La problemática rural y el GRITO DE ALCORTA
JOSÉ HUGO GOICOECHEA
Partimos de considerar como fundamental que la problemática vertebral de nuestra histórica formación económica y social, es el problema de la tierra, su tenencia y las conflictivas relaciones sociales y laborales de su producción, como una constante en el tiempo. Nuestro epicentro temporal y regional será el de la rebelión de campesinos arrendatarios de 1912 en el sur santafesino, fenómeno conocido como el Grito de Alcorta.
Podemos decir que confluyen en el sur santafesino los resabios del ciclo ganadero de la estancia colonial rioplatense, la expansión y apropiación de tierras indias durante el proceso de formación del Estado Argentino y la consolidación de una burguesía terrateniente que, junto a la masiva inmigración europea, determinaron la configuración socioeconómica de la Argentina, hasta nuestros días.
El resultado de dicha configuración, llamada historiográficamente Estado Moderno (1861–1912), consolidó un modelo de país ferroportuario agroexportador y librecambista sobre una matriz productiva neocolonial, atada al desarrollo capitalista europeo. Veremos, así como las malas cosechas de 1911 detonaron de manera violenta las contradicciones latentes de dicho Estado y proceso histórico, caracterizado por el dominio del latifundio y la explotación del trabajo rural, bajo un sistema de arriendo de la tierra.
Estudiar dicha sociedad y matriz productiva de fines del siglo XIX y comienzos del XX, plagada de contrastes socioeconómicos y culturales, debería ser el marco para poder comprender los sucesos históricos de nuestra región, identificar los argumentos encontrados, y establecer relaciones entre dichas diversidades, tanto en un plano de la cotidianidad como en las relaciones de poder. Conservadores y radicales, anarquistas y socialistas, clases medias profesionales, campesinas y obreras, criollos y gringos, ciudad y campo, participan de una controvertida construcción socio– política: más que la de un Estado Moderno, la de una Nación sin Pueblo.
Es importante introducir dicho planteo en el marco de un encuadre histórico regional crítico, donde el contexto nacional e internacional se condensa y renueva en el local. Es por ello que el Grito de Alcorta es entendido como el par de aguas regional de una problemática campesina más amplia, que condensa numerosos antecedentes contestatarios. Sería injusto no rescatar innumerables tensiones y movilizaciones previas a la Alcorta del Grito, que dieron forma a la conflictividad de las zonas bajo colonización.
«La inseguridad de las fronteras por los avances indígenas, la exposición a las acciones de los bandidos rurales y la resistencia frente a los abusos de las autoridades se mencionan entre los más frecuentes y casi cotidianos problemas que afectaban a los colonos. (...) Los colonos santafesinos volvieron a protagonizar movilizaciones cuando estaba concluyendo una fase económica próspera que se extendió entre 1878 y 1893». (Lobato, 2000)
Como no tener presente el movimiento político de 1890, cuando en colonias como Villa Casilda, Rafaela y Esperanza, se manifestaron favorables a los opositores del régimen del presidente Juárez Celman, y cuando a fines de 1891 protestaron porque «una ley provincial estableció un impuesto de diez centavos por quintal al trigo y lino comercializados en territorio santafesino, recaudación que el gobierno transfirió a empresarios particulares». (Lobato, 2000)
Los casos de las colonias San Carlos, Tortugas y Cañada de Gómez (1892) cuando los productores rurales se alinearon junto con comerciantes y ganaderos para solicitar la separación del jefe político y del juez de paz y extendieron sus críticas al gobierno provincial. La ola de protesta alcanzó su punto máximo en 1893 con la movilización de los agricultores de la colonia de Humboldt, donde los colonos armados se enfrentaron a un destacamento de soldados.
Éstos reclamaban «la libertad de los detenidos, la derogación del impuesto, la elección directa del juez de paz, la creación de comisiones populares para administrar los fondos recaudados por el fisco en las colonias y la restitución del derecho de votar a los extranjeros en las elecciones municipales». (Lobato, 2000)
Estos acontecimientos dieron lugar a la formación de la Unión Agraria, que organizó mitines de protesta en varias colonias, en estrecha relación con la Unión Cívica Radical. El clima de violencia era constante. En un contexto de tensiones socio–culturales por la lucha entre «gringos» y «criollos», la acción represiva del Estado santafesino agudizaba los enfrentamientos entre las facciones políticas, lo que llevaba a que autonomistas y radicales se disputaran el control de la campaña a través del manejo de comisarías y juzgados de paz.
La acción represiva del Estado santafesino agudizaba los enfrentamientos entre las facciones políticas, lo que llevaba a que autonomistas y radicales se disputaran el manejo de comisarías y juzgados de paz.
Todos estos movimientos se expandieron y multiplicaron en la mayoría de las colonias santafesinas luego de las malas cosechas de 1911. Con epicentro en Bigand, Firmat y Alcorta, los protagonistas fueron los arrendatarios y no los pequeños propietarios como los movimientos de 1893.
