Los curas del Tercer Mundo de Santa Fe
Última actualización
Última actualización
Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Durante el papado de Juan XXIII (1958 – 1963) se produce un movimiento renovador dentro de la iglesia católica destinado a acercar la institución a las necesidades de los pueblos. Esto se traduce en el Concilio Vaticano II (1962- 1965), del que participan más de 2.500 sacerdotes. Tras la muerte de Juan XXIII, el pontificado de Pablo VI continúa y profundiza la corriente que transformó (hasta cierto punto) a la institución. Temas que hoy parecen una antigüedad (como el uso del latín en las misas) son modificados. En realidad algunas prácticas que incorporaría el futuro MSTM, como el trabajo de los curas en barriadas pobres, tenían un antecedente en los curas obreros de Francia y Alemania en los años ’20 del siglo pasado.
En marzo de 1967 aparece la encíclica Populorum Progressio (Progreso de los pueblos) que incluye fuertes críticas al sistema capitalista y el reconocimiento de que la violencia institucionalizada inherente a los sistemas de opresión es la que provoca las respuestas violentas de “los de abajo”. En el mismo 1967 el obispo brasilero Helder Cámara reúne a 18 de sus pares tercermundistas para apoyar los principios de la encíclica. El documento surgido del encuentro acusa al “imperialismo del dinero” y los gobiernos que le sirven como opresores de los pobres.
El documento llega al obispo de Goya, Alberto Devoto y es traducido por los sacerdotes Miguel Ramondetti y Rodolfo Ricciardelli. Rápidamente el documento circuló y caló hondo en numerosos sacerdotes y algunos obispos. Cerca de 300 sacerdotes argentinos escriben a Helder Cámara adhiriendo. Entre ellos se encontraba un joven sacerdote llamado Carlos Mugica, que venía trabajando con miembros de la Juventud Estudiantil Católica (JEC) haciendo trabajos de campo en zonas marginales del llamado interior del país donde se manifestaba más crudamente la explotación. Por ejemplo: el norte de la provincia de Santa Fe.
En 1968 se realiza la Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín. El incipiente MSTM envió a los obispos participantes un documento con 400 firmas argentinas y unas 500 de otros países latinoamericanos. El documento de Medellín ratificó y profundizó la línea marcada por la encíclica papal y cientos de sacerdotes comenzaron su trabajo concreto en barrios y sindicatos. El tercer encuentro del MSTM marca una fuerte tendencia de adhesión al peronismo. Fruto de esa tendencia es el libro del sacerdote mendocino Rolando Concatti “Nuestra opción por el peronismo” en el que, junto a otros sacerdotes como Mugica y Rubén Dri se afirma que “no basta ser peronista para ser revolucionario. Pero no se puede ser revolucionario y antiperonista”. Lógicamente no había posiciones férreamente unificadas en el MSTM. Los diferencias, nada menores, pasaban por la adhesión o no a una fuerza política concreta, a cuál de ellas, y si se legitimaba o no la violencia revolucionaria.
En 1971 aparece el libro “Teología de la liberación”, de Gustavo Gutiérrez Merino. Su línea confluye con la línea del MSTM y genera el rechazo de la mayor parte de las jerarquías eclesiásticas. Ya los curitas habían llegado demasiado lejos. Un comunicado del MSTM que abogaba por la socialización del poder económico, político y cultural y la supresión de la propiedad privada de los medios de producción, fue declarado por la jerarquía como contrario a la doctrina eclesiástica.
El medio de comunicación de los curas tercermundistas era el “Boletín Enlace”, del que aparecieron 28 números entre 1968 y 1973. Los directores del Boletín fueron Alberto Carbone (Buenos Aires 1968-1970), Miguel Ramondetti (Goya, 1970-1973) y Osvaldo Catena (Santa Fe, 1973). Con la asunción del gobierno peronista se agudizaron las diferencias internas en el MSTM.
/ “Qué fue el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo” - Daniel Rafalovich
Los sacerdotes del Tercer Mundo de Santa Fe tuvieron importante participación en el movimiento nacional, siendo sede del Secretariado en su momento más importante, y también en los distintos espacios sociales de la ciudad y la región.
