Juan Carlos VOISARD "Gringo"

Gringazo de la pampa gringa, nacido a orillas del Salado entre oros de trigales. Un compañero de los primeros del peronismo en la cárcel de Coronda, había comenzado a militar en su ciudad dentro del frente barrial y luego por su trabajo se incorporó al frente gremial, un militante comprometido con una simpleza personal como suele darse en nuestra “gente del interior” y que quizás hoy se ha perdido algo pero todavía subsiste con ese andar sin apuros, ese hablar medido y pausado, directo, franco, de corazón generoso.

Esta manera de ser parecida o comparable, como después pudimos ver, a la que tenían los compañeros de las ligas agrarias que llegaron a Coronda más tarde. Buen administrador de “cantina” (el depósito común de elementos de los presos) según se le veía en aquel entonces. Le gustaba hacer bromas o mejor divertirse con el doble sentido de las palabras, su alegría se manifestaba desde una mirada cómplice a una sonrisa amplia que le prendía la cara como un farol iluminado; se preocupaba por su familia, pensaba mucho en ella y creía en la revolución sin muchas preguntas y sin esperar demasiadas respuestas. Aún cuando estas frases aparezcan como remanidas, al Gringo Voisard todas las frases que se digan le quedan chicas.

Al salir al patio al primero que vi fue al Gringo. Detrás de él venían todos los del pabellón, a ver quién había llegado. Los de Rosario y los de otros lados, se quedaban un poco atrás porque ya sabían que era santafesino.De Santa Fe conocía a casi todos los compañeros provenientes del peronismo. A los de la izquierda sólo alguno que otro de vista, o de la facultad, o de alguna marcha. (…)

El Gringo encabezaba el recibimiento. Habrá sido porque era el más viejo de edad, con sus treinta y pico, y uno de los primeros presos. Yo lo había conocido en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), en la Secretaría de Interior, cuando andábamos tratando de armar algunos sindicatos en pueblos del interior de la Provincia, donde nunca había existido este tipo de organización. Viajamos varias veces juntos en esos autos último modelo, que uno nunca preguntaba de dónde habían salido.

Y allí estaba el Gringo recibiéndome en la cárcel. Con su gorro de preso veterano encasquetado hasta las cejas y voz medio ronca, tan característica, que siempre me hacía pensar en un cura dando consejos, pausado y tranquilo. Él me puso el sobrenombre que sigo usando aunque hayan pasado ya veinticinco años.”

Miguel Rico - Coronda, Diciembre 1975

Después del golpe militar el régimen de la cárcel se había vuelto totalmente inhumano y los presos éramos sometidos a un trato degradante, la atención medica era pésima (impuesta por las autoridades del penal pero instrumentada por los dos médicos y el siquiatra quienes se burlaban de nuestras necesidades).

El Gringo tenía problemas de presión y no siempre lograba que lo medicaran y atendieran correctamente. Lo verdugueaban con el suministro de remedios y todas esas cosas que hacían que la vida, o la muerte en este caso, fueran más desagradables.

Un día, más precisamente el 15 de agosto de 1976, sufrió una descompensación y como dice ese vecino suyo de su querida Esperanza “Y te fuiste despacito, tal vez, tal vez, hacia otro encuentro donde van los que nacieron sin alambradas ni tientos”, seguramente no hay alambrada ni tiento que pueda sujetar el alma de este criollazo gringo.

Esta muerte también fue un asesinato de la dictadura.

/ Historias de sus compañeros de la cárcel de Coronda

Gotas de Rocío

Cuando sea tiempo, en todo el tiempo, tú vendrás...

cuando caiga la lluvia,

en cada gota fresca, tu estarás...

En las manos de la madre, en su ternura que no pasa,

en cada amanecer, prendido a la vida existirás...

Qué triste estaba la tarde, aquel día que partiste,

pero no borró tu sonrisa, la que siempre compartiste.

La juventud te sobraba y a toda la repartiste

con un presente a tu pueblo, cuando te fuiste sin irte.

Hoy yo regreso a tus años, a tus horas, a tus encuentros,

A tu dulzura de miel, a tu dureza de roca....

A ese discurso encendido, estallándote en la boca.

La dignidad no se vende, ni se llora!

se lucha, compañero. ..mientras decías, pensabas

lo mejor para tu pueblo.

Y te fuiste despacito, tal vez,

tal vez hacia otro encuentro

donde van los que nacieron sin alambradas ni tientos.

Por eso nunca te lloraremos, los que siempre te amaremos

-los que siempre te amarán-

Y si unas gotas te llegan allí, allí donde siempre estás, serán gotas

de rocío, de rocío nada más.

En homenaje a Juan Carlos Voisard, a 27 años de su muerte. Escrito por un antiguo vecino suyo de la ciudad de Esperanza

Su memoria es recordada en un monumento en la Plaza de la Memoria en Esperanza

Si bien las muertes de Hormaeche y San Martín fueron juzgadas en la causa Cárcel de Coronda, el expediente por la muerte de Juan Carlos Voisard se halla aún en instrucción

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