«Los chacareros arrendatarios y aparceros participaban de la mentalidad de la época, caracterizada por la búsqueda de ganancias rápidas. Mientras las posibilidades fueron favorables, aceptaron las condiciones del arrendamiento, que habían variado sus ventajas iniciales, y se tornaban insostenibles cuando se producían malas cosechas o bajas de los precios internacionales del producto. En 1912, la caída en el precio del maíz fue el detonante, pues los chacareros pidieron a los estancieros o a las compañías colonizadoras mejoras en las condiciones del arrendamiento o de la aparcería que incluyeran pagos más bajos y plazos más amplios». (Lobato, 2000)
«la inmigración fue el buen barómetro de las expectativas de las personas, que seguían arribando en números asombrosos y que alcanzaban a las 300.000 personas en 1912, momento de la máxima expansión del flujo europeo. Gran molienda de la movilidad social argentina, aunque no en el de las relaciones laborales y provisionales, signo negativo de una época de transformaciones: los límites para acceder a la propiedad de la tierra y a la vivienda propia, la falta de una adecuada legislación y los retrasos en construir los instrumentos de un Estado social... Se suponía que la consolidación del latifundio habría provocado que el flujo migratorio en vez de dirigirse al campo, hacia donde estaba destinado, terminaba hacinándose en las ciudades». (Devoto, 2010)
En las zonas rurales pampeanas, cuando se daban las oportunidades, la conversión del inmigrante inversor en propietario significó un fenómeno de ascenso social y las familias de colonos propietarios constituyeron verdaderas empresas. La articulación entre propiedad de la tierra y trabajo familiar con un fin agrícola representó para los propietarios un modo de inserción en el mercado mundial, valorización de los predios y un potencial aumento de las rentas. Todo esto, más el incremento de su extensión como negocio inmobiliario, excedió los límites del trabajo familiar.
Cuando la fuerza de trabajo familiar no alcanzaba para cubrir tantas labores juntas, surgieron necesariamente otras formas de tenencia de la tierra: los medieros trabajadores asalariados y los arrendatarios, formas laborales que transformaron la trama social del campo. Por cierto, panorama agravado con aquellos que llegaron más tarde, ya que perdieron la posibilidad de un ascenso directo a la propiedad. Así se desarrolló la entrega de extensiones a distintos tipos de propietarios, tenentes o asalariados y pequeños o medianos chacareros arrendatarios que, con su limitada capacidad de autogestión, estaban obligados a pagar un elevado canon en dinero, especie o mixto por el usufructo de la tierra.
Desde 1890 hasta finales de la década, a través de la venta de tierras al colono, empezaron a desarrollarse pequeñas y medianas propiedades rurales. Por otro lado, el movimiento portuario generó importantes beneficios económicos que, junto a otros factores, ayudaron al incremento de la expansión agrícola al sur de Santa Fe e incidieron para que la ciudad de Rosario se constituyera en un polo de atracción masiva de migración de argentinos y extranjeros.
En las zonas rurales pampeanas, cuando se daban las oportunidades, la conversión del inmigrante inversor en propietario significó un fenómeno de ascenso social y las familias de colonos propietarios constituyeron verdaderas empresas.
Santa Fe se convirtió en el granero del país y el cultivo de trigo se extendió por el oeste hacia San Francisco (Córdoba) y hacia el sur (Arroyo del Medio), buscando el puerto de Rosario. En cambio, el maíz tuvo una más temprana evolución en el norte de Buenos Aires entre Campana y San Nicolás y algunos partidos del noroeste de la provincia, como Pergamino y Rojas. A partir de entonces, el maíz inicio su penetración hacia el norte bordeando el Paraná, ocupando aéreas en los departamentos santafesinos de General López y Constitución.
Más tarde, la demanda creciente de carne vacuna en pie vendida al Reino Unido generó la necesidad de encarar el cultivo de forrajes: la alfalfa alcanzó pronto enorme difusión y tuvo un papel decisivo en el proceso de transformación de los cultivos y de los rebaños. Este nuevo cultivo exigió una dotación de trabajo mayor de la requerida en las explotaciones ganaderas. Esta mano de obra, abaratada por la oferta de miles de brazos de inmigrantes, era siempre una inversión fija e importante.
Como lo vimos, la solución para evitar dicha inversión fue el arrendamiento, donde el colono trabajaba la tierra durante tres años y el tercero la dejaba sembrada con alfalfa que usaba el propietario. Esto decidió el vuelco definitivo de la provincia de Buenos Aires hacia la agricultura, ocupando el primer lugar desplazando a Santa Fe.
Colonos y tierras nuevas fueron la base de la enorme riqueza agropecuaria que se volcó en los mercados externos, colocando a la Argentina en una de las posiciones más importantes como país exportador de cereales y carnes.
La transformación del paisaje rural y social fue muy visible: la instalación del cerco de alambre, que puso fin a la cría a campo abierto y el molino de viento, que resolvió el problema de falta de aguadas naturales, lograron un control de la propiedad privada y una ganadería menos dependiente de la naturaleza.
El clima social se trastocó por completo. La heterogeneidad del mundo del trabajo, las disparidades regionales y el escaso poder adquisitivo del salario fueron desencadenantes de los movimientos de protesta, y denunciaban a su vez la fuerte discriminación del trabajador nativo criollo como producto de los valores atribuidos al inmigrante.
