Estela Maris HILDBRANDT
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
La familia de Stella vivía en San Jerónimo Norte, pero ella había nacido en Crucellas un 3 de abril de 1950. Solía atender el kiosco de Ateneo en Química, vendiendo apuntes y repartiendo volantes de Ateneo, en fin militando. Como todas las chicas militantes daba poca o nada de importancia a la coquetería, era característico su pelo atado en una “colita” con hilo sisal, camisa, vaqueros y el clásico poncho rojo en el invierno.
Hizo pareja con Domingo Del Rosso con quien se habían conocido en la Facultad y vivía en el barrio Centenario. Ella, en su pueblo, había sido “Reina de la Vaquillona” por lo que la vivían cargando. Para todos era “la Gorda Estela” aunque era solo de contextura robusta, pero la gran mayoría éramos flacos y flacas. Era también una gran militante, en el grupo de oradores de Ateneo (previo a la JUP) era la única mujer, y defendía su lugar enojándose con todos los varones que tendían a ubicarse en un rol de superioridad.
Cuando tienen que pasar a la clandestinidad se van a Rosario.
A Stella y Pablito los veía en el Parque Independencia, en el Zoo, cerca de la cancha de Ñul, Rosario era un nido de víboras mientras estábamos en el Zoo por lo menos pasaban siete vehículos de distinto tipo, pero todos armados hasta los dientes. Recuerdo que Pablo sólo comía yogurt y postrecitos, al pobrecito la madre tenía pocas oportunidades de cocinarle estando siempre escondiéndose y corriendo de un lado para el otro.
Un día llamó Stella avisando que habían matado al Negro. (...)
A los pocos meses se publica la noticia de un operativo donde había muerto una mujer “María Rosa” creo, por la dirección mi padre dijo, ésa es Stella, él sabía dónde vivía. ¡Vamos! le digo. Nuestra preocupación era encontrar a Pablito. Pero ¿dónde ir? Fuimos nuevamente a lo de Marzo con una foto del nene. Recorrimos muchos lugares y finalmente caímos a una comisaría cerca del centro, en la calle Caferata, ahí estaban decenas de pibes de todo el país, hijos de militantes, peladitos, con olor a desinfectante, cuidados por mujeres policías…como una guardería. Entre ellos estaba Pablo, primero lo vio mi papá, después yo. La única prueba que teníamos era la foto, él era muy chiquito y cuando le preguntaban el nombre decía otro, claro estando en la clandestinidad los padres cambiaban el nombre de sus hijos como una medida más de seguridad, pero eso dificultaba la identificación. Cuando finalmente nos hicieron entrega del nene, la jueza nos aconsejó que lo adoptásemos con mi esposa, mis padres eran demasiado grandes para criar a un chiquito, así es como Pablo, fue mi sobrino, mi ahijado y finalmente mi hijo.
Cuando logramos rescatarlo y nos quedamos tranquilos con él empezamos a pensar en la madre y llamamos nuevamente a Marzo. A los pocos días nos avisa que en el Cementerio de La Piedad había tres cadáveres y que uno podía ser el de Stella, yo ya no me animé a ir y el viejo finalmente decidió llamarlo al padre de ella para que se encargara su familia. Un comisario amigo les dijo que ella estaba bien, que no hicieran nada para no ponerla en peligro, no fueron, mi cuñada sigue desaparecida.
/ Daniel Del Rosso, su cuñado
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la FIQ-UNL y en actos realizados en Espacio de Memoria Quinta de Funes
Los responsables de sus secuestros y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Guerrieri