Guillermo LOPEZ TORRES
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Entré a trabajar en la Municipalidad en el año 69. En el 73, cuando se suma la Juventud Peronista a la Secretaría de Acción Social y Cultura de la Municipalidad, pedí el pase a Acción Social. En ese momento yo ya era Asistente Social y es entonces que conozco a Guillermo. Era mi jefe, el Director Político de Acción Social de la Municipalidad. Es decir, que lo conocí en el marco de lo laboral, pero lo laboral en ese entonces era un trabajo militante; formamos un grupo bastante grande de compañeros en el área de Acción Social, entre ellos estaba Edi Cravero, que también está desaparecida.
Lo conozco trabajando con líneas muy claras de trabajo en lo social, él instaló un importante clima de trabajo, sobre todo teníamos claro, que de algún modo lo que se hacía tenía que continuar con la identidad en el trabajo barrial.
En ese momento se produjo una inundación muy grande y adoptamos una forma de trabajo que me parece hasta el día de hoy diríamos de avanzada para el momento, y que tenía que ver con el contexto de lo que pasaba en los barrios (para entonces ya estaba formado el Movimiento Villero Peronista) fue hacer campamentos de trabajo en la isla, para poder cortar picanilla, palos, para hacer los ranchos que habían sido devastados. Lo importante de ese trabajo fue que, coordinados políticamente por Guillermo, trabajamos todos los que estábamos en Acción Social, conjuntamente con representantes del Movimiento Villero, todos juntos, estrechamente, organizando y haciendo los traslados en la isla, nos íbamos los viernes a la tarde y volvíamos los domingos a la tardecita. Nos trasladábamos en lanchas que nos proporcionaba el Ejército o la Prefectura.
Otro equipo estaba conformado en lo que era el Mercado Progreso, que estaba frente a la Plaza Pueyrredón. Ahí, los domingos, cuando volvíamos de la isla, un equipo grande de compañeros de distintos frentes recibía todo lo que se había recolectado. Después, teniendo en cuenta la prioridad de necesidades, hacían el reparto junto con gente del barrio al que se le iban a asignar. Lo importante de esto es que aquel que tenía la necesidad de reconstruir su hábitat de algún modo era partícipe protagónico de conseguir los recursos y lo hacía junto con otros, no sabiendo si le iba a tocar a él o no.
Lo que quiero destacar, en el trabajo que impulsó Guillermo junto con su equipo, es esta concepción de trabajo solidario. Una concepción que no era nueva, que ya venía de antes, como se había hecho con el loteo en Villa del Parque, en todo lo que fue la construcción de viviendas con esfuerzo propio y ayuda mutua. En el trabajo barrial se tenía una concepción muy clara de solidaridad, entendida no solamente en el sentido de ayuda a otro, sino de que uno ayuda al otro o colabora con la necesidad del otro en una acción conjunta. Creo que esto atravesó la militancia de los años 70, es decir no se trabajó ni por un puesto, ni por dinero, es más el que tenía dinero que le sobraba de lo que recibía para vivir, lo socializaba y era compartido, esa era la impronta que tuvo ese momento de militancia, donde no había intereses individuales, sino colectivos. Eso se notó mucho en el trabajo que yo pude compartir junto con otras compañeras, con Guillermo conduciendo ese proceso, esto es lo que puedo rescatar de él porque de su vida personal o privada no conocí mucho.
En Asistencia Social, había otras personas que venían con una trayectoria anterior, de la época militar y o de antes de eso, colegas, compañeras y demás, que no tenían militancia o que no tenían esta historia. Guillermo no era sectario, esa gente se sentía incluida en el proyecto, a lo mejor no les daba el cuero para ir a la isla a hachar un fin de semana, pero estaban incluidos. Fue una tarea que la gente, aún la que no era militante apoyó, porque creo que lo que se percibió, se vivió fuertemente, fue una actitud de compañeros, de acompañar los procesos de la gente desde el interior de la institución, la Acción Social Municipal.
Además de esas acciones vinculadas a las necesidades creadas por la inundación, hubo otras también muy importantes, por ejemplo cuando llegó el verano del 73, en enero y febrero, se organizaron los campamentos “Evita”, también apuntalados por Guillermo. En ese entonces el Negro Pizarro era el Secretario de Acción Social, de lo que es hoy Promoción Comunitaria o Desarrollo Social de la Municipalidad y la Secretaría de Cultura que estaba a cargo de Gustavo Pon que también aportó mucho o sea era un equipo muy interesante de gente reflexiva, pensando siempre en generar organización sobre todo para lograr una promoción humana integral.
