Carlos BOSSO
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Carlos era de El Trébol, vino a Santa Fe a estudiar Ingeniería Química en el año 1968, aquí entró en una de las residencias del Colegio Mayor Universitario, la de Crespo 3033, donde vivió importantes etapas de su formación personal. Su familia era muy católica, y él un cristiano practicante que muy pronto se hizo muy amigo de quien era en ese momento Rector del Colegio, el cura Atilio Rosso (también ingeniero químico y antiguo ateneísta). Carlos ayudaba en misa y era común verlo trenzado en largas charlas con el sacerdote. A poco tiempo de llegar comenzó su militancia política, se puso de novio con una santafesina e ingresó a trabajar en el Laboratorio Tecnológico de la Facultad. Su militancia estaba fuera de la facultad, en los barrios del oeste de la ciudad donde hacía un trabajo político y de promoción social. El trabajo político se inició con el “luche y vuelve”; el social, en la colaboración con los vecinos para que se organizaran en la búsqueda de soluciones a sus problemas.
Hacia el año 71 o 72, un grupo grande de militantes, residentes en el Colegio, tiene serias disidencias con el cura, éste planteaba la necesidad de que los jóvenes se desarrollaran como buenos profesionales para poder, después, poner sus conocimientos al servicio del pueblo, éstos, por el contrario, creían necesarias la realización de acciones inmediatas que provocaran el anhelado cambio de estructuras. Esto provocó la salida del Colegio de muchos residentes, entre ellos, Carlos. A él le resultó muy dolorosa esta partida ya que también afectó la relación de profunda amistad que lo unía con Atilio. Poco tiempo después, también por diferencias en cuanto a la forma de encarar la militancia, rompió el compromiso con su antigua novia.
El trabajo del grupo se centró en Barrio San Lorenzo, donde se organizó el “Rancho Peronista”, un rancho construido con el aporte de los vecinos. En el “Rancho” se realizaban todo tipo de actividades comunitarias y de promoción social. Por ejemplo se daban clases de apoyo escolar a niños y adolescentes. En esas actividades colaboraba una chica maestra, egresada del Normal y estudiante en el Profesorado, Susanita Trossero, novia de Fernando Abasto (Clark Kent),hoy, los dos integran la lista de nuestros muertos.
En el trabajo barrial, Carlos conoció a Mary Salinas, una chica residente en el barrio Roque Sáenz Peña, vivía en Corrientes y Lamadrid y era estudiante de Bioquímica. Se pusieron de novios y ella entró también a trabajar en el laboratorio. Poco después se casaron en la capilla San Lorenzo y perteneciente a la parroquia San Antonio de Padua con el cura Atilio Espinosa y se fueron a vivir al barrio San Lorenzo, pero tanta exposición no tardaría en tener sus consecuencias: a fines de noviembre, dos meses después del casamiento, Carlitos y Mary, tuvieron que abandonar Santa Fe, amenazados de muerte por la Triple A. Así, obligados a pasar a la clandestinidad, los jóvenes esposos debieron dejar el barrio y la ciudad para refugiarse en Rosario, donde nació su hija Mariana. A Carlitos le faltaba una sola materia para graduarse como ingeniero químico.
Después de su partida, de la prisión de los compañeros, de las desapariciones de otros, el temor se instala en el barrio y el “Rancho” poco a poco deja de funcionar, y así se pierde un trabajo social que había comenzado a dar frutos mejorando las condiciones de vida de los pobladores de esas barriadas.
/ Testimonio de amigos y compañeros.
A Carlos, su firmeza de convicciones y de carácter, unida a su capacidad para la armonización de conflictos y resolución de problemas le hicieron ganar ascendencia entre sus compañeros de residencia y ser elegido para actuar como responsable de las casas del Colegio Mayor donde le tocó vivir.
El “Gringo Perbe”–, lo recuerda de aquella época como “un tipo muy pensativo, muy medido, muy ‘tranqui’ para hablar. Era muy católico también. Él era el responsable de la casa. Se designaba para esta tarea a aquellas personas que por su actitud de vida, su ejemplo de vida, eran capaces de llevar adelante la convivencia. A partir del Colegio Mayor es que uno entró a ver y a vivir un montón de cosas y a formarnos como personas, y en esto Carlitos Bosso fue uno de nuestros referentes. Él era muy medido; cuando había alguna discusión o alguna pelea de entrecasa como suele haber entre compañeros él era un mediador, un componedor de la situación, añade. Se lo veía siempre con esta mirada que iba un poco más allá. Esto es lo que ahora puedo hacer como una síntesis de lo que en ese momento tal vez no percibía. Pero sí lo recuerdo como un gran compañero, un tipo muy solidario, muy buena persona. Era también buen estudiante; justamente daba ejemplo para ser jefe de la casa por ser buen estudiante, solidario, comprometido.”
