Luis Alberto HORMAECHE "Negro"

Negro, gran amigo, inmensa persona, fue militante de la agrupación Eva Perón de empleados públicos, al igual que Viviana Pineda, Carlos Molinas, el Negrito Córdoba, Marita Monasterolo, todos compañeros muertos durante la dictadura. Se integró a la misma apenas la fundamos.

Delegado de UPCN por el Ministerio de Obras Públicas, aunque también desempeñaba tareas sindicales en el Coro Provincial. Integró con otros amigos el grupo folclórico “Los Paranaseros”, y creó con algunos tan atrevidos como él uno de grupos más creativos que dio esa juventud santafesina, el grupo Musicanthropus, grupo humorístico-musical que sigue reencontrándose tras décadas en los escenarios y recordando al Negro en cada oportunidad.

Los Paranaseros
Musicanthropus

Como buen negro, cantor guitarrero, no tanto por lo que tocaba sino por lo que hablaba, buen tomador de vino, capaz de trenzarse madrugadas enteras hasta levantar el sol, en discusiones que podían ir desde arte y literatura a las condiciones humanas y a las necesidades de la gente, que lo llevaba a entender el sufrimiento y a sufrir por transformar una sociedad injusta.

El Negro merece una mención especial, una cuestión sobre la que charlamos horas, que era la cuestión de la violencia. Tenía absolutamente claro, cuál era el camino y eso lo llevaba indefectiblemente al compromiso y lo más importante de esto es que el Negro se manifestaba totalmente imposibilitado para ejercer violencia alguna. Era un tipo tan buenazo, de corazón tan grande que esta situación para él era de discusión necesaria y cada vez que nos juntábamos a tomar un vino o hacer un rato de “club” en algún boliche como por ejemplo el del “paraguayo” que estaba a la vuelta del local de la JTP, él sacaba el tema en algún momento, sin embargo, a pesar de esto estuvo siempre donde se lo necesitó y por sobre todas las cosas estuvo siempre del lado de los que más sufren, de los trabajadores.

Su muerte en la cárcel de Coronda fue un asesinato más de la dictadura, porque era eso lo que perseguía el régimen instalado en ese penal y ejecutado con notoria perversidad entre otros por el entonces director del penal, comandante de gendarmería Kusidonchi.

“No fue en vano la muerte del Negro, en lo que respecta a su familia y para aquellos que lo conocimos, a mí en lo particular. Siempre fue y será un ejemplo de vida. Porque tenía ganas de vivir, era alguien que cantaba a la vida. Intentó enseñarme a cantar. Estaba lleno de vida. Y bueno, estará siempre en nuestro recuerdo.

-Cuando te referís a la mala atención médica, o a la falta de atención médica, ¿a qué te referís concretamente?

-Con dos ataques severos, con un derrame cerebral muy fuerte como el que había tenido, que le exigió bastante tiempo para recuperarse, sin duda la cárcel no era el lugar propicio para lograr una recuperación. Pienso además que hubiera tenido que recibir una asistencia humanitaria que no la tuvo. Todos sabemos cómo se nos atendía en Coronda, cuál era la asistencia médica, cuando tenías algún problema, bueno, algunas pastillitas y basta. Eventualmente el único, al menos en lo que a mí respecta, con el que se podía hablar era con el dentista. El resto no te daba ni cinco de pelotas y el Negro Hormaeche necesitaba un tratamiento especial, cuidados especiales que, naturalmente, dadas las condiciones en que estábamos no se lo iban a dar. Porque en el fondo no les interesaba que viviera él, ni que viviéramos nosotros. Uno con el tiempo empieza a darse cuenta que todo tenía un objetivo. Optaron por una manera más inteligente, según su concepto, de tratar de quebrarnos, de destruirnos, de matarnos de a poco”

“Del otro lado de la mirilla-Olvidos y memorias de los presos políticos de Coronda 1974-1979” Obra colectiva testimonial . Editada por Asoc Civil El Periscopio - 200

“Una mañana, me despierto con una sensación de congoja tremenda. Seguro le habrá pasado de tener uno de esos sueños que parecen reales. Bueno, en el sueño que tuve, mi padre me venía a visitar. Era muy extraño, el aire estaba dorado, con una luz como la del atardecer. Cómo sería de vívido el sueño, que han pasado más de cuarenta años y me acuerdo como si fuera ayer. Como le decía, en el sueño estábamos en la casa de él, que tenía un patio enorme, y caminábamos por ahí, entre los frutales… Yo tenía una mezcla de asombro y emoción; le preguntaba a cada rato: “qué estás haciendo acá, cómo te dejaron salir”. Él me decía que tenía poco tiempo, que se tenía que ir, que lo estaban esperando. Me decía que había venido a despedirse. Yo no entendía; me llevaba de la mano y me sonreía. “Pero adónde te tenés que ir” le preguntaba; y de pronto, todo se empezó a desvanecer. Me desperté llorando, con las imágenes grabadas en la cabeza, como si hubiera pasado de verdad. Y sabe que es lo más increíble, tengo un hermano más chico, y parece que esa noche, él también soñó que lo visitaba.

Bueno, ahora le voy a contar lo peor, usted no me va a creer. ¡El tiempo que pasó, y todavía cuando me acuerdo, se me pone la piel de gallina!. Esa mañana, después del sueño, nos llaman por teléfono para avisarnos que la noche anterior, mi padre había tenido un ataque. Parece que alcanzaron a subirlo a la ambulancia para trasladarlo, pero no llegó. Son unos cuantos kilómetros desde allá hasta el hospital de acá.

Y bueno, se ve que él, aprovechó el viaje para despedirse. Así de vital, era mi padre.”

/ Laura Hormaeche

Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Casa de Gobierno en homenaje a lxs empleadxs públicxs desaparecidos

Los responsables de su muerte fueron juzgados y condenados en la Causa Cárcel de Coronda

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