Los campamentos “Evita”, se hacen después de la Navidad y Año Nuevo fechas en las que se hizo un trabajo interesante con las mujeres de los barrios, trabajando el tema de la Navidad, para que llegara la celebración en forma solidaria a todos los sectores, fundamentalmente por supuesto, en los barrios más carecientes y en esto, también, hacíamos un trabajo conjunto con la Agrupación Evita. En este trabajo me tocó colaborar con Raquel Negro, si bien no trabajaba en la Municipalidad, estuvo con nosotros en todo lo que fue la preparación de la Navidad haciéndolo siempre con alegría. Después de la Navidad vino lo de los campamentos en la quinta de la Inmaculada, también ahí hubo que instalarse para hacer los campamentos, fueron campamentos de niños varones y mujeres donde iban las madres y los chicos. Se organizó con gente de la Municipalidad y también con los de la Agrupación Evita. Eran muchos chicos y el campamento tenía muchas actividades, por ejemplo se hacía natación y diferentes juegos, fue una experiencia hermosa, hoy estamos un poco más acostumbrados a vivir eso de los campamentos de todos los barrios, pero en ese entonces no. Fueron los primeros campamentos, no eran colonia de vacaciones, eran campamentos, los chicos residían ahí. Existía una buena conexión entre la Secretaría y la Dirección de Acción Social y los Sacerdotes de Tercer Mundo, es así como se hace relación con los Jesuitas que nos prestan unos terrenos que quedaban en Piquete Las Flores, eran muy grandes, un lugar muy lindo.
El que más estaba con nosotros era el padre Mijanevich, que trabajaba en Alto Verde, después estaba el padre Peralta Ramos que evangelizaba en San Agustín y zona, estos eran Jesuitas, además, en los barrios estaban Catena en Villa del Parque, el cura Silva en Santa Rosa de Lima, Amézaga en Barranquitas…y otros que no recuerdo.
Puedo decir como síntesis que Guillermo fue responsable y generoso en la tarea que asumió, precisamente porque no escatimó tiempo a su trabajo, lo hizo con alegría, contó con mucho apoyo de la gente con la que trabajaba, porque logra generar empatía con todos. Por eso, decía, que la gente que no era militante en esa oficina, en esa repartición, profesionales, muchas veces lo acompañaron como si fuesen compañeros militantes, porque él generaba esa situación. Su oficina no era a puerta cerrada, era una oficina abierta, y no solamente abierta a los compañeros, estaba abierta también a todo el grupo de trabajo que era muy heterogéneo. Esa capacidad organizativa, su empatía, su llegada hacia la gente, la posibilidad de coordinar los esfuerzos y el proceso de crecimiento que se iba dando en el pueblo santafesino, en los sectores populares, está hablando de Guillermo. Parece que hubiese sido mucho tiempo el que estuvimos juntos, en realidad fue muy corto, pero fue vivido ¡tan intensamente! que parece mucho más.
La renuncia a sus cargos de diputados de los compañeros de la Juventud Peronista a nivel Nacional, es la señal de que el acuerdo que se había hecho, por el que se nos daba la posibilidad de tener la Secretaría de Desarrollo Social, se rompía. A principios del 74 echan a los compañeros que se habían designado: Pizarro, Pon y Guillermo. Los demás compañeros, entre ellos Marcelino Alvarez también son echados aunque después el gremio de ASOEM hace que vuelvan a reintegrarse, pero los distribuyen en distintos lugares, así se disgrega el grupo de trabajo.
/ Alejandrina
Memo, en dónde estés….
Ésta es otra forma de recordarte, poniendo en letras, en palabras, todo lo que nos acompaña desde siempre, cuando estabas con nosotros en nuestra niñez, juventud y tu corta etapa de padre junto a Susana, con Diego, Gustavo y ese nuevo hijo que esperaban.
Eras muy inquieto, tenías ruedas en los pies y te gustaba participar de cuanto acontecimiento se cruzaba en tu camino, desde actos escolares, monaguillo en el Colegio Don Bosco, la escuela J.J.Paso, también en el Colegio Simón de Iriondo, donde además incursionaste en obras de teatro, en el Teatro Municipal, hasta que llegaste a la Católica a la carrera de Derecho y paralelamente a la política, con muchos ideales, esperanzas y necesidad de un país mejor, pero como siempre unos pocos cortaron las alas de una generación, con dolor y con familias asustadas y otras no tanto, que aún hoy, los que quedan y sus descendientes siguen buscando algo que los conecte al ser querido que se quedó en el pasado.
Pasado que no debe volver. Vives en mi corazón.
