Nilda ELÍAS
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Nilda nació el 16 de enero de 1947, era hija de Otilia Acuña de Elías y de Made Elías, se casó con Luis Ismael Silva, tuvo tres hijos: Luis Marcelo, Valeria Mariana y Nicolás Ernesto.
Nació, creció y militó en el barrio Santa Rosa de Lima de Santa Fe. Con gran esfuerzo se recibió de maestra en la escuela Normal N° 32 Gral José de San Martín. Fue catequista, vecinalista, participó en la fundación de la vecinal “12 de Octubre", fue maestra en los grados radiales, en las zonas mas pobres de su barrio. Luchó por el loteo, el agua corriente, la luz eléctrica, la dignidad y el trabajo.
A fines de 1974 se trasladó a la provincia de Buenos Aires junto a su esposo Luis Silva e hijos. Militó en La Matanza en la columna este. A fines de 1976 la familia se refugió en la ciudad de Resistencia, Chaco, permaneciendo un corto tiempo, hasta que Luis en uno de los viajes que realizaba a Buenos Aires fue desaparecido en Morón el 11/11/76.
Nilda, sabiéndose perseguida, había dejado sus hijos en casa de su madre en Santa Fe, pero volvió para el cumpleaÑos del pequeño Marcelo, alguien denunció su presencia, las fuerzas de la represión rodearon la casa, y la fusilaron. Era el 11 de abril de 1977, cayó en la vereda de su casa materna del barrio Santa Rosa de Lima, en presencia, no sólo de sus hijos y su madre, sino también de numerosos vecinos, sin embargo, la noticia apareció en la prensa local como un enfrentamiento...
TESTIMONIO DE OSVALDO SILVA, PÁRROCO DEL BARRIO:
“Quiero enseñar catecismo”, me dijo Nilda. El pedido fue corto, seguro, sin rodeos. La miré. Tenía 16 o 17 años. La recuerdo menudita, más bien baja, bien proporcionada, con ojos oscuros e inteligentes, rostro en triángulo, con una sonrisa entre simpática y picaresca. ¿Podrás entenderte con los chicos? Le pregunté...”En un año me recibo de maestra” me contestó. Quedé sorprendido. En el “Santa Rosa” del año 66 era casi imposible encontrar a un joven cursando el secundario. Y de pronto me encuentro con alguien que está por recibirse de maestra. “Aquí hay voluntad, firmeza y determinación”, pensé. Así fue como, Nilda Elías, se hizo militante parroquial. Se integró en el grupo juvenil, y allí afloró su pasión por el trabajo social. No era de aquellas personas que anhelan abandonar el barrio en pos de una promoción individual. Su voluntad era promocionarse con la gente del barrio, comunitariamente. Se entendía por promoción, al ascenso humano a través de la educación y la lucha por la vida digna. Esto es importante para entender el compromiso de Nilda. Por eso fue maestra en la escuela parroquial, y dirigente vecinalista en la vecinal que ayudó a fundar, la “12 de Octubre”. Eligió ser maestra en los grados radiales de la Escuela, en la zona más desamparada del barrio. Yo diría, una zona marginada, dentro de un barrio marginado. Allí junto con Luis ejerció su trabajo social. Lucha por el loteo, vivienda, trabajo, dignidad de vida. Esos eran los objetivos. Luis Silva fue su compañero. Imposible de olvidar. La unión de sus vidas ahondó el compromiso social y político de ambos. La semilla del evangelio cayó en tierra fértil. Estoy convencido, que muy en el fondo de sus corazones, consciente o inconscientemente, la fuerza que los empujaba a dar siempre más, era la fuerza del Evangelio de Cristo.
Han pasado 30 años. Hoy sus tres hijos han vivido mucho más que ellos. Dios les dio el premio de la eterna juventud. Nunca envejecerán. Siempre los recordaremos con sus rostros jóvenes, veintiañeros, soñando un mundo mejor.
“Por los frutos los conoceréis”. Las obras por las que trabajaron, lucharon, se alegraron y sufrieron están allí. Agua, luz, loteo, asfalto, casa propia, y sobre todo, dignidad de vida para quien quiso entender el mensaje. Los grados radiales de Nilda, fueron la semilla de lo que hoy es la Escuela Monseñor Zaspe. Y además, el fruto hecho recuerdo imborrable que dejaron en todos nosotros.
Lo absurdo e irracional entró en la vida de Nilda de mano de la delación y la cobardía. Dos autos, con vidrios polarizados, entraron al barrio. Era de noche. Bajaron hombres con armas en las manos, rodearon la casa y se parapetaron detrás de los árboles. ¡Tanto aparato, tanta cobardía para acorralar a aquella joven que diez años antes me había dicho: “quiero enseñar catecismo”!
Nilda no huyó, no suplicó, no pidió clemencia. Simplemente enfrentó el momento supremo de toda vida humana con la convicción y certeza de lo vivido. Atravesó la puerta de calle, y allí, delante de sus tres hijos, la fusilaron.
Con Luis fue coincidencia que tengamos el mismo apellido, tal vez somos parientes en algún abuelo lejano, no interesa. Lo cierto es que, a través del recuerdo, el haber compartido con Luis un compañerismo de años, lo guardo como un privilegio.
