9. El mundo femenino provincial
TERESA SUÁREZ
Pese a que en la extensión de la humanidad, las siete décadas que distan entre el período 1943-1955 y hoy son un tramo fugaz, es lo suficientemente largo como para que, tratando de conocerlo debamos nutrirnos de textos. Efectivamente, el número de personas que transitaron ese período es ya muy reducido: la mayoría de esas y esos testigos ya no están, y quienes nacieron en esos años o después, sólo han recibido acerca del mismo información en relatos e imágenes, valoraciones objetivas y subjetivas, explicaciones sobre aspectos materiales e inmateriales, teniendo, desde la memoria, bloques fragmentarios, contradictorios, y frecuentemente, con dosis de un antagonismo poco esclarecedor de los ejes fundamentales de la vida social.
Pretendemos entonces, con este modesto aporte, contribuir a la búsqueda y transmisión de contenidos, a la vez que inferir desde fuentes de datos que atestigüen la realidad pasada, sentidos comprensibles hoy. Nos preguntamos cómo se componía aquel universo femenino, qué características podemos comprobar de su participación sociopolítica, económica y simbólica en las etapas del primer y segundo peronismo, qué vínculos pudo establecer, qué posibilidades tuvo de ampliar derechos, y en qué signos la sociedad de hoy puede reconocer diferentes grados de memoria social.
Para visualizar el poblamiento diferenciado por sexo en la provincia de Santa Fe durante los primeros gobiernos peronistas, según datos de los censos nacionales, acudimos a los más cercanos al período que analiza este trabajo: los nacionales de 1947 y 1960. Tratamos de comparar los valores en ambas fechas, aunque no fueron relevados los mismos rubros. Indicaremos en adelante con V, varones, y M, mujeres.
Del total provincial santafesino en el primero de ellos, 1.702.000 habitantes, 892.721 son de sexo masculino y 810.254, femenino; siendo la población urbana ligeramente superior a la rural. La actividad productiva conocida como básica incluye la agropecuaria, forestal, caza y pesca. La secundaria: industrias de la alimentación, confecciones, construcción, gráfica, textil. Finalmente, los servicios, desagregados en comercio, bancos, profesiones liberales, empleados del Estado, docencia, salud. Atendiendo a la composición sexuada de la mano de obra activa, se desempeñan en actividad básica 84 % V y 16 % M. En la secundaria, 81 % y 19 % respectivamente, en tanto que en servicios, 75 % y 25 %. Considerando la mano de obra activa total, los V parecen haber estado empleados prácticamente en su totalidad, dada la suma de cada sector; mientras que las M, sólo registran ocupación en cifra inferior al 25 %. De aquí se infiere que la mayoría de las mujeres hacen labores no remuneradas en el hogar o complementariamente realizan tareas con su grupo familiar (cónyuges o padres), ayudantes de sastres, chacareros, comerciantes, entre otros. En cuanto a las ocupaciones más frecuentes de mujeres censadas, vemos que en la actividad básica figuran participando significativamente sólo en el rubro agropecuario. En actividad secundaria, la confección está mayormente representada por las M: 19.000, y V: 7.500, (71 y 28 % respectivamente) mientras que en profesiones liberales, 4.100 son profesionales M y 6.000 V, y en empleos del Estado 12.000 M (incluidas aquí las docentes) frente a 42.000 V. Donde superan a éstos es en los servicios sanitarios: 3.000 frente a 2.000 (cifras redondas) y lo esperado: 32.000 M en servicio doméstico frente a 1.800 V de igual ocupación.
En el censo nacional de 1960, la población total de la provincia de Santa Fe ascendió a 1. 884.918 habitantes. Los 180.000 habitantes ganados se distribuyen dando mayoría a la población femenina. En efecto, el total de V 946.168 sólo supera en 8.000 habitantes al de esta última: 938.750 M, modificándose los porcentajes de la relación entre V y M en las diferentes ramas de actividad respecto al censo anterior. El proceso de industrialización produjo un gran crecimiento de la población urbana en desmedro de la rural. La población de 12 y más años de edad en zonas urbanas alcanza 1.126.329, lo que representa casi el 60 % del total, con 550.328 V y 575.961 M. Esta casi paridad, sin embargo, no se visualiza en la actividad agropecuaria, que muestra en 1960 una acentuación de la diferencia de ocupación entre varones y mujeres, representando los porcentajes 96.1 V frente a 3.3 M respectivamente. Expresada la clasificación rural–urbana por familias, en 1960 se registran 404.885 familias viviendo en las ciudades de la provincia de Santa Fe y sólo 113.679 en el campo.
