Mario Oreste GALUPPO “Coqui”

“Coqui” Galuppo, como lo nombrábamos sus amigos de siempre, nació el 19 de septiembre de 1952; se destacó, ya desde la escuela primaria, por su gran inteligencia y su condición de ávido lector. Sus maestras le hicieron adelantar un grado (pasó de 1° a 3°) y así fue compañero de su hermano Cachi, con quien compartía también su amor por el fútbol y el ajedrez.

Nos encontramos en la secundaria en el Barrio Alberdi de Rosario en el colegio de Nuestra Sra. de la Medalla Milagrosa, “La Medallita”. En 1970 viajamos con nuestras familias a Carlos Paz, vacaciones en familia. Nos recuerdo a los tres, regresando hacia el hospedaje, después de una noche de baile en el boliche que hacía famosa a la ciudad: el Molino Rojo. El petiso estaba nervioso, las palabras se le atropellaban unas con otras en su intento por resumir el encuentro con Graciela Saur. Él la había invitado con una Coca Cola, ella se la había rechazado por ser “un típico producto del imperialismo yanky”.

Él se había enamorado. Pero el romance no empezaría sino hasta un tiempo después. Mientras tanto, me contó después el Coqui, se mandarían cartas de Córdoba a Rosario. Ella estudiaba abogacía. Fueron unas buenas vacaciones y marcaron el ritmo de lo que iba a venir, porque el ’70 fue un año en que pasaron muchas cosas lindas: lo del teatro y el Grupo Viernes por ejemplo. Todo gracias al cura Agustín Amantini, un tercermundista que trabajaba en la parroquia de Alberdi y que impulsó la juntada de un grupo de pibes con interés en el arte.

El teatro sólo sería posible como modificador de la realidad. Eso le dijimos a nuestros directores y la polémica hizo estallar en fragmentos el Grupo Viernes. No hubo negociación. A los pocos días, Coqui, que escribía cuentos y poesías, borroneó una obra de teatro que se llamó “Tres y Uno”. Estaba buena, hablaba sobre la violencia cotidiana y transcurría en una pensión de estudiantes. Hay una frase muy particular que le dice un personaje a otro, quizás como un síntoma de lo que ya tenía él en su cabeza o de lo que empezaba a buscar:

-Yo no puedo ni debo juzgar a mi generación, puedo y debo vivirla.

Hasta entonces había cuestionado las injusticias sociales sin definirse, por una forma de combatirla. Su causa era el hombre, creo que por la formación humanista y cristiana que habíamos tenido. Pero pasaban muchas cosas en el país y había que tomar partido, estar de algún lado, entonces nosotros elegimos estar del lado del pueblo, del lado de la revolución. Porque ésa era la palabra, revolución.

La militancia había empezado en la vecinal de Parque Casas. Ahí Coqui colaboraba en las actividades culturales e intentaba formar un grupo de teatro, después iba todos los sábados a hacer juegos de expresión corporal que buscaban dejar alguna lección: el obrero sometido, el extranjero explotador…

Al poco tiempo, mientras estudiaba Ingeniería en la UNR, ingresa en la Juventud Peronista y Montoneros, pasa a dedicarse de lleno a la militancia barrial. Desde que se casó en el 74, nos distanciamos por cuestiones de la militancia y lo ví menos. Después de graduarse a los 21 años con el mejor promedio de la Facultad, había conseguido un trabajo de ingeniero en ACINDAR. Habían adoptado a Felipe y mudado a San Nicolás.

/ Extracto del relato publicado en “Déjame que te cuente” - Museo de la Memoria Rosario

Además de trabajar en ACINDAR, era profesor Jefe de Trabajos Prácticos de la UTN Rosario y había ingresado al CONICET como becario de investigación.

Mario fue asesinado acribillado a balazos, durante un operativo militar llevado a cabo en una casa de Rivadavia 7200 de la ciudad de Santa Fe, el 6 de octubre de 1976. Junto a él cayeron Alicia Beatriz Ramírez y su esposo Luis Alberto Fadil.

El 15 de agosto de 2003, sus padres Rosa y Oreste recibieron de parte del Decano de la Facultad de Ingeniería de la UNR, una réplica del título de ingeniero de su hijo Mario. Dijo su padre: “Trabajamos mucho para lograr encontrarnos con el diploma y para eso nos ayudaron muchas personas. Queríamos volver a tener recuerdos de nuestro hijo, porque cuando fueron a su casa la destruyeron y se robaron todo (…) También es un honor saber cómo murió, peleando por los que menos tienen. Él no sufría privaciones ni tenía grandes necesidades.”

Su memoria es recordada en placas colectivas colocadas en la Facultad de Ingeniería UNR

El 24 de marzo de 2022, el CONICET, en un acto encabezado por el Presidente Alberto Fernández, homenajeó y reparó los legajos de ocho científicos víctimas del Terrorismo de Estado, entre ellos Mario Oreste Galuppo

Los responsables de su asesinato fueron juzgados y condenados en la causa Ituzaingó y Las Heras

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