María Isabel SALINAS "Mary"
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
“Nosotros éramos una familia de clase trabajadora. Nuestro padre, Anselmo Salinas, había sido primer maquinista en la Marina Mercante hasta 1955. Después, hasta su fallecimiento, se desempeñó como conserje en un hotel, falleció muy joven, quizás debido a tanto dolor, tenía solamente 47 años en 1979.
Nuestra madre, Nélida Belli de Salinas, era y es en la actualidad, una mujer muy dulce, buena y muy sufrida. La desaparición de Mary la sacudió de tal manera, que cayó en una gran depresión que afectó su salud, estuvo mucho tiempo atendida por un médico psiquiatra.
Somos cuatro hermanos: Beatriz, Mary, Liliana y Javier. Mi padre siempre decía que la mejor herencia que nos podía dejar era el estudio.
Ellos nos transmitieron valores muy fuertes, fuimos creciendo entre libros, revistas de la época, diarios y música. La religión, la lectura de la Biblia y el deporte también ocupaban un lugar de privilegio en nuestro hogar.
La política era uno de los temas preferidos de conversación, ya que éramos una familia con raíces peronistas, recuerdo que cuando el regreso de Perón fuimos todos a Buenos Aires, ¡hasta la abuela! viajando en los trenes que se habían dispuesto para ese gran acontecimiento que convocó a millones de personas.
Recuerdo que cuando nació mi sobrina Mariana- cuenta Liliana- había en una habitación de la casa de Mary en Rosario un póster de Gibran con ese poema que dice: “los hijos son hijos de la vida'.”
Era 1976, fui a conocer a Mariana, la llevamos al hospital Centenario para un control y al salir, Mary hizo este comentario:
“Pensar que yo tendría que estar acá estudiando”, los ojos se le llenaron de lágrimas y abrazó muy fuerte a la beba diciendo “pero no me arrepiento porque tengo esta gorda maravillosa”. Ese momento no lo olvidaré jamás. Mi padre, por temor a las cosas que estaban pasando, le dijo no, que no podía ir a Rosario para estudiar medicina, ella lloró muchísimo, y terminó por inscribirse en la Facultad de Química. Hoy su hija Mariana, sin saber, ni conocer esta historia; eligió esa carrera, ella será médica.”
/ Liliana Salinas - 2007
Mary, casi cinco años menor que Carlos, era muy preparada. No era una persona así de «chacotear». Era una mujer hecha y derecha. Dejaron la universidad, bajaron al barrio. Fueron a trabajar al frigorífico. Se transformó su vida con un ideal que tenían, y que ellos creían que ésa era la justa.
Carlitos era tan amoroso. Tan pasivo, tan tranquilo. Él todo quería que se hiciera sin desesperarse, sin enojarse uno. Tranquilo. Y era un ser muy... como cobijador. Muy amigo. Yo muchas veces me enojaba pero él decía: «Ya vamos a arreglar, ya vamos a ver si lo podemos torcer un poquito». Y tenélo por seguro que lo lograba. Era un ser muy dulce además. Muy compañero. Sentía a las personas. No lo hacía por cubrir ni tapar nada. Él te conocía y a partir de que te conocía entrabas como a su familia. Como parte de él. ¿me entendés? Así era Carlos.
/ Juan Carlos “el Sapo” Bustos
La clandestinidad
Carlitos y Mary escaparon a Rosario. Allí nacería Mariana, la hija de ambos, en un hospital público, donde no quedó registro. Nosotros sabíamos a dónde se iban, pero para los demás ellos se iban a Concordia. Nunca dijimos que estaban en Rosario. Por precaución, nunca dijimos dónde estaban a los que nos preguntaban, revela Liliana Salinas.
Es posible que Carlos haya formado parte de un núcleo que tenía como referencia la casa “de los Cieguitos”, en Santiago 281, donde los no videntes Emilio Etelvino Vega y su esposa María Esther Ravelo, oriundos también de Santa Fe, tenían una fábrica y reparto de soda. La hipótesis se asienta en el hecho de que Carlitos, Mary y Mariana fueron secuestrados el 1 de septiembre de 1977, pocas horas después del allanamiento de esa finca, donde se secuestró a sus moradores haciéndose correr después la versión de que allí se fabricaban explosivos.
Los restos de María Ester Ravelo fueron los primeros en ser identificados entre los ocho sepultados clandestinamente en el campo de maniobras del Ejército “San Pedro”, próximo a Laguna Paiva, y donde también se localizaron los de Mary, Carlitos y Gustavo Pon. Este hecho también liga el caso del matrimonio Bosso-Salinas con el de los Cieguitos y su captura y asesinato .
La memoria de ambos es recordada en una placa colectiva colocada en la Facultad de Ingeniería Química y baldosas de la memoria en el frente de la misma
En el año 2000, el Concejo Municipal de Santa Fe, por iniciativa del concejal Bettanin designó dos calles del barrio San Lorenzo con sus nombres
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Guerrieri IV