«La miseria en la que se encontraban hombres y mujeres lo llevó a señalar que no puede amar a los extraños desconocidos quien no ama a los propios de su sangre, de su nación, de su raza». «La actitud del peón rural ante el trabajo dio forma a una imagen del trabajador nativo como escasamente disciplinado y más propenso a vivir sin trabajar. La indolencia y la ausencia de hábitos laborales —sobre todo en la opinión de las clases dirigentes— fueron un elemento clave —junto con la escasez de brazos— para buscar una solución al problema vía los inmigrantes, a quienes se les atribuyó la capacidad de transformar las costumbres: los extranjeros educados en el trabajo industrial y capaces de transferir sus conocimientos y sus hábitos serían los agentes del cambio sociocultural». (Lobato, 2000)
La conformación de nuevas clases subalternas fue una de las particularidades de la modernización económica y política de la Argentina: en el campo, chacareros y peones rurales; en ciudades y pueblos, obreros de fábricas y talleres, asalariados del sector servicios y del comercio. Esos nuevos sujetos sociales surgidos del impacto inmigratorio y de la transformación sufrida por la plebe urbana y rural se diferenciaban de la nueva burguesía por su posición en la escala social y su acceso a la riqueza y el poder. Pero esa burguesía era también una nueva clase social en tanto era producto de la modernización de viejos grupos dominantes del litoral y del interior del país y de un reducido número de inmigrantes que había logrado una rápida integración y ascenso social, ya sea porque, cuando llegó al país, contaba con un mínimo de dinero o porque aprovechó rápidamente las coyunturas favorables.
«En la región pampeana tres fueron los actores sociales subalternos: peones–braceros, chacareros y colonos. Se denominan colonos a los pequeños propietarios de tierra mientras que chacarero refiere a los que alquilaban (arrendaban) las tierras, ya sea pagando un porcentaje de la cosecha o directamente un canon en dinero». (Lobato, 2000)
En la pampa, los trabajadores rurales vendían su fuerza de trabajo, y sus salarios presentaban disparidades significativas de acuerdo a las categorías. Si dependía de chacareros arrendatarios, ganaderos estancieros, o prestaba servicios a comerciantes cerealistas, contratistas propietarios de máquinas agrícolas y/o propietarios de carros. Esa disparidad se vio también en los cultivos y las tareas y también con las áreas de cultivos, los departamentos y las provincias donde se realizaban las actividades. Esta situación generaba una experiencia de fragmentación entre los trabajadores que hacía difícil la tarea de unión y organización y generaba varias líneas de conflictos donde los contendientes podían variar permanentemente.
En el trabajo rural, los conflictos se manifestaban de diversas maneras: colonos contra las autoridades, arrendatarios contra propietarios de tierras y empresarios colonizadores, estibadores y carreros contra acopiadores, peones enfrentados a arrendatarios y propietarios. Diversos contendientes fueron desdibujando la oposición que podía materializarse contra los dueños de grandes propiedades.
En 1912, los protagonistas fueron los arrendatarios y no los pequeños propietarios, quienes reaccionaron ante una coyuntura desfavorable que hacía imposible mantener los valores del arrendamiento. Los chacareros arrendatarios y aparceros participaban de la mentalidad de la época, caracterizada por la búsqueda de ganancias rápidas y adaptándose a los ciclos de precios altos. Esa dependencia generaba la contrapartida cuando las malas cosechas o bajas de precios complicaba el panorama. Así, la caída del precio del maíz fue el detonante de los primeros reclamos: mejoras en los términos del arrendamiento, tanto en porcentajes como en los plazos.
La coyuntura fue como un inflamante: elevados cánones de renta de tierra y la baja circunstancial del precio del maíz y el arrastre del endeudamiento por la mala cosecha del año agrícola anterior.
En la santafesina localidad de Firmat se constituyó la Sociedad Cosmopolita de Agricultores, que dio a conocer un manifiesto por el que reclamaban la baja del arrendamiento en dinero y no más del 25 % en especie. Unos pocos meses más tarde, en junio de 1912, unos 2.000 agricultores del sur santafesino se reunieron en Alcorta en el Salón de la Sociedad Italiana. Para garantizar el éxito del movimiento se constituyó una comisión de huelga. La negativa a roturar y sembrar implicaba negarse a trabajar. Inmediatamente el paro y la protesta se extendieron a otras colonias: Carreras, Peyrano, Socorro, Máximo Paz, Santa Teresa, Casilda, Cañada de Gómez, La Salada, Firmat, Empalme Constitución, Carcarañá, entre otras localidades del territorio santafesino. Se propagaron a la vecina provincia de Buenos Aires. En Pergamino, los productores del campo lo hicieron bajo la influencia de Antonio Noguera, y la llama se extendió a las localidades de Colón, Salto, Arrecifes, Rojas, Junín, Baradero. En Córdoba el movimiento afectó los departamentos del este y del sur, en los pueblos de Marcos Juárez, Camilo Aldao, Paseanas, Leones.
La movilización y la protesta de los chacareros duraron aproximadamente tres meses y se produjeron en un momento favorable para los chacareros, como era el tiempo muerto entre la realización de la cosecha y la preparación de la próxima siembra. La zona del conflicto fue la del cultivo del maíz, pero también se expandió a zonas trigueras como los departamentos cordobeses. La protesta movilizó alrededor de 100.000 chacareros, y contó con el apoyo de los comerciantes de campaña, interesados en cobrar lo que les adeudaban; también recibió la adhesión de la prensa en la voz de algunos de sus diarios como La Capital de Rosario, La Voz del Interior de Córdoba y La Nación y La Prensa de Buenos Aires.
