7. La economía santafesina en crisis
Oscar Videla
El desarrollo histórico de la provincia de Santa Fe ha estado marcado profundamente por las vicisitudes de la vida nacional e internacional, que durante estos años remiten directamente a una serie de fenómenos que, por globales, no dejan de tener su especificidad provincial.
En estos términos, veremos cómo la crisis mundial —y el mundo que emerge de ella— se expresa a nivel provincial en varias y entrelazadas crisis económicas sectoriales que, como producto de éstas pero también de condiciones previas, darán como resultado significativas transformaciones productivas directamente relacionadas, tanto con las modificaciones de la estructura social santafesina, como con un reordenamiento espacial que comienza a delinear una nueva distribución de bienes, personas; todo ello en un contexto donde también se están delineando orientaciones estatales novedosas, fundamentalmente caracterizadas por una mayor presencia en la vida social y económica de la provincia.
En este sentido, analizaremos la evolución económica de la provincia atendiendo a los múltiples procesos que se desencadenan como efectos de una economía mundial. Lo haremos desde una óptica que articule las diversas escalas análisis (internacional, nacional, provincial y aun local).
Una primera mirada por la demografía y los agentes económicos
No hay dudas que la crisis de 1929 provocó transformaciones, si no sustanciales, sí significativas en la población santafesina. En principio durante todo el período, Santa Fe mantuvo tasas de crecimiento anual muy por encima de la tasa vegetativa, tal como había ocurrido antes, cuando era empujada tanto por la migración interna como internacional. De allí que no podemos hablar demográficamente de un corte radical de su crecimiento. Así en general la provincia vio incrementada su población posiblemente en alrededor del 35 % durante esos años.
Las novedades más significativas pasaron por un mayor aumento poblacional de las ciudades (Santa Fe, Rosario, Rafaela, Reconquista, Venado Tuerto, San Lorenzo, por ejemplo), pero también por el quiebre poblacional del norte santafesino (en particular en los departamentos San Javier, Garay, Vera) que no incrementó sus habitantes como las otras tradicionales regiones, posiblemente empujado por los efectos combinados de las crisis de varias de sus producciones (forestal, ganadera y algunos rubros agrícolas); por el estancamiento del crecimiento de los departamentos del centro provincial (puntualmente Las Colonias y San Jerónimo, en contraste con aquel que alberga a la capital provincial), circunstancia en la que seguramente tuvo que ver la migración hacia la ciudad de Santa Fe, como la crisis agrícola y cierto auge ganadero menos exigente de mano de obra. Pero también en el sur se produjeron estos fenómenos (Iriondo y Caseros notablemente, casi detuvieron su crecimiento), seguramente empujados por la migración interna hacia la más expansiva Rosario, pero también por la mayor dificultad para retener población que suponía la fuerte incidencia del arrendamiento en las áreas agrícolas.
Tasa vegetativa
Muestra el crecimiento de una población a partir de calcular la diferencia entre el número de nacimientos y el número de defunciones de una población en un determinado período de tiempo.
