2. Ese oscuro Coronel. El asenso de Perón
JULIO CÉSAR RONDINA
«Aunque Perón seguía siendo una figura un poco oscura...». (David Rock, Argentina 1516–1987)
Hijo de una familia inmigrante de clase media, Perón se graduó en la Escuela Superior de Guerra y en enero de 1929 obtuvo destino en el Estado Mayor General del Ejército. Aunque él aseguraba haber votado por Yrigoyen en 1916, tomó participación en el golpe que lo derrocó en 1930 (Page, 1984). Como capitán actuó como correo e intermediario entre las facciones de Uriburu y Justo. Luego, siendo ya coronel, habría de tener preponderante actuación en la creación y actuación del GOU.
Inicia su itinerario en los meandros del poder como jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra de Edelmiro Farrell el 5 de junio de 1943, llevándose consigo al teniente coronel Domingo Alfredo Mercante.
A poco de su asunción se declara una huelga en los frigoríficos a raíz de la detención de José Peter, máximo dirigente del gremio y afiliado al Partido Comunista. Perón toma a su cargo el conflicto y logra el levantamiento de la huelga, liberando a Peter. Esta actuación le permitió entrar en contacto con gremios y dirigentes sindicales.
Perón en la Secretaría de Trabajo y Previsión
Advirtiendo la potencialidad de esta área social reclamó para sí la dirección del Departamento Nacional del Trabajo, cargo que se le otorga en octubre de 1943. Ya en el mismo, transforma al Departamento en Secretaría de Trabajo y Previsión, asignándole un nuevo perfil y dinámica. Perón define así su objetivo:
«El Departamento de Trabajo demostró en aquella oportunidad (la huelga antes mencionada) no ser el organismo necesario para actuar, porque los obreros no querían ir al Departamento, que había perdido delante de ellos todo su prestigio como organismo estatal, ya que en la solución de sus propios problemas ellos no encontraron nunca el apoyo decidido y eficaz que tenía la obligación de prestar a los trabajadores. Por eso, con un organismo desprestigiado, no solamente se perjudica a la clase trabajadora, sino que es el germen del levantamiento de la masa, que en ninguna parte se encontraba escuchada, comprendida y favorecida. Eso me dio la idea de formar un verdadero organismo estatal, con prestigio, obtenido sobre la base de buena fe, de leal colaboración y cooperación, de apoyo humano y justo a la clase obrera, para que, respetado y consolidado su prestigio en las masas obreras, pudiera ser un organismo que encauzara el movimiento sindical argentino en una dirección: lo organizase racionalmente, de acuerdo con las directivas del Estado. Esa fue la finalidad que, como piedra fundamental, sirvió para levantar sobre ella la Secretaría de Trabajo y Previsión». (Discurso pronunciado en la Bolsa de Comercio el 25 de agosto de 1944)
Asentado en estos criterios, el Estado asume la regulación de las relaciones obrero–patronales. La negociación colectiva entre las partes pasa a ser un ámbito de mediación y control a su cargo en el que articula los diferentes intereses sociales.
A partir de esta concepción se modifica el trato que se brinda en la Secretaría de Trabajo a los dirigentes sindicales. Perón atendía personalmente a los delegados con extrema cortesía y les hablaba en un lenguaje claro y directo, redactando delante de ellos los decretos y convenios de trabajo con las mejoras que se le solicitaban, las que luego se convertían en una realidad palpable, constituyendo la base de una legislación social nunca vista en el país. Asimismo recorría el país pronunciando discursos ante auditorios populares en los que impulsaba la organización de nuevos sindicatos obreros.
El Estado asume la regulación de las relaciones obrero–patronales. La negociación colectiva entre las partes pasa a ser un ámbito de mediación y control a su cargo.
Pronto fue ganando seguidores en las filas de los dirigentes obreros, al tiempo que debilitaba las conducciones de los gremios dirigidos por socialistas y comunistas. Muchos de estos dirigentes pasaron a militar en las filas de adeptos al coronel Perón, dejando de lado su filiación partidaria. Sirva como ejemplo el caso de Ángel Gabriel Borlenghi, dirigente socialista del gremio de empleados de comercio que luego fue ministro del Interior de Perón. Otros en cambio prefirieron seguir leales a su partido, perdiendo la conducción de su gremio; muestra de ello es el comunista Peter, quien perdió el liderazgo del gremio de los obreros de la carne en manos de Cipriano Reyes, prohijado por la Secretaría de Trabajo.
La labor que desarrolló Perón al frente de la Secretaría de Trabajo puede sintetizarse en dos aspectos: una tarea de codificación y otra de reconocimiento y control (Girbal–Blacha, 2001).
