Catalina FLEMING

Catalina Fleming nació en Rosario, cuarta hermana de una familia de clase media. Su padre era Irlandés. Durante su niñez la familia se asentó en Santa Fe, donde hizo sus estudios iniciales.

De una belleza poco común, que la hizo en su adolescencia ser modelo de algunas propagandas de los Canales 3 y 5 de Rosario, belleza que hacía que muchos hombres se pararan para mirarla. Esto que pudo hacerla una persona frívola, centrada en sí misma, no fue así, desde muy joven se comprometió con la causa de los más pobres, y por ello, se hizo peronista y montonera.

“No pasa inadvertida. Donde ella está, las miradas de todos los hombres convergen como una rutina. Ella es delgada, alta, de piernas cinceladas y perfectas, su cabello casi rozando la cintura. Su mirada llena de vida y hasta de picardía” puede leerse en “Fernando Vaca Narvaja, con igual ánimo”, el libro que escriben su hijo Gustavo y Fernando Frugoni. Hablan con propiedad, con conocimiento de causa, ya que Catalina fue la cuñada de Fernando. Su belleza era tal que en su adolescencia es modelo de algunas propagandas que se pasaban por los canales 3 y 5 de Rosario.

Se casó muy joven, a los 19 años, con su compañero de militancia, Carlos María Araya, y juntos, emprendieron un sinfín de actividades que tenían que ver con el compromiso social.

En Venado Tuerto, ciudad a la que fueron a trabajar, Carlos María era Ingeniero Civil, y allí ejercía su profesión. Catalina fundó una guardería en un barrio carenciado, desde la que se distribuía leche, alimentos, vacunas, etc. En esos días tuvo que rapar su bella cabellera rubia, se había contagiado de piojos, pero ella seguía siempre feliz, bella, aún pelada.

El 23 de julio de 1975, ocurrió un hecho terrible, apareció asesinado por la Triple A; Jorge, el hermano de Carlos. El 21 de julio, en el paraje El Espinillo, del río Carcarañá, fue hallado flotando el cuerpo de Adriana Susana Estévez, de 26 años. El 23, prácticamente en el mismo lugar pero en el lecho del río, se rescataron los restos de su esposo, el abogado Jorge Ernesto Araya Echesortu, de 27 años, dirigente de Montoneros. Ambos habían sido secuestrados en su domicilio de Mendoza 1141 por un grupo de personas.

Esa muerte, que impactó muchísimo en sus vidas, no hizo sino que redoblaran su militancia. Catalina era, como ya lo dije, alegre feliz, siempre contenta, decidida, al punto que cuando Carlos María es detenido en Rosario, ella, junto a 4 compañeros, lo rescatan de la Federal de Rosario.

Era una mina con tantas agallas que cuando su marido Carlos María cayó preso en la dependencia de la Policía Federal de Rosario durante la dictadura de Lanusse, ella lo rescató. Se presentó en la dependencia policial llamativamente vestida, le hizo el “entre” al cana y cuando este se embaló, le apoyó una 45 en la cabeza, le sacó las llaves de la celda, liberó a su marido y en ese lugar dejó al policía esposado y con la boca tapada. Afuera esperaba un coche con dos compañeros, los cuatro se retiraron sin despertar sospechas. Carlos María y Catalina decidieron irse a Corrientes, ya que luego de la fuga eran buscados por todo el país.

A partir de allí deben pasar a la clandestinidad, tuvieron 2 hijos Dolores y Jorge, a quienes amaban entrañablemente.

En junio de 1976, en Capital Federal fueron secuestrados, sus hijos fueron entregados a su familia.

Por el relato de un sobreviviente de Campo de Mayo, se sabe que Catalina entró muerta, Carlos María entró vivo, pero nunca tuvimos información precisa, todavía los estamos buscando.

Bueno la verdad es que escribir sobre ellos me cuesta mucho, recordarlos me causa mucha tristeza.

/ Su hermana

“Mi papá era ingeniero civil y mi mamá era actriz y modelo. Tenían una vida resuelta, económica y socialmente. Tenían familias muy sólidas”, compartió la testigo, y agregó: “La opción por los pobres era jugarse a poner a los pobres en otro lugar del que estaban. Así comenzaron su militancia política y salieron de la vida que venían llevando. Participaron en la construcción de viviendas en Salta”, contó.