En el plano social sindical, la protesta de los arrendatarios no incluyó una alianza con los braceros y cuando ellos protagonizaron su propio movimiento, los chacareros no sólo no los apoyaron, sino que también pidieron la intervención represiva del Estado. Los peones rurales constituían el grupo más numeroso entre los trabajadores del campo, pero durante mucho tiempo ellos permanecieron en las sombras. Antes del llamado Grito de Alcorta, muchos de los conflictos estallaban en los pueblos rurales, entre los estibadores o carreros. Eran trabajadores vinculados con las actividades rurales, pero no estrictamente peones del campo, que manifestaban su descontento en las ciudades pequeñas e intermedias que se multiplicaron durante todo este período.
En este sentido, es importante lo que plantea el historiador Ricardo Falcón:
«Ponemos el acento en los arrendatarios, pero olvidamos a los peones rurales golondrinas que trabajaban durante la estación, internacionales unos e internos otros, los que pasaban de una provincia a otra. La lucha por la disminución del arriendo no incluía los problemas laborales de los trabajadores del campo que tenían un denominador común con los de los obreros urbanos: extensión de la jornada, bajos salarios, el trato de los patrones y la provisión de alimentos (mate cocido o café, sopa, puchero o guiso con galleta a discreción». (Falcón, 2007)
Alcorta, epicentro de la producción agraria
La fundación de Colonia Esperanza en 1856 y las 12 colonias fundadas a partir de los posteriores 14 años de Esperanza, inauguran un intenso proceso colonizador en la zona centro norte santafesino. Recién en 1870, a partir de la construcción del ferrocarril que unía Rosario y Córdoba, comenzaría la colonización agrícola en el sur santafesino y para fines de los 80 y los departamentos de General López y Constitución se incorporaron a las actividades agrícolas. La ausencia de vías férreas y la escasa población habían mantenido a esta región, ex frontera militar con el Estado de Buenos Aires, dedicada sólo a la ganadería. Para el último tercio del siglo XIX, Santa Fe pasó a ser la segunda provincia, después de Buenos Aires, en fundar colonias: alrededor de 350 colonias agrícolas.
El caso paradigmático de este proceso colonizador fue la fundación de Alcorta. En 1878, Pedro Ramón Alcorta, sucesor de Amancio Alcorta, comenzó las gestiones para que la línea ferroviaria que unía Villa Constitución y San Urbano pasara por sus tierras y se construyera una estación. Entre 1873 y 1883 el valor de la tierra se triplicó, ya que la existencia de pueblos y potenciales vías de comunicación hacían accesibles y seguras las inversiones y la vida social.
El proceso expansivo del sur santafesino fue alentador. En 1880 se construyó la Estación y se habilitó el ferrocarril en Alcorta. Desde 1890 hasta finales de la década, a través de la venta de tierras al colono, empezaron a desarrollarse pequeñas y medianas propiedades rurales, que con el activo movimiento del puerto de Rosario, transformaron la región.
En este contexto de transformaciones, se hizo necesario reorganizar las jurisdicciones regionales y el 31 de diciembre de 1890 se creó el departamento Constitución tomando parte del departamento General López, por lo que Alcorta pasó a la nueva jurisdicción, una más vinculada a la terminal portuaria de Villa Constitución y de Rosario. Ese enlace portuario despertó las condiciones para la fundación de otras localidades, verdadero rosario de pueblos agrícolas vinculados a la exportación de cereales. Así, en 1890, se fundó Máximo Paz por dicho propietario y la colonia de Peyrano por Manuel Peyrano en 1891, indicadores notables de la expansión agrícola de la región.
Alcorta pasó a ser un epicentro de esta expansión. En 1892 Juan Bernardo Iturraspe compró los terrenos de la familia Alcorta el 27 de abril para fundar un pueblo. El 23 de junio pidió la aprobación de planos al gobierno provincial para la traza del pueblo, siendo favorable el pedido por el gobernador Cafferata el 21 de diciembre. El pueblo estaba rodeado de colonias rurales: La Adela, La Eloisa, Campo Colazo, Campo Laplacette, La Baguala, La Sepultura, Campo Madariaga y Las Gándaras.
En abril de 1895, se creó la Comisión de Fomento de Alcorta, indicador de la identidad migratoria local y de un exponencial crecimiento de su población. Para 1910, en más de 25.000 hectáreas, se registran unos 597 habitantes, compuestos, casi en su totalidad, por agricultores arrendatarios. En dos décadas sextuplicó la población, convirtiéndose en uno de los distritos más importantes del departamento Constitución.
Ya para 1895, el sistema de arrendamiento era un régimen de trabajo totalmente generalizado para el sur de Santa Fe y norte bonaerense, condición que se agravó paulatinamente y fue la causa de los conflictos agrarios del sur santafesino a comienzos de 1910. Esta condición se contrarrestó con el valor de la tierra que, volvió a tener un extraordinario aumento, trasladado al costo de los arrendamientos. La riqueza se concentró cada vez más y, sostenidas por contratos leoninos, las condiciones laborales de los colonos empeoraron cada vez más. Una muestra fue la duración de los contratos tan sólo por tres años como máximo, permitiéndole a propietario desalojar al arrendatario cada vez que quisiera.