El primer aspecto tenía como objetivo la ampliación del radio de acción de la legislación laboral. Testimonio de ello es la inclusión de los trabajadores industriales entre los beneficiarios de la ley de despidos, la aplicación efectiva de la legislación que estipulaba las 48 horas semanales de trabajo, las vacaciones pagas y el sueldo anual complementario —disposición que tuvo una fuerte oposición de los sectores sociales que integrarían la Unión Democrática, y que, llamativamente, fue rechazada por los partidos socialista y comunista—, la creación de Tribunales de Trabajo, que sustrajo del ámbito privado la resolución de conflictos laborales, la extensión a todos los trabajadores de la indemnización por despido sin causa, la sanción del Estatuto del Peón Rural, el establecimiento de numerosos Convenios Colectivos de Trabajo, entre otras medidas.
Asamblea Obrera
Entre los sindicatos que existían en la provincia de Santa Fe, el más importante era sin duda la Unión Ferroviaria. La primera asamblea obrera a la que concurrió Perón —donde inauguró el apelativo de compañeros para dirigirse a los trabajadores— fue justamente una de ferroviarios en la ciudad de Rosario, el 9 de diciembre de 1943. Los trabajadores del riel fueron beneficiados con una serie de mejoras que consolidaron el vínculo con el secretario de Trabajo y Previsión. («Políticas de bienestar y control de la movilización social 1943–1955», en Nueva Historia de Santa Fe, t. 9, Laura Badaloni)
Nuevos avances en su carrera política
En tanto, al producirse el alejamiento de Ramírez (febrero de 1944) y asumir Edelmiro J. Farrell como presidente, Perón es designado ministro de Guerra.
Gracias a su vinculación con el presidente es nombrado vicepresidente de la Nación (7 de julio de 1944), sin resignar sus otros cargos. De esta manera manejaba los dos pilares básicos en los que asentó su poder: el Ejército (como ministro de Guerra) y los trabajadores (como secretario de Trabajo). El 25 de agosto de 1944 se crea el Consejo Nacional de Posguerra, dependiente de la vicepresidencia, que es presidido por el propio Perón. Es un organismo de planificación económica y social de mediano plazo que se traduciría luego en los dos planes quinquenales que aplicó desde la presidencia.
El 17 de Octubre de 1945
A mediados de 1945, los empresarios, disconformes con la política social que llevaba adelante el gobierno a través de Perón, reaccionaron lanzando un manifiesto firmado por los principales comerciantes e industriales del país, exigiendo la rectificación de la misma. Ello generó la respuesta de los sindicatos que sacaron solicitadas apoyando la acción del secretario de Trabajo. La clase media, con los sectores universitarios a la cabeza, que veía en Perón al peligro nazi, también se activó y el 19 de septiembre se realizó la Marcha de la Constitución y la Libertad, de la que participaron radicales, conservadores, socialistas, comunistas, demócratas progresistas y católicos.
La marcha generó un clima de inestabilidad, por lo que el gobierno reimplantó el estado de sitio. Los jóvenes universitarios, provenientes de las clases media y alta, respondieron tomando las facultades y enarbolando consignas contrarias a Perón. Fueron desalojados por la policía y muchos terminaron en la cárcel.
Se manifestaba así un desencuentro trágico que se repitió en nuestra historia: el de los sectores intelectuales que enfrentan y se distancian de los sectores populares.
Ya había tomado cuerpo la conformación de la Unión Democrática, agrupamiento político que incluía a la Unión Cívica Radical, el Partido Socialista, el Partido Comunista, la Democracia Progresista, los partidos conservadores. Esta alianza contaba con el apoyo explícito del embajador norteamericano en el país, Spruille Braden, y conspiraban buscando el apoyo de los sectores militares contrarios a Perón. El socialista Alfredo Palacios hablaba de entregar el gobierno a la Suprema Corte de Justicia.
En Campo de Mayo tomaron la iniciativa los oficiales antiperonistas, quienes reclamaron a su jefe, el general Eduardo Ávalos, que exigiera la renuncia de Perón.
Este requerimiento toma cuerpo en el gobierno y el 9 de octubre Perón se entrevista con Farrell y presenta la renuncia a sus cargos, aunque le pide que lo autorice a despedirse del pueblo, cosa que hace al día siguiente en un palco levantado frente a la Secretaría de Trabajo ante una masa de trabajadores movilizados por los sindicatos.
El doctor Quijano, ministro del Interior, comunica que el gobierno había decidido llamar a elecciones y que Perón había renunciado a los cargos que detentaba. Ello desata la algarabía de las clases medias y altas que festejan así su triunfo.