A lo largo de las historias de militantes en muchísimos casos se nota su influencia en la formación y en los inicios de las actividades sociales.
Acerca de algunos sacerdotes, publicamos en este libro, notas individuales (Osvado Catena, Osvaldo Silva, Aldo Büntig, José María Serra, Rafael Yacuzzi, Arturo Paoli) pero fueron decenas de curas y monjas que tuvieron activa participación y dejaron su aporte. Varios de ellos “dejaron los hábitos” pero no las convicciones. Es justo mencionarlos porque son parte de la historia popular.
En la Educación estuvieron: Victorio Di Salvatore, José Gasser y Elbio Alberga (Seminario), Gustavo Vietti (Instituto Juan XXIII), Aldo Büntig y Ernesto Leyendecker (Universidad Católica), Osvaldo Catena (Calvario), José María Serra (COE), José María Boero (Esc Ntra Sra de Guadalupe).
En los Barrios y parroquias: Luis Amézaga, Atilio Espinosa, Edelmiro Gasparotto, Hilmar Zanello, Edgardo Trucco, Hernán Emmert, Angel Colombo,más Catena, Silva y Büntig.
En la Cultura: Alberto Haquin (Movimiento de Juventudes y Núcleo Joven)
En la estructura de la Arquidiocesis: Carlos Aguirre (Estudios Teológico-filosóficos), Cirilo Zenclusen (Asesor de movimientos), René Trossero (Área vocacional); Vicarías: Eladio Giovanini (San Jorge), Celestino Bruno (San Justo)
En distintas localidades: Domingo Nardi (Coronda y Nelson), Miguel Angel Capeletti (Laguna Paiva), René Dutruel (San Agustín), Rene Grenon (M Escalada), Luis Massari (Barrancas), Severino Silvestri (Recreo), Carlos Tibaldo (San Justo), Juan José Botta (San Carlos Centro), Raúl Troncoso y Hugo Collosa (Rafaela), Elvio Mautino y Alcides Suppo (Tostado), Eladio Lovato (San Javier)
Diócesis de Reconquista: Héctor Beltrán, Fernando Maldonado y Jorge Mussin (La Gallareta), José Clavel y Francisco D’Alteroche (Paraje 29), Arturo Paoli y Esteban de Quirini (Fortín Olmos), Antonio Echave, Eligio Giacomozzi, Germán Godalli y Agustín Poier (las Toscas), Jeremías Masín, Enrique Nardelli, Mario Greca y Antonio Pergolesi (Vera), Ernesto Spontón (Romang), Martín Spontón, Luis Spontón y Ángel Tibaldo (Florencia), Armando Yacuzzi y Rafael Yacuzzi (Villa Ana)
El movimiento de compromiso con la realidad social y los sectores populares fue más allá del MSTM, hubo más curas que impulsaron pensamiento y prácticas transformadoras, como Atilio Rosso (Colegio Mayor y FIQ), Nicolás Mijalovich y Peralta Ramos (Inmaculada), entre otros.
Las monjas, siempre menos visibles, tuvieron igual actitud: vivieron en los barrios populares, despertaron el pensamiento crítico en las escuelas. Entre muchas podemos mencionar a Ethel Toledo en Barranquitas, Ángela en Villa del Parque, Zulema, Cecilia, Celia y Cleonidas en Alto Verde, Agustina en el Colegio N Sra de Guadalupe, Guillermina Hagen en el norte santafesino, las monjas de la escuela de Romang y otras que han quedado invisibilizadas, olvidadas hasta ahora en la historiografía. Como mencikona la historiadora Claudia Touris, autora del libro “La constelación tercermundista. Catolicismo y cultura política en la Argentina 1955-1976”:
“Un dato muy significativo fue para mí que en las entrevistas que realizaba a los curas tercermundistas siempre hablaban de alguna “monjita” o “hermanita” que trabajaba codo a codo con ellos pero casi nunca recordaban sus nombres. Entonces podemos cruzar esta invisibilización de las religiosas dentro de la Institución que las rezagaba doblemente por ser mujeres y por ser religiosas, de ahí que hablo de una doble invisibilización durante siglos de estas mujeres de vida consagrada. Y en este sentido los sacerdotes tercermundistas fueron muy clericales y paternalistas con relación a las religiosas.”