Alcorta, antesala del conflicto
El estallido social no tardó en manifestarse, a comienzos del siglo XX, en el seno de sus organizaciones sociales de base. Ya sea por la ruptura de los vínculos de origen, la inserción en una sociedad desconocida, la escasa contención del Estado, y la necesidad de compartir y sostener sus lenguas, tradiciones y costumbres y, en particular, las urgencias impuestas por la provisión de asistencia y ayuda entre los inmigrantes, las diversas comunidades de inmigrantes europeos crearon asociaciones. Algunas de ellas operaron bajo la influencia del mutualismo de ayuda mutua y sanitaria, frente a la inexistencia de políticas públicas de educación y salud social. Otras, en cambio, centraron sus esfuerzos en la formación intelectual, como las masónicas. Pero todas operaban orgánicamente para dar respuesta a necesidades concretas.
Sus fines con el tiempo fueron cambiando. Así cobró fuerza atender a la inserción laboral. En las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX, las corporaciones gremiales fueron consolidando su presencia en el mundo del trabajo, estimuladas por los ideales anarquistas y socialistas. Entidades que, al calor de las problemáticas y demandas sociales y laborales hacia fines del XIX, enfrentaron a los grupos dominantes que se organizaron a través de la conformación de otras organizaciones: la Bolsa de Comercio de Rosario o la Sociedad Rural de Santa Fe.
El 15 de diciembre de 1901 se registra la reunión fundadora de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos e Instrucción de Alcorta. El 15 de octubre de 1911, Ángel Bujarrabal, uno de los protagonistas más relevantes de la huelga en Alcorta, fundó la Sociedad de Socorros Mutuos Española. El contexto laboral del arriendo, para 1910, era similar para toda la región pampeana. La gran mayoría de los contratos de la zona cerealera eran similares, muchos de ellos aún peores, como en el caso de los chacareros en Firmat, que alcanzaban hasta el 54 % de la producción y el peligro del desalojo.
1911 fue el año clave del conflicto. La sequía y la pérdida total de la cosecha, puso en evidencia el sistema de explotación de altísimos arrendamientos que, comparativamente a otros años, alcanzaron un punto máximo en precio. Así, aunque la cosecha de 1912 fue excelente, no alcanzó a cubrir ni la mitad de las deudas que los agricultores sufrieron el año anterior. Los colonos de Firmat empezaron a reunirse, acompañados por algunos comerciantes de campaña, buscando soluciones al problema. Surge así la primera Liga Agraria de Santa Fe: la Sociedad Cosmopolita de Agricultores de Firmat, que nucleaba a chacareros de varias localidades vecinas.
En marzo de 1912, ante la necesidad de extender regionalmente el movimiento campesino, redactaron un manifiesto en el que alentaban a los colonos a unirse a la protesta. Las deudas de los chacareros eran enormes. Frente a esta situación, los comerciantes no cerealistas decidieron cortar el crédito a los agricultores, planteando que sus negocios se descapitalizaban y que no veían posible que saldaran sus deudas.
El ánimo de los chacareros estaba caldeado. El 15 de junio de 1912 se desarrolló el primer acto público en la localidad de Bigand. En la plaza se reunieron los colonos de Bigand y Alcorta a escuchar la palabra del joven dirigente anarquista Luis Fontana. Surgió elevar un petitorio a los propietarios para modificar los contratos de arrendamiento. El encuentro fue fundacional, que luego en Alcorta, se le llamará el Grito.
La violencia estaba al orden del día. La represión policial, a cargo del comisario Juan Moreno —arquetipo del funcionario policial de campaña— avivó el malestar y la violencia. Frente a la pesquisa policial aparecieron otras sedes: el hotel de Juan Timone y hasta el frente de las iglesias, cuyos párrocos resolvieron apoyar a los huelguistas. Fue el caso de los curas Pascual y José Netri de Alcorta y Máximo Paz, a quienes adhirieron los de San José de la Esquina, Arteaga, Alvear y San Genaro.
El panorama fue delicado. Para esa fecha, los campos del sur santafesino fueron paulatinamente abandonados, 80.000 hectáreas de campo afectadas por la huelga agraria.
El 17 de junio, los chacareros de Alcorta se reunieron en el edificio de la Sociedad Italiana de Socorro Mutuo e Instrucción bajo la presidencia de Francisco Bulzani y decidieron invitar a los propietarios a una asamblea pública el día 25 de junio, para tratar los contratos de arriendo. Los párrocos de Alcorta y Máximo Paz, los hermanos José y Pacual Netri dieron su apoyo absoluto a los agricultores. Frente a la iglesia de Alcorta se realizaron asambleas en las que hablaron Bulzani, Capdevilla y hasta el mismo cura párroco. Bulzani y el presbítero.
Los campos del sur santafesino fueron paulatinamente abandonados, 80.000 hectáreas de campo afectadas por la huelga agraria.
José Netri viajaron a Rosario para invitar a su hermano abogado Francisco Netri a la asamblea del 25.
El histórico 25 de junio se consagró como inaugural, decisivo. En el local de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos e Instrucción de Alcorta con más de dos mil agricultores de Alcorta, Bigand, Bombal, Carreras, Firmat y San Urbano (Melincué), acercaron petitorios firmados por dos mil colonos más. Se conformó así una Comisión de Huelga presidida por Francisco Bulzani, con el asesoramiento del doctor Francisco Netri. En menos de dos meses brotaron seccionales por todo el país. Hermenegildo Gasparini, Luis Bó, F. Caporalini, Ramón Alés, Luis Fontana, J. Lescano, Francisco Mena, Eduardo Barros en Firmat, Enrique Gimeno, presidente de la comisión de huelga de Firmat, y mujeres como María Robotti de Bulzani, la chacarera María Pérez, los niños Ramón Poleri, de San José de la Esquina, y María Moreno de Carreras, integraron la lista.
