Eva Perón: su significado político
JULIO CESAR RONDINA
Última actualización
JULIO CESAR RONDINA
Última actualización
Realmente trascendente fue la actuación de María Eva Duarte en los anales del peronismo. Si bien de breve desempeño temporal, la segunda mujer de Perón dejó un rastro trascendente en la crónica política del país.
Se conoció con Perón en ocasión de los actos programados para recaudar ayuda para el terremoto que desbastara San Juan en 1944. Proveniente de un modesto hogar provinciano había llegado a Buenos Aires para convertirse en actriz. Acompañando a Perón se lanzó a la arena política y lo hizo con un tono desafiante, «orgullosa de ser ella misma y encarnar a los olvidados, pisoteados y ofendidos» (Ramos, 1999). Ello le valió el odio de los sectores oligárquicos y conservadores.
«Así mientras Perón se ocupaba de los grandes problemas nacionales e internacionales, Evita se convirtió en su delegada ante los descamisados y a la vez en la abanderada de los descamisados y su plenipotenciaria ante él», nos dice Navarro (2002).
Su paso por la política acercó a esta actividad a innumerables mujeres que dejaron de tener un papel subordinado y accedieron a un espacio real en la sociedad. Se podría decir con María Elena Walsh que Eva «metió a las mujeres en la historia».
En 1948 creó y presidió esta fundación como una forma de contrarrestar la acción caritativa realizada por los sectores tradicionales de la sociedad. Se ha cuestionado su metodología de trabajo tildándolo de asistencialismo, pero tal objeción no resiste un serio análisis, desde el momento que su accionar se inscribe en la política general que llevó adelante el gobierno y fue una forma efectiva de redistribución en favor de los carenciados, lo que concretamente elevó su calidad de vida. Ayuda social sí, limosna no, era el lema que diferenciaba claramente su accionar de la tradicional Sociedad de Beneficencia.
La asistencia social que llevaba adelante abarcaba diversos aspectos. Por un lado, atendía a las necesidades individuales mediante la distribución, de manera personal o colectiva, de elementos para el hogar, indumentaria, juguetes y textos escolares. Al mismo tiempo creaba toda una red de instituciones tendientes a proteger a mujeres y niños abandonados. Los múltiples hogares edificados en el país son una prueba elocuente de ello.
Respondiendo al principio del peronismo que tenía como uno de sus lemas: los únicos privilegiados son los niños, su atención a la infancia y juventud se canalizó por esta fundación. Los comedores escolares, hogares escuela y competencias deportivas creados y organizados por la fundación fueron numerosísimos. Particular importancia adquirieron los Campeonatos Infantiles Evita, que reunían anualmente para la práctica del fútbol y otros deportes a más de 100.000 niños de todo el país.
Fundó la Escuela de Enfermeras, orientada a la especialización en la atención médica y social, mientras se creaban hogares destinados al cuidado de los ancianos.
La acción de Eva Perón al frente de la Fundación fue incansable y sumamente prolífica. Personalmente se ocupaba de todos los aspectos que hacían a su funcionamiento y en poco tiempo, a partir de los aportes que realizaba el Estado y las donaciones de los particulares —cuestión esta última que le valió críticas—, se conformó un enorme aparato que asistía a pobres, viudas, huérfanos, mujeres abandonadas, chicos sin hogar y ancianos sin destino. Ello le valió el cariño popular que la catapultó a alturas de idolatría pocas veces vista en la historia política del país. Como es lógico, también le granjeó la animadversión de las clases altas y medias, especialmente el sector intelectual, que miraban con desdén esta profusa labor social.
Otra cuestión relevante en su accionar fue la creación del Partido Peronista Femenino o rama femenina del peronismo. El 26 de julio de 1949 mientras en el Luna Park se reorganizaba el Partido Peronista, en el Teatro Cervantes Evita anunció la creación del Partido Peronista Femenino. Con un discurso emotivo, dramático, con un lenguaje apasionado, de radionovela, apelando a la mujer–madre, Evita definió el papel de las mujeres peronistas en la Argentina. Exhortó a las mujeres a unirse y organizarse en un partido político porque ya eran ciudadanas y tenían que integrarse a la lucha en defensa de Perón, por cuanto eran la fuerza moral del pueblo. A los pocos días seleccionó personalmente a un grupo de mujeres, en general jóvenes y sin experiencia política, a las que llamó delegadas censistas, que comenzaron a recorrer el país afiliando para la rama femenina y abriendo unidades básicas. Hacia 1952 había unas 3.600 unidades básicas en todo el país, organizadas como una estructura paralela al partido masculino y completamente independiente de él (Navarro, 2002). En los comicios de 1951 fueron elegidas 29 mujeres (6 senadoras y 23 diputadas) por el Partido Peronista, un número inusual para la época en muchos países, y a partir de las elecciones parlamentarias de 1955 se estableció la tradición por la cual la rama femenina tenía derecho a proponer un tercio de los nombres en las listas electorales del Partido Peronista. En 1951, en vísperas de las elecciones para presidente y vice, la CGT le ofreció la posibilidad de acompañar a Perón en la fórmula. Pero la enfermedad que la carcomía le impidió aceptar el ofrecimiento. El 26 de julio de 1952 falleció, pasando así a constituirse en uno de los grandes mitos de nuestra historia.
