Carlos Alberto LALUF
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Nacido en Santa Fe el 23 de agosto de 1949, hizo su secundario en el Colegio de la Inmaculada Concepción, egresando en 1966 con el título de bachiller. En 1967 ingresó a la carrera de Ingeniería en la Universidad Católica de Córdoba, donde cursó y rindió varias materias. Fue bancario, empleado del Banco de la Provincia de Santa Fe, militando en Montoneros y fue detenido en junio de 1971, luego liberado por la amnistía del 25 de mayo de 1973.
Detenido nuevamente por la última dictadura que asoló nuestra patria, en agosto de 1977 junto con su esposa Marta María Benassi, fue alojado primero en el CCD “La Calamita” y luego en “Quinta de Funes” de Rosario.
Dice su hijo:
Fue algo raro lo que sentí y pasó durante el juicio que se celebró en Rosario contra los represores que actuaron en la Quinta de Funes, yo me sentía (igual que muchos) poco optimista con respecto al resultado. Los jueces parecían no escuchar, como que no te tomaban en serio, como que no iban a poner mucho énfasis en los castigos, eso era lo que yo sentía.
Luego, no sé, fue todo lo contrario. No se si lo que sentía, sentíamos, era una sensación falsa debida a nuestra larga espera de justicia o fue que ante tantos testimonios, se sensibilizaron. De hecho hay un juez que declaró ante la prensa que el juicio cambió su visión de lo que había sucedido durante la dictadura.
Hoy me siento tranquilo, fue muy fuerte ver a los represores allí, sentados, tan cerquita, y luego la condena, perpetua, cárcel común. La justicia tardó mucho, pero llegó. Igual fue una de cal y una de arena, el abuelo Laluf no llegó a verlo, tardó demasiado.
Su imagen se me apareció permanentemente, él fue el que más luchó e investigó. Escribió mucho sobre todo esto aunque lamentablemente son muy pocos los escritos que se han podido rescatar. Él investigaba, hablaba con periodistas, les daba datos, ellos lo animaban a escribir un libro, siempre decía que lo iba a hacer, pero nunca lo hizo…
Siempre creyó que iba a haber justicia, que algún día se iba a dar el juicio. Era optimista, a pesar de todo lo que sufrió y todo lo que perdió, en el 76 mi tía Raquel Laluf fue asesinada en Córdoba junto a su marido, en el 78 desaparecieron mis padres y el más pequeño de sus hijos murió tras una desafortunada caída desde un balcón.
El abuelo se encargó de contarme la historia, él estaba orgulloso de sus hijos, no le daba vergüenza como a otros, que por la presión social ocultaban lo sucedido, al contrario, se sentía muy orgulloso de las opciones que habían asumido.
Sin embargo, alguna vez pensé ¿Por qué se metieron en esto? Sentía como si los viejos no hubieran pensado en mí y me hubieran dejado “en banda”. Pero, cuando fui creciendo lo fui entendiendo mejor, comprendí que ellos vivieron en una época distinta, donde se pensaba más en el otro, en la que los jóvenes se sentían integrados en un proyecto común, una época en la que se era solidario, en la que los valores eran muy diferentes, en la que se valoraba más el ser que el tener, en la que no imperaba el individualismo que distingue a la sociedad actual. Así, poco a poco, con su apoyo, fui conociendo y comprendiendo la historia, él fue mi “libro viviente”, el no callaba, me contaba sobre mi viejo, me daba su ejemplo, así fui conociendo y comprendiendo a esos jóvenes, que comenzaron luchando por el boleto escolar y luego siguieron buscando un cambio por una sociedad mejor; hoy me siento tranquilo y feliz de que se haya hecho justicia.
De mis viejos y del abuelo recibí la convicción de que los principios, los proyectos y las ideas deben defenderse, llevarse adelante sin bajar los brazos, no darse por vencido, seguir siempre para adelante. Pienso que mi viejo debe haber sido el reflejo del abuelo, uno podía pensar que era un viejo terco, pero no, él era alguien de convicciones muy firmes que siempre defendía sus ideas y sus principios.
Cuando estaban en cautiverio los viejos escribieron muchas cartas, siempre decían que estaban de viaje, que ya iban a venir, que me portara bien, que no hiciera renegar a los tíos, esas cosas. Al principio ellos me las leían, luego lo hice yo, pero lo del viaje ya no era creíble. Entonces me dijeron que estaban desaparecidos, nunca lo ignoré, pero siempre tuve la secreta esperanza de que volvieran. Cuando chico, cuando escuchaba el timbre, siempre pensaba que podían ser ellos….es la perversidad de la desaparición, la permanente incertidumbre, el no poder hacer el duelo, el no poder convencerse de que ya no están más….
Su memoria es recordada en placas colectivas colocadas en la Universidad Católica de Santa Fe y la Asociación Bancaria de Santa Fe
Los responsables de sus secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Guerrieri