Juan Carlos SILVA

Militante de Juventud Peronista. Hermano mayor de Antonio Inocencio Silva . Nació también en Resistencia, Chaco, el 25 de marzo de 1950. Conocido como “Nacho” ó “Negro”. Perito Mercantil. Concurrió a la Facultad de Ingeniería en la Universidad Nacional del Noreste, cursando hasta materias de segundo año, pero debió abandonar en 1974 por la represión en ciernes.

Para esos años conoció a Ana María Testa, una muy bonita hija de gringos, militante de la agrupación Martín Fierro, con la que formó pareja y tuvo una hija de nombre María Paula nacida el 21 de abril de 1976.

Su padre, Analicio Silva, fue diputado nacional por el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), en el Chaco, en 1973. Para 1975, Silva hijo, es el responsable del Frente Estudiantil en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), Columna Chaco.

Durante el año 1976 estuvo militando en la estructura clandestina de Montoneros en Santa Fe. Fue secuestrado-desaparecido el 26 de junio de 1980, en el trayecto de ómnibus que va desde Once (Argentina) a Río de Janeiro (Brasil) cuando estaba formando parte de la contraofensiva de su organización contra la dictadura militar y llevado al CCD que funcionaba en Campo de Mayo. Hasta la fecha, permanece desaparecido.

/ Roberto Baschetti - Militantes del peronismo revolucionario Uno por Uno


Juan Carlos Silva nació en una familia de cuna peronista. “Increíblemente peronista”, precisa Ana. Su papá, Analicio Silva, trabajó en las aceiteras algodoneras desde los 12 años. Llegó a conformar el primer sindicato de aceiteros algodoneros, donde ocupó el cargo de secretario general. En los años '70 fue secretario general de la CGT en Chaco. “La vida política peronista en esa casa estuvo desde el primer día”, dice Ana. “Para Juan, el juego, la escuela, la familia y la política eran casi una cosa cotidiana. Tenía 5 años cuando a su papá lo secuestraron veinte o treinta días en 1955 en un regimiento del Ejército en la capital chaqueña, el Regimiento "La Liguria”.

Fue entonces —a partir de que lo conoció en 1972, cuando se fue a estudiar Arquitectura a Resistencia y empezó a frecuentar a la familia, cuando Ana aprendió sobre el peronismo gracias a las charlas que su suegro fogoneaba en los almuerzos. “Era muy placentero pasar los domingos en su casa por los grandes debates que tenía el padre con sus dos hijos, Antonio (con 18 años, que fue secuestrado en Santa Fe), y Juan”, recuerda.

“Juan era una persona que andaba mucho y estaba todo el día haciendo cosas. Trabajaba, estudiaba, militaba, no sé de dónde sacábamos tanto tiempo”, dice, y no puede ocultar su admiración por él y su generación.

La foto de Juan está ubicada de modo que pareciera mirarla mientras ella lee un fragmento de Gabriela Selser: "Éramos tan jóvenes, con esa juventud que no necesitaba apellido, sobraba futuro, porque estábamos llenos de vida (...) Había tanto para hacer y el mundo cabía en una mano". “Esto define cómo fuimos en todo sentido y cómo fueron nuestros compañeros. No sé si todos por igual pero, particularmente, yo leo esa frase y mi primera imagen es Juan: Juan y sus decisiones. Juan y su convencimiento. Juan y su manera de entender la realidad, de decir 'el camino es este', 'hay que hacer así'. Me identifica porque lo asocio mucho a su forma de ser y de muchos compañeros, de casi todos los compañeros de esa generación”

“Resistencia era una ciudad pequeñita, nos conocíamos todos, sabíamos quiénes eran los peronistas, quiénes eran los no peronistas, quiénes eran los de vanguardia. En la cola donde yo me fui a inscribir en 1971 para la carrera de Arquitectura, estaba Marcela Hedman y es con quien decidimos alquilar un departamento enorme que se llamó La Casa de Arquitectura. Éramos todos estudiantes de Arquitectura y militantes. Después nos fuimos a vivir con Juan ahí y era el único que no era de Arquitectura, él había empezado a estudiar ingeniería. Con el tiempo, Marcela se va de esa casa cuando está embarazada de su primer hijito. Marcela se enamoró de Rubén Amarilla, hermano de Guillermo, responsable de la Regional IV, la que a nosotros nos correspondía”.

Entre el ‘72 y ‘73, Juan se incorporaría a la organización Montoneros, intuye Ana. “De su boca jamás salió”, afirma. Durante ese período –“la mejor etapa de nuestras vidas hasta que llegó 1975”— conoció a Oli Goya. “En el año '75, cuenta, yo era secretaria de mi centro de estudiantes de Arquitectura. Rápidamente, se viene para julio del '75 una razzia infernal aplicando la 20.840, la ley antisubversiva. Quedamos en el tendal. Nos tuvimos que ir porque si no nos metían presos. Algunos compañeros estuvieron presos desde ese día hasta el '83. A otros compañeros los masacraron en Margarita Belén (de los primeros juicios de lesa humanidad que se realizaron al caer las leyes de impunidad) y algunos otros pudimos escaparnos. Algunos fueron detenidos y masacrados en otros lugares. Así empezó la recorrida nuestra con Juan. En ese interín, en Resistencia, yo estuve encerrada en una casa en situación de clandestinidad y me enteré de que estaba embarazada”.

