Pedro PAULÓN
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Pedro era el mayor de ocho hermanos de una familia campesina de la zona rural de Hersilia. Vivíamos de la explotación de un tambo. Fuimos a la escuela primaria en la colonia conocida como la estancia «Los Ponchos».
Nuestro padre, Dionisio, y nuestra madre, Margarita, hijos de inmigrantes italianos habían vivido todas las peripecias de los gobiernos conservadores y llegaron a comprar aquella chacra durante el gobierno de Perón. Esta impronta marcó fuertemente a toda la familia, de modo tal que cuando las sucesivas crisis terminaron obligándonos a vender el campo para pagar las deudas, a principio de los años 60, terminamos en Villa Trinidad montando un taller mecánico.
En 1970 me voy a la ciudad de Rosario y comienzo a estudiar Comunicación Social y ahí me vinculo a la incipiente organización Montoneros y algunos de mis hermanos, entre ellos Pedro, colaboran con la organización. Se vinieron a Rosario e instalamos un taller, donde trabajó hasta su desaparición.
Al producirse la separación de la columna José Sabino Navarro de la organización Montoneros, se empieza a vincular a los trabajos barriales en la zona sur en la unidad básica «Ángel Brandaza» junto a otros militantes de la «Sabino».
Era diez años mayor que yo y uno de los compañeros «más viejos» de aquella generación de jóvenes revolucionarios. Era soltero y vivía en el taller con una hermana y sus dos hijos. Se destacaba por su predisposición solidaria con todos los compañeros que se lo pedían. Cuando caí preso en la huelga de Villa Constitución en el año '75, ya disuelta la columna «Sabino Navarro», se incorporó al PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) donde militó hasta su secuestro el 19 de julio de 1976.
Los compañeros lo recuerdan por su permanente hospitalidad, todos los que pasaban por el taller encontraban un plato de comida o una cama para dormir. Cuando lo secuestraron vivía con él la «Negrita» Ruth Gonzáles Brunet, una compañera que acababa de tener una hija (la «Tanita» Josefina), cuyo compañero había sido secuestrado en una cita pocos meses antes. Él había presenciado la caída de José Tosetto y vivió con ella en su casa hasta la noche en que el ejército y la patota de Feced se los llevaron. Desaparecidos, desde ese momento solo supimos de su paso por la «Calamita», donde fue salvajemente torturado. Mantuvo una conducta ejemplar, según testimonio de un compañero (el «Chino» Hion) que logró salir del campo de concentración, porque él negó en todo momento que lo conocía.
Fue uno de los tantos «hijos de nuestro pueblo» que llegó a la militancia política y al compromiso revolucionario producto del cúmulo de injusticias y dolores sufridos a lo largo de su historia. El hambre no genera conciencia, pero la injusticia y el atropello van generando en la conciencia de las personas bien nacidas la necesidad del compromiso con los demás.
A 35 años de distancia veo todavía su figura sencilla y afable con una sonrisa, esperando ese cambio con el que todos soñábamos.
/ Victorio, su hermano
En el año 1975 decidí ir a vivir a la ciudad de Rosario, dejando atrás mi vida de campesino en mi Ceres natal para adentrarme a la vida de la ciudad y encarar nuevos rumbos. La avalancha social en que se había convertido la militancia política revolucionaria me decidió a ello y «quemando mis naves» emprendí una nueva vida.
Me proletaricé, es decir, me hice obrero metalúrgico (un cambio radical: de chacarero a obrero). El lugar geográfico donde fui a vivir era le casa de mi primo Pedro Elio Paulon, un garage y taller mecánico. Realmente lo pude hacer por la bondad y solidaridad de «Patora» -así le decíamos cariñosamente- que me recibió en su casa como una cosa natural. Era una persona que nunca especulaba con aquello de la propiedad privada o pertenencias propias del capitalismo. Era un socialista empírico, ya que lo ideológico, para él, era simplemente lo que le dictaba el corazón.