Cuadro 1: Evolución de la población santafesina (1925-1946)
San Justo
13489
1.50
17694
1.60
33985
1.99
31.17
92.07
Garay
7069
0.78
9308
0.84
12546
0.73
31.67
34.79
San Javier
10941
1.21
14012
1.27
18955
1.11
28.07
35.27
San Cristóbal
31355
3.48
40389
3.66
62402
3.66
28.81
54.50
9 de Julio
5724
0.64
8455
0.76
20306
1.19
47.71
140.16
Vera
27716
3.08
34732
3.14
48520
2.85
25.31
39.70
General Obligado
32964
3.66
43370
3.93
88855
5.22
31.57
104.87
Total Zona Norte
129258
14.37
167960
15.20
285569
16.77
29.94
70.02
San Jerónimo
35761
3.97
45686
4.13
55989
3.29
27.75
22.55
San Martín
27031
3.00
35401
3.20
53358
3.13
30.96
50.72
La Capital
79287
8.81
93167
8.43
206212
12.11
17.50
121.33
Las Colonias
44712
4.97
56336
5.10
65590
3.85
26.00
16.43
Castellanos
47587
5.29
60551
5.48
80537
4.73
27.24
33.01
Total Zona Centro
234378
26.05
291141
26.36
461686
27.11
29.94
58.58
General López
69324
7.70
88087
7.97
147545
8.66
27.06
67.50
Constitución
44841
4.98
56084
5.08
68093
4.00
25.07
21.41
Caseros
53135
5.91
66431
6.01
64643
3.79
25.02
-2.39
Rosario
269459
29.95
314012
28.43
529801
31.11
16.53
68.72
San Lorenzo
36005
4.00
44545
4.03
58095
3.41
23.72
30.42
Iriondo
43316
4.81
51950
4.70
55637
3.27
19.93
7.10
Belgrano
19324
2.15
24307
2.20
31906
1.87
25.79
31.26
Total Sur
53540
59.51
645416
58.43
955720
56.12
20.55
48.08
Total Provincia
899640
100.00
1104605
100.00
1702975
100.00
22.78
54.17
Fuente: elaboración del autor a partir de Bolsa de Comercio de Rosario, Memoria 1938, Rosario, 1939 (sobre información provista por estimaciones de la Dirección General de Estadística de la Provincia). Presidencia de la Nación; IV Censo General de la Nación, 1947.
Otro de los rasgos novedosos de la población santafesina es la caída sustancial de los extranjeros, que constituían el 35,4 % en 1914, y para 1946 su participación había caído al 13,1 %. La provincia de Santa Fe había sido, desde mediados del siglo XIX, receptora plena de aquellos agentes que se consideraban —con mucho de mitología— los productores del progreso agroexportador: los inmigrantes. La crisis del modelo no podía dejar de afectar directamente al rubro en cuestión. Los números de la caída demuestran con toda su elocuencia que se llegaba a un fin de ciclo.
Cuadro 2: Inmigrantes internados por la Dirección de Migraciones en la Provincia de Santa Fe desde 1927 a 1937
Agricultores
6803
5104
4346
3198
892
129
23
2
4
14
101
Jornaleros
1308
147
70
120
26
15
-
-
-
3
-
Sin Profesión
3614
2226
2836
2589
719
132
10
-
7
35
208
Otros
558
55
85
2
4
28
-
-
-
-
1
Total
12283
7532
7337
5909
1641
304
33
2
11
52
310
Fuente: elaboración del autor a partir de Bolsa de Comercio de Rosario, Memoria 1937, Rosario, 1938. Bolsa de Comercio de Rosario, Memoria 1939, Rosario, 1940.
Por otra parte, uno de los efectos de cualquier crisis económica es que destruye capital y, por lo tanto, capitalistas. El indicador más evidente de este proceso son los quebrantos (convocatorias, quiebras y concursos), y si bien no todos quedan registrados, en particular los de menor magnitud, no puede soslayarse su importancia. Tal es así que entre 1929 y 1931, la cantidad de quebrantos poco más que se duplica, pero más significativo aún, el monto de capitales implicado casi se cuadriplica.
Los propios estudios de la estadística provincial nos señalan a las principales víctimas: los pequeños y medianos capitales invertidos en la agricultura, los pequeños y medianos agricultores y la casi totalidad de los pequeños distribuidores de mercancías. A su vez, el efecto es más devastador por la continuidad en el tiempo, a tal punto que recién a partir del segundo quinquenio de la década del treinta se volverá a valores normales de quebrantos.
