Carlos Raúl TENUTA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
El "Negro Tenuta", como lo llamábamos sus amigos, nació un 5 de diciembre de 1955 en Santa Fe. Estudió en el Colegio La Salle Jobson y se recibió de Perito Mercantil en 1972. Lo recordamos como una persona muy alegre, con mucha calle, inquieto y a la vez reflexivo, y muy buen compañero. Era hijo del jugador de fútbol Raúl Tenuta, arquero de Colón de Santa Fe, a quien se lo recuerda por haber efectuado un gol de arco a arco en un partido en la ciudad de San Juan. Carlos tenía dotes de futbolista, pero solía decir que no haría una carrera desde el fútbol porque éste había dejado de ser un deporte amateur.
El Negro formó parte de la juventud de los años 70 y de su marcada participación en el acontecer sociopolítico del país. Junto con su grupo de amigos integró una formación preuniversitaria humanística y cristiana, con la consigna de demorar la elección de la carrera hasta tanto haber hecho una investigación participante sobre la realidad de los barrios humildes, hospitales e incluso en la universidad misma.
Con un grupo de compañeros iniciaron una actividad educativa en los barrios santafesinos Santa Lucía y 12 de Octubre. Allí se desempeñó como docente en el Programa de Educación para Adultos (DINEA), descubriendo un llamado vocacional para lo educativo. También en el barrio 12 de Octubre organizó un club de fútbol para chicos, al cual le dieron el nombre del cura barrial y teórico del Movimiento de Sacerdotes del Tercer Mundo, Oscar Aguirre. A partir de éstas prácticas, tomó contacto con la Juventud Peronista (JP) y después de varios encuentros comenzó a militar en esa rama política del Peronismo.
En 1974 se presentó a concurso para cubrir una vacante en el Banco de Galicia, sucursal Santa Fe. Recuerdan los compañeros que hubo cien postulantes, de los cuales diez viajaron a Buenos Aires para la preselección. Tres de ellos tuvieron una entrevista con el gerente de Santa Fe y finalmente Carlos cubrió el puesto. Sobre el test que se le había efectuado, solía contar que tuvo que ubicarse en la vereda de enfrente de lo que él creía, y ante preguntas como: "¿Qué haría si lo invitasen a hacer un paro?", su respuesta fue: "No lo acataría, porque no beneficiaría a la empresa". De esta manera, algo "disfrazado" obtuvo el puesto, y a la semana estaba militando en el Gremio Bancario.
Su militancia política continuó luego de la cesantía en el Banco hasta su detención en febrero de 1978.
Mi amigo el Negro Tenuta
El Negro Tenuta fue uno de los pocos amigos varones que tuve en mi vida. Lo conocí en el Movimiento de Juventudes, cuando ambos éramos adolescentes y buscábamos anhelante un sentido más profundo para nuestras jóvenes vidas. Juntos descubrimos que esto significaba salir de nuestro pequeño mundo de encierro y cierta cuota de individualismo y frivolidad, para encontrarnos “con otros” sufrientes, anhelantes de justicia y dignidad. Cada uno de nosotros tomó luego el camino que consideró mas conveniente, para el Negro la militancia política implicó jugarse entero en sus convicciones.
Tengo recuerdos muy lindos de los momentos compartidos. Uno que siempre acecha en mi mente es el placer que nos daban las discusiones, los análisis políticos y la lectura de autores clásicos de la época. Era habitual la práctica de reflexionar, discutir, encontrar nuevas aristas y salidas a los problemas políticos y sociales.
Cuando terminábamos nuestras reuniones que hacíamos en el Movimiento de Juventudes o en el Bar Valencia, nos íbamos cargados de energía, de ganas de seguir charlando y esto lo hacíamos durante horas. Él, entonces, me acompañaba caminando porque vivíamos cerca. Un lindo gesto de compañerismo era que el Negro iba conmigo hasta la puerta de mi casa, me esperaba que entrara y nos saludábamos hasta el otro día; esto lo sentía yo como un cariño amistoso y un cuidado de su parte hacia mí.
