El CHE. Emblema de una generación de jóvenes
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Ernesto Guevara «el Che», un santafesino de clase alta, detrás de la aventura juvenil se lanzó a recorrer la Argentina y Latinoamérica, en su camino comprende la realidad de los pueblos sojuzgados, el desamparo y sus luchas. Sumado a la lucha revolucionaria, su trayectoria y sus logros no se detienen con los triunfos, en el convencimiento de llevar la revolución a otros lugares, sus ideas lo presentan ante la muerte. Lejos de terminar, su ejemplo se transforma en el paradigma de una generación en busca de resolver en la práctica las injusticias y desigualdades que a diario se conocían.
Los gobiernos dictatoriales se extendían por todo el continente dando surgimiento a la resistencia popular, sus ideas y figura se multiplican por el mundo, se puede decir que hay un antes y un después, se comienza a evaluar la lucha armada como respuesta al sistema. Varios grupos de militantes argentinos se preparaban para sumarse a la guerrilla del Che en Bolivia cuando fue muerto en 1967. De esos grupos se originaron luego organizaciones armadas. En él se comprueba que la muerte no mata las ideas.
Ernesto Guevara de la Serna, santafesino. Nació en Rosario un 14 de junio de 1928, hijo de Ernesto Guevara y Celia de la Serna, el mayor de cinco hermanos. Su padre fue un firme partidario de los republicanos en la Guerra Civil española y alojó a algunos en su hogar. Tenía ascendencia irlandesa y vasca. A los dos años se le descubrió una afección asmática y su familia decidió trasladarse a Alta Gracia Córdoba, pasaría allí diecisiete años de su vida, hasta 1947. Trató de combatir la enfermedad con la práctica de deportes como el rugby. Sus padres se separaron y él permaneció junto a su madre y tres hermanos.
En 1948, empezó la carrera de Medicina y en 1953 se doctoró por la Universidad de Buenos Aires, donde siguió practicando rugby en el club San Isidro. Firmó artículos con el seudónimo de Chang-cho en la revista Tackle, la primera revista de rugby de Argentina que él fundó y dirigió. Le gustaba jugar ajedrez y leer poesía, se convirtió en un lector voraz, le gustaba mucho la filosofía. En 1950 recorrió el norte de Argentina visitando las regiones más pobres en motocicleta, después se alistó como médico en barcos de la flota mercante en viajes por la costa. De enero a julio de 1952, realizó su viaje en motocicleta acompañado de su amigo Alberto Granado, visitando Chile, Perú, Colombia y Venezuela. Durante el viaje conoció al doctor Hugo Pesce, dirigente del Partido Comunista de Perú; el encuentro, junto a la miseria y la explotación de Latinoamérica por multinacionales estadounidenses, determinarían su visión revolucionaria. En Costa Rica conoció a políticos como Rómulo Betancourt, Juan Bosch y a los líderes exiliados del Movimiento 26 de Julio, sobrevivientes del asalto al Moncada.
En Guatemala hizo amistad con el cubano Antonio «Ñico» López, quien le daría el apodo de «Che» en referencia a la interjección típicamente argentina que usaba. Se dedicó al transporte de armas y cuando cae Arbenz, su nombre figura entre los condenados a muerte. Lo salvó el embajador argentino en Guatemala, Sánchez Toniuzo, que lo asiló en la sede diplomática. En México el 26 de julio de 1954 se unió al Movimiento formado por revolucionarios cubanos exiliados. Conoció a Raúl Castro, recién salido de la cárcel, con el que trabó amistad, luego le presentó a su hermano Fidel Castro en 1955. En los últimos años de la década de los 50, tuvo un destacado papel en la lucha de guerrillas iniciada por Castro contra el dictador cubano Fulgencio Batista. El 2 de diciembre de 1956, desembarcó en Cuba con los revolucionarios, el ejército los esperaba y logra dispersarlos. Nombrado comandante en julio de 1957, lidera la llamada «Columna n°4». En 1958 es designado director de la recién creada Escuela Militar para formar a futuros guerrilleros. En junio de 1958, formó la Columna N°8 con reclutas para enfrentar a la ofensiva que lanzó Batista un mes antes enviando 10.000 soldados a la Sierra Maestra. El 31 de agosto, tras el fracaso militar de la dictadura, Castro lanza la contraofensiva con el fin de extender la guerrilla a todo el país y ordenó al Che y a Camilo Cienfuegos dirigirse hacia la capital. El 28 de diciembre es el ataque contra la ciudad de Santa Clara, último bastión del régimen antes de La Habana. La batalla terminó tras la captura del tren blindado que llegó de la capital con refuerzos. Al enterarse de la caída de Santa Clara, Batista huyó en la noche del 1 de enero de 1959 hacia la República Dominicana.
En 1959 Castro se hizo con el poder tras el triunfo de la Revolución Cubana. Nombrado Ministro de Industria (1961-1965). Procedió a la nacionalización de los sectores estratégicos de la economía del país oponiéndose a la influencia estadounidense en el Tercer Mundo. En 1955, había contraído matrimonio con Hilda Gadea, la economista y dirigente peruana del APRA (Partido Aprista Peruano). El 15 de febrero de 1956 nació su primera hija. Divorciado de Hilda Gadea en 1959, el 9 de junio del mismo año se casó con Aleida March, militante cubana, tuvieron cuatro hijos Aleida, Camilo, Celia y Ernesto. Escribió «Relatos de la guerra revolucionaria en Cuba» y «Diario de campaña en Bolivia», dos libros que muestran la lucha guerrillera donde defendió los movimientos revolucionarios de base campesina en los países en vías de desarrollo. En 1965, escribió la carta de despedida a Fidel Castro en la cual renuncia a sus cargos y a la nacionalidad cubana y declara su voluntad de hacer la revolución en otras tierras.
Deja Cuba y aparece un año después en Bolivia, desarrollando una guerrilla en contra de la dictadura militar boliviana. El 8 de octubre de 1967 fue capturado por una patrulla de rangers y asesinado. Exhiben su cuerpo y antes de enterrarlo, le cortan las manos para que no pueda ser posteriormente identificado.
En el año 1997 el Equipo Argentino de Antropología Forense colaboró junto a especialistas de Cuba en la identificación en una fosa común en Bolivia, de los restos de Ernesto Che Guevara, que junto a los de compañeros combatientes, fueron trasladados a Cuba. Desde entonces reposan en el memorial Ernesto Guevara de la ciudad de Santa Clara.