Cuadro 3: Quebrantos registrados en la provincia de Santa Fe, de 1927 a 1935
1927
254
9,061,241.66
35,674.18
1928
209
12,225,192.12
58,493.74
1929
251
11,674,107.14
46,510.38
1930
393
24,852,142.87
63,237.00
1931
604
41,414,851.06
68,567.63
1932
475
36,322,746.00
76,468.94
1933
374
27,253,920.70
72,871.44
1934
199
12,279,655.27
61,706.81
1935
197
6,519,476.53
33,093.79
Fuente: elaboración del autor a partir de Dirección General de Estadística de la Provincia, La primera crisis mundial de posguerra en la provincia de Santa Fe, Santa Fe, 1937.
Pero peor aún la pasarán aquellos que sólo cuentan con su fuerza de trabajo, y el mal que los caracteriza es sin dudas la desocupación. Si bien no hay evaluaciones cuantitativas confiables, por todos lados surgen las evidencias de su magnitud: las mismas van desde las iniciativas de un movimiento obrero (huelgas, petitorios, ollas populares, bolsas de trabajo, etc.) que sufren una sistemática represión, pasando por los medios de prensa que machacan sistemáticamente sobre el impacto de la falta de empleo, hasta todas las instancias del Estado provincial. Este es uno de los primeros productores de desempleo al deshacerse de personal —fundamentalmente en los primeros años, a lo que suma también la reducción de los salarios estatales— al tiempo que, un tanto contradictoriamente, busca convertir a la desocupación en un área concreta de la acción del Estado, sea a través de la legislación, la generación de comisiones para paliarla o aún más adelante en el tiempo, con la expansión de algún tipo de políticas específicas como las de la obra pública. De tal manera que en tanto preocupación programática, la desocupación está presente constantemente en la arena política; de allí que no se diferenciaran en demasía las administraciones demoprogresista o radical concordancista más que por las oportunidades que les brindan las distintas coyunturas económicas.
Ahora bien, no obstante que el efecto es general sobre toda la clase trabajadora, golpea particularmente a aquellos más vulnerables, sean los de más bajos ingresos o que no tienen sueldo fijo, como el heteróclito mundo de los jornaleros, siempre a mitad de camino entre el espacio semiurbano de las localidades fundamentalmente agrícolas y las grandes ciudades proveedoras de empleo ocasional. El efecto general es una masa disponible de mano de obra tendencialmente creciente y de gran movilidad territorial que será clave en el reordenamiento productivo que vendrá. La evolución de los sueldos tampoco contribuye a mejorar la situación de los trabajadores, recién repuntarán tímidamente a mediados de la década del treinta cuando efectos combinados de un moderado auge agrícola y la expansión del empleo industrial sean más evidentes.
Crisis de la economía global, crisis del mercado exportador santafesino
En un principio, la profunda crisis que se desata sobre la economía capitalista en 1929, no podía menos que afectar profundamente a una provincia que había identificado su derrotero económico casi exclusivamente sobre las ventajas de un modelo agroexportador. Santa Fe, la región del trigo, según el famoso título del libro de uno de sus intelectuales de mayor renombre: Estanislao Zeballos, vivía pendiente de las vicisitudes del sector externo de nuestra economía, de la cotización de sus productos agrícolas en los mercados internacionales. En este sentido, la sola caída de los precios de los cereales, pero también de otros bienes primarios exportables, hería el corazón de la economía santafesina e impactaba de lleno en su estructura socioeconómica.
Cuadro 4: Precios promedios de principales productos agrícolas, en pesos por 100 kg (1926–1933)
1926
12.20
6.46
15.70
1927
11.31
6.45
15.06
1928
10.50
8.53
15.40
1929
9.68
8.11
18.17
1930
8.79
5.61
16.99
1931
5.56
3.94
10.84
1932
6.40
4.54
9.23
1933
5.28
4.00
10.54
Fuente: Barsky, Osvaldo y Gelman, Jorge (2009): Historia del agro argentino. Desde la Conquista hasta comienzos del siglo XXI, cuadro Nº 1, p. 313. Sudamericana: Buenos Aires.