Son nombrados ministro de Guerra el general Eduardo Ávalos y ministro de Marina el almirante Héctor Vernengo Lima, quien sostenía el pensamiento de entregar el poder a la Suprema Corte. El general Ávalos pretendía entregar el poder al líder radical Amadeo Sabattini, quien rechazó la idea.
El 12 de octubre Perón es detenido por orden de Farrell y trasladado a la isla Martín García, en tanto el procurador de la Corte, el rosarino Juan Álvarez, intenta armar un gabinete con las viejas figuras de la oligarquía.
El clima social se va tensando y los gremios empiezan a reaccionar. Cipriano Reyes mueve a los trabajadores de la carne bajo la consigna: libertad a Perón. El 16 se reúne el Comité Central Confederal de la CGT y, gracias al activismo de militantes forjistas, declara la huelga general para el día 18. Antes que la CGT adopte esta decisión, en todo el país el pueblo comienza a movilizarse para pedir la libertad del coronel.
Mientras el gobierno autoriza el traslado de Perón al Hospital Militar de Buenos Aires, el día 17 de octubre los obreros de Berisso y Ensenada se ponen en marcha hacia La Plata. Se movilizan también los obreros de Avellaneda y, pese a que el almirante Vernengo Lima quiere reprimir a los manifestantes, el general Ávalos se opone terminantemente: «el ejército no intervendrá contra el pueblo en ninguna circunstancia», afirma en un comunicado.
La Plaza de Mayo se ve colmada de trabajadores y a las 23 horas, Perón y Farrell se asoman al balcón de la casa de gobierno sobre Plaza de Mayo y hablan ante la multitud alborozada. El peronismo estaba vivo.
Este día será recordado en las tradiciones peronistas como el Día de la Lealtad y marca un hito en la historia argentina, ya que fue la primer expresión pública del nuevo sector trabajador argentino, surgido a la luz del proceso de sustitución de importaciones iniciado en 1930. Allí hizo su aparición en la arena política, definiendo el rumbo que tendría el país en los años siguientes.
Esta multitudinaria manifestación mostró a las distintas facciones del Ejército el apoyo popular que tenía Perón, obligándolas a llegar a un acuerdo por el que se lo dejó en libertad y se convocó a elecciones, que se fijaron para el 24 de febrero de 1946.
El jueves 18 de octubre renuncian Ávalos y Vernengo Lima y los militares nacionalistas leales a Perón ocupan importantes cargos de gobierno, permitiendo así la consolidación de ese encuentro entre sectores populares y el Ejército.
El 17 de octubre en la ciudad de Santa Fe
Ese día se produjeron reuniones y acciones que culminaron en concentraciones para el día 18. En la ciudad capital ese día fue decretado un asueto en la administración pública provincial, municipal y portuaria. Luego de un paseo desafiante por la calle San Martín donde se erguían las residencias de las familias tradicionales y edificios como el Jockey Club y el Club del Orden, unas 3.000 personas se congregaron en la plaza de Mayo, donde escucharon a numerosos dirigentes gremiales y al interventor Oscar Aldrey. («Políticas de bienestar y control de la movilización social 1943–1955», en: Nueva Historia de Santa Fe, Laura Badaloni)
La campaña electoral
En mayo de 1945 había arribado el nuevo embajador norteamericano Spruille Braden quien, cautivado por los más acérrimos enemigos del gobierno militar y fascinado por los relumbrantes apellidos de la aristocracia argentina, dejó traslucir con petulancia, los designios de Estados Unidos para este país. Encarnó un furioso antiperonismo y trabajó activamente en la constitución del frente electoral en su contra. Con su actividad en pro de la Unión Democrática logró despertar el sentimiento antinorteamericano de nuestro pueblo, que se nucleó alrededor de Perón.
Dentro del radicalismo no había posiciones unánimes frente a la Unión Democrática, sólo los antipersonalistas alvearistas la apoyaban fervientemente.
Con el impulso que le dio la Marcha de la Constitución y la Libertad, a fines de diciembre la Unión Democrática se consolida como aparato electoral. Lleva como candidatos a los radicales José Tamborini y Enrique Mosca.
La composición de las fuerzas que apoyaron a la Unión Democrática es clara: los comerciantes de importación y exportación, la burguesía comercial porteña, los grandes ganaderos e invernadores de la provincia de Buenos Aires, los círculos de las finanzas y la bolsa de Comercio, sectores de la burguesía industrial, sectores profesionales calificados, intelectuales, artistas y la gran mayoría de la prensa, fueron el sustento de esta entente política. Componían su núcleo central radicales antipersonalistas, socialistas, comunistas, demócratas progresistas y conservadores. El eje de su campaña era la identificación de Perón con el nazifascismo recientemente derrotado en la contienda mundial y sus slogans democráticos. Su consigna central era: Por la libertad, contra el fascismo.