por Asociación Trabajadores del Estado CDP Santa Fe
Siguiendo el lento y doloroso proceso de la enfermedad que llevaría a la muerte a Eva Perón, se realizaban misas multitudinarias a las que asistían sectores importantes de la población, para pedir por su curación, por la mejor manera de sobrellevar los sufrimientos, como una de las manifestaciones más importantes del dolor, de la congoja y del cariño que ella despertaba entre aquellos que estaban alcanzando mejores niveles de vida, trabajos bien pagados, escuelas en las que formarse, hospitales en los que curarse y sobre todo, la dignidad de una ciudadanía de iguales.
Más que nadie, las mujeres del Partido Peronista Femenino comenzaron a organizar misas. En la ciudad de Santa Fe, en la iglesia de San Francisco se realizaron varias, y luego ese sitio fue el lugar de concentración de homenaje anual para el 26 de julio durante el peronismo y después también.
Días antes del fallecimiento, las escuelas para mujeres de la provincia, especialmente las de corte y confección, llevaron a su alumnado a participar de las oraciones por la enferma.
El día 26 los diarios vespertinos de la provincia demoraron la salida de la edición del día porque durante la tarde hubo varios comunicados que daban cuenta del paulatino agravamiento de la esposa del presidente.
En distintos lugares de la provincia continuaban las rogativas y oficios religiosos por la salud de Evita.
La Gendarmería Nacional, que ese día celebraba un aniversario de su creación, suspendió los actos en la delegación provincial; en su lugar, se ofició una misa por Eva Perón.
En nuestra provincia, el 27 se dictó el decreto de honores, a partir de la reunión del gobernador Cárcamo, el vice y los ministros, y la ciudadanía se volcó, como en el resto del país, para hacer patente su dolor y desconsuelo, si bien no faltaron expresiones de alegría, muy minoritarias, casi secretas, continuadoras de la concepción sectaria e inhumana de Viva el cáncer como expresión del odio de clase.
El domingo 3 de agosto el pueblo rogó junto al arzobispo de Santa Fe, monseñor Nicolás Fasolino, por el sufragio del alma de Eva Perón, en un acto masivo. En todas las ciudades, pueblos, parroquias y capillas de la provincia se reiteró la manifestación del dolor popular. En las radios de la provincia se rezó el rosario en homenaje a la figura desaparecida.
A partir de allí, al cumplirse los aniversarios de 1953, 1954 y 1955, se realizaron actos que encauzaron el dolor de la gente, sobre todo de la más humilde, de las mujeres, centradas principalmente en las misas, siendo las más notables, quizás por la cantidad de seguidores, autoridades y participantes en general, las de la ciudad de Rosario, encabezadas por el obispo monseñor Antonio Caggiano.
De todos modos, ningún detalle que pueda conocerse por los medios que publicaban estas informaciones, ni por la documentación oficial, equipara la idea completa de lo que se puede vislumbrar en las consultas orales a sobrevivientes de aquellos momentos: el dolor, el desconsuelo, la tristeza y hasta la bronca impotente del pueblo trabajador que sentía que perdía a su verdadero representante en el gobierno, a quien le debía la dignidad recibida, más allá de las ayudas puntuales. En síntesis, el amor por la compañera perdida. Lo concreto es que el elemento más revolucionario del gobierno desaparecía. Evita fue construcción y constructora del peronismo, desde la génesis del movimiento hasta su enfermedad terminal.
por Cintia Mignone
«(...) Al conocerse la noticia de la muerte de Eva, los dos diarios de Santa Fe, aunque de muy variada trayectoria, ideología y público, dedicaron emocionadas palabras al acontecimiento. Uno lo hizo especialmente conmovido por el fervor popular. El editorial de El Litoral es más breve que el común de los días; lleva como título Dolor popular y dice en un tramo que lo que se estaba viviendo “es indiscutiblemente un duelo popular, como lo prueba la inmensa falange de hombres, mujeres y niños que desde ayer por la mañana desfila por la capilla ardiente en que yace el cadáver de la ilustre señora, renovándose sin pausa en todo el país ante las capillas ardientes levantadas por el fervor de quienes la admiraban y querían”.
El Orden fue otra cosa: “En todos los hogares argentinos, hay un llanto hondo y emocionado. Ha muerto EVA PERÓN. En todas las manos, hay un desfallecimiento que nace en los corazones. Ha muerto EVA PERÓN. En todos los pechos, vibra un estremecimiento imposible de traducir. Ha muerto EVA PERÓN. En el cielo se nota algo extraño, en la tierra, inmensa en la patria redimida, sopla un viento de angustia. Ha muerto EVA PERÓN!!! Rompan las vestiduras diosas tutelares, acallen las cuerdas de las liras, lloren con llanto amargo, opriman los corazones y brote el silencio augusto de la reverencia, ante su partida que tiene destellos de inmortalidad suprema”. (...)»