La respuesta fue producir más al menor costo posible, aprovechando factores preexistentes, circunstancia que obviamente dada la magnitud de la participación de Argentina —y dentro de ella de Santa Fe— en el comercio internacional de granos, contribuía a la caída de los precios en todos los niveles. El efecto recesivo sobre la actividad económica general se hizo inmediato y se reflejó en los saldos exportables. Si la situación no llegó a ser más crítica se debió nuevamente a algunas condiciones del mercado internacional. Las persistentes sequías que asolaron a otros mercados productores competidores (Estados Unidos, Canadá, Australia) dejaron mayor margen en el mercado de disponibles a la producción argentina, que a su vez, dada su casi nula posibilidad de acopio debía ser exportada casi inmediatamente. El resultado para Santa Fe fue que sus puertos exportadores pronto recuperaron el dinamismo de otras épocas. Pero la ilusión duró muy poco. Para fines de la década del treinta, y en particular por los efectos de la Segunda Guerra Mundial, el sector exportador santafesino quedó al borde de otra crisis.
Cuadro 5: Principales productos agrícolas exportados por puertos santafesinos en toneladas
1930
756,333
2,356,540
452,235
1931
1,689,597
5,263,849
964,528
1932
1,309,105
4,400,049
1,047,696
1933
1,166,110
3,099,996
762,548
1934
1,954,327
3,571,401
607,478
1935
1,069,060
4,561,560
849,895
1936
324,105
5,331,101
791,818
1937
1,683,813
5,517,503
968,589
1938
720,008
1,682,026
473,943
1939
2,993,706
1,611,497
484,208
1940
1,357,094
1,471,674
227,855
1941
927,457
278,881
286,208
1942
749,183
100,835
175,330
1943
617,727
104,728
346,991
1944
980,482
165,757
179,147
1945
954,553
399,511
81,307
1946
215,773
1,477,593
18,988
Fuente: elaboración del autor a partir de Bolsa de Comercio de Rosario, Memorias 1931 a 1947, Rosario, 1932 a 1948
Evoluciones sectoriales y transformaciones productivas en clave regional
A través de la larga década del treinta, las actividades productivas de la provincia sufrieron varias transformaciones, algunas más coyunturales, otras destinadas a ser los primeros indicios de cambios mayores; pero fundamentalmente iniciaron una nueva reformulación regional del espacio económico social de la provincia. Este proceso estuvo directamente vinculado a los efectos de la crisis y, más tarde, a las ventajas relativas de la imposibilidad de importar y a las posibilidades de cubrir las necesidades inmediatas del mercado interno.
Respecto del núcleo de la producción agroexportadora —los cereales—, el comportamiento general fue, en principio, aumentar la superficie sembrada y reducir el costo y cantidad de mano de obra de modo de compensar precio con cantidad. Como producto de este fenómeno, para finales de la década, poco menos de 4.000.000 de hectáreas estaban sembradas en la provincia. El fracaso de muchos productores derivó rápidamente en la desaparición de una importante cantidad de explotaciones chacareras, pero no por ello se redujo el precio relativo de la tierra, que continuó sostenido durante todo el período. Ya sobre la coyuntura de la guerra, la expansión territorial del área sembrada se detuvo y posteriormente retrajo a favor de un nuevo boom de la ganadería.
Cuadro 6: Área sembrada y población ganado vacuno
1929/30
3,793,400
1930
3,641,804
1939/40
3,878,000
1937
3,796,156
1946/47
2,930,900
1947
5,576,022
Fuente: AA.VV. (1993): Nueva Enciclopedia de la Provincia de Santa Fe. 4 tomos. Santa Fe: Ediciones Sudamérica Santa Fe.
Este recambio no es para nada extraño en la evolución económica provincial, sino parte de un ciclo que responde a los vaivenes de la demanda del mercado internacional. De tal manera que, a poco más de un quinquenio después de la crisis y alentada por el aumento de los precios de la carne en aquel mercado, la ganadería se posiciona nuevamente en la provincia, innovando bastante en cuanto a espacios regionales ocupados. El incremento global es muy significativo, el número de cabezas se incrementa poco más del 50 % entre 1937 y 1947, pero su distribución tiene algunas particularidades regionales.
