía del lugar.
A partir de allí comienza el peregrinaje por saber algo de él.
Mis padres concurren varias veces al GADA, allí, entre otros, - recuerdo especialmente la figura desagradable del oficial Sanabria-; al Distrito de calle Salta, se entrevistan con Monseñor Tortolo en Paraná (que hipócritamente dice que “no puede hacer nada”).
Solicitan intermediación al Nuncio Apostólico Pio Laghi y solo obtienen por respuesta una nota “tipo fotocopia” que debe haber extendido por igual a todos los familiares que le pedían que interviniera ante las reiteradas desapariciones y cuyo texto dice que “lamenta hondamente la angustiosa situación pero que en la práctica una gestión eficaz en estos casos es casi inexistente”.
Mi hermano Arnoldo realiza el trámite de hábeas corpus ante el juez Mántaras. Se envía la información a la Embajada de Alemania, se denuncia ante la Cruz Roja Internacional, ante las Naciones Unidas. Todos los resultados son negativos.
/ Carmen en nombre de nuestra madre y hermanos. Agosto 2006.
Francisco Domingo Lera fue incorporado como soldado conscripto en el GADA 121, Guadalupe, Santa Fe, en abril de 1976. Todo hace pensar que sus comienzos fueron normales y hasta afortunados, ya que por orden de su jefe pintó un mural alegórico al descubrimiento de América, nombre de la batería de la que el joven formó parte.
Francisco Domingo obtuvo una licencia para pasar las fiestas de fin de año en su casa de Esperanza, Santa Fe, y después regresó al cuartel.
Según las autoridades militares, el 13 de enero de 1977 a las once de la mañana, el soldado fue enviado en comisión y no regresó; fue dado de baja por "primera deserción simple", pese a no haber sido buscado en su domicilio.
Cuando su padre se enteró de la ausencia del hijo por informe de uno de sus compañeros de batería, se presentó en el Grupo de Artillería de Defensa Aérea 121. Allí, un suboficial le sugirió que volviera a las dos semanas, que algo se iba a aclarar y que lo conveniente era "no hacer barullo". Tiempo después, durante la investigación judicial, el suboficial negó lo dicho y los padres del soldado se enteraron de que su hijo había estado varios días detenido en Rosario por "sospechoso ideológico".
Su memoria es recordada en un monumento en la Plaza de la Memoria en Esperanza y una placa colectiva en la UTN Facultad Regional Santa Fe
En el GADA (Grupo de Artillería de Defensa Aérea, en el barrio de Guadalupe), en la batería América, que el propio Lera había pintado durante su colimba, fue colocada una placa por el Ministerio de Defensa en 2015