Héctor Geraldo CHÁVEZ

Algunos lo conocían como Roque, ya que el nombre de pila quedaba reservado para la familia, los viejos amigos y conocidos y los “compañeros” de ideas y luchas, que lo conocían de los tiempos del barrio, de la escuela, del cine club o del trabajo....porque el Negro — como en definitiva lo conocían todos — trabajó desde muy joven, desde la panadería de su cuñado hasta el correo... y, como muchos compañeros, mezcló esa doble vida en la melange frenética a que nos obligaba el pasaje de la lucha “legal” a la “clandestina”.

Lo de Negro claro, hacía referencia a su “tez oscura”...aquello de “lomito color café” le venía justo, haciendo contraste con su interior límpido, claro, lleno de decisión y empuje. Recuerdo que no era muy afecto a las discusiones ideológicas... en las reuniones de estudio medio que se “embolaba”; parecía ser que, para él, las viejas discusiones que ahondaban en el pensamiento revolucionario ya estaban resueltas. Se trataba de hacer. El asunto era la acción y, cuando llegábamos al punto de analizar y ver el próximo objetivo, ahí “volvía” con sus oscuros ojos brillantes para mezclar sus opiniones —siempre simples, acertadas- sobre cómo se podían superar los inconvenientes planteados por la acción o los “roces” eventuales que podrían acontecer y las consiguientes “salidas”.

Para él la decisión de lucha, la necesidad de ella y de la entrega total eran cosas que, parecía, tener asumido desde hacía mucho tiempo....de modo que su actitud era consecuente con aquello de ...."ya se acabó el alboroto....y vamos al tiroteo”...que expresaba aquella vieja canción de la resistencia española que sabíamos cantar en lo de “Los Patos”.

Habilidoso para todo lo que fueran fierros...el mismo arreglaba su Tehuelche o le metía mano a la estanciera de su hermana, que “tomaba prestada” cada vez que podía, para usarla en algún reconocimiento o en algún traslado de herramientas. ¡Gran volante el Negro! ....cuando él dirigía —casi siempre- todos nos sentíamos seguros a la hora de exigirle al auto el máximo ante los apremios...y siempre con esa sonrisita socarrona en los labios...la misma que se le dibujaba cuando te “torraba” con ese sarcasmo típico de los santafesinos o “se bancaba” las cargadas con la que pretendía como compañera.... la misma sonrisa con la que seguro enfrentó su secuestro, tortura y muerte....posibilidad que manejábamos como cierta ante el enemigo artero y sin honor que enfrentábamos.

Porque a pesar del horror, su imagen para mí, siempre será asociada a la alegría...esa que estaba impresa en su carcajada franca cuando lo puteábamos porque nos mojaba con los remos, en nuestras escapadas a las islas o en las guitarreadas, con alguna comilona de por medio en lo del Gordo Lara.

Tu entrega, tu decisión, tu convencimiento, tu valor nos acompaña siempre querido Negro, junto a aquel AVOMPLA! que escribíamos en los volantes y en las paredes...pero que hiciste realidad con tu propia sangre....detrás de la lucha por esa magnífica esperanza.

Hasta la Victoria Siempre!

A mi padre

Aquel hombre,

que con su firmeza y juventud intentó tempranamente,

la lucha por un país justo e igual para todos.

Aquel que de tantas formas intenté llevar a la carne,

mil veces, tratando de imaginar su ser.

Tratando de buscar en otros,

aquellos que compartieron sus días,

retaceando sutilmente su pensar, su actuar.

Fundiendo rostros de personas,

mezclando sonrisas y miradas

tratando de encarnar su esencia,

Aún me falta completar aquel rompecabezas que intentaron desarmar

fraccionando su cuerpo. ..mutilando su mente,

y no pudieron....porque sus partes están “todas y cada una”

intactas, en cada pensamiento y actuar,

de aquellos que comprenden y llevan en su interior, el interés y la lucha

brindándose a pleno

por aquel, que lo necesita.

Construyendo, imaginando

viendo en el horizonte lejano

amanecer así...

lenta y esforzadamente

una sociedad igualitaria.

Soledad B. Chávez

Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa La Pastoril

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