Atilio Jorge CATTANEO
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Hacia 1960, viene a Santa Fe para estudiar en la Facultad de Ingeniería Química (FIQ) de la UNL. Era un tipo muy inteligente que provenía de una familia marplatense, más bien modesta y sin inquietudes políticas. Muy buena persona, muy estudioso y muy dedicado a la militancia.
Aquí, en 1964, contrae matrimonio con Marita Izaguirre con la que militaban en el Movimiento de Liberación Nacional (M.L.N. o “Malena”), del que en 1967, llegó a ser Secretario General de Santa Fe.
En abril de ese mismo año, era la dictadura de Onganía, es detenido durante un allanamiento junto con su esposa, Alfredo Becerra, Blanca Moscato, Aida Lerman y Ermes Manera . Estaban imprimiendo, en sténcil y mimeógrafo, como se hacía entonces, unos volantes de la agrupación. Los retuvieron por 5 días hasta que la defensa de Ricardo Molinas y Alfredo “Pichón” Nogueras, logra su excarcelación. Atilio y Marita, empleados estatales, fueron dejados cesantes al igual que otros de sus compañeros en la misma situación.
Atilio trabajaba en Extensión Universitaria de la UNL que estaba bajo la dirección de José María Paolantonio. En 1968, ya separado de Marita, se va definitivamente a Buenos Aires. Paolantonio va a ser Director de Extensión del Instituto Di Tella entre 1968-1971, Atilio trabaja con él durante ese tiempo. Con Ismael Viñas, orientador del Malena, trabajó en el Centro Editor de América Latina y fue corresponsal en el Cordobazo.
Continuó su militancia en Poder Obrero (PO), por lo que fue detenido en 1975 pasando por la cárcel de Devoto. Recuperó la libertad y fue detenido-desaparecido el 4-1-77 en CABA
La memoria que arde
Como en la novela Fahrenheit 451 de Ray Bradbury donde su protagonista, el bombero Guy Montag, quemaba libros por orden del gobierno, el 26 de junio de 1980 la última dictadura militar perpetró lo que se recuerda como el mayor atentado contra los libros. En un baldío de Sarandí, Avellaneda, se quemaron un millón y medio de ejemplares del Centro Editor de América Latina (CEAL) por orden del juez de La Plata, Gustavo de la Serna.
La escritora Graciela Cabal que trabajó en la editorial evoca: “Los libros no se acababan de quemar porque había cosas húmedas. Ahí estaba nuestra enciclopedia, ¡tan hermosa! Recuerdo que había un príncipe en una de las tapas, y no se quería quemar, pobrecito…Me quedó esa imagen. Pasaban chicos por el baldío y gritaban: ¡Queman libros, queman libros!”.
El libro “Boris Spivacow. Memoria de un sueño argentino”, de Delia Maunás, publicado por editorial Colihue, transcribe entrevistas realizadas entre 1993 y 1994 al fundador de la editorial, a su familia, amigos y colaboradores. Esta obra es fundamental a la hora de rescatar la historia y las ideas del mítico editor que inauguró el CEAL el 21 de septiembre de 1966 junto a un grupo de importantes intelectuales. En 1969 sufrieron el primer acto de censura cuando el dictador Juan Carlos Onganía prohibió los fascículos de Siglomundo.
En 1978 se inició un juicio contra la editorial “por publicar y distribuir libros subversivos”.
Boris recuerda: “Fueron llevando gente. Llevaron primero presos a los ocho muchachos que estaban en el depósito. El abogado me dijo que no me presentara, que esperara un poco, pero seguían llevando gente. Entonces le dije: Si en el Centro hay una ideología o lo que fuere, el responsable soy yo, no son los empleados”.
Algunos de los trabajadores fueron liberados, a Boris también lo dejaron ir y fue absuelto en la causa, pero cerraron los depósitos de la editorial. Ante las acciones legales del editor y su abogado, el juez accedió a que siguieran trabajando, pero separaron en otro depósito los libros objetados que representaban el 30 por ciento del material y que luego fueron condenados a la destrucción. Entre ellos había libros de Marx, Evita, Perón, el Che Guevara y colecciones como la de Historia del movimiento obrero. También fueron censurados cuentos infantiles como “Los zapatos voladores” de la colección del Chiribitil donde el protagonista es un cartero al que no le alcanza la plata para comprarse zapatos, la gente del pueblo decide entonces reunirse y organizar una colecta; la delegación del Tercer Cuerpo del Ejército de Mendoza consideró que ese era un llamado a la subversión.
(...)
El CEAL fue el mayor emprendimiento editorial y de promoción de la lectura que tuvo la Argentina. Hasta su cierre en 1995 publicó unos 5 mil títulos reunidos en 79 colecciones que apuntaban a ese gran lector, curioso y amplio, en el que creía su fundador. En las paredes de la sala se exhiben los principales títulos: Los hombres, Atlas total, Pintores argentinos del siglo XX, El país de los argentinos, La vida de nuestro pueblo, Capítulo, entre otros. Fueron colecciones con una tirada inicial de 20 mil ejemplares.
La editorial contaba con un equipo integrado por personalidades como Oscar Díaz, Beatriz Sarlo, Aníbal Ford, Horacio Achával, Graciela Montes, Susana Zanetti y Jorge Lafforgue. Además fue un espacio donde escribieron David Viñas, Noé Jitrik y Josefina Ludmer, entre otros.
Con el eslogan “Más libros para más” la filosofía de Boris era considerar a los libros como una necesidad alimentaria básica, y le pedía a los intelectuales que escribieran en un lenguaje sencillo para acercarse a todos los lectores. “Un libro al precio de un kilo de pan”, pregonaba con criterio revolucionario, así fue pionero en vender fascículos culturales a precios accesibles en los quioscos de diarios y revistas.
*Por Analía Ávila para Agencia Paco Urondo.
En la muestra del Museo del Libro y de la Lengua, en la Biblioteca Nacional hay una placa recordatoria y fotos en homenaje a los trabajadores desaparecidos. Daniel Luaces, cuyo cuerpo apareció acribillado; Claudio Adur, Martha Brea, Atilio Cattaneo, Conrado Ceretti, Diana Guerrero, Ignacio Ikonicoff, Graciela Mellibovsky, Carlos Pérez que fueron detenidos y desaparecidos; Matilde Milesi y Graciela Taddey que sobrevivieron y se exiliaron.