Edgardo FERREYRA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Edgardo Luis Ferreyra fue un estudiante de la Escuela Industrial Superior. Ingresó en 1969, por lo que tuvo oportunidad de vivir las jornadas del Cordobazo. Esto produce en él una pronta toma de conciencia y rechazo a las injusticias que padecían los sectores populares, algo muy común en los jóvenes de aquella época, comenzando entonces a participar de las actividades del Poder Joven, uno de los primeros movimientos pacifistas y ecologistas de la Argentina, creado y dirigido por Silo.
Yo tuve oportunidad de conversar con él recién en 1972, y recuerdo que en esa ocasión me prestó un libro que trataba de diversos temas, entre ellos la formación del Universo. Fue allí donde comencé a tomar conocimiento del Big Bang. Este dato, que parece trivial, es sin embargo una muestra del nivel de conocimientos e intereses que movían a buena parte del estudiantado de la EIS; piénsese que este tipo de temas recién se hicieron comunes en la década del “90.
En lo personal, Edgardo era una persona sumamente reservada, que cultivaba tanto el bajo perfil como un humor muy agudo y un tanto «chicanero». Por esa época se cambió de escuela, pasó al Nacional Simón de Iriondo. Corría 1973 y todo el movimiento popular que se había gestado en años anteriores llegó a su punto máximo, cosa a la que no fue ajeno Edgardo.
Concurrió al llamado 4° Congreso del FAS (Frente Anti-imperialista y por el Socialismo) que se realizó en agosto en San Miguel de Tucumán. Fue evidente que quedó muy impresionado porque a su regreso dejó su actividad en Poder Joven y comenzó a trabajar políticamente en el NEIS (Nucleamiento de Estudiantes Independientes Secundarios), agrupación de base del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores), en donde yo también militaba.
Allí desarrolló las clásicas tareas de militancia estudiantil de la época, poniendo el énfasis en los aspectos reivindicativos de los secundarios. Durante el verano participó de un curso de apoyatura escolar para niños de escasos recursos económicos de la vecinal de Barrio Estrada, lindante con el de Santa Rosa y Villa del Parque. Fue así que por marzo de 1974, de golpe, dejó de concurrir a las reuniones.
Como nadie preguntó nada, yo tampoco. Semanas después lo crucé en la calle y me saludó de forma muy reservada, comprendiendo entonces que seguía militando pero en otra actividad, fuera del «frente estudiantil».
Nunca más lo volví a ver y como las personas a las que pregunté por él, luego de muchos años, ignoraban su domicilio y los datos de su familia, llegué a pensar que quizás, ese bajo perfil que siempre mantenía lo hubiera ayudado a salvarse del accionar represivo. Lamentablemente no fue así. Recién en el año 1998 me enteré de la amarga verdad: Edgardo estaba desaparecido.
En los primeros días de 1977, justo cuando le daban la baja, fue apartado del resto de los «colimbas» con un pretexto y nunca más apareció. Tengo entendido que estos hechos fueron narrados por un conscripto amigo de él, con el que estaban juntos ese día de la baja.
Conservo el recuerdo de saberlo una gran persona, de su honestidad y de su particular sentido del humor. Él también, como tantos miles, debió soportar el horror de la desaparición forzada, pagando con su vida el deseo de libertad y justicia que marcó a toda esa generación.
/Carlos
Edgardo Luis Ferreyra tenía 21 años cuando salió del Batallón de Comunicaciones 121 del Segundo Cuerpo de Ejército, en Lamadrid al 500, el 4 de enero de 1977, pero nunca llegó a su casa en Santa Fe, donde tres días antes había estado de franco para despedir el año y anunció a sus padres -ya fallecidos‑ que saldría en la primera baja.
Veintiocho años transcurrieron para que el caso sea denunciado -por primera vez‑ ante la justicia federal por dos de sus hermanos que se presentaron ante la fiscal Griselda Tessio y además solicitaron al juez Reynaldo Rodríguez un estudio de ADN para saber si los restos de un militante político que cayó ese fatídico 4 de enero y fue sepultado como NN en el cementerio de Santa Fe pertenecen al conscripto desaparecido. (Años después se pudo comprobar que no se trataba de Edgardo sino de Marcelo Acoroni )
“Nuestra familia supo que Edgardo militaba en el Ejército Revolucionario del Pueblo y que sus apodos podían ser ‘Fierro’ o ‘Sargento Cabeza’, por relato de ex compañero de Edgardo en el servicio militar, que también salió en la primera baja y hoy vive en el sur de la provincia. “Nos dijo que un sargento del Batallón (de Comunicaciones 121) le comentó poco después de la baja que a Edgardo lo habían seguido a Santa Fe porque sabían que era del ERP. Eso habría ocurrido a muy poca distancia de su casa. Incluso, ese sargento dijo: `Mira cómo habrá sido de hijo de puta que estaba a pocos metros de la casa de sus padres y no los fue a saludar después de la baja'”.
El general Settel era segundo jefe del Batallón de Comunicaciones 212 de Rosario –sede de Area 211– cuando desapareció Edgardo Ferreyra en enero de 1977. Settel está sospechado porque le encargó a Ferreyra “la confección de un plano de la sala de armas del Batallón para sustraerlo del grupo de conscriptos que terminaba el servicio militar y de esa manera hacerlo seguir más fácilmente” cuando saliera del cuartel. Ferreyra concluyó el trabajo, lo entregó y después viajó rumbo a la ciudad de Santa Fe, sin saber que era “seguido por un efectivo vestido de civil”. Ya en la capital de la provincia se encontró con compañeros de militancia en “un lugar cercano al domicilio paterno”, donde “irrumpió un grupo de policías y militares, luego de lo cual nunca volvió a saberse de él”,
Informe de Fiscalía.
Su memoria es recordada en un placas colectivas colocadas en la Escuela Industrial y la Escuela Nacional