Eduardo REALE « El Bolsa »
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Eduardo Reale («El Bolsa» como lo apodaron los amigos en esta ciudad) nació en Marcos Juárez, terminó la secundaria en el Colegio Marista, Sagrado Corazón y se fue a la ciudad de Santa Fe a estudiar ingeniería química en la FIQ. Allá se hizo amigo de Alberto Baronio y compartieron estudios y militancia en la JUP. Esto llevó a que conociera a la hermana de su amigo, Maria Rosa Baronio y a partir de allí formaron pareja y no se separaron nunca más.
Situémonos en que era la época del gobierno Peronista de Isabel, de la Triple A, de Lopez Rega y de mucha persecución a estudiantes, intelectuales y sindicalistas por sobre todo. En ese marco sancionan al «Bolsa» con suspensión por la actividad política desplegada en la universidad. Lejos de acatar la sanción, siguió militando, lo que le valió la expulsión de los claustros universitarios, pese a ser un excelente y muy avanzado estudiante. María Rosa igualmente es expulsada de la Facultad de Derecho, también por el hecho de expresar lo que pensaba. Ante esa realidad mucho no tenía que hacer en Santa Fe y la persecución cada vez era mayor, muchos compañeros eran encarcelados a disposición del Poder Ejecutivo.
Estuvieron en Marcos Juárez, luego fueron a Elortondo (ciudad de Maria Rosa) y por último se mudaron a la ciudad de San Nicolás allá por fines del año 75. Allí alquilan una modesta casa en calle Almafuerte Nº 626. Él comienza a trabajar en SOMISA y ella en una oficina en tareas administrativas, continuando con la militancia hasta marzo de 1976, donde ya nada fue lo mismo. Pasaron tiempos donde se sabían vigilados y por tanto hicieron una vida tranquila, pero el día 4 de mayo de 1977 en horas de la tarde, María Rosa Baronio salía de un locutorio de Entel (donde había ido para hablar con su hermana Beatriz), y comienza a caminar por calle Bolívar con rumbo a su casa, donde lo esperaba su compañero. Ni bien sale, militares pertenecientes al Área 132 de Ejército, la secuestran a plena luz del día y en plena calle; la suben a un auto y se dirigen a su casa, donde ingresan y detienen a Eduardo, ante la mirada consternada de todo el vecindario. (Mediante la investigación judicial se supo que Eduardo estuvo ilegalmente detenido en un centro clandestino de detención ubicado en las inmediaciones de la fábrica Protto, cerca de la localidad de Villa Constitución.)
La casa es tomada por los militares y saqueada. 25 días después del secuestro, la familia Baronio recibe un mensaje anónimo. A partir de ahí, los padres de la pareja comienzan un peregrinar por despachos oficiales, militares, judiciales y eclesiásticos procurando tener algún dato del paradero de Eduardo y María Rosa. Como los vecinos dijeron que los muebles se los había llevado el ejército (luego de estar una semana adentro ocupando la casa), fueron al Batallón de Ingenieros de Combate 101. En esa oportunidad el Tte coronel Saint Amant les dijo que no sabían nada ni de María Rosa ni de Eduardo, sólo reconoció tener los muebles debido a que por un llamado que habían tenido de que en la casa no había nadie y que estaba abierta, fueron a retirarlos. Luego un sargento primero, auxiliar de Operaciones e Inteligencia, quien en la audiencia declaró que era el encargado del depósito donde se guardaban los efectos secuestrados en los procedimientos referentes a «elementos subversivos», informó que por orden del teniente coronel devolvían lo «retirado de la casa». Les devolvieron muchas cosas que figuraban en un inventario que en la parte superior llevaba la leyenda «entrega de inventarios de equipos, muebles y bienes pertenecientes a elementos subversivos que se dieron a la fuga». Les devolvieron casi todo... menos a sus hijos.
En agosto del 77 presentan un Habeas Corpus ante la Justicia Federal de San Nicolás, sin tener ninguna suerte, como no la habían tenido en el Ministerio del Interior, en el obispado de San Nicolás y tampoco en el Ejército. La familia fue víctima de una extorsión por parte de militares, que decían saber del paradero de la pareja y les pidieron varias veces dinero a cambio de información. Les decían que estaban vivos, que los sacarían del país y otras cosas esperanzadoras para continuar con la estafa. Así fue todo hasta que la familia Baronio exigió una prueba de vida antes de volver a pagar y esto implicó una pelea entre las familias. Los Reale estaban dispuestos a cualquier sacrificio con tal de saber de Eduardo y su amor no les pudo hacer reparar que se trataba de un chantaje.
Nunca cesaron en la búsqueda y tampoco mermó la esperanza. Luego vino la democracia y con ella el embate de que se haría justicia, hasta que por la ley de obediencia debida y la de punto final, mandaron a un archivo todo lo investigado. Un familiar me contó que Don Pedro Reale murió esperanzado que un día golpearan la puerta y apareciera Eduardo, porque nunca se resignó y tuvo en el fondo una esperanza.
Recién el año 2004 comienza la investigación que concluye con el Juicio en el Tribunal Oral Federal Nº 2 de Rosario, culminando el día 27 de diciembre de 2012. En el año 2004 se invitó a la familia Reale a constituirse en querellante, pero no quisieron participar. El dolor toma formas distintas que no son ni buenas, ni malas, solo distintas. Con esto se logró una de las premisas que se persigue, como es la de obtener JUSTICIA, pero aún no sabemos la VERDAD, porque no se pudo saber que fue de Eduardo, si fue torturado, cuánto tiempo estuvo detenido, si lo mataron y como, ni nada de eso.
Apenas se pudo saber por testimonios del juicio que tanto Eduardo como Maria Rosa recorrieron otros centros de detenciones algún tiempo después, pero tan sólo eso. Es necesario saber la Verdad porque esta historia no termina acá, sino todo lo contrario, porque Eduardo y Maria Rosa esperaban un hijo que pudo haber nacido en los primeros días de Noviembre de 1977 y seguramente (como tantos) es una persona privada de su verdadera identidad, formando parte de los más de 400 nietos que las Abuelas de Plaza de Mayo están buscando. / Roberto Bottacin
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