Esperanza: primera colonia agrícola organizada del país
Museo de la Colonización. Secretaría de Cultura y Deportes. Municipalidad de Esperanza.
«Todos, hasta los mismos colonos, tuvieron conciencia que allí, en el sitio de sus penurias y de sus ambiciones, estaba ocurriendo algo que nunca se había dado en el país». (Gastón Gori)
Antes de la llegada de los españoles, estas tierras fueron habitadas por tribus nómades, entre las que se contaban a los mocovíes y abipones. Estos grupos se iban desplazando por toda la región en busca de alimento, que obtenían de la caza, la pesca y la recolección. Con preferencia se ubicaban cerca de los ríos y arroyos, en lugares altos, fuera del alcance de las inundaciones.
Las tierras que posteriormente fueron destinadas a la fundación de la colonia Esperanza, a partir de 1692 formaban parte de estancias cuyos límites eran imprecisos y estaban rodeadas por tierras fiscales. Sus propietarios eran cordobeses y santafesinos que se dedicaban a la industria pecuaria para el consumo local y el pequeño comercio de cueros.
Al momento de la fundación de Esperanza en 1856, existía en el lugar una población dispersa, compuesta por indios reducidos, montaraces y criollos. En la localidad vecina de San Jerónimo del Sauce había una reducción compuesta por tribus de abipones, que fueron contratados como peones para la construcción de los ranchos.
La colonia Esperanza fue fundada mediante un contrato de colonización celebrado entre el empresario salteño Aarón Castellanos y el gobernador santafesino Domingo Crespo, en 1853.
El objetivo oficial del proyecto era el de promover y desarrollar la industria agrícola. Algunos puntos del contrato eran los siguientes:
• Cada familia tendría cinco personas, masculinos en la mayor parte, de no menos de diez años cada uno. Si no completaban ese número podrían asociarse con otros miembros no pertenecientes a su sangre.
• Debían fundarse cinco colonias, cada una compuesta por 200 familias en el término de dos años, hasta llegar a 1.000 en el término de diez años.
• El lugar de establecimiento de las colonias sería la margen derecha del Paraná, o ambas márgenes del Salado, desde el pueblo viejo de San Javier al norte.
• Cada familia recibiría 20 cuadras cuadradas, o sea 33 hectáreas. A los cinco años de la llegada la propiedad pasaría a manos de los colonos.
• El trazado de la colonia se haría en dos secciones de 100 concesiones cada una, separadas por una lonja de terreno de cuatro cuadras de ancho que se extendía de norte a sur, llamada calle ancha, para la futura ubicación de la plaza y los edificios institucionales y el resto, para ser loteado y vendido por el gobierno. Se preveía un campo comunal de cuatro leguas cuadradas.
• Como adelanto, reembolsable en dinero a los dos años, se le daría a cada familia un rancho, de dos habitaciones cuadradas de 4x4 metros, comunicadas entre sí, con una puerta y una ventana; 50 patacones en harina, semillas de algodón, tabaco, trigo, maíz, papas y maní para sembrar diez cuadras; dos caballos, dos bueyes para labor, siete vacas y un toro para cría. Si las cosechas eran malas pagarían a los tres años.
• Los colonos desmontarían los terrenos. Cultivarían la mitad, la otra mitad la usarían como quisieran.
• Las colonias pertenecerían a la provincia. Tendrían administración civil y judiciaria, desempeñada por un juez de paz nombrado por el gobierno, de entre los mismos colonos y una comisión colonial compuesta por diez personas que funcionaría como Concejo para asesorar al juez de paz. Durante cinco años no pagarían impuestos personales, muebles o inmuebles.
• Castellanos no podía exigir a las familias más de una tercera parte de sus productos y sólo por cinco años.
• Para proteger a los colonos de los indios, el gobierno establecería fortines.
Al momento de la fundación de Esperanza en 1856, existía en el lugar una población dispersa, compuesta por indios reducidos, montaraces y criollos.
El contrato no se cumplió estrictamente, se cambió el lugar del emplazamiento de la colonia, ubicándola en la línea de fortines, próxima al cantón de Iriondo o Fortín de Reyes, a fin de reforzar la ocupación de tierras expuestas al posible ataque de los aborígenes. El sitio estaba completamente despoblado, separado de Santa Fe por el río Salado y alejado de toda vía navegable.
Con este proyecto se pasó del latifundio a la subdivisión de la propiedad, lema que ostenta el escudo de Esperanza.