Los meses siguientes, militaron –Juan en el área militar y ella en prensa— en Misiones y luego en la ciudad de Santa Fe, donde nació su hija, María Paula.

“El '76 fue un año muy cruento –recuerda—. Nosotros logramos escaparnos por los tapiales de una casa que fue rodeada por fuerzas conjuntas. No los conozco ni nunca les vi la cara, pero en un juicio que yo declaré en Santa Fe había uno de los acusados que le decía a otro y hacía gestos como diciéndole que nosotros éramos los que se les habían escapado. Era agarrar a los compañeros, los torturaban y desaparecían o morían en algún tipo de entrada a la casa. Ese era el modus operandi de ellos. Después de eso nos fuimos a Esperanza. Yo había perdido otro bebé. El que viajaba constantemente a Santa Fe era Juan. Era un poco la referencia constante. Después estuvimos en San Cristóbal, una ciudad al norte de la provincia de Santa Fe”.

Dos o tres días antes de escaparse de la casa habían decidido que la hija de ambos, que tenía 4 meses y medio, se fuera a vivir con los padres de Ana. Ella se crió en San Jorge, a donde, en el ‘98, Ana volvería a vivir.

La ciudad de Santa Fe estaba devastada para 1977. “Habían detenido—desaparecido a todos los integrantes y militantes de todas las organizaciones en la ciudad. Juan consiguió una cita para irnos a Buenos Aires. Fue una cita nacional. Era el punto de encuentro provincial de alguien que venía de otra provincia para poder contactarse con un militante con alguna tarea en particular. Pero la cita se levantó porque habría estado pinchada. Y nos quedamos desenganchados”.

En Buenos Aires vivieron en la clandestinidad. Consiguieron trabajo con documentos que fabricaron ellos mismos —yo era bastante buena en eso, dice—. Pero en esas condiciones, Ana tenía dudas de cómo continuar. “Le planteé a Juan de irnos, pero él no quería. Juan con su férrea voluntad y convicciones, lo único que tenía en mente era ver cómo se enganchaba con la organización”.

A fines del '78 o principios del '79, Juan se enteró de la convocatoria a la Contraofensiva y aceptó incorporarse. “Salir del país, formarnos y volver y resistir todo lo que se pueda. Dentro del contexto del análisis del peronismo era lo que correspondía hacer”, cuenta Ana que le comentó él. “Juan estaba feliz cuando se enteró del proyecto. Yo le decía que no iba a funcionar. Debatíamos y debatíamos”, recuerda.

Por cuestiones de seguridad, la pareja tuvo que separarse, aunque seguían viéndose día por medio. “Nos queríamos muchísimo. Estábamos muy enamorados independientemente de lo que pasaba.” “A fines de julio del '79, nos juntamos con Juan en mi casa para fabricar un pasaporte. Estaba mi mamá, que también era una colaboradora. Yo me llamaba durante muchos años Sara Cofini y él se llamaba Néstor Bertoldi. Juan se tenía que ir en esos días. Y se fue”.

Desde España Juan le envió una carta. “Querida compañera, primera entre las iguales”, decía el encabezado de esas líneas donde le contaba “con la alegría de vida que tenía siempre” el entusiasmo que había entre los compañeros en ese país. "Yo podía interpretar los términos de Juan –reflexiona ahora Ana— de por qué volver, por qué resistir, por qué venir. Internamente decía, ojalá no me equivoque y esto no sea lo que finalmente fue”, dice con tristeza.

Ana fue detenida, estuvo secuestrada en la ESMA desde noviembre de 1979 y parte de 1980 y liberada con un férreo control. Vivió un año aproximadamente en el pueblo San Jorge y después volvió a Buenos Aires donde se contactó con Víctor Basterra, que cayó en agosto del ‘79 y estuvo en la ESMA hasta el último día de la dictadura. Él le mostró una lista de una carpeta que él había encontrado de Campo de Mayo dentro de los archivos que tenía la Marina, figuraba un nombre y una especie de alias: 'Negro Juan Nacho'. Nacho era el nombre de guerra de Juan.

ANA TESTA - fue una de las fundadoras de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos y estuvo vinculada a distintos organismos de derechos humanos. Declaró en numerosos juicios, entre ellos en la instrucción de la causa ESMA que se realizó en 1985, en el juicio contra el represor Ricardo Miguel Cavallo y en la Megacausa ESMA. Desde 2010 fue querellante en la Megacausa Campo de Mayo. En 1994, participó del documental “Montoneros, una historia”, de Andrés Di Tella.

Extractado de “Diario del Juicio-Causa Contraofensiva” publicado por La Retaguardia - https://juiciocontraofensiva.blogspot.com

La Secretaría de Cultura, Turismo y Deporte de la Municipalidad de Resistencia, junto a la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia del Chaco, realizaron el lanzamiento del programa Baldosas por la Memoria, comenzando con Juan Carlos Silva y Antonio Silva en avenida 9 de Julio 1390, su casa familiar.

Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Contraofensiva

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