Luis Alberto LERA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Bicicletas, pelota de fútbol, pistas de autos en las veredas de tierra. Esos son los primeros recuerdos de una infancia vivida en Esperanza, en la familia que formaron Pancho e Hildegardis y que comenzó a ser fecunda en 1951 con sus hijos: Amoldo, Francisco, María Catalina, Luis, yo (Carmen), Eduardo y terminó en el '64 con mis hermanos mellizos Ana y Carlos.
La mesa, grande, de madera cubierta con un hule con flores y frutas nos daba lugar a todos. La casa fue agregando habitaciones a medida que llegábamos nosotros. Los domingos era sagrada la visita a mis abuelos maternos (la oma y el opa, inmigrantes alemanes de principios de siglo) muy católicos que vivían detrás del Colegio San José, allí era común encontrar a curas y monjas en la casa de ellos, donde saboreaban tortas y licores caseros.
Frente a mi casa había un campito que hacía las veces de cancha de fútbol de la barra del barrio, a veces era el terreno donde se instalaban los circos y parques de diversiones que deambulaban por los pueblos.
En las noches de verano mientras los mayores se sentaban a la vereda a tomar fresco era frecuente ver la barra de chicos y entre ellos a mis hermanos, jugando debajo del foco de la esquina. El saldo eran raspones, moretones, picaduras de mosquitos. Hubo un año en el que aparecieron unos bichitos que fueron bautizados “uriburos” que largaban un líquido que producía ampollas. Las madres se dedicaban a pinchar las ampollas con un algodón para que no se extienda el líquido. Fueron épocas donde en las casas era común ver cercos de ligustrines y no rejas.
La escuela San Martín fue la primaria de mi hermano Francisco (Panchi) y la ENET, conocida en aquella época como la Pajarera, su escuela secundaria. En la “técnica” reconoció su gusto por las actividades ligadas a las ingenierías. También era hábil para el dibujo. En un concurso que hubo en conmemoración a la colonización, su pintura había ganado un premio.
A la par de sus estudios secundarios jugaba al fútbol en el Club Defensores del Oeste. Era el tiempo de la confitería bailable “Carnaby” y de las pilchas de la “Armada Brancaleone”. Cuando terminó la técnica se inscribió en la UTN para seguir ingeniería mecánica. Mientras viajaba a Santa Fe para cursar trabajaba en un taller mecánico cerca de mi casa. Además se había fabricado un torno para tornear madera donde hacía artesanías (platos, fuentes, alhajeros, etc.) que hoy conservamos de recuerdo.
Mi hermano Luis, cuatro años menor que Panchi, transitó la primaria y la secundaria en el Colegio San José. Durante la primaria formó parte de un grupo del colegio conocido como “Luises” por San Luis Gonzaga donde pasaba largo tiempo organizando actividades deportivas, recreativas, etc. También vistió la camiseta azulgrana del club Defensores del Oeste, pero su corazón estaba en el Club Colón de Santa Fe. También festejaba con fuerza los triunfos de Carlos Monzón. Le gustaba pescar y solía ir con amigos en bicicleta al Cululú o al Salado a probar suerte con la caña.
Los inicios de los años 70 fueron imprimiendo nuevos aires. La construcción de una sociedad más justa parecía ser posible. A “Los Beatles”, “Burt Bacharach”, “Elvis Presley” se fueron incorporando Los Quilapayún, Los Olimareños, Víctor Jara. También el Coro del Cristo Obrero de Villa del Parque. Para aquella época formábamos parte de un grupo ligado al Colegio San José donde compartimos reflexiones sobre el evangelio. El llamado a construir el Hombre Nuevo del Cura Catena caló profundo en mis hermanos y en algunos amigos. Muchos pensaron que esta construcción era personal pero también política.
Las condiciones históricas, la Teología de la Liberación, el testimonio del Cura Mujica, propiciaron el acercamiento hacia el peronismo de izquierda, más precisamente en la Juventud Peronista de las regionales. Poco a poco aquellos “aires de libertad” se fueron apagando. Aparecen en escena las AAA con sus rituales de amenazas y muertes y más tarde el golpe de estado: el terror se instala con toda su magnitud.
Luis, hacia mediados de ese maldito 1976, decide dejar Esperanza porque cree que allí corre peligro y porque además asume mayores compromisos con su militancia (para aquella época su amigo Juan Carlos Voisard había muerto en la cárcel de Coronda y se tenían noticias de compañeros que estaban presos, los habían matado o estaban desaparecidos). Él trataba de mandarnos noticias en forma continua o nos encontrábamos en algún lugar determinado. Sus convicciones por la justicia y la liberación de los pueblos parecía no flaquear y su compromiso fue total.
Mi hermano Luis se entera de la desaparición de su hermano Francisco a las semanas y sospecha lo peor. Nos encontramos con él para la época del Mundial de Fútbol y nos dijo que todo era una gran fachada para tapar lo que pasaba en el país. Dejamos de tener noticias de él y luego nos enteramos de su desaparición ocurrida el 13 de noviembre de 1979 en Capital Federal.
Fueron tiempos de terror, silencio, desconfianza, soledad. El golpe de estado marcó un antes y un después y no es fácil sobreponerse a todo ello. La dictadura inventó la palabra “desaparecido” y vaya paradoja, lo que logró es hacer más presente las ausencias.
/ Carmen en nombre de nuestra madre y hermanos. Agosto 2006.
Fue secuestrado-desaparecido el 13 de noviembre de 1979. Ocurrió cuando formaba parte del grupo comandpo de la contraofensiva que ultimó al empresario Francisco Soldati, un millonario íntimamente ligado a las decisiones económico-políticas del ministro de Economía de la dictadura, Martínez de Hoz. Aturdido por una explosión, Luis Alberto fue herido por las balas policiales y apresado en el lugar con vida. Nunca más se supo sobre él.
/ Roberto Baschetti. Militantes del peronismo revolucionario
Su memoria es recordada en un monumento en la Plaza de la Memoria en Esperanza
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la Causa Contraofensiva