Antonio Martín MENDICUTE "Pelusa"

Compartí con Pelusa y otros compañeros la creación de la Unidad Básica “Héctor J. Cámpora”, en la seccional 9ª. Vivíamos la euforia nacida del “Luche y vuelve”, de la campaña del Tío, de lo que creíamos, era el retroceso definitivo de la dictadura. Pateábamos el barrio, nos metíamos en la vida de la villa, que estaba cerca. Y planeábamos otro mundo. Las charlas que empezaban en el local de la básica, seguían en nuestra casa, a cualquier hora, entre pañales y comidas de largas sobremesas. Mi esposo y yo éramos algunos años mayores que el resto del grupo, no mucho pero estábamos ya construyendo una familia. Pelusa, Norma Meurzet, su gemela Nora, el Negro, Lamparita, estaban viviendo en esa tierra de nadie que la vida nos presenta después del secundario y antes de no sabemos qué. Y el no saber qué en esos años cargaba además con toda la incertidumbre y toda la convicción de que estábamos haciendo historia. Y de la grande.

Pelusa fue mi amigo, como un hermano menor. Un flaco sencillo, ingenuo políticamente (como lo éramos todos en aquel momento), enamorado hasta los huesos. Norma, su compañera, entró un día a casa y era como si todo la hubiera estado esperando. Simplemente se incorporó, sin ruido, sonriendo siempre, compartiendo, ayudando. Era muy linda, pero no parecía consciente de esto, transparente.

Vivía en Santo Tomé, pero su familia había venido no hacía mucho de un pueblo del interior de la provincia, donde había sido reina de belleza de alguna fiesta, lo que testimoniaba una foto muy grande en su casa, con corona y cetro. Verlos juntos era una fiesta. El metejón y la revolución eran dos cosas que les enredaban el corazón al mismo tiempo, y desde que los mataron tengo el pobre consuelo de que mi casa les dio cobijo y oportunidad para gozarlos a los dos.

Pasaban mucho tiempo con nosotros, con la familia, con los chicos. Allí se hablaba de todo y todo se discutía, no sé si con demasiado rigor o fundamento teórico, pero siempre con pasión. Esto valía tanto para el fútbol, el trabajo en el barrio, la vida amorosa propia y ajena, las relaciones familiares, el rol de Perón, los chismes de la básica.

Pelusa y Norma entraban al peronismo por la puerta grande de la “Gloriosa JP” justo cuando nos enfrentamos a Perón. Cuántas noches se fueron tratando de buscarle la vuelta a esto que no podía, que no debía, ser inexplicable. Las razones tácticas que se esgrimen no alcanzaban a tapar el desasosiego, la confusión. Sólo las amistades nacidas al calor de estas dudas nos sostuvieron.

Cuando caímos presos perdí el contacto con los compañeros de la básica, (con todos menos uno que me salvó de descreer). Pelusa, supe que había pasado a otras tareas. Pudimos vernos de pasada en una esquina, él parado seguramente en una cita de control, yo viéndolo desde el colectivo. Nos miramos con el corazón estrujado.

Después supe de su muerte por el diario. Las circunstancias las conocí por su madre. Me mostró una de las tarjetas que Pelusa y su cuñada Nori, estaban repartiendo en el barrio, en su propio barrio. En ellas Montoneros les deseaba a los vecinos una navidad de lucha y resistencia. Era enero de 1977, la muerte andaba suelta por la calle. Norma cayó tiempo después, resistiendo en una casa.

Jóvenes, confiados hasta la inconsciencia, amantes de un futuro vislumbrado, cuando los perdimos no conocíamos todavía la dimensión de lo que se iba con ellos. La muerte dejó de ser parte de una consigna que coreábamos a los saltos, y comenzó a ser la palabra que nos esperaba en la almohada, cada noche.

/ Cristina.

El 3 de enero de 1977 se produce la persecución y asesinatos de Nora Gladys Meurzet y Antonio Martín Mendicute, en la calle Pedro Ferré al 3300. Consecuencia de disparos de armas de fuego y granadas arrojadas presuntamente por personal policial del Comando radioeléctrico, en cuanto a la presunta resistencia ofrecida por las víctimas, habría quedado desacreditada con diferentes pruebas, la copia de la partida de defunción de Mendicute en la que consta su fallecimiento por “muerte violenta”

Los responsables de sus asesinato fueron juzgados y condenados en la Causa Acumulada Santa Fe

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