En los grupos católicos surgieron divisiones: un núcleo condenaba la candidatura del ex vicepresidente y de la política social que impulsaba. No obstante, una disposición de la Iglesia favorecería la candidatura de Perón: el 15 de noviembre de 1945 la Pastoral del Episcopado indicaba que ningún católico podía votar a candidatos que inscriban en sus programas los principios de la separación de la Iglesia y el Estado, la supresión de las disposiciones que reconocen los derechos de la religión, el laicismo escolar y el divorcio legal. Como los partidos que sustentaban estos principios estaban en la Unión Democrática, la única alternativa que se dejaba a los católicos era la fórmula que encabezaba Perón. Algunos autores hablan de un acuerdo entre la Iglesia y el gobierno militar que favoreció esta determinación.
El compañero de fórmula de Perón fue el correntino Hortensio Quijano, quien provenía del radicalismo y que, junto a Armando Antille, Miguel Tanco y otros militantes, habrían de conformar la Junta Renovadora (o Reorganizadora) del radicalismo que apoyaba a Perón. Este sector provenía de sectores más conciliadores del partido de Alem (algunos de cuño alvearista), pero al igual que los sectores yrigoyenistas más consecuentes, representados por FORJA con Arturo Jauretche a la cabeza, se comprometerían con el naciente movimiento.
El 17 de octubre en Rosario
Desde el 17 por la mañana hasta el 18 hubo expresiones a favor de Perón en diferentes puntos de la ciudad. No sólo en la zona céntrica sino barrios como Villa Manuelita o Tablada. La Unión Ferroviaria movilizó miles de ferroviarios desde los talleres del Ferrocarril Central Argentino ubicados en Pérez. Fueron muchos los lugares donde la gente se congregó para clamar por Perón: la plaza 25 de Mayo, la plaza San Martín, la Secretaría de Trabajo y Previsión, el local de Tiro y Gimnasia. Las descripciones de la prensa señalaban la alegría y algarabía de los concurrentes y la presencia de hombres, mujeres y niños ataviados con ropas exóticas bailando por las calles. («Políticas de bienestar y control de la movilización social 1943–1955», en: Nueva Historia de Santa Fe, Laura Badaloni )
También lo seguían los Centros Cívicos Independientes, encabezados por los conservadores y el incipiente Partido Laborista de Cipriano Reyes, que nucleaba a dirigentes obreros que habían dejado las filas del socialismo o del comunismo y que, junto a la nueva camada de jóvenes trabajadores, habían sido conquistados por el ex secretario de Trabajo. La Alianza Libertadora Nacionalista (expresión de los nacionalistas conservadores) también apoyaba la candidatura de Perón.
En cuanto a los sectores sociales, además del apoyo de la Iglesia Católica, se destaca el acompañamiento que hace gran parte del Ejército, la nueva burguesía industrial surgida al calor del proceso de sustitución de importaciones y núcleos de clase media de las ciudades del interior a los que el radicalismo había dejado de dar respuesta a partir de sus posturas antipersonalistas y aliancistas. De más está resaltar el apoyo incondicional que da la clase trabajadora a su nuevo líder.
Los diarios La Época y Democracia, un semanario Política (bajo la conducción de Ernesto Palacio) y la revista Descamisado, donde escribía Arturo Jauretche, eran el sustento de prensa del movimiento.
Durante la campaña electoral se advierte la gran diferencia económica y social de los postulantes. En tanto la Unión Democrática contaba con el apoyo constante e irrestricto de los grandes medios de prensa (La Razón y La Nación, entre otros) y con abundantes recursos económicos, provistos generosamente por el sector social que los apoyaba, el peronismo realizaba una campaña sumamente austera en la que la utilización de los medios radiales sería uno de los principales ejes. La campaña electoral estuvo teñida de fuertes enfrentamientos que reiteradamente desembocaron en mutuas agresiones y violencia.
En tanto la Unión Democrática contaba con el apoyo de los grandes medios de prensa y con abundantes recursos económicos, el peronismo realizaba una campaña austera en la que la utilización de los medios radiales sería uno de los principales ejes.
Cuando a principios de febrero de 1946 el gobierno de Estados Unidos, en acción que se atribuyó al embajador Braden, dio a publicidad el Libro Azul, una compilación de denuncias contra el gobierno argentino sospechado de haber favorecido al nazismo, se conformó un slogan que habrá de ser decisivo en la contienda electoral: Braden o Perón, sintetizando las alternativas que estaban en juego.
El 24 de febrero se impuso la fórmula Perón–Quijano sobre la de Tamborini–Mosca. El fracaso de la Unión Democrática la llevó a su disolución. El país había cambiado.
Perón-Quijano: 1.478.372
Tamborini-Mosca: 1.211.666
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