Luis Alberto BARBER CAIXAL
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Alberto nació en la región de Barcelona (España). Vino a la Argentina cuando era muy chico. Sus padres se instalaron en Rosario. El abuelo había venido a nuestro país a raíz de sus ideas antifranquistas. La condición económica de la familia era muy buena. Su padre era dueño de una fundición. Hizo la escuela primaria en la Dante Alighieri de Rosario y la secundaria en el Instituto Politécnico de la UNR. Vino a Santa Fe para estudiar ingeniería química, alrededor del año 1965. Era Técnico Químico, por esa razón entró a trabajar en 1968, como Profesor de Merceología, en la Escuela de Enseñanza Media N° 13 Ricardo Foster de San Jerónimo Norte, donde ejerció hasta 1973, año en que asume la dirección de la Escuela Industrial Superior de la U.N.L.
Su relación con alumnos y profesores era excelente. Dejaba entrever en sus conversaciones su ideología y tenía mucha influencia sobre alumnos y compañeros de trabajo, tanto que en torno a él se nucleó un grupo que dirigió todo su accionar al logro de un cambio de mentalidad en una zona de la provincia (San Jerónimo) dónde no se percibían índices de problemas socioeconómicos. Este grupo, que organizaba toda la actividad docente en torno a un cambio de actitud, dejó huellas profundas en el alumnado que aún hoy se pueden percibir. Era muy austero y estricto con sus principios. En 1971 contrae matrimonio y tiene tres hijos (Andrés, Natalia y Pablo) que actualmente viven con sus abuelos y tíos en Tarragona (Barcelona). Alberto tenía una hermana menor que también militaba junto con su marido. Antes del golpe militar la pareja emigró a España. Los padres, que participaron de una Comisión de Derechos Humanos en Rosario, de improviso, abandonaron la Institución y marcharon a Tarragona, donde se instalaron con una fábrica de pasta.
Como Director de la E.I.S. realizó reformas que tendieron a nivelar el ingreso de los alumnos. Implementó un curso de ingreso para que todos los aspirantes tuvieran igualdad de posibilidades. Llamó a concurso para cubrir cargos de profesores, los que hasta ese momento se manejaban con el régimen de contratos (los profesores no ingresaban por concurso sino por recomendaciones o simpatías con gente que allí trabajaba). Esto trajo una reacción adversa de quienes hasta ese momento se habían manejado con comodidad. Realizó cambios en los planes de estudios que tendían a correlacionar las asignaturas.
En 1975, debe irse de Santa Fe, pasa con su familia «al anonimato». En 1978, su mujer e hijos regresan a Santa Fe. La esposa contó que lo tomaron prisionero en la calle, lo llevaron a la casa y lo golpearon frente a la familia. Ella, posteriormente, recibió llamadas telefónicas. Dicen que estuvo en la Quinta de Funes y que en «Recuerdos de la Muerte» es Leopoldo. Uno de sus libros de cabecera era «El Arte de Amar» de E. Fromm.
/ Testimonio de Ma. Clara Gaziano
Por su parte, Silvia, una compañera de trabajo, lo recuerda diciendo:
Lo conocí por los 70. Éramos docentes en la Escuela de Comercio «Ricardo Foster» de San Jerónimo Norte. Él era profesor de Merceología y yo de Inglés. El viaje de Santa Fe a San Jerónimo duraba una hora, tiempo que compartíamos charlando sobre el hambre, la injusta distribución de la riqueza, la desigualdad de posibilidades que tenían los hombres de nuestra tierra y de otras. Era joven, buen mozo, inteligente y pertenecía a una familia con una posición muy buena, de Barcelona. Él era catalán, pero lo llamaban «el gallego Barber». Creo que cuando lo conocí, él ya había optado por una vida dura, de sacrificios, de renunciamientos y de servicio a sus semejantes, y no por la vida fácil y «exitosa» a la que un joven con sus condiciones podía aspirar. Era duro, pero con una dureza asociada a la disciplina que él se imponía, y no a la que tiene que ver con la frialdad o insensibilidad. Todo lo contrario.
Recuerdo en una oportunidad en que íbamos viajando a San Jerónimo, y viendo por la ventanilla el dorado de los plátanos que estaban al borde del camino, comenté: «¡Qué hermosa es la vida!» A lo que Alberto contestó muy serio, como reprendiéndome (inclusive me trató de Ud.) «hermosa para Ud. compañera, que tiene el pan en la mesa, un techo y una vida digna». Esta anécdota, como se dice comúnmente, lo pinta a Alberto de cuerpo entero. Él también tenía la posibilidad de una vida digna, pero ya sentía el hambre del hombre que no tenía pan en la mesa, el frío y la angustia de los que no tienen techo, la rabia por todos a los que se les niega una vida digna. Cuando asumió la dirección de la Escuela Industrial, dependiente de la Universidad Nacional del Litoral, me invitó a formar parte del equipo de trabajo. Acepté y me designó Jefa del Departamento de Lenguas Extranjeras. Entre todos confeccionamos los objetivos educativos de la Escuela Industrial, y que eran entre otros, que la escuela no fuera un ámbito cerrado para los que podían acceder a ella, sino que fuera lo más abierta posible para que también sirviera a aquellos que no podían, por un motivo u otro, estudiar en ese lugar.
Trabajar con Alberto Barber, fue una experiencia enriquecedora. Nos pedía entrega, sin exigirnos un compromiso que estuviera más allá de lo que cada uno estaba dispuesto a dar. Seguí teniendo contacto con él, aún después de que entró en la clandestinidad. De tanto en tanto recibía tarjetas postales de distintos lugares, sin firma. Por la letra, yo sabía que eran de Alberto. Después fue el silencio, pero hasta su última tarjeta se notaba que su ánimo no había decaído, que su deseo de luchar por la justicia social seguía intacto, y que no había perdido su esperanza de un futuro mejor para todos. La última postal fue la de la Casa Rosada, y me decía «cuando estemos aquí, nuestros sueños serán realidades».
En tanto un ex alumno del Industrial dice: «Yo definí ir a la escuela Industrial: tenía un director que era Montonero y aparte era una escuela donde el proyecto pedagógico impulsado era totalmente nuevo, la lectura que se estaba haciendo de la educación era totalmente nueva, era renovada. Imaginate que se jugaba al voley en los recreos y el director participaba de los partidos con los chicos; era un ambiente particular. En ese entonces la escuela era casi un semillero, había muchos chicos militantes, el edificio estaba irreconocible: entrabas al hall estaba lleno de pancartas... Una escuela absolutamente abierta. Diferente a lo que pasó después cuando llegó la dictadura: el director que entró con matones transformó todo en un espacio dictatorial, hasta el espacio físico se llenó de oscuridad.»
/ Fuente: «Después, del corazón para dentro» Porfiada Memoria- AMSAFE 2006
Su memoria es recordada en placas colectivas colocadas en la FIQ-UNL y la Escuela Industrial Superior-UNL
El Instituto Politécnico Rosario ha realizado actos en su memoria y su nombre es uno de los 165 Rugbiers desaparecidos recordados en Torneos nacionales
Los responsables de su secuestro y des-aparición fueron juzgados y condenados dos recordados en Torneos nacionales. en la causa Guerrieri III