En otro plano de la vida política, el diputado nacional por el socialismo, Juan B. Justo, interpeló al ministro de Agricultura en defensa de los agricultores, denunciando a terratenientes e intermediarios, como responsables directos de la agitación y del estado de miseria en que vivían los productores agrarios.
Inmediatamente se plegaron a la huelga alrededor de 100.000 agricultores de Santa Fe, Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y la Pampa. Durante el mes de junio, también los braceros, peones rurales y operarios de máquinas trilladoras adhirieron la huelga. Los medios gráficos también empezaron a hacerse eco de la protesta.
El radicalismo santafesino en el conflicto agrario
El gobierno provincial ejercido por el radicalismo tuvo posturas ambivalentes que iban desde conciliación y respaldo a los agricultores hasta la puesta en marcha de un aparato represivo. Ante las presiones de la Comisión de Propietarios de la Sociedad Rural de Rosario, el gobernador Menchaca, destinó a proteger «a todos aquellos que no quisieran plegarse a la huelga».
El Estado nacional, acorde con su concepción liberal y conservadora, adoptó una actitud prescindente. El ministro de Agricultura de la Nación, Adolfo Mugica, decidió mandar un comisionado para que estudiara la cuestión agraria y juzgara si era necesaria la intervención del gobierno nacional. Así fue que el Director de la División de Ganadería y Agricultura, Emilio Lahitte, se reunió con miembros de la Sociedad Rural de Rosario.
El flamante gobernador formó una comisión para investigar y mediar en el conflicto agrario, conformada por el vicegobernador Caballero, el intendente de Rosario Daniel Infante y el estanciero Toribio Sánchez. Un informe final se manifiestó a favor de los colonos, culpando de la crisis agraria a los propietarios y empresas subarrendadoras. Dicho informe no fue escuchado por Menchaca, quien se limitó a ofrecer tierras en el norte de la provincia para arrendar a más bajo costo.
Así, la huelga duró tres meses, habiéndose plegado 100.000 agricultores de la pampa argentina. Si bien no modificó sustancialmente la estructura agraria, favoreció el surgimiento de organizaciones campesinas en otros lugares del país, como la Liga Agraria de Bahía Blanca y la Liga Agraria de La Pampa.
El conflicto social campesino parece no empañar la expansión mundial agroexportadora del modelo argentino entre 1900–1914. La balanza comercial argentina tuvo saldos positivos. Gran Bretaña suplió el 33 % del total de las importaciones. Alemania ocupó el segundo lugar, con el 15 %. Estados Unidos, en ascenso respecto a las décadas anteriores, el 13,6 %. Francia e Italia, entre 10 % y 8 % y Bélgica, alrededor del 5 %. La proporción de las importaciones argentinas originadas en Gran Bretaña había alcanzado su pico en 1895, pero a partir de esa fecha empezó a declinar. A pesar de esta tendencia, las importaciones argentinas de Gran Bretaña aún superaban con amplitud a las de los Estados Unidos al estallar la Primera Guerra Mundial.
En la década previa a dicha guerra, las relaciones económicas anglo–argentinas alcanzaron su punto culminante. Esto se debió tanto al volumen del comercio bilateral como a la fuerte corriente de inversiones británicas hacia la Argentina, que contribuyó a afianzar esa relación comercial.
La huelga duró tres meses, habiéndose plegado 100.000 agricultores. Si bien no modificó sustancialmente la estructura agraria, favoreció el surgimiento de organizaciones campesinas en otros lugares del país.
Entre 1900 y 1913 el valor total de las exportaciones argentina al mundo se duplicó, crecieron un 290 %. Entre esos mismos períodos, las exportaciones de manufacturas de algodón casi se duplicaron, las de lana se triplicaron y las ventas de maquinaria se quintuplicaron.
El control de los embarques cerealeros argentinos, entre 1912 y 1914, estaba en manos de Bunge y Born (23 %); Louis Dreyfus y Co. (22 %); Huni y Wormser (10,5 %); Weil Brothers (10 %); General Mercantile Company (9,5 %); Hardy y Mühlenkamp (7 %); H. Ford y Co. Ltd. (7 %); Sanday y Co. (6 %); y Proctor, Garratt y Marston Ltd. (3 %).
Estas nueve compañías comercializaban el 98 % del total de las exportaciones de granos. Las dos últimas, que contaban con 9 % del total exportado, eran británicas: Sanday y Co. de Liverpool —que contó con dos filiales, una en Buenos Aires y otra en Rosario— y la firma Proctor, Garratt y Marston, también de Liverpool, que actuaba en Rosario.
No obstante, las consecuencias de este crecimiento agroexportador no se veía reflejada en la vida y bienestar social de los colonos santafesinos. Se suceden huelgas, violencia, mediaciones y acuerdos no cumplidos entre las partes. Un clima de conflictos que llevará años hasta poder resolverse.
