Carlos Raúl RACAGNI "Monito"
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
El Monito Racagni como todos lo conocían, desapareció en Rosario, el 20 de octubre de 1976, cuando tenía 25 años de edad. Estudiaba en la Facultad de Ciencias Económicas y trabajaba como preceptor en el Colegio Nacional Simón de Iriondo y fue uno de los fundadores del Sindicato de Trabajadores de la Educación Santafesina (SINTES). Para recordarlo tomamos las adhesiones que en la página “están presentes” publicada en ocasión del homenaje que hiciera la facultad de Ciencias Económicas a sus alumnos muertos y desaparecidos por la dictadura. Así escuchamos las voces de quienes lo conocieron y amaron
Su tía y madrina, Noemí Galván habla de su “queridisimo Carlitos Racagni, de quien tantos recuerdos tengo. Por ej. cuando era integrante de la Orquesta de Niños, tocaba el violín y siempre venía a ensayar en mi casa, teniendo como compañía infaltable a una de mis perritas salchichas que apenas lo escuchaba, se ponía a aullar con grandes festejos de toda la familia.
Siendo muy chico se enojaba cuando en las tiendas las empleadas le pedían a mi hermana Camucha que lo obligara a mirarlas para ver bien sus hermosísimos ojos verdes. Se enojaba porque decía que un Varón no tenía que andar mostrando sus ojos.
Fue buen hijo, buen amigo, buen esposo y, el poco tiempo que pudo, buen padre... La última vez que lo ví, lo encontré casualmente en el Sanatorio para visitar a Graciela y su hijito recién nacido Lucas.
Monito amigo
Como yo lo conocí, alegre, optimista, parecía que todo le iba bien. Tenía eso que lo hacía zafar con simpatía de situaciones complicadas, por ejemplo, en la Escuela cuando debía dar alguna lección y no la sabía - porque no estudiaba demasiado- se "compraba" a la maestra hablando de cualquier tema que dominaba. Lo hacía con sencillez, le salía naturalmente. A más de uno confundía, porque hacía pensar que se habían cambiando los temas. No aparentaba para pintón, porque era un negrito bocón de patitas flacas. Con un par de ojazos verdes. Pero, en el Cine Garay (¿el que funcionaba en el Colegio Inmaculada, te acordás?) pasaban una propaganda no recuerdo si era de pilchas o de cerveza, donde el Mono era actor. Tendría 18. Antes de la Facu. Encontré una sola foto, es del 6” grado de la Primaria. Lo vas a ver como te decía antes: sentado en el suelo en primera fila mirando hacia atrás haciendo monerías
Gladis Novoa. Amiga de la escuela primaria y luego de la facultad.
Uno de los ojos más lindos de la JTP, boina a la Che, sonrisa pícara, siempre atento a lo que pasaba. La amistad como paradigma, oído atento para escuchar a quien necesitaba hablar. Monito ¿para cuando una compañera...?, "mi novia es la revolución", decía allá por el 73. Me parece verlo sentado en la cabecera de la mesa de mi casa recordando anécdotas de infancia con el Chueco: hijo de puta!!! Decía el Chueco, a mí me gustaba comer en el recreo largo un bollito con crema, comía primero todo alrededor y dejaba la crema para lo último, y sabés???, él (lo señalaba y el Mono con cara de sí tiene razón, bajaba la cabeza) venía corriendo y me sacaba el bocado de la crema... JUAA JUAAA era el epílogo. Como lo recuerda el Pepe desde Francia, los cuentos y el doble sentido eran su fuerte, me acuerdo de aquel cuento de "pobrecito el cocodrilo...”, el Mono tenía boca grande, un jetón podríamos decir, y cuando contaba ese cuento no lograba llegar al final porque entre la risa y el tamaño de su boca, no le salía, todos a coro terminábamos el cuento. El Mono testigo de nuestro casamiento, el Chueco testigo del suyo. Amigos casi hermanos, siempre juntos, siempre creyendo en otro modelo de sociedad, y por sus hijos y el pobrerío supieron llegar hasta el fin.
La Gringa, esposa de su mejor amigo
Al principio de los 70 un grupo de docentes comenzamos a percibir que la fragmentación en que estábamos sumidos los trabajadores de la educación bloqueaba las posibilidades de encarar una lucha fructífera por las reivindicaciones del sector y de todos los trabajadores organizados.
En este proceso de vigoroso cambio, de enfrentamiento contra las viejas concepciones de sindicalismo, nos encontramos con vos, Monito, del mismo lado ... Nos aportaste tu compromiso con lo cotidiano, tu visión de lo posible, tu brevedad llena de sentido cuando de proponer acciones se trataba. Por convicciones propias te sumaste a un modo de ver, pensar y proyectar una sociedad más justa.
Juntos construimos el SINTES, la FUSTE y más tarde la CTERA. Entonces, fue demasiado para el sistema y empezó el fin...
Luisa Mazzetti y Vilma Bonetto.
En esos días yo mutaba mi torpeza e ignorancia pueblerina por la proximidad a los acontecimientos sociales donde la ciudad era su caja de resonancia. Ese año del 71 había ingresado al Colegio Nacional Simón de Iriondo en Santa Fe, a cuarto año, y el “Mono” Racagni era el preceptor del curso. No eran pocos los estudiantes que se movilizaban por los distintos reclamos que iban desde el boleto estudiantil al apoyo a los trabajadores en los conflictos gremiales. La ciudad me resultaba ajena, y yo, de alguna manera, necesitaba hacerla mía. El ejercicio de participar y tomar conciencia sobre los hechos políticos de esos días me ayudaban a sobrellevar el peso que ejercían sobre mí la impotencia de ser un extraño, y tener que vivir con unos tíos que, más allá de sus bondades, eran la mar de reaccionarios, exigiendo de mí un comportamiento que me era imposible llevar a cabo.
El Mono, en los recreos, solía aguantar las dudas existenciales de los alumnos, abría las orejas y el corazón, para escuchar a unos adolescentes ávidos de contención, y yo era uno de ellos. Sus palabras, aun siendo las de un tipo apenas mayor que nosotros, eran suficientes para que lo sintamos cerca, muy cerca de nuestras necesidades. Esa actitud, que lo ponía en el más alto grado de merecer nuestro afecto, no impedía que, a la vez, ejerciera una autoridad desde su rol que nosotros jamás habríamos de vulnerar. En ese ir abrevando en las convulsiones políticas, yo terminé acercándome a los militantes cuya ideología estribaba en el marxismo-leninismo. Ese fue el año en el que mi forma de mirar el mundo tuvo su punto de inflexión, tenía 15 años.
Me consuela la idea de saber que la pregnancia, en la sociedad y la historia, de hombres y mujeres como el “Mono”, son imborrables, que siempre, de algún modo, aparecen y nos vuelve la alegría de haberlos conocido. Querido “Mono” Racagni ¡Hasta la Victoria Siempre
Patricio Emilio Torne
Su memoria es recordada en placas colectivas colocadas en la Escuela de Comercio y la Facultad de Ciencias Económicas-UNL
Sus restos fueron exhumados e identificados por resolución del Juzgado Federal Nº 4 de Rosario