Antonio Roque BERNAL
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Nació en Santa Fe, en San Luis 6267, barrio Villa Maria Selva; en la casa, como se usaba antes, y no en el sanatorio.. Fueron sus padres: Arnaldo Pío Bernal, viajante de comercio, muy conocido y querido en el interior de la provincia, donde viajaba de lunes a viernes para la ex ferretería Del Toso y Cia. (San Luis y Santiago del Estero), que falleció en 1972. Su mamá, Delfina Koch, ama de casa, falleció en el 2000.
Norma Koch, hermana de la mamá, recuerda: “Yo tenía 9 años cuando nació mi primer sobrino, hijo de mi hermana, lo cuidaba como a un bebote, era muy apegado a mí, lloraba cuando me iba de su casa, era muy cariñoso. En la escuela primaria, la N° 169 “Jorge Stephenson”, en el viejo edificio de calle Casanello y San Luis, era muy buen alumno, abanderado y muy querido por sus compañeros y docentes.
Cursó la secundaria en la Escuela de Comercio “Domingo Silva”; no le gustaba mucho, solidario, se preocupaba por los demás, fue expulsado por una protesta contra la Directora. Con mis hijos, es decir con sus primos, era muy bueno y los ayudaba en todo momento. Cuando nació mi hijo sietemesino, y estaba muy grave, él me acompañó en todo momento dándome fuerzas y ánimo. Yo quiero mucho a todos mis sobrinos, pero él fue el primero, y por eso sentí algo muy especial.
Me causó mucho dolor cuando lo mataron, fue como que me mataran a unos de mis hijos, porque ese amor le tenía. Lo recuerdo con mucho cariño y quiero decir que era muy buen hijo, padre y esposo, en definitiva: una muy buena persona”
Antonio, se casó con Rita González, con quien tuvo 2 hijos, Pablo y Gustavo Bernal.
Al tiempo se separó, y en pareja con Adriana Morandini, de Esperanza, tuvo otros 2 hijos, Cesar y Andrés Bernal.
Trabajaba para un estudio contable, y luego para Arias (socios de Gonella) y formadores de las empresas ARGON y GONAR. Después, fue viajante para las empresas SYDNEY ROSS y ODOL, trabajó también en una fábrica de caños en Esperanza, donde era delegado, por eso comenzó a ser perseguido. Era solidario, humilde, para nada ambicioso. De joven, le gustaban los “bailes” de la época y siempre estaban con amigos que tenían los equipos de música para los clubes.
“En el año 1976, yo estaba trabajando como maestro en la isla “Buey Muerto” sobre el Río Paraguay, 30 Km al sur de Puerto Pilcomayo, un lugar al que únicamente se podía acceder en lanchas. Trabajábamos con mi señora Nilda Martinez (nos habíamos casado en mayo de 1976) y otros docentes (dos o tres nomás). Era una isla habitada por 1000 personas más o menos, una sola familia argentina, el resto paraguayos liberales corridos por los colorados. La única construcción de material, era la escuela, el resto, paredes y techos hechos con troncos de palma. Ni hablar de luz eléctrica u otras comodidades.
Cuando lo asesinaron nos enteramos por casualidad, habíamos ido a Clorinda, un sábado, hablé por teléfono con mi mamá y me contó lo que había pasado el martes anterior, 13 de septiembre de 1976. Volvimos a la escuela. Otras cuatro horas de lancha, luego cruzamos a Villeta, una ciudad paraguaya, desde allí a completar el viaje hasta Santa Fe, por Puerto Pilcomayo, desde la mañana hasta la mañana siguiente.
En Santa Fe, me costó muchísimo que me entregaran el cuerpo, previamente basureado, debí peregrinar atrás de todos los milicos. A la semana de muerto me lo hicieron reconocer, lo habían presentado arriba de una mesa de mármol en la morgue del hospital Cullen. En una pieza de 3x4 había por lo menos 20 cuerpos o pedazos de los mismos en el suelo (turnarían la mesa para las visitas). Te pegabas en el piso con la sangre más o menos seca.
Una enfermera me dio un algodón con alcohol y entraba y salía unos segundos por la falta de oxigeno y el olor, no había heladeras como en las películas.
Me costó reconocerlo, me había quedado con la duda, pero cuando fuimos a retirarlo con un tío, que fue el único que se animó, porque todos los parientes y amigos te esquivaban como si tuvieras SIDA, lo dimos vuelta cuando lo metieron en el cajón y me saque las dudas. Lo llevamos directo a SENTIR, no pudimos pagar una sala, quedó en un depósito un rato con algunos de nosotros y llamamos al cura Dusso (de Lourdes) para que le rezara. Este dijo “estos jóvenes serán los héroes del mañana” (raro que no lo liquidaron al pobre).
Para matarlo lo esperaron arriba de los techos de la casa de mi abuela, él vivía en un departamento al fondo, esperaron a que apagaran las luces y empezaron a tirar. Lo mataron junto a Ana Maria Fonseca, de 15 años, dijeron que se había suicidado (con un montón de balazos).
Cuando nos entregaron la casa, estaba vacía. Tuvimos que salir, a comprar hasta los pañales de tela porque ni eso dejaron, se robaron la pava del mate, la ropa, todo lo de la cocina, los muebles, los regalos de casamiento de mi vieja, todo...
Cuando mamá les reclamó, le dijeron que todavía le quedaba un hijo, que se callara la boca...
No pudieron cargar una heladera y la dejaron, del resto nada.
/ Alberto, su hermano
Su memoria es recordada en un monumento en la Plaza de la Memoria en Esperanza
Una Baldosa por la memoria ha sido colocada en el frente del domicilio donde fue asesinado
Los responsables de su asesinato fueron juzgados y condenados en la Causa acumulada Santa Fe