La imprenta del abuelo anarquista
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
En Montevideo, en 1931, un grupo de presos anarquistas huyeron de la cárcel de Punta Carretas a través de un túnel que sus camaradas habían construido desde una carbonería a 50 metros.
En 1970, el mismo túnel fue aprovechado por los Tupamaros para concretar una de las más sonadas fugas de presos políticos de Latinoamérica. Por el túnel diseñado por el «ingeniero» Gino Gatti se fugaron 118 presos políticos, no sin antes dejar un cartel que decía «Gracias compañeros anarquistas». Firmado. «MLN-Tupamaros».
En esta obra se cuentan las historias de vida y militancia de las décadas de 1960 y 70. Como en un cruce de túneles de la memoria, lo hacemos en la imprenta que fundara Leonidas Asunción Acosta, luchador anarquista de las décadas de 1920 y 1930, uno de los creadores del movimiento sindical argentino, el de los tipógrafos.
Leonidas, en la Agrupación Gráfica Libertaria, la Biblioteca El Porvenir, La Biblioteca Emilio Zola (aún existente), los talleres gráficos de La Protesta, fue uno de los cientos de luchadores anarquistas de nuestra provincia.
En su imprenta de caracteres de plomo, ubicada en el mismo lugar que la actual pero entonces zona semi rural, se imprimió el periódico «Orientación», donde junto a los discursos contra la explotación obrera, resaltaba su doctrina ética y moral contra la degradación humana: el juego, el alcoholismo, la prostitución.
Leonidas y sus camaradas enfrentaron a la dictadura de Uriburu y Justo, fue perseguido, preso y torturado hasta quedar parapléjico en la cárcel de Villa Devoto. Su destino final era la cárcel de máxima seguridad de Tierra del Fuego, su salud no resistió las torturas pero nunca traicionó a sus ideales. Después de largos tratamientos naturistas, recuperó la movilidad de la mitad de su cuerpo. El modelo de patrón soñado por él era aquel que estaría siempre al servicio de la sociedad, generando bienes con su propio esfuerzo, todos los días de la vida, nunca estar sentado esperando que su capital por sí sólo genere riquezas. No se jubiló, al contrario; se sentó nuevamente en su linotipo y trabajó muchos años más con una mano y una pierna, manteniendo intacto el honor de ser trabajador.
En nuestra raíz de luchadores populares tenemos un abuelo anarquista, un abuelo ferroviario que hizo el 17, un bisabuelo federal, una tatarabuela india o africana, un tío abuelo yrigoyenista…
Como otro cruce de túneles y espíritus, hace casi un siglo, los muchachos anarquistas editaban el periódico Los Sembradores, y sin saberlo hemos titulado esta nueva obra Sembrando Memoria.