Cuando llegué a Santa Rosa, en el 66, como responsable de la Parroquia, Luis, ya estaba. Era un chico de unos 15 años. Moreno, más bien alto, ojos muy inteligentes, rostro sonriente, siempre dispuesto a un comentario cómico. Siempre dispuesto a dar una mano en trabajo.
Lo recuerdo rodeado de chicos, lo recuerdo en la catequesis, lo recuerdo organizando charlas para la formación de los jóvenes, colaborando y distribuyendo “El Dominguero” (publicación de la Parroquia), hablando por la propaladora de la Parroquia, junto con Julio Figueroa, en tiempos en que era complicado manipular un micrófono, cuando estabas enfrente de la Comisaría. Lo recuerdo recorriendo el terraplén Irigoyen en tiempos de inundación, y hombreando bolsas de arena para cerrar alguna filtración.
En la Parroquia habíamos formado un grupo llamado de Promoción. La finalidad era promover en los distintos sectores del barrio, la defensa de los derechos individuales, la autogestión, el reclamo a las autoridades por la falta de servicios (agua, luz, comunicación). Luis, junto con Nilda, eligieron la zona sur. De este trabajo con los vecinos nació la vecinal “12 de Octubre”. Fue entonces que ambos comenzaron a dedicar más tiempo a la vecinal que a la Parroquia. Y fue también en ese tiempo que ambos se casaron. De ese matrimonio nacieron tres hijos.
Luis fue uno de los fundadores y promotores de la Cooperativa de Ladrillos, en la que hubo trabajo para los vecinos, y los ladrillos eran destinados a la construcción de viviendas por ayuda mutua. Se construyeron casi 100 viviendas y así el ladrillo reemplazó al adobe en la zona sur del barrio.
Lo recuerdo en la huelga de hambre en que se logró el loteo del barrio...
Después adoptó una actitud distante de la Parroquia y de los amigos, tal vez para protegernos. Había rumores sobre su filiación montonera. También supimos que había sido nombrado miembro del Consejo Nacional del Peronismo de Barrios.
Posteriormente se trasladó a Buenos Aires. Lamentablemente no lo vi más. Supe que estuvo varias semanas como desaparecido. Me comentaron que cuando recuperó la libertad juró que nunca más lo agarrarían vivo. Poco después me enteré que había muerto en un tiroteo.
Actualmente una de las calles de Santa Rosa de Lima recuerda su nombre junto con el de Nilda.
Estoy seguro que si León Gieco hubiera sido en aquel tiempo lo que es hoy, “El Ángel de la Bicicleta” lo hubiera escrito para Luis.
Osvaldo Silva (ex cura del barrio), 31 años después. Santa Fe, 30 de mayo de 2007.
OTILIA
Todos los 17 de marzo, Otilia, nos espera en la puerta de su casa. Allá llegamos, mate en mano a festejar su cumpleaños, este año 2022 será el 102. Una cita ineludible para quienes conocemos y queremos a esta mujer extraordinaria. Otilia, la Oti, vecina del Barrio Santa Rosa de Lima, Madre de Plaza de Mayo, luchadora incansable, presente en todas las luchas. Ella nos recibe con la cálida, amorosa sonrisa de siempre, recordará una vez más como asesinaron a su hija Nilda, allí cayó, dice señalando un trozo de vereda cubierto por gramilla, es que a su hija la fusilaron frente a sus ojos en la vereda de su casa. No tardará en recordarnos que “la única lucha que se pierde, es la que se abandona”. Y ella no abandona, aunque no tenga la misma fuerza física de antes, su fortaleza espiritual la llevará dentro de pocos días a encabezar la marcha que todos los 24 de marzo reclama Memoria, Verdad y Justicia.
Vive en la misma casa en la que se instaló con Made Elías, su esposo, cuando allá por los años del primer gobierno de Perón fueron a vivir a Santa Rosa, la casa fue creciendo de a poco y con mucho esfuerzo a medida que llegaron los seis hijos, Nilda fue la tercera. El barrio en esa época carecía de todo, no había alumbrado público ni agua, tampoco escuelas, las calles de tierra se inundaban o convertían en lodazales en los días de lluvia. Made trabajaba en un carro con el que vendía verduras, Otilia en el servicio doméstico o como cocinera en la Casa del Obrero Estudiante y en el Colegio Mayor Universitario. A pesar de todas las carencias, Otilia que recién a los 80 años aprendió a leer y escribir, se empeñó en que sus hijos tuvieran educación escolar y su mayor logro fue que Nilda se recibiera de Maestra.
El 11 de abril de 1977, cuando la patota del ejército y la policía ultimó a su hija, Otilia se convirtió en madre-abuela de tres niños pequeños Marcelo de seis, Valeria de cuatro y Nicolás de siete meses. A los 55, debió salir a luchar para atender a la salud, la educación, la alimentación y la vestimenta de los pequeños tarea nada fácil en un contexto de pobreza, represión y miedo.