Con Pedro, cuando él todavía estaba viviendo en el campo en la Colonia de Ceres, éramos muy «compinches», muy camaradas, salíamos a cazar juntos, íbamos a los bailes, a jugar a las bochas, al futbol. Además de primos éramos muy amigos. De allí que nuestra relación en Rosario siguió siendo la misma.
Cuando se produjo el golpe de estado de la última y sangrienta dictadura militar, la situación en Rosario era de terror, todos los días aparecían cadáveres tirados en la calles de supuestos enfrentamientos de subversivos con las «fuerzas del orden». En realidad eran fusilamientos lisos y llanos de ciudadanos, ejecutados por el Estado terrorista. La verdad, simplemente, fue que tuve mucho miedo y decidí volver a Ceres y continuar mi vida como podía.
Al poco tiempo, 21 de julio de 1976, nos detuvo la policía de Ceres a mí y a toda mi familia. En ese momento me enteré del secuestro y desaparición de Pedro. Nunca más supe de él. Yo y mi familia fuimos puestos en libertad a los ocho días de nuestra detención, pero mi primo pasó a ser uno más de los treinta mil desaparecidos por el estado terrorista y mafioso de la última dictadura militar.
Un recuerdo muy afectuoso a su memoria y la nunca perdida esperanza de encontrar sus huesos para darle como corresponde una cristiana sepultura.
/ Isidro Félix, «Chiro», primo y amigo
Victorio Paulón y Mabel Gabarra testimoniaron por la desaparición de Pedro Paulón. El histórico dirigente gremial estaba preso y se enteró muchos meses después del secuestro de su hermano. En tanto, Gabarra llevó la única foto de Pedro, su cuñado, que rescataron para incorporar a la causa: "Tuvo existencia, vivió".
Pedro Paulón tenía 38 años. Esperaba que liberaran pronto a su hermano, Victorio, que había sido encarcelado el 1º de mayo de 1975, durante la represión a la huelga de 60 días que realizaron los obreros metalúrgicos de Villa Constitución. El 19 de julio de 1976, en la casa de Pedro, en Sánchez de Bustamante 845, vivía también Ruth González -militante del Ejército Revolucionario del Pueblo- con sus dos hijas pequeñas, Mariana y Josefina. Esa madrugada, personal de civil irrumpió en la vivienda y se llevó a los cuatro. Logró escaparse Inés, prima de Pedro, que también vivía ahí. "Pedro fue mi cuñado, hermano de mi marido. Tiene existencia, la tuvo, vivió. Lo secuestraron y lo mataron", dijo ayer Mabel Gabarra en la audiencia por la causa Díaz Bessone. "No teníamos ni siquiera una foto de él, porque en esa época no nos sacábamos fotos. Pudimos encontrar una, del casamiento de un compañero. Y nos permitió decir que por fin está apareciendo, como uno de los 30 mil. Hay una gran deuda de la justicia en este país. Recién ahora, 30 años después, podemos estar frente a un tribunal diciendo que existieron", agregó la testigo, histórica militante feminista de Rosario desde que volvió del exilio. Pidió que esa única foto de Pedro Paulón se incorporara a la causa.
Victorio Paulón, dirigente de la CTA y durante años secretario general de la UOM de Villa Constitución, también dio testimonio frente al Tribunal, contó lo poco que pudo reconstruir del destino de su hermano y dio una lección de historia gremial de la región. "Los que están sentados acá atrás son los mercenarios al servicio de un proyecto político. El empresariado tenía la ilusión de fábricas sin comisiones internas ni delegados, sin reclamos salariales", dijo ayer Paulón.