Consecuentemente a lo dicho, la mano de obra en Actividad Secundaria es la siguiente: se produce un marcado aumento de la ocupación femenina, aunque, en confecciones las M representan, a diferencia del censo anterior (71 %), un porcentaje de 49.3, mientras que la masculina registra 50,6 (cuando anteriormente era 28 %). En servicios, las M ocupadas son el 13 % frente a 86 %; en el desagregado, en comercio disminuye el porcentaje de ocupación femenina a 2,8 frente a 97 % la masculina.
Hay que destacar que el censo de 1960 agrega otros ítems, por ejemplo, Cuida el hogar registra: 496.000 M, y cero igual rubro los V. Asimismo, incorpora Ocupados y Desocupados. Total de ocupados dentro de la mano de obra económicamente activa de 14 años y más: V 555.672 y M 126.053. Desocupados: 12.063 V y 5.548 M.
Otro ítem nuevo es Educación, que permite apreciar mayor asistencia femenina en los niveles primario y secundario en población de cinco años y más, pero menor en el universitario. Los totales son en primaria: 625.310 V y 634.634 M; secundaria: 78.314 V y 81.289 M. En educación universitaria se revierten las cifras: 23.597 V y 7.543 M. Los varones duplican a las mujeres en asistencia a escuelas técnicas: 20.700 y 10.150 respectivamente. Los valores de analfabetismo, contrariamente a lo que podría suponerse por la población asistente a educación primaria, son mayores en el sector femenino: 63.321 M y 50.485 V en zona rural; 42.213 M y 28.728 V en áreas urbanas. Similares diferencias tiene, en población de 7 a 21 años, la que abandona los estudios: 30.892 V y 35.820 M.
La cifra de titulación en magisterio muestra el sesgo de género: 3.444 maestros frente a 25.292 maestras. En la nómina de profesiones también hay polarización: de amplia mayoría femenina son profesorados, tecnicaturas en confección y textiles, bibliotecología, llegando a 100 % en obstetricia. Entre las profesiones de mayoría masculina están: maestro mayor de obra, dibujante y las profesiones liberales ingeniería, abogacía, escribanía, contaduría.
A partir de estos resultados censales, podemos encontrar algunas pautas que se reflejan en el modelo social denominado la Nueva Argentina peronista: fundamentalmente, altos niveles de ocupación, sobre todo masculina, y crecimiento de la matrícula escolar. Los puestos de empleo son predominantemente urbanos, lugar de radicación de las empresas de industria liviana. En la Nueva Argentina se propone un modelo de familia nuclear con un jefe proveedor, empleo remunerado, y esposa sostén de las tareas de cuidado, no remunerada, con autoridad de tipo patriarcal. Los afiches de la época, exhibidos en locales gremiales, políticos y en noticieros cinematográficos son representativos.
El lugar asignado a las mujeres, tanto en espacio público como en el privado, está claramente explicitado en La razón de mi vida, aunque no tenemos certezas acerca de su recepción pese a la masividad de la divulgación de este libro. En cuanto al lugar del hogar, Eva no ve a la familia como territorio de conflicto, como sí remarca la tensión entre obreros y patrones. La ocupación remunerada como meta laboral de las mujeres no cuenta con la aprobación de Eva, lo cree admisible sólo si la mujer está sola, desamparada o viuda. Pero siente admiración por las que se desempeñan en ocupaciones para atender a los necesitados y enfermos. Tal vez identificándolas con ella misma, expresa: «Las asistentes y visitadoras sociales, junto con las enfermeras no saben lo que es el cansancio ni el sacrificio». En la tercera parte de su libro, Las mujeres y mi misión, se refiere largamente al universo femenino, aunque declara con franqueza:
«(mi) trabajo en el movimiento femenino nació y creció lo mismo que… la obra de ayuda social y actividad sindical: poco a poco y más bien por fuerza de las circunstancias que por decisión mía… nunca me imaginé que me iba a tocar algún día encabezar un movimiento femenino en mi país, y menos aún un movimiento político… tuve que aceptar la conducción espiritual de las mujeres de mi patria».
