Roberto Daniel SUÁREZ

Le decían el “Mudito”, también “Petiso”. Nació en Santa Fe, el 19 de febrero de 1955. Su pueblo era Logroño al norte de Santa Fe en donde pasó gran parte de su infancia. Vivía junto a su familia, papá, mamá y hermano, en una humilde casilla que el Ferrocarril les facilitaba a sus empleados.

Su niñez transcurrió en una estrecha comunicación con la naturaleza y las gentes de esa pequeña comunidad en donde “duendes y aparecidos” configuraban una historia singular. Sus experiencias más tempranas de amor y juegos compartidos se armaron al calor y la protección de su hermano Ernesto, hermano y amigo, confidente, hermano querido hasta los últimos días de su aliento. Los árboles del monte norteño oscilaban entre figuras de ángeles y demonios que le brindaban al pequeño Daniel un mundo lúdico de fantasías que fueron las bases de esa personalidad tan singular que todos recuerdan. Las siestas, cargadas del misterio que las leyendas pueblerinas ofrecían a las ávidas mentes infantiles, hacían que los pequeños hermanos, transgrediendo todo mandato paterno y sin la conciencia del peligro que el lugar presentaba, se lanzaran a la exploración de ese mundo encantado que brindaba los elementos para toda una escena de juegos en donde los animales del lugar y la cerrada maleza conformaban personajes y escenarios inolvidables y plenos de riqueza... así crece este niño afianzando su desarrollo con estas vivencias que nominaban su vida como “feliz”...

Así, con lágrimas en los ojos recuerda su tío “Chango”, como cierta vez llegó a Logroño el Arzobispo, ataviado con sus prendas de ceremonia. Es que era rumor en el pueblo que el diablo rondaba el lugar e impedía que se terminara la construcción de la capilla. Es por esto que era necesaria la presencia de este enviado para “exorcizarlo”. Daniel, que apenas tenía cinco años, salió para hacer un mandado cuando se topó con esa extraña figura que le despertó un gran temor al punto de salir corriendo y llegar agitado a su casa gritando que había visto al diablo... cosas de chicos

Su hermano narra que jugaban con otros chicos a las bolitas, para no ensuciarse la ropa no se arrodillaba, lo que lo colocaba en desventaja y al perder fruncía el ceño, ponía cara de malo y se retiraba enojado del juego... no le gustaba perder... “éramos muy unidos, éramos amigos, siempre los dos, siempre juntos... apuntalándonos. Teníamos amigos en común, jugábamos en el monte, pero siempre éramos los dos, los mismos juegos... de grande esto cambió, éramos dos personas con nuestros gustos, actividades, nuestras formas de ser, pero seguíamos siendo hermanos-amigos. Aquella vida tan feliz de la infancia dejaría en nosotros esa impronta inolvidable y ese vínculo indestructible. Por las noches escuchábamos música, un rato cada uno, porque nos gustaban distintos grupos, distintos géneros... y conversábamos largamente... Teníamos distintos criterios y distintos posicionamientos políticos... pasábamos interminables horas discutiendo e intercambiando ideas...una característica profunda en él era el repudio radical hacia ciertas negociaciones poco claras. Honesto y coherente con sus ideales y su concepción de la justicia social, perfil bajo y laburador, era un tipo que trazaba quiebres, decía: “...basta, hay cosas que no se pueden negociar...”

Sigue recordando su hermano. “...de adolescente era callado, reservado, yo era su único confidente...él era observador y poco demostrativo con los desconocidos al punto que quizás muchos lo pueden haber catalogado de parco... tal vez un poco desconfiado y eso se debía a su realismo y objetividad, sobre todo en esos tormentosos días en donde no se vislumbraba ya el largo plazo... queríamos un mundo mejor, creíamos que un mundo mejor era posible. Yo le decía revolución social sin plazo, él me decía: “hay que hacer ahora, ahora por la gente, porque la gente lo necesita... ”... como si en algún sentido sus ojos hubieran rozado el devenir de esa oscuridad que arrasaría su existencia... donde los proyectos de los años venideros eran la versión no escrita en el diario de su vida...”