El área más importante, tanto en términos numéricos como relativos, es el centro provincial, empujada por la expansión de la actividad lechera, pero fundamentalmente por la sustitución de cereales por ganadería de invernada. El crecimiento en el sur es más homogéneo —su participación relativa se mantiene— y debe vincularse seguramente, en mayor medida, a la utilización de tierras previamente arrendadas por parte de los terratenientes de la región. En términos relativos, sólo el norte provincial pierde participación en el total de cabezas, fenómeno explicable en tanto el tipo de ganado que produce tiene menos posibilidades de colocación en el mercado internacional.
La estrategia expansiva era sumamente cortoplacista, pero se corresponde con una estructura social dominada por la combinación de: un mercado cerealero monopolizado por grandes empresas, propietarios de comportamientos especulativos, chacareros arrendatarios con disponibilidad de fuerza de trabajo familiar y la existencia de un proletariado rural con una alta capacidad y sobre todo experiencia en trasladarse entre los espacios rurales y urbanos.
No obstante estos comportamientos tendientes al mantenimiento del status quo, la sola existencia de la crisis provoca en diversos espacios de la provincia que comiencen a adoptarse estrategias divergentes, todas ellas directamente vinculadas a cubrir las necesidades del mercado interno. Así, por ejemplo, es que por estos años casi al unísono, se inicia la expansión de la actividad lechera y el desarrollo del cooperativismo en el centro y centro–este (Castellanos, Las Colonias, San Martín, San Jerónimo, sur de San Cristóbal). La actividad ya tenía alguna incidencia en la zona y en los alrededores de Rosario durante los años veinte, pero será durante los treinta cuando se produzca su mayor expansión, duplicando entre 1937 y 1947 la producción de leche (de 439.000.000 litros a 1.001.000.000 litros). Aquí es cuando inicia sus actividades la que será la mayor empresa cooperativa del sector (SanCor, 1938), formándose a partir de la unión de 16 cooperativas del centro–oeste santafesino y el centro–este cordobés.
De menor significación es el desarrollo de la producción algodonera, que viene a compensar en algo, aunque no exactamente en las mismas poblaciones, la caída de la producción forestal, ya en decadencia desde la década anterior, y es de importancia en los departamentos del norte de la provincia, en particular en General Obligado. Por otra parte, casi exclusivamente en este mismo departamento, otro cultivo subtropical vinculado a la industrialización por sustitución de importaciones, la producción de caña de azúcar, logra consolidarse ocupando, para el fin de la guerra mundial, 13.000 hectáreas. Un fenómeno similar se produce en los otros departamentos de la costa norte, Garay y San Javier. Allí la expansión de la producción arrocera alcanza valores sin precedentes, pasando en cinco años (1940–45) desde cantidades mínimas de superficie sembrada (700 hectáreas) a valores cercanos a su septuplicación (4.300 hectáreas), circunstancia de no alcanza para morigerar la crisis general, particularmente en San Javier.
Más abarcativa en términos territoriales, por lo menos en las zonas estrictamente cerealeras del centro y particularmente del sur, es la expansión del cultivo del girasol. A mediados de la década, cuando ya es evidente que la profunda caída del precio de cultivos exportables (trigo, maíz y lino) no es coyuntural, este nuevo cultivo se convierte en una forma de compensar las dificultades en la comercialización de aquellos, y está directamente vinculado a las posibilidades que la industria aceitera brinda ante la ausencia de otros aceites importados. Su crecimiento es uno de los más impactantes cambios productivos del agro santafesino, ya que desde un piso casi insignificante (400 hectáreas en 1934) llegará a un récord de poco más de 200.000 hectáreas diez años después.