Aarón Castellanos debió realizar una intensa propaganda en Europa, para interesar a los inmigrantes en un nuevo posible destino, ya que en ese momento toda la inmigración se dirigía a Estados Unidos. Finalmente pudo reclutar familias con ayuda de agentes de viajes europeos, en Suiza (cantones de Valais, Aargau, Berna, Zurich y Vaud), Alemania (Hesse en su mayoría), Francia (Saboya y otras regiones), Bélgica y Luxemburgo.
La situación de pobreza de la región de origen y el fuerte deseo de llegar a ser poseedores de la tierra fueron las causas que determinaron que un gran número de personas tomaran la decisión de emigrar.
La situación de pobreza de la región de origen y el fuerte deseo de llegar a ser poseedores de la tierra fueron las causas que determinaron que un gran número de personas tomaran la decisión de emigrar.
El nombre de fundadores se reservó para quienes vinieron entre los cinco u ocho primeros años, es decir, desde 1856 hasta 1864.
La Colonia Esperanza se ubicó al oeste del río Salado y al sur del Fortín de Iriondo o de Reyes en una planicie que no presentaba obstáculos para la mensura, que fue realizada por el arquitecto Augusto Reant. El plano contemplaba el trazado de 210 concesiones de 20 cuadras cuadradas lo que equivale a 33,7 hectáreas separadas entre sí por calles de 17 metros de ancho. De acuerdo a lo que establecía el contrato, la colonia se dividió en dos secciones separadas entre sí por una calle de 389 metros de ancho, denominada Calle Ancha, que se extendía de norte a sur, para el futuro establecimiento del pueblo. Al oeste de la misma se ubicó la sección de habla alemana y al este la sección de habla francesa. Posteriormente, el agrimensor Demetrio Isola fue comisionado para delinear 96 manzanas para ser loteadas y cuatro destinadas a la plaza, en el centro de la colonia. Cada manzana se dividió en cuatro solares de 46 varas de lado. Los compradores estaban obligados a edificar en el plazo de un año, quienes así no lo hicieren perderían el derecho de propiedad.
Los inmigrantes se trasladaron en barcos veleros desde el puerto de Dunkerque a Buenos Aires. Desde allí se trasladaban en una embarcación más pequeña hasta Santa Fe, por el río Paraná, y luego en carreta hasta el lugar de emplazamiento de la colonia.
La travesía duraba aproximadamente 50 días, aunque podía extenderse hasta 80. Cada barco podía transportar entre 200 y 300 personas.
El primer contingente llegó el 25 de enero de 1856. Hasta el 9 de febrero, los inmigrantes permanecieron en La Estanzuela (Guadalupe–Santa Fe), propiedad de Pascual Echagüe, porque los ranchos aún no estaban terminados.
Desde fines de febrero hasta principios de mayo de 1856, llegaron a Esperanza 191 familias (1.167 personas) de las cuales 52 % eran suizas, 29,3 % alemanas y 13,6 % eran francesas.
Al principio hubo muchas dificultades, sequías, inundaciones y langostas. Tuvieron que vivir de la venta de carbón obtenido de los árboles de los montes cercanos, los primeros cultivos fueron poroto, papa, patata, zapallo, trigo y maíz, y alrededor de 1870 comienza a sembrarse lino y cebada.
Para arar se emplearon arados a mancera tirados por bueyes o caballos, la siembra se realizaba al voleo. Para la construcción de los primeros cercos se emplearon postes de madera y hojas de tuna. En 1883, la mayoría de las concesiones se hallaban alambradas.
Uno de los problemas más difíciles que debieron enfrentar los agricultores fue la plaga de la langosta, que llegaban por millares en los meses de verano. Eran espesas nubes de varios kilómetros que arrasaban los campos.
Hacia 1860 los colonos comenzaron a prosperar, de a poco los pequeños ranchos fueron reemplazados por viviendas de ladrillos. En 1872, algunos observadores describieron a las colonias santafesinas como teniendo un ligero aire europeo.
Las rutas eran de tierra. Después de una fuerte lluvia se tornaban intransitables durante muchos días para los pesados cargamentos; en tiempos de sequía, el vehículo más liviano que circulaba levantaba torbellinos de polvo. Los colonos se trasladaban en carros de dos y cuatro ruedas, tirados por caballos. El río Salado se vadeaba con facilidad en carruaje y a caballo cuando estaba bajo, sino había que cruzarlo en balsas. En 1864 se construyó el Puente Mihura y en 1896 el Puente Vinal.
El 26 de mayo de 1861, dando cumplimiento a lo que establecía el contrato de colonización, se constituyó el Concejo Municipal, el que hasta el 20 de octubre de 1872 cumplió funciones ejecutivas y deliberativas. Estaba conformado por cinco representantes de la Sección Francesa y cinco de la Sección Alemana.
