Bernardo DEPETRIS
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
¿Y qué decir de Bernardo, el Canario, Tito, mi Canta? Cuando en ese nefasto 1° de diciembre del 76 los militares lo secuestran, sabíamos que no volveríamos a verlo. El 21 de diciembre un diario anuncia su muerte en un “enfrentamiento” con los militares el 15 de diciembre, tenía sólo 26 años y lo acribillaron después de dos semanas de tormentos.
¿Cómo hablar de un Hombre Justo? Si tuviera que describirlo en pocas palabras diría que era una persona a la que no le gustaba imponerse. A nivel personal era suave, dulce, fue un hermoso padre para Gabriela, para mí un maravilloso compañero en todos los momentos. La vida más tarde me llevó a otros encuentros pero yo nunca me sentí tan mujer, como al lado suyo. A pesar de las situaciones de gran peligro que compartíamos, su tranquilidad, su paz, hacían que uno se sintiera también en seguridad. Cuando la organización nos planteó la proletarización, nos fuimos a vivir a un barrio obrero. Bernardo comenzó a trabajar en una empresa metalúrgica en Rosario.
Él que como hijo de un reconocido abogado santafesino podía tener una vida fácil, se levantaba a las 4 de la mañana para llegar a las 6 y después de 8 horas de trabajo y habiendo comido sólo unos bocados se iba a militar. Para mí fue la persona que más se acercaba a lo que considerábamos el “hombre nuevo”. Vivíamos modestamente, contábamos solamente con nuestro sueldo de obreros. Cuando nos enteramos de su muerte, Gabriel que estaba preso y que era un gran amigo suyo me escribió que la pequeña luz de esperanza que tenía se había apagado con lágrimas y que Bernardo había sido la mejor persona que él había conocido.
Bernardo era alto, delgado, muy atlético, con unas mechas rubias indisciplinadas. Recuerdo la cantidad de copas y medallas que había ganado como nadador y cuando había atravesado el Paraná a nado. El se reía y minimizaba los elogios que recibía, su modestia le impedía aceptar esos premios sino con suma humildad. Él había sido uno de los compañeros de mis hermanos en la Escuela Industrial Superior. No puedo dejar de evocar la actitud valiente y solidaria de nuestros padres. Nada hacía suponer que mamá, chiquitita, tímida, siempre a la sombra de su exuberante marido, que había crecido como una de “las chicas del chalet”, atada a las convenciones se convirtiera en una tigresa en el momento de defender a sus hijos.
Papá, con su vida cómoda y sus convicciones radicales, tampoco dejaba presagiar que iba a convertirse en un gran defensor de las ideas de sus hijos. Durante los años “crueles”, los dos siguieron incansablemente a sus hijos por todas las cárceles, en condiciones difíciles, de gran peligro, abandonando completamente su vida personal. A Miguel, nuestro hermanito, nacido cuando nosotros teníamos 14 (Osvaldo),12 (yo) y 10 años (Gabriel), la represión le robó su infancia y su adolescencia. Desde chico, sus salidas estaban siempre ligadas a nuestros hermanos presos, que conoció esencialmente detrás de las rejas. Una vez me dijo, que con lo poco que él había disfrutado de ellos, le había tocado sufrir toda su vida. Después del asesinato de Bernardo, y dado el peligro de muerte que corríamos todos, la familia se exilió en Europa. Mis padres continuaron incansablemente pidiendo por la libertad de sus hijos encarcelados y por el conjunto de presos políticos.
Papá fue “la figura carismática de los refugiados argentinos en Francia” según lo expresó una amiga después de su muerte. Todos los jueves, durante años, papá y mamá estuvieron frente a la Embajada Argentina exigiendo la aparición con vida de los secuestrados y el castigo a los culpables. El 24 de marzo de 2006, fue la primera vez que la Embajada aceptó recibir a los exiliados y en el acto en que fue recordado el nefasto golpe de estado y los 30 mil desaparecidos, mi familia tuvo el honor de ser elegida en forma unánime para representar al conjunto del exilio argentino, en razón de la solidaridad y la lucha de mis hermanos y mis padres. Mis hermanos y Bernardo me han acompañado paso a paso todos estos años y siempre me digo que la imagen vívida que tengo de ellos no me va a dejar hasta el último momento. A lo largo del tiempo he creído verlos, en un andén del tren, en la calle, he creído escuchar sus voces y sus risas.
/ Emma De Benedetti
Su memoria es recordada en la Escuela Industrial Superior mediante una placa y Baldosas por la memoria en la vereda del establecimiento
Los responsables del secuestro y asesinato de Bernardo Depetris fueron juzgados y condenados en la causa GUERRIERI IV