El feminismo se manifestaba en esos años ya en agrupaciones que visibilizaban reivindicaciones, sobre todo en el espacio público, pero también en el privado. Eva interpreta el feminismo como una fuerza que va contra natura. El lugar de la mujer es la casa:
«… todos los días millares de mujeres abandonan el campo femenino y empiezan a vivir como hombres, ¿eso es feminismo?, yo pienso que debe ser más bien masculinización de nuestro sexo… cada día es mayor el número de mujeres convencidas de que el peor negocio es formar un hogar y sin embargo para eso nacimos… sin salario y sin límite de jornada ni descanso… todo eso pertenece a la esfera del amor… nacimos para construir hogares, no para la calle».
Pero al mismo tiempo reconoce la insatisfacción de las mujeres, sobre todo su deseo de independencia económica, porque dice que habría que empezar por otorgar a cada mujer que se casa, una asignación mensual desde el día de su matrimonio, ya que las mujeres gastan su vida en esa pesada tarea de limpiar la casa, cuidar la ropa, criar los hijos: un sueldo básico, que luego se incremente con cada hijo.
«Yo solamente lanzo la idea para que no se sienta menos la mujer que funda un hogar que la que está en la fábrica o la oficina... así se salvarán muchas mujeres de la delincuencia y la prostitución, que son fruto de su esclavitud económica… así se salvará el hogar del desprestigio… No se trata de devolver al hogar un prestigio que nunca tuvo, sino de darle el que nunca conoció».
Evidentemente, aunque Eva hace en su vida lo que niega a las demás mujeres, advierte que el mundo privado no es fuente de total satisfacción ni mucho menos de independencia económica.
También ligado a la vida personal, cabe mencionar que otro derecho que se debatió en medio de gran tensión fue el divorcio vincular. Se trata de un derecho civil, propio de un estado laico. El concepto hace referencia no sólo a la separación matrimonial sino a la posibilidad de volver a casarse. En la década de 1930 hubo un antecedente que fracasó, y en 1954, como en otros países del mundo, se debatió en el Congreso Nacional hasta aprobarse el divorcio con la ley 14.394. La oposición de la Iglesia Católica, en tanto, se basó en el principio canónico que sostiene la idea del matrimonio como vínculo indisoluble. En tanto, el Estado peronista reivindica su soberanía sobre el derecho privado. Sin embargo, el golpe de 1955 anuló lo legislado.
En el plano de los derechos políticos, el activismo de las mujeres en el espacio público se había manifestado en la provincia de Santa Fe, impulsado por idearios de diferente naturaleza: libertarios, religiosos, ilustrados, sindicales pero no con masividad. Algunas de estas ideas promovían la democratización de todos los espacios, como las del tipo libertario: Ni Dios, ni patrón, ni marido. Otras eran reivindicativas de derechos laborales, por ejemplo, maestras que manifestaron con la huelga sus reclamos de deudas salariales. Las internacionalistas, por su parte, se nuclearon en la Junta de la Victoria y el Socorro Rojo para enviar ayuda a las víctimas de la guerra civil española y del sector aliado en la Segunda Guerra Mundial. Por último, muchas eligieron la caridad o filantropía como modo de brindarse a la sociedad necesitada. Sobre el tema de la manifestación política femenina, entonces, el peronismo no encontró tabla rasa, ya hubo voluntades de intervención pública varias décadas antes de 1945, que tomaron nuevos bríos desde entonces, impulsados por el Partido Laborista.
La presencia de Eva conduciendo a las mujeres indudablemente permitió el crecimiento partidario, a la vez que su liderazgo. Ella expondría públicamente su pensamiento en orden a captar la atención del universo de mujeres: radio, discursos, su emblemático libro La Razón de mi vida, fueron algunas de las herramientas para transmitirlo. Puso a las mujeres en pie de igualdad con los humildes y trabajadores, «todos ellos eran objeto de (mis) desvelos».
En virtud de eso adjudicó cupos de representación: partes iguales de candidaturas para el Partido Peronista (PP), para el Partido Peronista Femenino (PPF) y para los sindicatos nucleados en la CGT. De ese modo, la primera vez que votaron las mujeres, ya 29 legisladoras llegaron al Congreso Nacional (23 diputadas y 6 senadoras). Si se cuentan a las legisladoras provinciales, el número se eleva a 109 mujeres electas.