Finalmente, a lo largo de casi todo el período, en la provincia de Santa Fe se produjo un incremento significativo de las actividades industriales. Asociado normalmente al fenómeno de la sustitución de importaciones, potenciado primero por la crisis de 1929 y luego por la Segunda Guerra Mundial, no debemos dejar afuera otros factores: la presencia de una importante capacidad instalada durante la segunda mitad de los años veinte; la existencia de una importante —en términos relativos— fuerza de trabajo; algunas ventajas comparativas en puntuales ramas y sectores; así como los efectos de las políticas económicas que, buscando el equilibrio fiscal, dieron aire a la actividad industrial.
La expansión industrial recorre casi toda la provincia, sobre todo en las grandes ciudades como Rosario, pero no solamente en ellas. Este crecimiento que comienza moderadamente a principios de los años treinta es realmente significativo hacia fines del período estudiado. El incremento está sostenido fundamentalmente en la multiplicación de establecimientos a lo largo de toda la década —por ejemplo, en el primer quinquenio posterior a la crisis casi se duplican los establecimientos rosarinos— y en la incorporación de mano de obra, particularmente durante la guerra. Si bien este desarrollo no tiene todavía la magnitud que adquirirá en los años cuarenta, es suficiente fundamento sobre el que se sostendrá el crecimiento posterior.
Cuadro 7: Industria manufacturera en Santa Fe (1935–1946)
1935
5,660
46,811
125,415
1946
10,278
94,673
223,617
Fuente: Kofman, Marco; Lanciotti, Norma y Pérez Barreda, Natalia (2012): «La industria santafesina desde la expansión agraria a la diversificación productiva, 1887–1964»; Cuadro 1, p. 167. En: Frid, Carina y Lanciotti, Norma (coord.), De la expansión agraria al desarrollo industrial: la economía de Santa Fe entre 1850 y 1970. Prohistoria: Rosario.
En términos de las unidades de producción, la década comienza con la debacle de la que fuera una de las fábricas más importantes de la provincia: la Refinería de Azúcar de Rosario. Pero mirado en el largo plazo, la caída de las grandes unidades no es la norma, más bien lo contrario, ya que durante esos años de auge industrial se concluyen y/o inician varias iniciativas de cierta envergadura: Celulosa (1931), Electroclor (1937), Fábrica militar de armas D. Matheu (1936), Acindar (1943), por ejemplo.
No obstante, la expansión industrial estará marcada por la multiplicación de las pequeñas y medianas unidades productivas, el uso intensivo de mano de obra y un crecimiento relativo en la aplicación de fuerza motriz. En este sentido, un claro indicador que la industria santafesina crece en extensión más que en profundidad es que el incremento en la aplicación de fuerza motriz (una variable que resulta clave para indicar inversión de capital) es significativo, pero a tasas menores que en el período precedente.
Por otra parte, una mirada atenta a las distintas ramas de actividad complejiza ese panorama no necesaria y homogéneamente auspicioso. Así, por ejemplo, algunos rubros de la actividad industrial, como el vinculado a la actividad forestal del norte santafesino (tanino), no pueden detener un deterioro creciente que ya venía de la década anterior. Una breve recuperación durante la Segunda Guerra Mundial no será más que el preludio de su decadencia posterior. Otros rubros de larga data en la provincia que también aprovechaban la disponibilidad de materias primas, como la industria harinera o la lechera, tendrán derroteros algo disímiles. Así, en la producción de harinas, la crisis apenas si la afecta el primer año, recuperándose y creciendo a lo largo de la década sostenida, cada vez más, por la demanda interna y el aumento de la mano de obra, no así por la inversión denotada en el estancamiento de la fuerza motriz utilizada. La industria lechera santafesina también deberá apoyarse en el mercado interno, pero a diferencia de aquella, crece sobre la base de la multiplicación de establecimientos y una mayor utilización de fuerza motriz.
La expansión industrial estará marcada por la multiplicación de las pequeñas y medianas unidades productivas, el uso intensivo de mano de obra y un crecimiento relativo en la aplicación de fuerza motriz.