A pesar de las indicaciones del gobierno provincial de actuar con cautela, los comisarios locales respondieron a los intereses y órdenes de los propietarios
Inmediatamente al 25 de junio de 1912, se establecieron los primeros intentos de acuerdo. Los propietarios Víctor Bigand, Camilo y Juan Cucco aceptaron las condiciones de los agricultores de Bigand y en reunión en el Club Social inician las tratativas. El 30 de junio se realizó una nueva asamblea en Bigand, a la que asistieron más de 2.500 colonos de varias localidades, Firmat, Bahía Blanca, La Plata, la Unión Agrícola de Buenos Aires.
Por otro lado, y al calor del conflicto, se conformó una comisión de terratenientes en la Sociedad Rural de Rosario en pos de tomar decisiones. Los señores Juan J. Andino, Manuel Ordoñez, Eduardo Barrera, M. Uranga y Constancio Larguía, enviaron al ministro de Gobierno de la provincia de Santa Fe, doctor Herrera, un telegrama pidiendo garantías para los colonos que querían reanudar las tareas, ya que sostenían que grupos de huelguistas armados lo impedían. A pesar de las indicaciones del gobierno provincial de actuar con cautela, los comisarios locales respondieron a los intereses y órdenes de los propietarios, no dudaban en abusar de su poder y encarcelar y reprimir a los colonos huelguistas.
El clima era muy confuso. Entre julio y agosto, se detuvieron huelguistas en todas las localidades del departamento Constitución. Fueron apresados el señor Basualdo, director del diario Eco del Sur de Venado Tuerto, el presbítero José Netri de Alcorta y el presbítero Ángel Grotti de Arteaga.
El 1 de agosto, el doctor Francisco Netri organizó una nueva asamblea con los delegados de los agricultores a fin de fundar una institución. Se resolvió que ningún colono firmara nuevos contratos antes de constatar que fueran conveniencia para los intereses y derechos de la federación. El 15 de agosto se aprobaron los estatutos para la Federación Agraria Argentina (FAA). Antonio Noguera fue designado presidente del Comité Central, el doctor Netri, asesor letrado, Bulzani, primer vocal titular y Francisco Perugini como prosecretario.
Entre 1913 y 1914, los contratos no cambiarían, recrudeciendo el conflicto. Surgieron nuevas movilizaciones por la sanción de una ley de arrendamientos. El 4 de agosto de 1913, Juan B. Justo presentó al Parlamento nacional el primer proyecto de ley de arrendamientos. Sin embargo, la ley llegó recién en 1921, para no ser cumplida.
Las tensiones internas en la FAA entre los que apoyan al socialismo y los prescindentes respecto de los partidos políticos, se intensificaron. La FAA incluyó la necesidad de parcelar adecuadamente los latifundios y su entrega en propiedad a los agricultores, la capacitación de los chacareros para un mejor aprovechamiento de la tierra, la constitución de cooperativas de producción y consumo, el fomento del crédito y del seguro agrícola a través de un banco cooperativo de la Federación. Además la creación de un tribunal de arbitraje para solucionar las diferencias entre las partes. El tribunal estaría integrado por representantes de la FAA, la Sociedad Rural Argentina y el Ministerio de Agricultura. Como era de esperar, la Sociedad Rural se opuso y no se concretó.
Los carreros demandaron el establecimiento de tarifas para el acarreo de los cereales y el reconocimiento del control del ingreso de los trabajadores no federados por parte de la organización de los carreros. En este caso se oponían al acopiador. Los peones de máquinas trilladoras también reclamaron mejoras salariales y en las condiciones de trabajo.
El eco del grito de Alcorta no termina y se extiende en el tiempo. El 27 de agosto de 1921, alrededor de 1.500 agricultores se movilizaron a Buenos Aires para presentar un petitorio al Senado de la Nación para la sanción de la ley de arrendamientos. Recién luego de nueve años se promulgó la ley 11170 que contempló algunos de los reclamos de los chacareros. Sin embargo, el incumplimiento fue constante, al punto que en 1923 el gobierno de Santa Fe decidió reglamentarla. Los abusos disminuyeron, pero no desaparecieron.