“Desde chico siempre fue muy tranquilo, siempre se las ingeniaba para quedar bien con las maestras, era comprador ...en primer año de la secundaria se sacó un tres y no quería llevar esa nota a mi casa, que la vieran mis padres, así que decidió corregir la nota y le salió muy ……

Hizo parte de la primaria en Logroño, y la terminó en Constituyentes ya que en el '63 nos mudamos a la ciudad de Santa Fe. La secundaria la hizo parte en el Nacional de Laguna Paiva y parte en el Nacional de Santa Fe donde comenzó su militancia política en el M.A.S (Movimiento de Acción Secundaria) y donde luego se recibió de bachiller. Esta organización, pasa más tarde a integrar la U.E.S. (Unión de Estudiantes Secundarios) agrupación de superficie de la organización Montoneros. En realidad, él comienza con una militancia social que tiene que ver con la lucha por el medio boleto estudiantil, mientras en la Universidad se estaba luchando por la permanencia de los comedores Universitarios.

Luego comenzó a estudiar Bioquímica, por lo que su militancia universitaria se dio en la FIQ, (recordemos que en los inicios de la década del ‘70 estas carreras se cursaban todas en la misma facultad), allí pasa a integrar la JUP y luego va a trabajar al frente barrial.

“...siempre le gustó mucho trabajar... desde chico lo hizo en los patios cerveceros, muy de moda en aquellos años, y en algunos bares. Se tenía que ganar los manguitos, de otra manera no estaba conforme. Yo solía pedirle dinero a mis viejos, él jamás, y me regañaba por esto. Puntilloso y muy cuidadoso con sus gastos, sin embargo no escatimaba en regalos para aquellos a quienes amaba. Recuerdo que con su primer sueldo compró un obsequio para la madre, “la vete”, y esto es sólo un pequeño indicio de su generosidad y consideración por las personas que formábamos parte del mundo de sus afectos”.

“... era metódico en todo sentido, disciplinado, cuidadoso con su ropa, su aspecto... pulcro y organizado hasta con la comida, armaba su plato y llevaba un orden para comer... Si las papas rellenas se abrían, protestaba, se enojaba porque necesitaba cortarlas feta a feta ... Como no le gustaba el zapallito “la vete” le cocinaba estas papas rellenas especialmente para él, y ese especialmente era un lugar favorecido en el corazón de esa madre... Era un poco malcriado en ese aspecto, este hijo tan cariñoso y querible generaba en sus padres esos pequeños privilegios, esos mimos que formaban parte de un mundo en donde había fluidez de amor, de diálogo, de compresión... “

“...es imposible definir a una persona en una palabra, pero coherencia es una que lo distinguiría... coherencia, hasta en los más finos detalles, en todas las dimensiones de su vida... tuvo una sola novia, un solo amor, hasta el fin. Por ese amor y por el fruto que de él nació, no se exilió, se quedó, consciente de los grandes peligros... era más fuerte la alegría de acunar a su hijo entre sus brazos... se quedó, porque su compañera sufría prisionera de la más cruel dictadura de la historia...porque sus compañeros caían abatidos por esa dictadura. ..se quedó, porque qué lugar podría alojar tanto dolor de muerte y destrucción... así, el primero de agosto de 1977 a los veintidós años, lo secuestran grupos de tarea, respondiendo a consignas del terrorismo de Estado. En ese momento, Daniel, se encontraba cumpliendo con el servicio militar obligatorio, fue enviado a cumplir una comisión en Guadalupe y desapareció, la última noticia fue la de una vecina que lo vio tomar “el 8” para ir hacia el norte en San Jerónimo y Salta (en aquellos años San Jerónimo corría de sur a norte). A pesar de la intensa búsqueda que aún hoy continúa (y seguirá a través de nuestros hijos), sus rastros se perdieron para siempre...pero por siempre continuará también la búsqueda de sus asesinos”

De su desaparición hay dos versiones. Según consta en las denuncias e investigaciones de sus familiares, el joven fue mandado en comisión para entregar un paquete en la casa de un oficial del Batallón situada en la avenida costanera de la ciudad de Santa Fe. De esa comisión jamás regresó y, como era norma, fue dado de baja por desertor.