La vida de Dolores junto a su mamá y su papá fue muy nómade. Se trasladaban de una casa a otra. En 1975, el papá de la testigo fue detenido en Rosario, Santa Fe. Su mamá, embarazada de siete meses, fue a rescatarlo a la cárcel. Fue un escándalo para la policía de Rosario “que una mujer embarazada libere a un hombre”.

Las persecuciones se intensificaron y fueron extensivas al resto de su familia. A su tío, Jorge Araya, hermano menor de Carlos, lo asesinó la Triple A en 1975: “Fue muy cruel. Le sumergieron las piernas en una batea de cemento y lo tiraron a un río. Mi familia pudo rastrillar ese río y encontraron el cuerpo. Lo habían fusilado con más de 70 tiros”, relató conmocionada. La esposa de su tío Jorge también fue asesinada. En su velorio aparecieron personas armadas que, claramente, buscaban seguir amedrentando a la familia.

A partir de allí, la familia Araya-Fleming comenzó a huir. Fueron a Concordia, Entre Ríos, donde nació el hermano de Dolores, Jorge Araya. Luego escaparon hacia Zárate-Campana, donde tuvieron su última residencia fija. Un día, cuando volvían de tomar un helado junto a una amiguita de Dolores, vieron que estaban allanando la casa. A la niña la dejaron en un sanatorio y le avisaron a su madre. La familia se fue a Buenos Aires. Comenzaron a vivir en diferentes hoteles. La testigo contó: “Las personas allegadas a mis padres les sugerían que se exilien, pero a pesar de que tenían todos los recursos decidieron no hacerlo”.

A fines de mayo de 1977, Dolores y Jorge fueron entregados a una compañera de militancia de su mamá. Las caídas de Araya y Fleming eran inminentes y decidieron proteger a su hija y a su hijo. Después del cumpleaños de Dolores, la primera semana de junio, la familia había quedado para encontrarse en la estación de Morón, pero Carlos y Catalina nunca llegaron. Por intermedio de un cura, se enteraron que la abuela buscaba a sus nietos y pudieron contactarla. Dolores y Jorge se reencontraron así con sus tíos en el Parque Lezama, de la Ciudad de Buenos Aires.

En Campo de Mayo, fueron vistos por el sobreviviente Cacho Scarpati y por un oficial que dice haber visto a su padre en un techo, “creo se llamaba Ibañez”, rememoró.

Al momento de su desaparición, el 9 de junio de 1977, Carlos María Araya tenía 37 años. Catalina Fleming era diez años menor. A él le decían “Cacho”, en su militancia, y “Araña” por las redes que tejió para conquistar a Fleming. Catalina, “La Polaca”, era una mujer muy hermosa: “Había unas niñas que se juntaban en unas escalinatas a esperar que pasara mi mamá para poder verla”.

Las consecuencias que tuvo para Dolores Araya la desaparición de su papá y su mamá fueron notorias: “Mi familia quedó totalmente destruida. Era muy sólida y fue detonada por los exilios, fusilamientos y suicidios. Hubo una destrucción masiva”, relató. También habló del dolor y la impotencia de no poder enterrar a su madre ni a su padre: “Esta historia se repite, sobre todo la falta de sepultura. Es lo que más me perturba. La ley de la dictadura militar decidió que los cuerpos de sus oponentes no iban a tener sepultura. Ese dolor que imponían a las familias era lo más terrible. Este pacto de silencio de no decir dónde están los cuerpos, qué pasó con ellos, dónde están los niños, es lo más terrible. Todas las torturas tenían que ver con que las personas hablen. Ellos torturaban y nosotros pedimos justicia. Todo hijo tiene derecho a sepultar a sus padres. Es una herida muy difícil de decir. Es algo que una carga para siempre”, concluyó.

/ Dolores, su hija. Declaración en juicio Campo de Mayo

Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la Megacausa Campo de Mayo

(JUICIO) (VER ANEXO)

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