HOMENAJES
Homenajes realizados por las comunidades respectivas a las personas del Departamento La Capital que integran esta obra
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Homenajes realizados por las comunidades respectivas a las personas del Departamento La Capital que integran esta obra
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Marcas territoriales de memoria
“Los lugares de memoria no viven sino por su aptitud para la
metamorfosis, en el incesante resurgimiento de sus significaciones
y la arborescencia imprevisible de sus ramificaciones”[1]
“Son restos, testigos de otra época,
que basculan entre la fijación de sentido
y la apertura a las resignificaciones” [2]
Nuestra ciudad está llena de marcas territoriales de memoria, cuyo común denominador es que pretenden dotar de materialidad lo acontecido durante el Terrorismo de Estado y visibilizar el reclamo de Memoria, Verdad y Justicia en el entramado urbano y cotidiano. No obstante ello, podemos identificar algunas diferencias entre estas marcas.
En primer lugar, advertimos que hay marcas que fueron instituidas por agencias estatales, en el marco de lo que se denominan políticas públicas de memoria. Dentro de este grupo, se encuentran las placas que señalizan los ex Centros Clandestinos de Detención (CCD) que funcionaron en nuestra región, las cuales fueron colocadas por el gobierno de la Provincia de Santa Fe. Por otro lado, están aquellas marcas construidas por emprendedores de memoria, generalmente nucleados en organismos de Derechos Humanos pre existentes o en comisiones-homenaje constituidas ex profeso. Dentro de este grupo incluimos las baldosas por la memoria, los murales y las placas colocadas en escuelas, facultades, sindicatos o colegios profesionales.
En segundo lugar, podemos diferenciar aquellas marcas que señalan los lugares donde ocurrió la violencia estatal de la dictadura, tales como las placas que identifican donde funcionaron CCD, de aquellas marcas que fueron construidas para recordar a personas desaparecidas o asesinadas, ya sea de manera individual o colectiva, tal es el caso de las calles, baldosas y placas colocadas en escuelas, facultades, sindicatos, colegios profesionales o lugares de trabajo. A mitad de camino quedan las baldosas emplazadas donde se desplegaron operativos represivos, aunque si bien están ubicadas en lugares donde ocurrieron asesinatos y/o desapariciones, el eje de la rememoración no son los crímenes allí cometidos sino los/as compañeros/as caídos.
A diferencia de los actos, a los que las personas asisten movidos por un interés evocativo o conmemorativo, las marcas territoriales de memoria no tienen un destinatario fijo o premeditado, sino que irrumpen en el espacio público, y por lo tanto tienen la potencialidad de sorprender a los/as ciudadanos/a (vecinos/as o visitantes), interpelarlos/as e invitarlos/as a hacerse preguntas, a investigar, a conocer, a reponer y construir sentidos sobre la placa que ven o la baldosa que pisan.
En palabras de Jelín y Langland[3], las marcas territoriales son vehículos que soportan, transportan y proyectan sentidos sobre el pasado. En otras palabras, no constituyen puntos de llegada sino puntos de partida, no representan un fin en sí mismos, sino el inicio de un camino, de un proceso de transmisión intergeneracional que permita enlazar el Nunca Más con la construcción de futuros deseables.
Prof. Yanina Hoffman [1] Nora, Pierre (2008). Les Lieux de Mémoire. Trilce ediciones. p.34.
[2] Messina, Luciana (2019). “Lugares y políticas de la memoria: notas teórico-metodológicas a partir de la experiencia argentina”. Kamchatka. Revista de análisis cultural 13. p.62.
[3] Jelin, E. y Langland, V. (2003). Las marcas territoriales como nexo entre pasado y Presente. En Jelin, E. y Langland, V. (comps.), Monumentos, memoriales y marcas territoriales. Siglo XXI.