Aldo PARTIDA
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Aldo había empezado a militar durante el secundario en la Escuela Industrial Superior. Cuando estaba en 6to año, en el 75, lo acusan de haber estado repartiendo panfletos, nos llaman de la Escuela, estaban el director Calvo, el Vice, Di Bernardo y el Jefe de Celadores, lo detiene la Federal durante varios días, el Comisario Fierro le da una buena apretada para asustarlo. Pero consigue seguir estudiando. Luego, vuelve a haber un problema, lo suspenden y nos piden que lo tengamos en casa sin dejarlo salir. Lo reincorporan pero tenía que rendir todas las materias, sin embargo, era tan buen alumno y tenía tan buenas notas que los profesores lo eximieron ya que reconocían que la sanción era por sus ideas y no por mala conducta. Así logra compartir la graduación con todos sus compañeros y juntos reciben como recordatorio: el símbolo de la Escuela, algo que él apreciaba mucho. Ya era Técnico Electromecánico.
Había hecho una pasantía en Fiat, al terminar ese período, hace un interesante informe analizando las relaciones humanas dentro de la fábrica. Al recibirse se va a Córdoba a trabajar en la fábrica de Materfer. El padre, tenía mucho miedo por los conflictos que estallaban constantemente en esa ciudad, por lo que llamaba todos los días para ver como estaba, finalmente viene para Navidad y aunque al principio se negó terminó aceptando nuestros pedidos y se quedó en Santa Fe entrando a trabajar en Fiat.
Siempre fue un excelente alumno, terminó el primario en la Escuela Normal integrando el Cuadro de Honor con otros chicos que eran sus mejores amigos, entre ellos: Cherry, al que ellos llamaban Facundo, y que desapareció el mismo día que Aldo. Aunque era muy estudioso, siempre le decía a su hermana que no se preocupara tanto por las notas, que no se puede valorar a las personas por un número.
Era un chico noble, honesto, se volcó a una ideología, quiso hacer algo distinto con el apoyo de su grupo, una utopía. Siempre fue muy sensible y solidario, era muy chico cuando empezó a ayudar a los otros, recuerdo que había tres chicos muy humildes a los que ayudaba con las tareas escolares y luego me decía: Por favor mamá dales la leche, lo necesitan.
Empezó a trabajar con el Padre Gasparotto en la Iglesia de Santa Lucía, y con él y otros chicos organizaron toda la obra de acción social de la Parroquia. Era hincha fanático de Colón, lloraba cuando perdía su equipo, cuando cumplió 14 o 15 años, el abuelo, le preguntó que quería de regalo, Aldo pidió el cuadro de Colón Campeón del 65. La familia vivía en ese entonces a pocas cuadras del Centenario, cuando las comparsas salieron a festejar, vimos venir al enorme grupo que se había formado y a Aldo, que desfilaba feliz a la cabeza de la comparsa.
A pesar de gustarle tanto el fútbol, él fue jugador de rugby, primero en Quillá, donde fue campeón de la cuarta división, en ese equipo también jugaban Alberto Pelosi y Edgardo Zalazar, luego jugó en Universitario, hoy el entrenador de las inferiores de ese club, es su primo José Luis.
/ Entrevista a su familia
Aldo era un tapón, morrudito, eléctrico, yo lo conocí al ingresar al industrial en el 72, participaba de las asambleas y Aldo se paraba a hablar efusivamente en favor del director del colegio, hombre de la dictadura (el gobierno de Lanusse) que era sinónimo de lo retrógrado, lo represivo, no dejaba actuar al centro, nada. Así como fue de vehemente en esa época, lo fue para defender sus ideas revolucionarias, después. («En el conflicto, en el nivel de agitación que se daba, en el patio interno se había hecho una asamblea, Aldo se paró a defender a Fernández Grand porque garantizaba la educación, bla, bla, bla, el mismo discurso de las autoridades, los vagos lo querían bajar, y él se defendía.»)