Muchas interpretaciones historiográficas ponen a estos dos líderes fundacionales de la Federación Agraria Argentina (FAA) en el plano de un conflicto interno, en cuanto representan sentidos y objetivos enfrentados. Una supuesta crisis constitutiva del naciente organismo, públicamente denunciada por los medios gráficos de época, es rechazada por la propia Federación Agraria Argentina en Boletín oficial, Año 1°, N° V Rosario de Santa Fe, 19 de octubre de 1912:
«No se puede concebir ni compendiar más majadería, más insulsez ni más desatino en menos palabras. Odiamos los personalismos, respetando a las personas en la que son y valen. Ni escatimamos, ni prodigamos los méritos. En una palabra, cumplimos la justicia dando a cada cual lo suyo, sea Netri, sea Noguera. Nos ha sugerido las afirmaciones anteriores el sueldo publicado por un diario, cuyo nombre no hace al caso. Existe una prensa funesta que acomodando sus actos todos al más perverso instinto de destrucción hace de la calumnia, del embrollo y de la mentira un arma natural de combate. Fiel a su ridículo credo nos habla de Netristas y Nogueristas como la cosa más sencilla e inocente. Negar que en la Federación Agraria Argentina existen amigos personales de los señores Noguera y Netri sería inocente: ambos son, en estos momentos, los ejes sobre que gira la Federación, son los baluartes sobre que se apoya, son las piedras angulares de la Sociedad; pero lo son no por ser Netri, ni por ser Noguera, sino por ser dos hombres de buena voluntad que han puesto al servicio de la Federación cuanto son, cuanto tienen y cuanto valen. Afirmar que existen las simpatías personales no es afirmar que existen las banderías. Los dirigentes de la Federación y los arquitectos de esta gran obra, saben que la unión es lo que ha de llevar a los agricultores a puerto de salvación, y, de aquí, que, ni unos ni otros, toleren ni consientan estos personalismos, es más, que los repudien y condenen enérgicamente. Netri y Noguera son dos personalidades de la institución que, conjuntamente, laboran, trabajan y defienden los Intereses del colono. Si uno u otro llegasen en un momento dado a querer ejercer la hegemonía personal, cosa que ni ocurre ni ocurrirá, serían condenados sin consideración; si Netri hablase a la Federación de los elementos netristas sería considerado como elemento de desorden y se obraría en consecuencia; si Noguera quiere imperar con sus amigos personales, Noguera sería considerado elemento destructor y la más enérgica sanción caería sobre él; si un tercero en discordia saliese con pretensiones partidistas correría la suerte de Netri y de Noguera. Hemos hablado en este lenguaje tan poco gramatical para que nos entiendan todos: a veces la construcción y el estilo contribuyen a oscurecer la idea. Y vamos a terminar. El periódico de referencia y cuantos periódicos salgan en lo sucesivo con afirmaciones semejantes pueden dedicar el espacio que tan tontamente nos dedican a fines más industriales y lucrativos, ponemos por caso, para una sección de anuncios económicos. La Federación tiene su programa que desarrollar; los hombres que la dirigen saben su obligación y la cumplirán hasta el sacrificio, pese a quien pese y considerando a cada uno de los adherentes a la Federación no como elementos netristas ni nogueristas, sino como factores de una obra colosal que no será tirada al suelo por las habladurías de conventillo. ¡Colega, no hay que pisarse!».1
Estos acontecimientos en el sur santafesino fueron el escenario donde se hicieron visibles los distintos partidos políticos y donde expresaron sus particulares identidades:
«Los conservadores fueron o bien represores o prescindentes; los radicales de Santa Fe fueron más bien conciliadores; los socialistas buscaron el acuerdo de las partes, Juan B. Justo visitó la zona e interpeló al ministro de Agricultura de la Nación, defendiendo la justicia del movimiento; los anarquistas buscaban encender la chispa de la revolución social». (Lobato, 2000)
Lo cierto es que fue recién con el peronismo donde se legisló pun- tualmente sobre el trabajo rural y las luchas de intereses se expusieron y marcaron violentamente. Una trama política conflictiva del campo y el Estado que empieza a configurarse y que mantiene vigencia en la actualidad.
Un nuevo siglo, una nueva etapa
Ya vimos cómo la provincia de Santa Fe poseía a fines del siglo XIX, en los albores del capitalismo agrario pampeano, un territorio favorecido por sus condiciones naturales: la fertilidad del suelo, la benignidad de su clima y la cercanía de los puertos fluviales. Las posibilidades de acumulación de capital condujeron a una rápida valorización de la propiedad inmueble urbana y rural, al punto de hacerla inaccesible para los pequeños productores y para los arrendatarios luego de la Primera Guerra Mundial (1914–1939).
La difusión del arriendo como forma de tenencia de la tierra, en proporciones similares a la propiedad, valoró la presencia y acción de la Federación Agraria Argentina, que tuvo y sigue teniendo un importante papel en el terreno económico. La fluida comunicación entre campo, pequeños núcleos urbanos y ciudades portuarias fue un factor estratégico en la complejidad de la trama social, sindical y política santafesina.
La fluida comunicación entre campo, pequeños núcleos urbanos y ciudades portuarias fue un factor estratégico en la complejidad de la trama social, sindical y política santafesina.
La historia del agro santafesino ha tenido momentos de notoria prosperidad, pero a la vez atravesó etapas de estancamiento y de crisis, como resultado de la fuerte dependencia de las condiciones comerciales y financieras del mercado internacional. A la vez, ha tenido una fuerte dependencia de las políticas agrarias y económicas nacionales, marcando decisivamente el rumbo de las relaciones contractuales y laborales rurales. El juego de estos diversos factores se expresa en la vida política nacional y provincial.
El siglo XX comienza con un hecho transcendental en la historia argentina: la sanción de la ley electoral Sáenz Peña. Esta reformuló la legitimidad del poder político, dando fin a los regímenes oligárquicos de corte conservador. Este paso fundamental fue acompañado de otros grandes fenómenos:
De dos millones de habitantes que arrojó el censo de 1869, a casi ocho millones de habitantes para 1900 concentrados en su mayoría en la región litoral y en la ciudad de Buenos Aires.
De una sociedad adaptada y dócil a las condiciones históricas, a sociedades más demandantes de sus derechos, conscientes del poder de organización colectivo, contestatarias.
De formas políticas de dominación excluyentes, propias de un régimen oligárquico, a la construcción de una sociedad moderna, más abierta y móvil.
De un régimen de notables, conservador, a uno republicano, democrático, conformado por partidos políticos diversos, promovidos por la emergencia de nuevos actores sociales, clases urbanas y rurales excluidas.
De una economía regionalizada de ciclos poco estables por su autosubsistencia, a una economía definidamente agroexportadora, inserta y dependiente, ya como productora de materias primas dentro de una consolidada división internacional del trabajo.
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