De dónde saca tanta fortaleza esta mujer? Ya en época de Alfonsín, antes de integrarse a Madres, inicia su militancia congregando en su casa a los vecinos para el reparto de las Cajas Pan (Plan Alimentario Nacional). En 1985, brinda su testimonio para la película “La casa de al lado” de Raúl Beceyro.
Al recordar los primeros años de lucha en los organismos de DDHH, Otilia dice que en ese momento pensaron “Si vamos a estar con miedo no vamos a hacer nada, y así empezamos a agarrar coraje”. Cuando cayó la dictadura, continuó trabajando por una sociedad más justa, colaborando con las entidades del barrio, abrió en su casa un centro de alfabetización, constituyó la Asociación Civil ley 5110, acompañó en las calles las luchas de los ’90 al lado de sindicatos y desocupados. Marchó a la cabeza junto con otras Madres y el movimiento de derechos humanos en demanda de juicio y castigo contra las leyes de impunidad. Caminando o en sillas de ruedas, sigue encabezando las marchas del 24 de marzo. Desde el primer Juicio a los genocidas está presente en todos los Juicios realizados en Santa Fe. Y tampoco falta su presencia en las diferentes luchas por derechos sociales como la de los inundados, las de Una Menos, o luciendo el pañuelo verde por el derecho al aborto.
Es por todo esto que la Cámara de Diputados de la Provincia de Santa Fe le entregó la “Distinción a los valores democráticos “por su compromiso y su obra”. Otilia Acuña de Elías es un “Ejemplo de Vida”, como la llamó en esa ocasión el Presidente de la Cámara, Antonio Bonfatti, que presidió el acto.
Para nosotros, “la Oti” es mucho más que eso, ella representa la sabiduría, el amor, la ternura, el coraje, la solidaridad, la utopía y la alegría de saber que un mundo mejor es posible, porque:
LA UNICA LUCHA QUE SE PIERDE, ES LA QUE SE ABANDONA.
INSTRUCCIONES PARA HACER POLENTA
Receta de la abuela.
Durante mi infancia faltaron muchas cosas, pero polenta no, eso había y mucha. Con salsa, con crema, con queso, salada y hasta dulce. La abuela me enseño a hacer polenta, en los años en los que no venía instantánea y siempre tenía gorgojos. Hay que ponerla un ratito al sol y los bichitos se van. Hay que poner el agua a hervir, con sal y un caldito de gallina si tenés. Una vez que hierve, sacás el agua del fuego y ponés la polenta en forma de lluvia mientras revolvés con una espátula o cuchara larga, porque a veces salta y si te quemas te hace unas ampollas terribles. Tenés que tener agua bien caliente lista para ir agregándole a medida que te va pidiendo. La ponés al fuego y revolvés. Mientras se seca le agregas agua, y revolves…15 o 20 minutos. Tenés que poner el fuego en mínimo porque salta mucho, y no podés dejar de revolver porque se quema o se hacen pelotones. Si tenés queso al final le ponés que queda riquísimo, manteca si tenés sino aceite, también leche si tenes un poquito le podes poner…
Me enseño a hacer polenta y a no quedarme callada.
Me trasmitió el orgullo que sentía por mi mamá, la hija que se recibió.
Me explicó que mi papá era un importante dirigente villero y montonero y que si alguien según sus propias palabras me decía otra cosa era mentira.
Me contó anécdotas de mi mamá docente, vecinalista y luchadora; de mi papá inquieto, desfachatado, entrador y luchador.
Me llevó a mí y a mis hermanos a Buenos Aires a un montón de marchas. La que más recuerdo es la de los 100 días de la democracia, las madres entraban a la plaza haciendo fuerza, había mucha gente y no todos abrían paso. Yo sabía que no me podía soltar por nada. En un momento de tensión se descompuso y la tuvieron sacar a una posta sanitaria… se recompuso y empezó a gritar mi nieta, mi nieta…yo estaba al lado de ella.
Siempre marchó y trabajó junto a sus vecinos del barrio Santa Rosa de Lima. No se perdía una marcha docente, porque su hija era docente. Marchó con todas las causas justas y populares.
Ella era humilde y amorosa con quienes la respetaban, y era altanera o indiferente con quienes la falseaban o denostaban.
Era peronista, pero no la limitaban las etiquetas políticas si tenía que pedir por un vecino o vecina. No era tanto de decir, era más de hacer…nunca faltaba a una lucha.
Me y nos enseñó a todes que la unica lucha que se pierde es porque se abandona. Su cuerpo gastado y viejo la dejó, pero ella nunca abandonó la lucha.
Valeria Silva, su nieta, cuando el el 1° de octubre de 2024 Otilia marchó a la eternidad
El Foro Contra la Impunidad y por la Justicia colocó Baldosas de la Memoria en el frente de la casa de Santa Rosa de Lima y SADOP realizó un mural diseñado por el artista militante Raúl Viso
El 17 de agosto de 2000 fue convertido en ordenanza un proyecto presentado por el concejal Juan Carlos Bettanín, para que el pasaje Liniers de Santa Rosa de Lima pase a llamarse Luis y Nilda Silva.
Aún se halla en instruccion la causa donde se juzgará a los responsables del asesinato de Nilda