En este recorrido de algunas cuadras íbamos retomando los temas anteriores, pero también hablábamos de otras cuestiones que nos preocupaban en esos momentos: nuestras familias, la pareja, el amor, la amistad. Depositaba en él mucha confianza para hablar de estos temas personales, algo difícil de lograr entre un varón y una mujer de esa edad. El Negro hablaba siempre del reconocimiento que sentía hacia sus padres, de sus esfuerzos, del trabajo arduo cotidiano para sostener la “despensita” de calle Mendoza y San Juan con la que él también colaboraba, el cariño hacia sus hermanos, la presión de su familia para que jugara en el Club Colón y los cuestionamientos hacia su militancia incipiente.
El Negro se jugaba en cada hecho, no eran triviales ni sus palabras ni sus acciones, se entregaba por completo, profundizaba las discusiones hasta llegar al fondo de los temas. Era de una honda sinceridad para encarar la vida, buscando la coherencia en todo; hoy creo que excesiva viéndolo a la distancia. Admiraba de él esa capacidad de hacer de cualquier tema algo importante para el debate, siendo bastante difícil llegar a convencerlo de otros puntos de vista y otras maneras de enfrentar las cosas. Pero en su aparente tozudez por ganar las partidas, se escondía la ternura y la capacidad de amar, respetar y cuidar que se expresaba en un abrazo, una sonrisa, un llamado telefónico para pedir disculpas.
Para el Negro las cuestiones de la lucha por un mundo mejor eran prioritarias y así fue como entrego su vida dándonos un ejemplo que aún perdura en nuestro recuerdo y nuestras esperanzas.
/ Alicia Genolet
Para todos los amigos de la escuela fue siempre el Negro Tenuta.Un amigo franco, alegre, divertido, buen compañero. Siempre con humor dando vueltas. Hijo de padres nobles y trabajadores, hospitalarios con los amigos de su hijo; su casa-kiosco era frecuentada con asiduidad. Su vecindad con el Mercado de Abasto de entonces (Av Freyre y Mendoza), le valió también lo de “Morocho del Abasto”.
Manejaba bien la zurda y jugaba muy bien como número 5. Yo jugaba con el 6 así que teníamos intercambio de pelota frecuente. Muy buen jugador nos abandonó en cuarto año para cambiar de escuela, a la nocturna, así podía ir a practicar durante el día a Colón (el cuadro de sus amores) en la reserva. Pintaba para profesional. Pero vino la operación de la pierna.
Abandonó el fútbol. Volvió a la escuela. Y encontró con sus 16 años (era un adelantado, ya que cumplía años el 5 de diciembre) un camino abierto en una Argentina enferma, injusta y violenta que lo habría de llevar a su destino también injusto e inmerecido como el de tantos otros a quienes el odio y la barbarie les arrebató la vida. Una vida casi adolescente de muchacho de barrio de clase media luchadora santafesina, de pelota en los pies y paz en el alma.
Una vida que seguramente iba a encontrar su sincera y noble preocupación social en algún canal de expresión y lo encontró en el que la historia ofrecía en aquellos años. Y lo vivió a fondo. Marido y padre precoz, tenía todas las condiciones para ejercer esos títulos con amor y dedicación. Porque era cariñoso y pacífico. Imagino que ése, su espíritu, estuvo siempre presente en la vida de su familia.
Hace 23 años que no lo veo. Pero nunca voy a olvidar la última charla con el brazo enyesado. Antes que el destino cumpliera su obra. Siempre lo recordaremos con cariño y afecto y nunca dejaremos de sentir su desaparición. Dolorosa, injusta, inmerecida. Ojalá que la sociedad lo recuerde por muchos años, a él y a los tantos que en los años del horror destruyeron sus vidas en pos de una utopía ahogada en sangre.
Un amigo de la escuela
Emigrado de Santa Fe producto de la represión creciente, trabajaba en el frigorífico Martín Fierro de Zárate, cuando fue secuestrado en enero de 1978.
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Asociación Bancaria
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la Megacausa Campo de Mayo