Rodolfo Juan LUCERO "Indio"

Mi familia estaba compuesta por mi papá Rodolfo Lucero (oriundo de Cruz del Eje, Córdoba) y mi mamá, Elena Mendoza nacida en Añatuya (Santiago del Estero). La pareja se formó gracias al ferrocarril, ya que mi abuelo y mi padre vinieron a trabajar en esta empresa. Juan Rodolfo es el primer hijo que tuvieron, el 15 de enero de 1953 y luego, en el año 1959 nací yo, su hermano Carlos Alberto, quien junto a sus hijos y compañera escribe este relato.

Mi familia era como la mayoría de todas las familias de ese entonces: laburante. Mi mamá trabajó en la empresa de Teléfonos del Estado y mi viejo en la estación de trenes de nuestra ciudad. Toda mi familia, como la mayoría de la gente en ese entonces, militaba en el Partido Justicialista (PJ). Nuestra ciudad está atravesada por los talleres del Ferrocarril General Belgrano, en donde trabajaba gran parte del pueblo.

Nuestra infancia la vivimos en San Cristóbal hasta que Juan terminó la secundaria y se fue a estudiar Medicina a la ciudad de Rosario. Él fue un tipo tranquilo y estudioso, cursó la primaria en la Escuela Manuel Belgrano 409 y la secundaria en el Colegio Nacional Mixto Mariano Moreno. Le gustaba jugar al fútbol en los campitos y era fanático de los clásicos comics de ese momento, El Tony, Dartagnan y revistas por el estilo; le gustaba leer también algunos libros que conseguía en la biblioteca San Martín, pero no recuerdo bien por la diferencia de edad, sí que le gustaba algo más elaborado literariamente. Era hincha de Independiente de Avellaneda, le gustaba la caza y era más aplicado a las ciencias naturales, supongo que por eso terminó estudiando medicina, también le gustaba el cine. Tenía 16 años cuando se fue.

De su vida solo sé de su militancia y lo que fui reconstruyendo a partir de los relatos que me contaron sus compañeros. De nuestros encuentros recuerdo las largas charlas sobre el regreso de Perón, de la campaña «Luche y vuelve», del ascenso de Cámpora a la presidencia, después del conflicto con el PJ de derecha y su pase de la lucha estudiantil a Montoneros. Me acuerdo también de la llegada de Claudia González, su mujer y compañera, con la cual cayó muerto ese sábado 12 de Febrero de 1977 en la Casa de Álvarez Thomas de Rosario.

Aunque toda mi vida milité junto a distintos compañeros con los cuales él había militado, fue recién en 1985 cuando comienzo a descubrir que muchos de mis amigos eran sus amigos sin saberlo, ni yo ni ellos. Me resultó fácil reconstruir su vida de militante desde ese momento. Siempre encontré alguien que contara algo sobre mi hermano y lo que le pasó; de su férreo compromiso con la construcción de un nuevo mundo y de sus aciertos y errores, de sus amigos de la vida y de la militancia fui armando ese cuadro que estoy seguro que es una mirada propia y no la real, siento que siempre me falta algo por saber.

Tuvimos el «privilegio», luego de pagar por su cadáver, de poder enterrarlo y de más o menos saber cómo murieron él y su compañera Claudia, que no llegó a dar a luz a su hijo, también de la suerte que corrieron sus más cercanos compañeros de la columna Sabino Navarro a la cual pertenecía. También supe que murió tirando como a él le hubiera gustado morir, junto a Claudia, y que es una cuestión que a toda la familia que hoy tengo nos llena de orgullo y tristeza al mismo tiempo. Pero sabemos que nada es en vano, todo forma parte de la vida de esta humanidad que seguirá su lucha por un mundo más justo para todos, que ese recuerdo nos fortalece y nos da fuerzas para pasar el desierto, y que siempre habrá gente que retome la posta.

Hoy nuestra Latinoamérica se levanta de nuevo cuando nadie creía que esto podríamos verlo los derrotados, y sin embargo aquí nos tienen de nuevo diciendo y haciendo lo mejor que se pueda, ese legado es de toda aquella generación que dejó todo en la cancha, los que no están y los que quedaron para contar lo que pasó, todos se merecen nuestro mayor cariño y recuerdo militante.

/ Carlos Alberto, «Cacho», Periodista

Su amigo Luis Mejía, recuerda: “Yo también era de la JUP, pero de Derecho, y por la actividad militante lo conocí al Indio, que era un compañero totalmente jugado por un ideal. Para la fecha que esto ocurrió muchos militantes habíamos asumido que éramos un blanco móvil, porque la Universidad estaba tomada por los servicios y todo aquel que había militado en algo estaba marcado”

“Hoy que ya pasamos los 50, nos damos cuenta de la pérdida que ha sido para la sociedad y para el pueblo, porque todos estos compañeros se jugaban y hacían política sin ninguna otra intención, cosa que hoy es casi imposible de ver. Por eso intentamos rescatar la memoria de tipos como ellos que hacían política en función del bienestar del pueblo.”

/ Rosario 12,26/02/07

CLAUDIA NORA GONZÁLEZ, «La Sara»

Juan, “El Indio”, tenía 24 años y “Sara” su esposa, 21, estaban profundamente enamorados y felices por la próxima llegada de un hijo, estudiaban medicina, militaban en la JP. El Indio, responsable del grupo de Medicina, venía de “los Sabinos”. En la tarde del 12 de febrero de 1977 fueron rodeados por las fuerzas represivas en una casa de la calle Alvarez Thomas en Rosario. Resistieron, el Indio había prometido no entregarse vivo, los dos murieron allí. Los dueños de casa, Tito Altamirano y Silvia Fabris fueron secuestrados. Este episodio fue el comienzo de una seguidilla de crímenes que culminó con el fusilamiento, en la cortada Marchena, de cinco compañeros: Tito Altamirano, Silvia Fabris, Caco Morel, Beatriz Aguilera y Ana Valle, oriundas de Rufino.

El 22/02/07 en Vera Mújica y San Lorenzo se realizó un mural con los nombres de los militantes de la JUP, Beatriz Aguilera, Ana Valle, Roberto Altamirano, Claudia Gonzalez, Silvia Fabris, Juan C. Morel y Juan Lucero.

En 2021, con presencia de autoridades, en el Pasaje Marchena y San Lorenzo, a metros de la Facultad de Ciencias Médicas, se colocó el cartel “Masacre de la cortada Marchena”, en memoria de Carlos Morel, Roberto Altamirano, Silvia Fabris, Beatriz Aguilera, Ana Valle, Vico Ferrari, Juan Lucero y Claudia Gonzáles, estudiantes de las carreras de Medicina y Fonoaudiología y militantes políticos asesinados 12 y 17 de febrero de 1977.

AMSAFE y Barrios por la Memoria colocaron en la Escuela Nacional de San Cristóbal una baldosa por la memoria de Juan Rodolfo Lucero

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