Silvia Suppo
Última actualización
Última actualización
Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Silvia empezó a militar muy tempranamente, cuando tenía apenas 15 años. Los fines de semana junto a su hermano, Hugo, iban al Hogar de Menores Madres de Rafaela con la finalidad de proponerles actividades a las madres, niños y niñas que allí se encontraban. Estas acciones se enmarcaban en el proyecto de Caritas y consistían fundamentalmente en compartir lecturas, juegos, música, y conversaciones de toda índole, así como también prestar clases de apoyo a los estudiantes. La idea era acercarse a los lugares más desprotegidos de la ciudad y ofrecer ayuda, amistad, comprensión.
Luego, sus inquietudes crecieron y comenzó a reunirse con compañeros y compañeras a debatir, a intercambiar opiniones sobre lo que pasaba en ese momento, a pensar los cambios que creían necesarios para una sociedad más democrática y equitativa. Esto los condujo a desarrollar actividades diversas, pero la más importante fue la del famoso Cine Club. Militantes de la Juventud Peronista y del Partido Auténtico, así como de otras corrientes políticas, se reunían a ver un audiovisual y luego discutían sobre eso. Los ejes abarcaban siempre temáticas sociales graves, pero sobretodo, lo que más los movilizó en aquel momento fue la contaminación producida por los desechos tóxicos de las curtiembres, en particular, en los zanjones ubicados en el barrio Villa Podio. A la vez, participó de la A.E.S (Agrupación de Estudiantes Secundarios) y de la revista, «Qué Hacer», cuyo eje principal eran las reivindicaciones de la época.
Estos primeros años de militancia y de participación le permitieron acercarse a otros miembros de su generación con los que compartía ideas muy renovadoras con respecto a otras generaciones: libertad sexual, igualdad entre los géneros, derecho a la educación sexual, libertad de cátedra, menos autoritarismo en la educación. Esto influyó mucho en su forma de ser y en su forma de encarar sus vínculos. Pero a la vez, y fundamentalmente, esta primera militancia, la ayudó a construir y reafirmar algunos valores que defendió y practicó toda su vida: igualdad, democracia, justicia, defensa de la verdad y de todos los derechos humanos.
Un año antes de terminar la secundaria en la escuela «de Comercio» de nuestra ciudad, es decir en 1975, Silvia conoce a Reinaldo Hattemer, militante sindicalista, de quien se enamora. En 1976, cuando finaliza la escuela, deciden casarse e ir a vivir a la capital de Santa Fe donde Reinaldo tenía trabajo y gran parte de su militancia y donde ella estudiaría enfermería. Lamentablemente Reinaldo fue secuestrado en pleno casamiento de su hermano en la Iglesia Sagrado Corazón de Rafaela el 25 de enero de 1977. A los pocos días de la desaparición de Reinaldo, ella y su hermano son secuestrados. Hugo en su domicilio y Silvia en su lugar de trabajo donde era secretaria de un médico.
Estuvo presa en la Comisaría Cuarta de Santa Fe aproximadamente un año y medio, tenía tan sólo 17 años y allí sufrió las peores vejaciones de su vida: fue torturada, violada y obligada a abortar. Las marcas fueron imborrables pero nunca pudieron callarla, su lucha por la justicia y la verdad fue constante a lo largo de su vida.
Reinaldo aún se encuentra desaparecido y desde ese momento ella nunca dejó de reclamar justicia por él, lo denunció ante la CONADEP, recorrió todos los medios periodísticos a fin de difundir su causa. Junto a su compañero Jorge Destéfani, militante, también detenido el 24 de mayo de 1977, preso político, impulsaba el juicio por la desaparición de Hattemer en la Justicia Federal de Santa Fe. Su militancia continuó desde la salida de la cárcel hasta sus últimos días, a pesar de que se encontró frente a nuevos y duros desafíos: volver a reinsertarse en una ciudad pequeña y conservadora donde conseguir un empleo fue muy difícil, así como lo fue rearmar su vida afectiva con su hermano exiliado, su novio desaparecido y muchos amigos y amigas muertos.
Trabajó junto a diversos compañeros en busca de la democratización de la cultura en el proyecto del Centro Cultural «Utopías» de nuestra ciudad desarrollando talleres, debates y la redacción de la revista «Al margen». Formó parte de la comisión por la Verdad y la Justicia de Rafaela organizando continuamente acciones concretas para la concientización y la reflexión sobre las consecuencias de la dictadura en el presente. Jorge, Silvia y otros compañeros acompañaron y asesoraron a familiares de desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado acercándoles herramientas legales o actuando como canales de comunicación a fin de que la verdad y la justicia se concretaran.
A pesar de todo lo sufrido, de su dolor y su impotencia nunca calló. Su testimonio fue fundamental para enviar a la cárcel al juez federal Brusa y otros represores en el año 2009. Encaraba la causa que investiga la desaparición forzada y privación ilegítima de la libertad de su compañero Reinaldo Hattemer, como así también las torturas y vejaciones sufridas por ella y por Jorge, causa que se encuentra tramitando actualmente en el juzgado de instrucción y que continuaremos sus hijos como querellantes. (La Megacausa Rafaela fue finalmente juzgada en 2018 condenando a todos los genocidas responsables).
El 29 de marzo de 2010 Silvia fue brutalmente asesinada mientras se encontraba trabajando en su local comercial, en circunstancias que no han sido esclarecidas. La causa que investiga su muerte está repleta de irregularidades, contradicciones y desprolijidades. Para sostener la impunidad de sus actos, una vez más, los represores han intentado encubrir sus acciones simulando un robo seguido de muerte. Ante la falta de pruebas contundentes que corroboren la hipótesis del robo y la existencia de elementos que apuntan como responsables del crimen a condenados e imputados por delitos de lesa humanidad, sus hijos consideramos que la mataron para callarla, para sostenerse en el olvido, en la impunidad. Pero a la vez, la mataron para dar miedo, para paralizarnos. A 8 meses de su asesinato sus hijos seguimos exigiendo Verdad y Justicia, porque su asesinato nos marcó un camino, y una responsabilidad.
Silvia está en la calle y pide Justicia a través de las pancartas, de las banderas, de las voces, de las postales, invitándonos a salir de la comodidad y el adormecimiento, a seguir luchando para construir una sociedad más justa.
Marina y Andrés, sus hijos Historias de Vida – Tomo II -2010
A las 48 horas de su asesinato, dos jóvenes que trabajaban de lavacoches se autoinculparon por el crimen, las irregularidades en la escena del crimen dejaron claras disconformidades en los familiares. Los medios de comunicación, funcionarios policiales, judiciales y políticos adelantaban cómo había sido el hecho sin siquiera haber indagado a los detenidos. La policía nunca pudo determinar cómo llegó a determinar la participación de los jóvenes… Frente a esta llamativa forma de manipular la información, diversas organizaciones sociales conformaron el Espacio Verdad y Justicia por Silvia Suppo, denunciando desde entonces las irregularidades y luchando por el esclarecimiento. En 2015 se realizó el juicio por crimen sin motivación ni vinculación política.