Hacia 1860 los colonos comenzaron a prosperar, de a poco los pequeños ranchos fueron reemplazados por viviendas de ladrillos.
En 1862 se abrió la Escuela Municipal; al año siguiente, el Concejo Municipal, ante la negativa de algunos padres de mandar a sus hijos a la escuela, solicitó al gobierno de la provincia la declaración de la enseñanza obligatoria. Este pedido recién fue atendido por el gobernador Nicasio Oroño en 1865, aclarando que el idioma en el que debía enseñarse sería el castellano.
Dos tercios de los colonos eran católicos y el resto protestantes. Los comienzos no fueron fáciles, los conflictos existentes en Europa se trasladaron a la colonia.
El cementerio estaba dividido en dos secciones, una para los católicos y otra para los protestantes. No se podían realizar matrimonios mixtos.
La iglesia católica, al principio, era un rancho de barro improvisado. La primera misa se celebró el 15 de octubre de 1857, día de Santa Teresa, al aire libre. El 25 de diciembre de 1863, el Concejo Municipal resolvió nombrar a la Virgen Niña Patrona de la Colonia y que el 8 de septiembre de cada año sea reconocido como día de la Fiesta Patronal. En 1864 se inauguró la iglesia con dos torres, que en 1921 fue demolida para construir la actual iglesia, inaugurada en 1932.
En los primeros tiempos, los protestantes celebraban el culto y daban clase en una casa particular. Después la firma Beck y Herzog les regaló un terreno, en el cual edificaron la primera iglesia. Era un saloncito muy primitivo, de paredes de adobe crudo y techo de paja que fue destruido por un voraz incendio. En 1887 se colocó la piedra fundamental de la iglesia actual.
A partir de 1910 arribaron inmigrantes sirio–libaneses, de religión católica ortodoxa.
Debido a la diversidad religiosa se suscitaron problemas que no estaban contemplados en la legislación vigente. Hasta la creación del Registro Civil, en 1899, los nacimientos, las defunciones y los matrimonios se anotaban en las respectivas iglesias. Se dio el caso del señor Alois Tabernig, de nacionalidad austríaca y de religión católica, que quiso casarse con una mujer de religión protestante, Magdalena Moritz. Ante la negativa de casarlos de sus respectivas iglesias, convocaron a todos los vecinos en la plaza y allí en una ceremonia pública proclamaron que a partir de ese momento ellos serían un matrimonio y todos los hijos que nacieran de esa unión debían ser considerados legítimos. Este hecho sucedió en el año 1867 y es el primer antecedente del matrimonio civil en Argentina.
Si bien la mayoría vinieron para trabajar la tierra, muchos de ellos tenían otros oficios que se habían transmitido de generación en generación. Algunos fueron la simiente para el futuro desarrollo de importantes emprendimientos.
En 1878, Nicolás Schneider, herrero, fundó la fábrica de máquinas agrícolas, que fue la primera fundición de hierro maleable en Sudamérica. En el mismo año, Federico Meiners instaló la curtiembre que llevó su nombre, que además de producir materia prima para los talabarteros locales y para la exportación, elaboró productos manufacturados: monturas, cintos, carteras y valijas.
El principal cultivo fue el trigo; esto dio origen a la industria molinera, que alcanzó su mayor desarrollo entre 1875 y 1895. La llegada del ferrocarril en 1885 facilitó el traslado de la producción. Ese mismo año la Sociedad Progreso, integrada por industriales de la ciudad instaló un servicio de tranvía a sangre que, pasando por todos los establecimientos industriales, llegaba hasta la Estación de Ferrocarril transportando a la mercadería y a los obreros.
Si bien la mayoría vinieron para trabajar la tierra, muchos de ellos tenían otros oficios que se habían transmitido de generación en generación.
El 1º de enero de 1884 Esperanza adquiere la categoría de ciudad.
Desde el 24 de mayo hasta el 2 de junio de 1892, se realizó en Esperanza el 1º Congreso Agrícola de la República. El propulsor de esta iniciativa fue Waldino Maradona, padre del doctor Laureano Maradona. Allí se presentaron trabajos científicos sobre la importancia de los catastros, estudios climatológicos, se propuso el seguro obligatorio de las semillas, se discutió la conveniencia de fomentar la siembra de otros productos además de los utilizados hasta ese momento, entre otros temas. Además se colocó la piedra fundamental del Monumento a la Agricultura Nacional, que se inauguró el 8 de septiembre de 1910.
Según la Academia Nacional de la Historia, «Esperanza es la colonia agrícola que inicia el proceso colonizador ininterrumpido en el país».
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