Daniel Albino BENAVÍDEZ
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Estos textos fueron extraídos de la página Homenaje de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNL
Testimonios de un amigo, de su esposa e hijas que, aunque no pudieron conocerlo nos hablan del significado de su ausencia y del valor que ese padre tiene en sus vidas.
Daniel fue estudiante de Ciencias Económicas, ingresó a la facultad en 1966, al mismo tiempo trabajaba como empleado en la Empresa Provincial de Energía (EPE) de Santa Fe y era delegado gremial del Sindicato de Luz y Fuerza de Santa Fe. Comenzó su militancia en la Juventud Trabajadora Peronista y luego se incorpora a Montoneros.
Se casa con Elena Ferrigutti y fueron padres de dos nenas: Paula y Mariana. En 1975, se separan y Daniel forma pareja con Julia Soledad Bufa con quien tienen una beba de nombre Soledad. En abril de 1975 los detuvieron y recuperaron su libertad a los pocos días. En diciembre de 1975 un grupo de civil, armado, lo busca en el sector almacenes de la EPE pero no lo encuentra. En enero del '76, días después del secuestro fallido, Daniel pidió licencia sin goce de haberes y se va con Julia y la beba de pocos meses pasando así a la clandestinidad.
En octubre de aquel año, un grupo de civiles encapuchados ingresó a la vivienda que ellos ocupaban en San Nicolás. La pareja consigue huir por los fondos. La beba quedó con unos vecinos y luego la entregaron a sus abuelos paternos. A la semana en otro operativo cae muerta Julia Soledad y Daniel, esta vez herido, logra escapar. Aparentemente Daniel queda en la provincia de Buenos Aires y trabaja en una fábrica de yeso. Fue visto por última vez en julio de 1977, tenía 29 años. No se sabe exactamente cuándo ni cómo fue desaparecido.
Elena, su ex esposa, lo buscó desde entonces, haciendo numerosas gestiones. Según un documento que le fue entregado del Archivo General de la Pcia de Sta Fe, se señala que «la U. Reg. de la Policía de Mendoza informa que Benavides... está a disposición de la Brigada de Montaña del Ejército.» La validez de ese documento es dudosa entre otras cosas porque Daniel no militaba en el ERP. Hoy Daniel tendría 56 años, tres hijas que hubieran querido tenerlo, dos nietos que querrían conocerlo, una esposa que con amor lo rescata por su tremenda condición humana y el sueño a cumplir de un mundo más justo y solidario y en pos del cual fue capaz de dejarlo todo.
Recuerdos de Daniel: Nos conocimos en 1962, fuimos parte de la 1ra. Promoción de Peritos Mercantiles del Colegio Comercial de Morteros (Cba.). Fue un compañero más dentro de un grupo de 30 hasta que nos conocimos y ahí nos hicimos buenos amigos. Como estudiante excelente, el mejor en las notas, abanderado; en su carácter, contestatario, rebelde, difícil de convencer sin argumentos válidos. Yo militaba en el Ateneo y él vino a vivir a casa. Por irreverente, por bancar situaciones difíciles, por tozudo, lo apodamos «El Machito»; conviviendo lo conocí a fondo, con sus defectos y vírtudes y así nos hicimos muy amigos. Personaje querible, díscolo, bohemio, desprejuiciado, idealista, con su guitarra andaba emulando a los Beatles, Joan Baez y otros referentes de época.
Daniel entró a trabajar en Agua y Energía, se había casado con Elena; fue un hermoso encuentro el que tuvimos después de un largo tiempo sin vernos. Volvimos a frecuentarnos, conocí a Elena y su casa, lo vi contenido, emocionalmente estable, y un saludable cambio auguré para él. Por nuestro trabajo nos relacionamos y nos veíamos más seguido, me comentó que había comenzado a militar en el gremio y que era delegado de base, conmigo era muy confidente así que en esas charlas me fue contando cómo era su compromiso y actividad. Pasaba el tiempo, cada vez más comprometido, hasta que se dejó de ver, un día la vi a Elena y me comentó que se había ido, estaba en la clandestinidad; después me enteré que lo habían «desaparecido».
Su hermana menor «Pinky» que también por «portación» de hermano y ser estudiante de Bioquímica la tuvieron 18 meses presa en una comisarla cerca del Tiro Federal, guarda el mejor de los recuerdos y está dolida, por no haber podido disfrutar de la vida de un buen tipo. En la figura de Daniel, humildemente quiero reivindicar a aquella juventud que no negoció convicciones y que entregó su sangre y su vida para cumplir con la utopía de una sociedad justa y digna que cobije a su pueblo. Daniel estás en el mejor de mis recuerdos.