En el orden nacional, una fecha que marca un hito para identificar a las mujeres con Eva y los derechos políticos femeninos es el 8 de febrero de 1946, cuando veinte mil mujeres cubrieron las instalaciones del Luna Park. Día convulsionado —porque la asistencia pedía la aparición del líder, quien sería reemplazado por Eva—, marcaba un camino sin retorno: el peronismo convocaba a todas las mujeres. Es de remarcar que militantes de otros signos políticos se volcaron a este movimiento, y a su vez las viejas sufragistas negaron su adhesión a la campaña por el sufragio femenino. El 9 de septiembre de 1947, con masiva presencia de mujeres frente al Congreso Nacional y Eva desde un lateral del mismo, después de dos días de debate, se aprobaba la ley 13.010 del voto femenino, promulgada el 23 del mismo mes.
Eva dio a la organización política de las mujeres un carácter independiente del que integraban los hombres, y en orden a censar a la población femenina constituyó un grupo de una treintena de colaboradoras. Una de ellas, organizadora de la Rama Femenina del Movimiento Nacional Peronista en 1947, la rosarina Hilda Castañeira de Vaccaro. Maestra normal nacional, se desempeñó en el Consejo de Educación, en un instituto de enseñanza artística y en la Administración de Aduanas del Puerto de Rosario. Fue senadora nacional por Santa Fe a finales del segundo gobierno peronista, de 1952 a 1955.
Hilda Castañeira de Vaccaro, senadora nacional
Nació en Rosario en 1926.
Fue maestra normal nacional, dando clases en escuelas primarias de Ibarlucea y Rosario.
A partir de 1947 comienza su participación política en el peronismo, formando parte de la organización de la rama femenina del Movimiento Nacional Peronista. A los dos años se convirtió en una de las fundadoras del Partido Peronista Femenino, representando a Santa Fe.
En las elecciones de 1951 fue elegida senadora nacional por la provincia de Santa Fe, asumiendo en abril de 1952. Fue la primera mujer que hizo uso de la palabra al iniciarse el período de sesiones.
Fue presidenta de la Comisión de Trabajo y Previsión.
No pudo terminar su mandato en el Senado, que se extendía hasta 1957, por el golpe de Estado de septiembre de 1955.
La primera provincia dedicada a estructurar el PPF fue Santa Fe. Pioneras dirigentes como Ana Carmen Macri, Josefa Sólito de Alegre y Elsa Esther Franco de Sperati, impulsaron la apertura de numerosas unidades básicas. Las mismas dirigentes organizaron, en 1949, un acto en la Unidad Básica de la sexta sección (por entonces en avenida Freyre y Suipacha, de la capital provincial) al que asistió la misma Evita. En la ciudad de Tostado, al noroeste de la provincia, el 18 de septiembre de 1950, las censistas Ana C. Macri, Haydeé Ferrara de Aquino y Angélica Hortensia Cruz, inauguraron tres locales partidarios que fueron ofrecidos por las Unidades Básicas.
Sin duda que el sufragio de las mujeres, objetivo acariciado desde varias décadas atrás, fue un logro del peronismo. Pero debe dejarse claro también que fue un hecho urbano. Las mujeres del norte provincial, cuyo trabajo desarrollaban en estancias, obrajes, ingenios, pero sobre todo en la tarea de cuidadoras, se mantuvieron ocultas a los ojos de censistas y afiliadoras.
En el orden simbólico, si algo define al peronismo, es su carácter de partido de los trabajadores. No obstante, el discurso dirigente en pro del equilibrio capital–trabajo, diluyó el rasgo clasista. Una diferencia con los partidos de izquierda fue la celebración del 1° de mayo. Desde la última década del siglo XIX, Santa Fe había sido escenario, cada 1° de mayo, de conmemoraciones críticas con demandas a las patronales y al Estado, en memoria de los mártires de Chicago. Durante ambos gobiernos peronistas, esa fecha —que en todos los países siguió dándosele el mismo sentido en memoria y tributo de los mártires— ya no fue vista en Argentina como de lucha reivindicativa, sino de festividad. La Nueva Argentina no tiene motivos de protesta porque es justa, libre y soberana.
Las reinas del trabajo
Desde 1948, cada 1° de mayo, la fiesta del trabajo culminaba con la coronación de la Reina del Trabajo. Si bien la misma se realizaba casi siempre en la ciudad de Buenos Aires con la participación de Perón y Evita, la selección de candidatas implicaba un complejo y movilizante proceso previo: la nominación por los lectores de El Laborista, que llenaban cupones con los nombres de las candidatas propuestas; las listas de los gremios, porque las elegidas debían ser trabajadoras de una entidad sindical; la preselección provincial, luego una regional que incluía varias provincias. Cada año se levantaba un gran escenario que incorporaba diferentes símbolos del ideario peronista, en el que se instalaban las compañeras reinas, llegadas de diversos puntos del país vistiendo trajes largos, coronas, capas y cetros.
