Oscar Manuel COBACHO DEROTIER
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Hijo mayor de una familia ferroviaria y peronista, nació el 3 de abril de 1950 en Laguna Paiva. Creció en un tradicional barrio obrero del norte de la ciudad, cursó estudios primarios en la Escuela N° 31 “Mariano Moreno”. Luego para el ciclo secundario ingresa al Colegio Nacional, durante este tiempo acompañó a la familia en la resistencia peronista. Cuando concluye la escuela se traslada a Buenos Aires a cumplir su sueño de estudiar derecho.
Es ahí cuando conoce a que también estudiaba en la Universidad de Buenos Aires. Contrajeron matrimonio, de esa unión nacieron sus dos hijos, Juan Martín y Leandro Manuel.
Comprometidos por una patria más justa y combatiendo la sangrienta dictadura militar lucharon, como tantos otros, para recuperar para el pueblo sus derechos. Recibido de abogado en la Universidad de Buenos Aires, militante de la organización , trabajó en la ex fábrica Textil Castelar de la avenida Hipólito Yrigoyen.
El 1 de diciembre de 1978, Oscar es secuestrado en la estación ferroviaria de Ramos Mejía, provincia de Buenos Aires. A su compañera, María Elena, la van a buscar a la casa y la secuestran junto a sus dos hijos, quienes son vistos en el Centro Clandestino de Detención “El Olimpo”, Juan Martín y Leandro, fueron entregados a la familia materna. María Elena es trasladada desde “El Olimpo” el 29 de enero de 1979, desconociéndose su destino final.
Oscar fue también visto en “El Olimpo”, y se sabe que lo llevaron muy herido a Campo de Mayo, ahí es custodiado por el gendarme Torres. Desde aquel momento permanecen desaparecidos. Oscar y María Elena hoy tienen dos hermosas nietas de las cuales estarían orgullosos, Benicia y Elena.
“Lo vivo con muchos sentimientos diferentes”, cuenta Juan Martín Cobacho, que tenía tan solo tres años y medio cuando fue testigo de la desaparición de sus padres, Oscar y María. Su relato fue central para recomponer el rompecabezas de la historia familiar. Juan Martín acompañó durante los primeros años de su vida a los últimos días de sus padres.
“Uno tiene tristeza, yo estuve secuestrado junto con mi hermano, teniendo tres años y medio, en el centro clandestino El Olimpo, en Floresta. Son marcas imborrables, que uno las va a tener de por vida y que convive con esas sensaciones”. “Por otro lado, puedo ver que en los últimos años en la Argentina, se ha cumplido con una deuda histórica que es la justicia; el esclarecimiento de muchos casos y la reparación. Es una deuda que la Argentina tenía pendiente"