Asimismo, rubros escasamente desarrollados en el período precedente, como las industrias más intensivas en capital, tales como la metal–mecánica y la metalúrgica, darán la nota durante el período, y como dijimos, en particular en la coyuntura de la Segunda Guerra. Todos los indicadores parecen señalarlo: número de establecimientos, cantidad de mano de obra ocupada y los caballos de fuerza utilizados se duplican en los diez años que median entre los censos industriales de 1935 y 1946.
Los recursos de un Estado más complejo
Finalmente algunas palabras sobre la evolución del Estado santafesino. Ya que el mismo es tratado en extenso en otro lugar, abordaremos el tema sobre un aspecto puntual, que hace directamente a una de las condiciones fundantes del Estado: la capacidad de extraer recursos de la sociedad a través de una estructura fiscal.
La primera evidencia es que durante la larga década del treinta el Estado provincial visiblemente incrementó su capacidad de recaudación en casi un 100 %, en algún sentido coincidente con una tendencia —que es tanto nacional como internacional— a la mayor incumbencia del Estado en la economía y la sociedad en su conjunto, circunstancia que hace imprescindible aumentar sus recursos. Pero el efecto no es sólo cuantificable en el monto de lo recaudado, también se evidencia en la extensión de la estructura estatal encargada de la función. Así, de las 23 oficinas recaudadoras iniciales se pasa a 40 en 1945, que cubren con mayor eficacia el territorio provincial. Al mismo tiempo, también se centraliza la gestión en las oficinas más grandes (Santa Fe y Rosario), no obstante seguirán recepcionando un porcentaje similar de la recaudación. Por otra parte, primero durante el tramo final de la gestión demoprogresista (1932–1935) y decididamente durante la intervención y el posterior gobierno radical concordancista, aparecen algunas novedades en la estructura fiscal de la provincia, como la creación de impuestos a los réditos, a las herencias, la unificación de algunos al consumo o la contribución de mejoras —en realidad, un paquete de leyes destinadas a recaudar fondos para la obra pública, leitmotiv de la acción política concordancista.
Gráfico 1: Recaudación provincial 1928-1947
Si bien el rasgo más evidente para toda la década es el aumento de la carga impositiva, esta tendencia tiene por una parte sus coyunturas y sus particularidades. En principio, ante los efectos inmediatos de la crisis, el Estado provincial no muestra capacidad de reacción o iniciativa fiscal, ambos factores (efectos de la crisis y comportamiento estatal) se conjuran para explicar una caída de la recaudación que tiene su piso en 1932 cuando es casi un 14 % menos respecto a 1929, rompiendo una tendencia alcista de más de una década. El rubro más afectado fue el de los impuestos vinculados al consumo, disminuido por la caída estrepitosa de la capacidad de compra del grueso de la población.
Ahora bien, para 1934 se recuperan los montos previos a la crisis (alrededor de m$n 48.000.000) y desde allí no dejan de aumentar significativamente hasta 1942 (aproximadamente m$n 70.000.000). Durante la intervención del golpe de 1943 hay otro salto importante. En este punto creemos que podría establecerse un corte, por una parte, porque la creciente inflación posiblemente relativice el incremento de los montos, y, por otra parte, porque la disputa distributiva propia de los orígenes del peronismo ya instalada cambia de sentido la presión fiscal.
La presión tributaria creciente, la complejización burocrático–administrativa, la innovación en algunos rubros, no ocultan algunas continuidades. Por ejemplo, los impuestos sobre la propiedad de tierra (contribución directa, adicional, ausentismo, etc.), importante base tributaria para la administración provincial, se incrementan pero muy por debajo del promedio del total de lo recaudado, y a lo largo del período cae su representación en este total del 25,71 % (1930) a 22,42 % (1945), con piso de 19,90 %. De tal manera, llegamos al final del período con una estructura fiscal del Estado provincial en proceso de transformación con novedades pero también con continuidades.
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