Raúl Manuel SAN MARTÍN
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Nació el 10 de diciembre de 1954. Rosarino, militante en la Juventud Universitaria Peronista (JUP) en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) de Rosario.
Le decían “Porto” y por su apellido le decían también “El General”. Era muy, muy petiso, de figura y andar gracioso, cultivador de un bajo perfil, y lo que se dice un tipo bueno: un tipazo.
Fue detenido en febrero de 1977, cuando era obrero de Fabricaciones Militares y hacía changas en la fábrica de tractores “John Deere”.
Luego de su paso por centros de detención de Rosario fue llevado a la cárcel de Coronda, en el tiempo de las condiciones de trato más rigurosas.
“ En una oportunidad dijo que tenía fuertes dolores de cabeza. El padre solicitó a las autoridades que le brinden tratamiento. En tanto yo, con 17 años, fui a ver a la Dra. Cosidoy abogada defensora de oficio, y no me creyó. Todas las respuestas a nuestros pedidos de ayuda eran NO”.
Su hermana Carmen
“Comenzó a quejarse de fuertes, fuertísimos dolores de cabeza, a pesar de los reclamos de los
compañeros pasaron dos o tres días hasta que lo llevaron al médico.
-Acá tiene una aspirina, le dijeron; y lo mandaron de vuelta.
Luego volvió a pedir médico. Lo mismo. Explicaba su cuadro y nada, aspirinas. Finalmente, según nos contara él mismo, el doctor (Valls o Traverso, ambos médicos del Penal) le dijo desde su sillón tras el escritorio:
-Mire San Martín, usted tiene la enfermedad del “techo colorado”, así que no se preocupe y no moleste más.
-¿Qué es eso doctor?
-Usted habrá visto que este penal tiene techo de tejas coloradas, ¿no?
-Sí doctor ¿y?
-Bueno usted hace ya un tiempo que esta acá, bajo este techo y por eso se agarró esta enfermedad. Es decir, usted no se la banca. Como dicen ustedes: usted está quebrado; así que tome estas aspirinas y vaya nomás a su celda.
A los pocos días los compañeros del pabellón tres fuimos trasladados al cinco. Un embole. Vuelta a empezar. Uno se aquerenciaba a la celda, al barrio, a los vecinos y al paisaje y de golpe y porrazo:
-Prepare el mono y salga.
El cinco por primera vez era un páramo, estaba medio vacío. Era otra cosa. Estaban pintando, la luz era distinta. Hacía mucho frío. Cada traslado era un pequeño exilio. Vi desde mi celda al Porto, el General, con el colchón abrazado y el mono, más grande que él, colgado en su espalda. Entró a su celda de la tercera planta del costado que mira al patio de recreo. No le tocaron vecinos. A ambos lados de la suya había varias celdas vacías. Estaba solo y aislado. Ya no lo volví a ver. A la madrugada lo encontraron tirado y se lo llevaron a Santa Fe.
El Porto, silenciosamente, se fue: la enfermedad del “techo colorado” no era otra cosa que una fulminante meningitis. ¡Se nos había ido un tipazo!
“Del otro lado de la mirilla-Olvidos y memorias de los presos políticos de Coronda 1974-1979”
Los responsables de su muerte fueron juzgados y condenados en la Causa Cárcel de Coronda