La última vez que vio a su hermano fue en agosto de 1975. Pedro fue a visitarlo al penal de Coronda. Pensaba que Victorio saldría pronto. "Estuve seis años y medio detenido sin verle la cara un juez", dijo ayer el testigo. Su hermano le contó, en aquella última visita, de sus contactos con el ERP. En octubre de ese año, a Victorio y otros 30 detenidos los trasladaron al penal de Devoto, donde recibieron feroces palizas. El Ejército se había hecho cargo de los presos políticos. Las condiciones de detención se endurecieron, les prohibieron las visitas. Por eso, hasta diciembre de 1976 no supo que su hermano estaba desaparecido.
En agosto de 1980 a Victorio le dieron la libertad condicional, y fue al exilio a reencontrarse con su esposa, Mabel. Recién en 1984, al volver al país, pudo tener algunos datos de su hermano. Dos sobrevivientes, Eduardo Azum y Roberto Hyon, lo vieron en un centro clandestino de detención. Hyon cree que fue en la Calamita, en Granadero Baigorria, pero Azum calculó que no era así, por la distancia que recorrieron los secuestradores hasta el lugar. "Lo torturaron salvajemente", dijo Victorio. A Pedro le preguntaban por Hyon. "El me dijo que si estaba vivo era porque mi hermano nunca se hizo cargo de conocerlo", relató Victorio.
Mientras su marido estaba preso y su cuñado había desaparecido, Mabel estaba aterrorizada. La noche del secuestro de su cuñado, Mabel había dejado a su hija Alejandra en esa casa a pedido de Inés Paulón. A las 6 de la mañana la despertó un tío, y le contó lo ocurrido. "En ese momento me desesperé por encontrar a Alejandra y por avisarle a la familia. De Pedro no se sabía nada. Todas las personas entonces estaban tratando de salvar su vida. Era un clima de terror, cada vez que sonaba una sirena teníamos miedo de que nos vinieran a buscar", recordó Mabel, que el 4 de agosto de 1976 se fue a Uruguay, y empezó el exilio que continuó en Francia, donde participó en las denuncias internacionales sobre el terrorismo de estado. "A mí el exilio me costó tres años de estar lejos de mis hijos, eso es irrecuperable", dijo Gabarra. A la vuelta del exilio, Gabarra inició el trámite por la desaparición forzada de Pedro. A pedido del fiscal Gonzalo Stara, Victorio Paulón trazó ayer un panorama de la represión en el cordón industrial del Gran Rosario. Contó que en 1975 trabajaba en Vilber, en Villa Constitución. Trazó las diferencias entre el sindicalismo combativo, aglutinado en la CGT de los Argentinos durante la dictadura de Onganía y el colaboracionista. Relató el contexto y la historia del Villazo, la movilización popular para obtener las elecciones libres en el sindicato, que finalmente se produjeron en noviembre de 1974. Ganó la oposición a la conducción nacional de Lorenzo Miguel, y comenzó la hostilidad. El 20 de marzo de 1975, las fuerzas de seguridad irrumpieron en la ciudad y se llevaron 120 obreros detenidos. Entonces, los obreros eligieron 2 representantes por fábrica, para formar un comité de lucha. Victorio fue elegido por Vilber. Comenzaron una huelga para pedir el cese de la intervención, y 40 días después del inicio de la medida de fuerza, fue encarcelado. El dirigente sindical contó también que a partir de marzo de 1975, en un sector de Acindar llamado Albergue de Solteros, porque allí vivían los jefes que no tenían familia, se instaló un destacamento de la Policía Federal. Después del golpe militar de 1976, funcionó un centro clandestino de detención. "En Acindar se ve claramente la vinculación entre la etapa previa del golpe y la estrategia de anquilamiento de la organización sindical que se produjo en todo el cordón", afirmó el testigo. Cuando salieron a la vereda de Oroño al 900, Mabel y Victorio recibieron el cálido aplauso y los abrazos del público. Allí estaba Josefina González, la beba de 5 meses secuestrada con su madre, Ruth y Pedro Paulón.
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"Podemos decir que está apareciendo"