El universo femenino durante el período 1943–1955 obtuvo notables progresos en su condición ciudadana. El derecho al sufragio y la apertura de posibilidades educativas mejoró las condiciones de vida social. La modernización legislativa con la patria potestad compartida, la legitimidad de los hijos nacidos fuera del matrimonio y el divorcio, fueron logros propios de un país laico, como estaba sucediendo en otros estados. El plano de los derechos en el hogar, sin embargo, no fue visibilizado. Si la mujer se desempeñaba laboralmente en el mundo extradoméstico, la esperaba luego la segunda jornada, dada la falta de democratización en la vida privada. Si se ocupaba de las tareas de cuidado, su jornada, no remunerada, no tenía límites horarios.
Las posibilidades materiales ampliaron la satisfacción de sus necesidades, aunque esto sucedió en las áreas urbanas. En el plano público, su conciencia política pudo haber estado limitada por ciertos modelos aburguesados, como el de los reinados, a la vez que resultan condicionantes si lo ponemos en clave de clase social. Muchos de los mejores logros fueron cercenados en 1955, y si algunos se restablecieron luego, se ha perdido la memoria de aquel mérito. Como toda etapa histórica, aquellos años tienen su haber y su debe, por eso es bueno recuperar la memoria para nuestra propia evaluación y la de todos nuestros sucesores.
Voto femenino
por Julio Cesar Rondina
El 3 octubre de 1944, Perón inauguró una nueva repartición en la Secretaría de Trabajo y Previsión: la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer. Tenía por misión estudiar los problemas de las mujeres argentinas y la asistencia y protección de la familia, elaborando para ello la legislación que fuese necesaria.
El 16 de julio de 1945, la División del Trabajo y Asistencia de la Mujer patrocinó una reunión a favor del sufragio femenino en la Cámara de Diputados de la Nación, con la finalidad de elegir un grupo representativo para presentar un petitorio a las autoridades. Perón habló en dicho encuentro recordando los compromisos internacionales que en tal aspecto había adquirido el país y terminó su discurso comprometiéndose a hacer lo imposible para que el voto femenino fuera realidad (Navarro, 2002). Extrañamente, este acto sirvió para que las agrupaciones feministas de la época se movilizaran en oposición al gobierno militar y particularmente contra Perón.
Ya presidente, Perón mencionó el tema del sufragio femenino al dirigir su primer mensaje al Congreso, en julio de 1946 y al anunciar el primer Plan Quinquenal, incluyó un proyecto de ley para conceder el voto a las mujeres. Sin embargo, ya en agosto de 1946, el Senado había aprobado un proyecto de ley en tal sentido, presentado por Lorenzo Soler. En septiembre de 1947 se produce el debate en la Cámara de Diputados sobre el sufragio femenino, donde la única voz disidente fue la del diputado Reynaldo Pastor, que propuso el voto femenino optativo.
El 9 de septiembre de 1947 por unanimidad se aprobó la ley 13.010, que otorgó a las mujeres argentinas los mismos derechos y obligaciones que tenían los varones, eximiéndolas solamente del servicio militar. El 23 de septiembre, en un acto multitudinario realizado en Plaza de Mayo, auspiciado por la CGT, Evita recibió una copia de la ley 13.010 de manos de Perón.
Eva Perón tuvo activa participación en la campaña auspiciada por la Comisión Pro Sufragio Femenino que presidía y con sus discursos radiales entre enero y marzo de 1947 generó apoyo para el voto y el empadronamiento de las mujeres. Evita buscaba despertar en sus oyentes mujeres el entusiasmo por la posibilidad de votar y también convencerlas de la importancia que tenía su participación cívica para la continuación de Perón en el gobierno: «La mujer puede y debe votar en mi país», dijo y señaló que el hecho de votar no solamente significaba depositar una boleta, sino que transformaba a la mujer en «verdadera orientadora de la conciencia nacional». «La salvaguardia de la revolución nacional y la consolidación de sus frutos, está en cierto modo en nuestras manos… Debemos defenderla» (Navarro, 2002).
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