Aldo se hizo muy amigo de «la Pepa» (Néstor Cherry), estudiaba mecánica con él. Cuando empezó a revisar sus posturas iniciales y finalmente, adhirió a las propuestas del peronismo fue un militante de fierro. Iba a todas las asambleas estudiantiles con el mameluco y el redoblante, era especial para levantar a los alumnos, a lo último andaba siempre en una moto, venía desde su casa en Santo Tomé.
Después de terminar los estudios primarios ingresó a la Escuela Industrial Superior, cumpliendo con la tradición de los varones de su familia. Allí, el muchacho de estatura bajita, solidario y muy alegre se comprometió con su tiempo asistiendo a las asambleas estudiantiles que buscaban la concreción del Boleto Estudiantil Gratuito. Al poco tiempo, Aldo se convirtió en un emblemático militante de la Unión de Estudiantes Secundarios.
Participando en las marchas de los secundarios se lo podía ver a Aldo llevando su bombo acompañando con él las consignas militantes por una educación inclusiva. Al poco tiempo y a raíz de su entusiasta actividad política recibió de las autoridades de la Escuela Superior Industrial todas las amonestaciones posibles para que su regularidad quedara trunca.
Lejos de rendirse, y para sorpresa de sus profesores y director de la escuela, rindió todas las materias libres con notas buenas y así logró egresar con el título de Técnico Electromecánico junto a los compañeros de su promoción. Tenía las ideas claras y el corazón comprometido para luchar por un país mejor. Con ese mismo compromiso político presentó un análisis de las relaciones humanas en el contexto de las fábricas y ese informe lo llevó a conseguir una pasantía en Fiat Concord, que operaba en Sauce Viejo.
«Es un vacío tremendo que no podemos llenar con nada, parece que fue ayer, que el tiempo no ha transcurrido», es la voz angustiada de la madre. Y tiene razón. En realidad es así, el crimen de la desaparición se sigue cometiendo en tanto no se resuelva. Ésa es la crueldad suprema de la desaparición de personas: la imposibilidad de elaborar el duelo, no nos es posible concebir que alguien «simplemente no esté más, que se haya esfumado, desaparecido».
El último día que lo vimos fue el 20 de agosto del ‘77 -continúa diciendo- él normalmente andaba siempre con nosotros, salíamos, paseábamos juntos, ese día, salió a comprar unos repuestos para la moto y no volvió más. Salió, y al rato llega a casa un grupo de gente que entra, revisa todo y revuelve las pertenencias de Aldo.
En son de burla se llevan como trofeo, un sombrero lleno de los «pines», escuditos, símbolos que Aldo había traído como recuerdo de los distintos lugares del país que había recorrido, era un muchacho al que le gustaba mucho viajar.
Aldo sospechaba algo, ese día había hecho planes para ir al cine con la novia, pero en el cajón de la hermana dejó una nota que decía «Temo no volver a verte, pero deseo volver a abrazarte». La semana anterior, nosotros habíamos estado en Buenos Aires, él se reunió en casa para comer con sus amigos, Carlitos Negro y Carlitos Bonet. Unos días después de su desaparición, lo levantan en la calle a Carlitos Negro y le muestran una serie de fotos preguntando si conoce a esas personas, él reconoce a Aldo, pero, les dice que hace mucho que no lo ve, entonces le responden: «Mentira, el sábado comiste en su casa.» Es evidente que lo estaban siguiendo.
Después del secuestro, la familia, por testimonios de sus amigos, tuvo evidencias de que lo habían estado vigilando desde tiempo antes. Lo buscaron por todas partes, hasta que tuvieron que abandonar sus reclamos al ser «advertidos» por las fuerzas represivas de que ponían en peligro a sus otros hijos.
El año de su desaparición habría cumplido 24 años, nació el 6 de octubre de 1953.
/ Entrevista a su familia
Su memoria es recordada en una placa colectiva y Baldosas por la memoria colocadas en la Escuela Industrial Superior, y en la plaza central de Santo Tomé
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la Causa Acumulada Santa Fe