Recuerda su madre, Olga Barrera: “un compañero suyo me llamó por teléfono para preguntarme si Daniel estaba en casa conmigo, porque en el cuartel no estaba; entonces me subí al auto y me fui inmediatamente al cuartel en medio de las lágrimas: lloraba y gritaba. Fui sola porque mi esposo era ferroviario y no se encontraba en la ciudad. Además, en el ‘77 quién te iba a acompañar, había mucho temor en la gente, incluso en los familiares de uno. Cuando llegué, pedí hablar con el suboficial Ferger que era su inmediato superior. Primero me dijeron que no estaba. Luego, cuando me vieron decidida a quedarme a esperarlo, me atendió respondiéndome con evasivas, sugiriendo que a lo mejor se había ido con alguna noviecita y que ya iba a volver. Le dije que no, que yo conocía a mi hijo y sabía que no iba a hacer eso. Me cansé de ir todos los días al cuartel para preguntar por él; nunca me dieron una respuesta. También saqué avisos en El Litoral, con la foto de Daniel, para que alguien me dijera si lo había visto o si sabía algo de él. Hice habeas corpus, pero nunca supe nada”.

“En el Juzgado Federal -recordó- conocí a las primeras madres que también buscaban a sus hijos. A Bruzzone, los Verdú, los Mattioli, los Manzo, a Norma Biekgler. También a una persona que fue un puntal para nosotros en el grupo de Familiares: Elsa Ramos. Cuando empezamos a viajar a Rosario y a Buenos Aires nos dimos cuenta de que había muchas madres como nosotras, yo no sabía que había tantos desaparecidos. Fui al Ministerio del Interior, a las iglesias, hice carta documentos, nos reuníamos con Monseñor Zazpe, nos recibía para darnos palabras de aliento, pero nunca pudimos obtener ningún dato a través suyo”. Olga Barrera, Madre de Plaza de Mayo

La otra versión, posterior a la primera y originada en la información brindada por un suboficial del Batallón de Ingenieros Anfibios 601, es completamente diferente. Ya en democracia, llegó una denuncia anónima ante la CONADEP. Según el legajo 1421 “se presenta un individuo, aparentemente que revistó como suboficial del Ejército, y manifiesta que, habiendo visto en el diario la foto de Suárez y la denuncia de su desaparición, comparece para decir que el mismo fue asesinado por el entonces Jefe de dicho Batallón Coronel José Tidio Lagomarsino de León, con su pistola calibre Nro. 9, con un tiro en la cabeza, complicando en el caso a los oficiales Candioti y De Gracia. Este suboficial denunció también que al cadáver lo envolvieron en una lona verde, lo subieron en una barcaza y cruzaron el río a una isla, regresando luego en la barcaza sin el cadáver”.

El Candioti mencionado en esa denuncia anónima es Alberto Julio Candioti, que en ese momento cumplía funciones en el Batallón de Anfibios de Santo Tomé. Integró además el Batallón de Inteligencia 601. En democracia se recicló como dirigente deportivo: llegó a ser vicepresidente de Colón y asesor personal de Julio Grondona en la AFA. Durante el menemismo tuvo una meteórica carrera en el área jurídica del Registro Nacional de las Personas. Se alejó de la esfera pública y hasta 2012 fue asesor jurídico de UTTA (Unión de Trabajadores del Turf de Argentina) y OSPAT (obra social del personal del turf). Actualmente está detenido por otras causas. Estuvo prófugo hasta que cayó en Montevideo, el 23 de mayo de 2013. Actuó en La Cacha (en el mismo período en el que allí nació Guido Carlotto), Brigada San Justo y el Pozo de Banfield (por lo que fue condenado en juicio). No era un oficial menor: fue Jefe de la Sección Comando y Servicios del Destacamento de Inteligencia 101. De su propio legajo se desprende que cumplió las funciones especificadas por las siglas S1 (Personal), S2 (Inteligencia) y S3 (Operaciones). Las querellas pidieron su imputación, al igual que la de Camilo Ferger (superior de Suárez), pero el juez Reinaldo Rodríguez no hizo lugar a esos pedidos.

Lo cierto es que el joven jamás apareció.

Su memoria es recordada en placas colectivas colocadas en la FIQ-UNL y la Escuela Nacional, donde también se colocó una baldosa por la memoria

En enero de 2015 el Ministerio de Defensa colocó una placa en el Batallón de Ingenieros Anfibios de Santo Tomé

Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Acumulada Santa Fe

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