Raquel Noemí CATTANEO

Hija de Romeo Aldo Cattáneo y Dovilda Boccetto. La familia paterna provenía de Italia, aunque su padre nació en Argentina, en Humberto Primo. Raquel nació el 8 de noviembre de 1951. Luego de vivir 10 años en Humberto Primo, la familia se trasladó a la ciudad de Santa Fe en busca de un futuro más próspero.

Concurrió a la Escuela primaria «Mariano Moreno» en la ciudad capital de Santa Fe. Cursó el nivel secundario en el Colegio «Nuestra Señora de Guadalupe». De allí egresó con el título de Maestra Normal Nacional.

En dicho establecimiento educativo se conformaron grupos de estudio y de discusión, compuestos por alumnas (entre ellas Raquel), monjas y curas. Dicho grupo organizó un proyecto para realizar una cooperativa en el Norte del Chaco.

En la Universidad Nacional del Litoral (Santa Fe capital) estudió la carrera de Técnicas Sanitarias, de dos años de duración, con el objetivo de atender las necesidades de la zona norte del Chaco a la que proyectaba ir.

Se fueron allá porque explotaban a los aborígenes con la producción del quebracho. Les compraban los postes y se los cambiaban por vales de comida. Estaban cerca del Río Bermejito, en Sauzalito. Allí organizaron un aserradero en unas casonas viejas, les compraban los postes a los lugareños, los terminaban en el aserradero y les pagaban lo que valían, a su vez compraban la mercadería y se la vendían a bajo precio, es decir, le arruinaron el negocio a unos cuantos. Hicieron una cooperativa para poder vender todo.

Además atendían la salud de los indígenas, muchos de ellos afectados por la tuberculosis, se les enseñaba cómo combatir la vinchuca por el mal de Chagas. No tenían casi ningún elemento de confort, cocinaban en la comunidad con lo que había, agua casi no tenían y era la que venía del río, Tenían una renoleta que papá les había comprado en Santa Fe.

Entonces los padres fueron a buscarla y volvió a Santa Fe, embarazada de su hijo Martín. Consiguió trabajo en la Escuela de Villa Yapeyú. Estaba desconectada, trabajaba en la escuela, pero un día, una compañera le habló diciéndole que no fuera más porque había una orden de levantarla. Se fue de Santa Fe a Caleta Olivia a casa de unos familiares, luego, sabiendo que la familia en Santa Fe estaba siendo perseguida y amenazada por la Policía Federal, se fue a Buenos Aires. Allí se reunió nuevamente con Armando Molina, su compañero, y vivieron clandestinamente los tres, una noche llamaron a la casa de su prima hermana Marta, que también vivía en Buenos Aires, diciéndole que tenían algo para ella. Estaba Martín, de 3 años, solito, diciendo que sus papás estaban en un auto con unos señores que no conocía. Raquel y Armando nunca aparecieron ni se supo de ellos en ningún centro de detención clandestino.

/ Su hermano

De Santa Fe al Chaco

Fuimos compañeras los cinco años del secundario, época en que fuimos producto de la situación, descubrimos que en el mundo ocurrían cosas, las monjas eran muy abiertas a esos cambios. Miramos desde el colegio con óptica social, hicimos visitas al Hogar Estrada, al Hogar Sarmiento, al Leprosario (hoy Protomédico Dr. Rodríguez); tomamos contacto con la realidad del sufriente y después fuimos incorporando una visión política de la cuestión.

Cuando terminamos el secundario estudiamos cosas que tenían que ver con la ayuda a los necesitados; Raquel hizo Técnica en Saneamiento, otras chicas estudiamos enfermería, otras docentes. En medio de eso apareció una propuesta de la Misión Nueva Pompeya para vivir entre los indios del Chaco (así se los llamaba, hoy los llamamos originarios, pero siguen siendo pobres, siempre pobres).

Nos gustó la idea, no conocíamos, no teníamos idea de con qué nos íbamos a encontrar pero partimos. Fuimos cinco del colegio, entre ellas Raquel y yo, desde enero de 1972, Fuimos allá, cerca del límite con Salta, una zona sin caminos, sin agua. Nos instalamos en el viejo edificio de la misión que se había cerrado en la década de "50

Raquel era maestra alfabetizadora, creamos una escuela para aborígenes, en la escuelita oficial del pueblo los marginaban por problemas idiomáticos y culturales. Sus padres la ayudaron mucho entendiendo lo que fue su opción.

El cura «Cacho» Boero y la monja Guillermina (que llega desde el norte santafesino) eran quienes orientaban el trabajo. Más adelante, cuando se cierra la Escuela Juan XXIll en Santa Fe, llega a la zona el cura Alberga y hace una labor única. Así se forma la cooperativa de trabajo para la explotación del quebracho en tierra fiscal, pero tuvimos que enfrentarnos al «Gringo» comerciante de la zona y a los cupos que el gobierno permitía vender. Luego abrimos sucursales en Sauzal y en Sauzalito, donde había pequeñas comunidades. Un líder aborigen nos permitió asentarnos en Sauzalito. Lo primero que se hizo fue comprar una balanza para los criollos, para que no los engañaran con el peso de los animales que vendían.

Con Raquel hacíamos de todo: maestra, enfermera, despachante, vendedora, y nos divertíamos... nunca tuvimos tiempo para aburrirnos. Éramos muy compañeras, nos entendíamos a la perfección. Le decíamos «Cata» o Catalina de Medici, vaya a saber por qué.

Hubo resistencia del gobierno provincial con la intención de desarmar esa creciente organización, hostigando a «los blancos», y finalmente interviniendo la cooperativa. Eso hizo que fuéramos a instalarnos en Roque Sáenz Peña. Raquel trabajó como docente y allí conoció a Armando que militaba en las Ligas Agrarias. Compartimos actividades con otros santafesinos: Alicia López y su esposo «Lucho». Una tarde cuando ya la represión empezaba a apretar, Raquel no volvió en el horario convenido, pasaba el tiempo y no regresaba, estábamos al borde de la emergencia. Pero el final fue motivo de alegría: Raquel había quedado con Armando unida para siempre.

Es una cosa que no la he vuelto a ver en los años que han transcurrido, ese misterio que teníamos, yo creo que es un misterio, que transmitimos un montón de cosas a la gente y por algo nos seguían. Una vez que llegó un helicóptero de Gendarmería a buscarnos, había tal tensión entre los aborígenes que estaban dispuestos a matarse por nosotros.

Años después, se acercaron a nosotros a pesar de que los represores les habían dicho que «todos los blancos» estaban muertos, buscaron la forma de contactarse, llegaron a los que sobrevivimos y tratamos de ayudarlos nuevamente. «Que mi hija se llame Raquel no es un homenaje, es más que eso, es tenerla siempre presente...»

/ María Elena, su amiga y compañera

Su memorias está presente en una placa colectiva y árboles del programa Plantamos Memoria en el predio del Instituto Emilio Coni de la ciudad de Santa Fe

Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Contraofensiva Montonera

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