Roberto VALETTO
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Oriundo de Laguna Paiva, nació el 24 de setiembre de 1955, es uno de los tres hijos de su familia. Su niñez transcurre en el barrio Oeste, allí asiste a la Escuela N9 532 "Juan B. Alberdi".
Cuando la familia decidió dejar Paiva estuvo radicada un corto tiempo en Rosario, donde Roberto, el segundo de los hijos, empezó la escuela. Pero luego se instalaron definitivamente en Santa Fe y entonces asistió a la escuela parroquial «Santa Teresita» y luego a la Escuela Nº 465 "W Escalante".
María Esther, la madre, era ama de casa; el padre era un trabajador del transporte que inició su oficio a sus dos hijos varones. Siguió vinculado a Laguna Paiva, a la que concurría con mucha frecuencia, donde se encontraba con familiares y amigos.
La escuela secundaria la cursa en el Colegio Lasalle Jobson. Aquí toma contacto con el deporte, practica rugby y se convierte en un seguidor de éste especialmente del equipo de su colegio. Era una persona sencilla, muy sensible ante las injusticias y de buen carácter. Apegado a la vida familiar, especialmente con el padre con quien colabora en el taller, donde éste trabajaba. Así se puso a trabajar como transportista con el padre haciendo la ruta Tucumán-Buenos Aires. Cuando quiso independizarse, el padre le compró una camioneta (la que se apropian los milicos) y se fue a Rosario donde trabajaba como repartidor de una fábrica de fideos.
Más tarde se radica en Rosario, donde trabaja y conoce a María de los Ángeles Castillo, con ella y con la hijita de ésta formó una familia.
Se comprometió en la construcción por una sociedad más justa, aún en los difíciles momentos de la dictadura. Fue secuestrado en agosto 1977 junto a su compañera y la pequeña Ángeles, quien a los días es encontrada, previo aviso anónimo en la Plaza de las Banderas de Santa Fe, y entregada a la familia Valetto. Roberto y su compañera permanecen desaparecidos.
Una noche de 1977, Miguel Roberto Valetto recibe un extraño e inquietante mensaje, la camioneta Ford F 100, que él había comprado para que su hijo Roberto trabajara como transportista en Rosario, estaba abandonada en una playa de estacionamiento en Buenos Aires.
Con la lógica desazón y la angustia de no saber qué estaba pasando, viaja y comprueba la verdad de lo anunciado. Pero de su hijo y su compañera María de los Ángeles Castillo no logró saber nada, como tampoco el motivo por el que la camioneta apareció en ese lugar. Se la devuelven, pero poco después, el 21 de septiembre, un grupo que se identifica como de la Federal lo va a buscar a su casa, preguntan por la camioneta y le piden que los acompañe por unos trámites relacionados con el vehículo.
En ese momento el Sr. Valetto es secuestrado, la esposa lo busca desesperada durante 3 meses hasta que logra ubicarlo en la Guardia de Infantería, donde permaneció detenido durante unos dos meses más. Luego lo trasladan a la comisaría 4ta donde enfermó de hepatitis; a pesar de su estado es obligado a trabajar, sin permitirle el reposo que necesitaba ni tampoco proporcionarle los medicamentos necesarios, por lo que posteriormente la enfermedad derivó en cirrosis, causa de su prematura muerte.
Durante la detención fue torturado para que dijera quiénes integraban el grupo de compañeros de su hijo, cosa que ignoraba ya que tampoco conocía que tuviera militancia política. Finalmente, poniendo como condición la «donación» de la camioneta y la firma de un documento en el que «reconocía» que la había adquirido con dinero de la subversión, es liberado.
La camioneta fue vista durante mucho tiempo, en el predio del ex Regimiento 12, sede del Area 212 que comandaba la represión. Su esposa sostiene que es muy poco lo que sabe acerca de lo ocurrido en esos meses, ya que su marido nunca quiso hablar de ello.
«Un día, poco antes del secuestro de mi marido -dice María Esther- llamaron a la puerta, ya eran como las 10 de la noche y hacía mucho frío, él atendió. Cuando entró traía una nena llorosa y muerta de frío y me dice 'Mirá lo que nos dejaron'. Nos abrazamos y nos largamos a llorar. Era María de los Ángeles, la hija de la compañera de Roberto, él había venido a visitarnos varias veces con ellas, las quería mucho y se los veía felices.»
«La nena había sido abandonada en la Plaza de las Banderas junto con otro niño, nieto del Sr. Laluf, este señor los recogió y nos la trajo a casa. La pequeñita, de dos o tres años, tenía puesto un jardinerito con un bolsillo en el que había un papelito dirigido a nosotros. Roberto y su compañera, nos pedían que la cuidásemos hasta que pudieran venir a buscarla.
La nena estuvo mucho tiempo con nosotros hasta que la pidió la familia del padre, ahora es una mujer que sigue viniendo a visitarme y me llama “mamá vieja"... Era un hijo completo, demasiado bueno, estaba en todo, en el trabajo, en la casa, el padre lo adoraba, nunca pudimos superar su ausencia.»
/ Testimonio de su mamá
Roberto «el Negro» no era de medias tintas, tenía una mirada política profunda y militante, de un gran compromiso social, con aptitud para ir a fondo.
Por el año 1973 hizo un curso de orientación vocacional donde ya demostró preocupación por los más desprotegidos, y con la actitud de no quedarse simplemente con el análisis de la situación social que se vivía en los barrios de Santa Fe, comenzó su participación en la Juventud Peronista en el barrio de Alto Verde.
En las reuniones mostraba su carácter hipercrítico, duro, cuestionador, la firmeza del militante que sabe cuál es su rol y cómo debe asumirlo, siempre hacia delante. Esa firmeza y dureza no se trasladaba al plano personal donde era un ser tierno, cariñoso, sabía ser amigo de sus amigo, era un fiel compañero.
Era camionero, tenía esa doble cosa del camionero: el trabajo rudo, la rudeza en el análisis y esa sensibilidad humana fina, sutil, delicada. Ya en Rosario en el año 1975 se conoce con su compañera que ya tenía una niña, por la cual él tenía una locura especial. Él era un morocho de ojos negros y la nena una rubia de ojos claros, le fascinaba poner juntas las dos mejillas y decir «Esta es mi hija». En esos momentos su compromiso era mayor y su situación bastante complicada, ya que para visitarlos había que tomar los recaudos correspondientes. Fuimos a verlo, juntos con Aldo Partida, comentamos que su situación era difícil, después de esa última ocasión, no lo volvimos a ver.
/ Tere
En 2010 quedó inaugurado en un sector del acceso sur a Laguna Paiva , un monumento que recuerda a los cinco militantes paivenses perseguidos y desaparecidos por la dictadura militar de 1976.
También se los recuerda en los Torneos Nacionales de Homenaje a los Rugbiers Desaparecidos
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Guerrieri