El primer año de Carlitos en Santa Fe coincidió con la aparición en El Trébol de un periódico llamado Semana Gráfica en el que un grupo de jóvenes, además de intentar reflejar el acontecer noticioso del pueblo, volcaba sus opiniones sobre la realidad política del país –por entonces bajo la dictadura de Juan Carlos Onganía– y del mundo. Carlos vió con interés la posibilidad de canalizar en ese medio su visión de la problemática universitaria y escribió una serie de cinco artículos publicados en marzo y abril de 1969. En estas notas se preguntaba, por ejemplo, si era lícito que los estudiantes universitarios debieran ir “conociendo, interesándose y preocupándose desde ya en los problemas sociales”, y planteaba que “si no se prepara desde ya el estudiantado para asumir la responsabilidad que tiene con su medio, ¿la asumirá después (…)?”.
De su intensa labor en el barrio hablan los vecinos más antiguos, y recuerdan su iniciativa para la creación de una comisión coordinadora de las instituciones del barrio, los trabajos de zanjeo y de la autoconstrucción de viviendas, de las que participaban a la par de la gente del lugar. Esa presencia se complementó con la creación de una consultoría jurídica, donde estudiantes de Derecho asesoraban a los vecinos en los problemas que se les presentaban, y la intervención en la organización gremial de asalariados allí afincados que trabajaban en distintas ramas de la actividad laboral. La obra máxima de esta militancia fue la habilitación del Rancho Peronista, un centro comunitario donde se brindaba apoyo escolar a los chicos del barrio, se diseñaban acciones para hacer frente a las múltiples necesidades del barrio, se realizaban reuniones, fiestas y agasajos y, básicamente, se discutía política. Era un grupo más o menos como de diez, que atendían de primera a los chicos, les hacían hacer su tarea, les hacían la leche, tomaban la merienda. Y así fueron metiéndose cada vez más con el barrio. (…). Ayudaban a la gente a hacer sus ranchos, sus galerías, sus baños, para que tuvieran comodidad en la casa.
“Doña Negra” Pasculli, referente del barrio lo definió: “Cómo luchó! ¡Qué laburante político era! ¡Cómo buscaba las palabras exactas para explicarte! Él sabía con quién hablaba, entonces buscaba las palabras para que vos lo entendieras. Era una persona muy buena Carlos.”
“Crónicas contra el olvido- Carlitos y Mary” de Rubén Adalberto Pron, amigo de San Jorge
La clandestinidad
Carlitos y Mary escaparon a Rosario. Allí nacería Mariana, la hija de ambos, en un hospital público, donde no quedó registro. Nosotros sabíamos a dónde se iban, pero para los demás ellos se iban a Concordia. Nunca dijimos que estaban en Rosario. Por precaución, nunca dijimos dónde estaban a los que nos preguntaban, revela Liliana Salinas.
Es posible que Carlos haya formado parte de un núcleo que tenía como referencia la casa “de los Cieguitos”, en Santiago 281, donde los no videntes Emilio Etelvino Vega y su esposa María Esther Ravelo, oriundos también de Santa Fe, tenían una fábrica y reparto de soda. La hipótesis se asienta en el hecho de que Carlitos, Mary y Mariana fueron secuestrados el 1 de septiembre de 1977, pocas horas después del allanamiento de esa finca, donde se secuestró a sus moradores haciéndose correr después la versión de que allí se fabricaban explosivos.
Los restos de María Ester Ravelo fueron los primeros en ser identificados entre los ocho sepultados clandestinamente en el campo de maniobras del Ejército “San Pedro”, próximo a Laguna Paiva, y donde también se localizaron los de Mary, Carlitos y Gustavo Pon. Este hecho también liga el caso del matrimonio Bosso-Salinas con el de los Cieguitos y su captura y asesinato .
La memoria de ambos es recordada en una placa colectiva colocada en la Facultad de Ingeniería Química y baldosas de la memoria en el frente de la misma
En el año 2000, el Concejo Municipal de Santa Fe, por iniciativa del concejal Bettanin designó dos calles del barrio San Lorenzo con sus nombres
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Guerrieri IV