/ Alemán Steiger
*...VOS querías hacer. Cambiar el mundo. Un idealista que quería ir más allá de la idea. El camino podía ser la música, el conocimiento, o el ofrendar la propia vida. Decías «ser amigo de alguien, es ser capaz de jugarse la vida». Y fuiste fervoroso amigo de una idea, de un compromiso, que asumiste con la pasión y dedicación que ponías en todo lo que hacías. «Loco», «el Loco», como te decían los amigos. «Loco querido, querido loco», como te decía yo. ¡Cuánta falta nos hiciste!¡Cuánta falta les hiciste a tus nenas! Hoy son hermosas y cabales mujeres. Te han dado nietos a los que no conocés. Los que te desaparecieron, te han privado de conocer el sol. ¿Sabés? Tus hijas y tus nietos son unos soles. Alumbran mi vida. Alumbran el camino que me marcaste.
Los que le tenían miedo a tu idea, a la fuerza de tu idea, los que planificaron, los que ordenaron, los que ejecutaron tu desaparición y la de los 30.000 compañeros que «aromaron las calles persiguiendo un destino», ellos, son los pobres, los condenados, los destinados a desaparecer sin rostro, en el olvido, en la oscuridad, en la noche de los tiempos, a esconderse, a no dar la cara... Si pudieran vislumbrar, si tuvieran un instante, un chispazo de conciencia, tendrían una esperanza. Pero los monstruos están destinados a vivir en la oscuridad, a esconderse. Ellos son los pobres.
En cambio vos, Uds., nuestros queridos desaparecidos, hoy están presentes. Sus rostros están en todas partes. Vivos. En nuestros corazones. En las pancartas. En nuestra memoria. En nuestras luchas. En el compromiso de ser todos los días un poquito mejor y tratar así de mejorar el mundo. Vos estás vivo. A veces parece que el viento ronda el jardín o toca las puertas de casa. Pero sé que sos vos. Hay tantas cosas que vos no sabes. ¿Sabés que te sigo esperando? Aunque a veces beba agua cuando tengo sed, o aunque a veces no vuelvas, sigo esperando. Tal vez un día o una noche, no sea el viento. Y es que nos han quedado tantas palabras. Y es que tenemos que hablar de tantas cosas, compañero del alma, compañero.
/ Elena Ferrigutti
Querido Papá: ¿Cómo te hablo desde ésta ausencia tan larga? Hace 27 años que no estamos juntos. Ahora tengo tus mismos ojos, pero me falta tu mirada. Entiendo que, el motivo de tu partida, fue el amor hacia un pueblo que sufre y que sentiste ese dolor tan profundamente que con generosa esperanza te diste a la lucha por liberarlo.
Hubiera deseado que el juego fuera limpio, las reglas más claras. Hubiera deseado que estuvieras aquí, que regresaras triunfal. Hubiera deseado compartir con vos tus discos de los Beatles, la poesía de Machado, interminables charlas con mates e incluso alguna rabieta, las cuitas del primer amor.
¡Cuánta falta me hiciste! Pero estoy creciendo a la luz de tus sueños, intentando una conducta de la que te sintieras orgulloso. Con aciertos y errores. En otra realidad y con otros amigos. Uno de ellos dejó escrito: «Un hombre que tiene sus ideales, sin importar lo cuidadosamente que se le pueda persuadir para que los abandone, sobrevive bien sólo en la medida en que sea fiel a esos ideales».
Con todo mi amor, el de los compañeros que hoy están, tus hijas y tus nietos, proclamo que tu vida sobrevivió a la desaparición de tu cuerpo y que seguirás existiendo eternamente joven y valiente en nuestra memoria.
Hasta siempre, Papá.
/ Paula Benavidez
A Papá Daniel
Escribo porque siento que debo.
Que debo soltar tu nombre, dejarlo, gritarlo, hacerlo libre.
Liberarnos, a vos y a mi, del dolor por no saber, por no poder.
Hacer catarsis de tu ausencia obligada.
Compensar el robo de tu vida, de tus sueños.
Burlar la impunidad y la indiferencia.
Romper el olvido y los silencios. Nombrar el orgullo por ser tu hija.
Mi papá
Es un recuerdo confuso de una tarde porteña en un café, una visión difusa del zoológico, una ausencia rellena con palabras de mamá y amigos.
Es una persona plena de valores íntegros, un rompecabezas: estudiante, militante, trabajador, delegado, músico, compañero, padre.
Es la certeza de la lucha sin egoísmos personales, de la entrega total; un testimonio imperecedero del reclamo de justicia.
Es una imagen que no se somete al tiempo, y a la que le robaron, junto con la vida, sus defectos.
/ Mariana Benavídez
Su memoria es recordada en placas colectivas colocada en la Casa de Gobierno en homenaje a los empleados públicos desaparecidos y en la Facultad de Ciencias Económicas UNL. El sindicato de Luz y Fuerza colocó una placa en su Camping