Tía Stella
Al recordarlos me viene a la memoria como punto de encuentro la entrada y la galería del nuevo edificio aún sin terminar de la Universidad Católica que todavía mantenía la estructura destinada por el Arzobispado para establecer allí el Seminario de Sacerdotes, objetivo que quedó entre los yuyos como el mismo edificio hasta que en 1971 se efectúa la mudanza y centralización de todas las facultades, excepto Edafología que seguía funcionando en la Sociedad Rural. Esto implicó también un acercamiento mayor entre los estudiantes especialmente en el marco de una época en la que gran parte del estudiantado empezaba a asumir a la vez otras responsabilidades en el aspecto social y político.
A Guillermo lo conocí ese mismo año pues todos, inclusive los ingresantes colaboramos en la mudanza acarreando libros y muebles por todos los pasillos hasta las aulas y oficinas. Guillermo iniciaba sus estudios de Derecho. Eran épocas de asambleas, amplios debates estudiantiles, tomas de posturas frente a los acontecimientos que se iban suscitando, uno de ellos, el conflicto del comedor universitario de la UNL. Me parece verlo a Guillermo con sus clásicos bigotes, saco, vaqueros y mocasines, una apariencia que le daba más edad de la que tenía. Y siempre con sus carpetas bajo el brazo, presente en casi todas las asambleas, pidiendo la palabra con mociones a veces demasiado provocativas para la generalidad del estudiantado de la Católica. Daba la imagen de ser un tipo que ya tenía mucho en claro y que lo mostraba sin tapujos. Después de esos inicios nos volvimos a encontrar ya más definidos y decididos en las filas de la Juventud Peronista.
A Susana, “la Gorda”, la recuerdo con su apariencia dulce y reservada pero que brindaba mucha confianza, la veo aún con sus ajustados vaqueros y un tapado rojo que le llegaba arriba de la rodilla. A todas las amigas y compañeras siempre nos llamaba “Flaquita”, “Gordita” o “Negrita” y lo hacía con mucho cariño. Ella estudiaba Historia y posteriormente trabajó como administrativa en una de las facultades.
No sé cuándo exactamente se pusieron de novios, pero casi desde siempre los hemos relacionados juntos tanto en el aspecto privado como militante.
En 1974, cuando la realidad del país mostraba ya una juventud militante mucho más comprometida, ellos se casaron y lo festejaron con todos, los tiempos todavía permitían hacerlo. Después nació el primer hijo, Petete, al que Susana llevaba siempre consigo colgado del pecho en una sillita para bebés.
Susana y Guillermo representaron esa nueva idea de pareja y familia, libre, sin condicionamientos, viviendo y gozando el presente que era lo único que se poseía.
Posteriormente comienzan a perfilarse tiempos difíciles y la vida nos empezó a alejar. El golpe del destino nos fue tocando como por turno. Primero a nosotros y supe que Guillermo a pesar de lo riesgoso se presentó personalmente ante la familia de mi compañero muerto, Alberto Gaset, su gran amigo dándoles detalles de cómo había sido su caída.
Ya habiendo nacido el segundo hijo, les tocó a ellos. Los fueron a buscar a la vivienda donde vivían, él ya se había marchado a trabajar pero lo levantaron a pocas cuadras y a ella se la llevaron de la casa.
Un tiempo después aparece una nota en el diario El Litoral de Santa Fe con la foto de dos pequeños que según informaban fueron encontrados en la vía pública en la ciudad de Rosario. Sus abuelos los reconocen y los recuperan. Recuerdo cómo Petete relataba con sus apenas 3 años que cuando se la llevaron a su mamá, ella le dijo que se quedara tranquilo que ella iba a comprar zapatos y que cuidara de su hermanito que era todavía un bebé. Quizás haya sido eso lo que los salvó y volvió a unir, pues él mismo contaba que en todo el tiempo en que estuvieron separados, porque al pequeño ya le habían destinado una nueva familia, Petete clamaba siempre por él.
Susana y Guillermo siguen hasta el día de hoy como desaparecidos. Durante mucho tiempo sus familiares tuvieron que soportar llamadas telefónicas amenazantes, bromas de muy mal gusto, falsos rumores…
Hoy sus hijos ya adultos necesitan reconstruir a través de todas estas crónicas la corta vida de sus padres pero también y en ello nos unimos todos, necesitamos saber qué fue de ambos, que finalmente se pueda saber la verdad y que quienes hayan sido los responsables se hagan cargo de ello con todas las consecuencias.
Nilda, compañera y amiga
Susana Capocceti y Guillermo López Torres desaparecieron en Rosario, el 18 de agosto de 1977, el hijo que esperaban sigue desaparecido. Sus hermanos continúan buscándolo.
Su memoria es recordada en una placa colectiva y baldosas por la memoria colocadas en la Universidad Católica de Santa Fe
Gustavo, uno de sus hijos, siendo Secretario de Gobierno de la Comuna de Sauce Viejo, construyó el Paseo de la Memoria en esa localidad
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron condenados en la causa Guerrieri IV iniciada en agosto 2022