Ramón Roque MAGGIO

Seguramente no soy la persona que más lo conoció, ni la que tiene la mayor cantidad de cosas para decir acerca de él, pero soy la hija, y si bien él se me presenta como algo fantasmal —pues no tengo recuerdos- no quise escapar la posibilidad de hacer una referencia a él. No iba a ser esta una hoja en blanco. Ahora que me lo preguntan, creo que sé poco, que podría saber más. De todas maneras siento que tengo tiempo. En todo caso, ahora sé que la vida de una persona se arma a través de un rompecabezas, y que no es estático, sino que se compone una y otra vez, según quien cuente a quién.

Para mi abuela fue su tercer hijo, que nació casi sin que tuviera dolores de parto, en el ascensor de la maternidad Pujato, un 29 de agosto de 1949, sintió unas patitas que se movían entre las de ella. Y era Roquito. Lo llamaron como su papá. Tuvo dos hermanos mayores, María Eugenia y Horacio. La familia vivía en la ciudad de Santa Fe, sobre calle Saavedra, entre La Rioja y Catamarca. La escuela primaria la cursó en la Escuela Normal, al igual que sus hermanos y la secundaria en el Colegio Nacional Simón de Iriondo. Después se fue a estudiar a Córdoba la carrera de Psicología.

No sé con quién vivió, ni en qué momento conoció a quien sería su esposa, que estudiaba la misma carrera y era dos años mayor que él. Sé que un día, probablemente del año 1971, se casaron por civil y a regañadientes por Iglesia. Y que los dos integraron aquella organización político militar que se conoce como Montoneros. Y que pronto cayeron presos, y pasaron por el penal de Rawson, cuando corría el año 1972 y la fuga fue frustrada. Y que después ella fue trasladada a Devoto, él a Encausados, en Córdoba. Y también sé que ambos fueron liberados el 25 de mayo de 1973, en el inicio de la consabida primavera camporista.

Unos meses después supieron que iban a tener un hijo. Nació en junio de 1974 y la llamaron Paula. Algún compañero de ellos, años después, me contó que era un nombre muy común entre los apodos de guerra de las mujeres. Vivieron en Córdoba hasta que mataron a su esposa. María Adriana Esper, el 29 de enero de 1976. Y quizás es el período de su vida donde más me gustaría saber de él. Trato de imaginarlo, sólo, con una hija de un año y medio, en un país en estado de devastación....y aún creyendo que valía la pena hacer más. En esta circunstancia escribe una carta que fue publicada en la Revista Evita Montonera. Está dirigida a su esposa, y se muestra orgulloso de su “entrega final”.

Y...no sé más hasta octubre de ese año en que fuimos a vivir a un casa del barrio Gráfico de Rosario, junto a la familia Bettanin. Rescato un apodo de ese período: el negro Julio. Y otra voz que habla y dice: “Él quería ser un buen papá y estaba preocupado por eso..” Tenía 27 años. Y tras Nochebuena y Navidad llegó la despedida sin formalismos. Entraron, dejaron salir a las mujeres y los niños y “procedieron”. Y vuelve la voz de mi abuela: le avisaron de un “enfrentamiento” en la casa de Rosario. Viajó junto a su esposo y buscaron hasta que se pudieron entrevistar con un policía que les confirmó el hecho y los mandó a un cuarto de la comisaría a ver si entre los cadáveres apilados estaba su hijo. A ella le alcanzó sólo con ver los pies. Eran pequeños, finos, acaso como los míos. Parece una historia inconclusa. Y lo es.

/ Paula Bottino. San Nicolás, agosto de 2007

Hasta aquí, el relato de su hija Paula, podemos añadir que Lucas Lanusse menciona a Roque como uno de los fundadores del AES, Agrupación de Estudios Sociales de la Universidad Católica de Córdoba, y dice que en ese grupo inicial, proto-Montoneros, también estaban otros santafesinos como Alberto Molinas y Carlos Soratti Martínez.

El AES, se habría formado a partir de la conmoción que provoca entre el estudiantado la muerte a manos de los represores de Onganía (1966), del estudiante Santiago Pampillón. A partir de este hecho, varios sacerdotes “..que eran profesores de esa institución (la Católica cordobesa), y a través suyo varios estudiantes decidieron asumir un compromiso más profundo con la realidad que los circundaba” Después de un campamento de trabajo realizado en Tucumán, la agrupación publica en la revista “Cristianismo y Revolución”, en octubre del 68, un documento en el que afirmaban que el fin del AES, era luchar “por una nueva sociedad, donde el hombre pueda realizarse plenamente.”

En otro documento posterior, con motivo de la reunión de obispos para analizar las conclusiones de Medellín, abril del 69, afirman “o se asume el compromiso....y se opta por los pobres rompiendo definitivamente con el sistema capitalista, los dictadores y la oligarquía; o se continúa con la adhesión pública a un gobierno que explota a su pueblo en beneficio de unos pocos”... Y culminaron diciendo “Estamos en los umbrales de una nueva época...que marcará la transformación radical de nuestra sociedad y la valorización de la mujer y del hombre latinoamericano. Más, no llegará por un camino fácil. Cada uno debe ocupar su puesto de lucha. Ese era el pensamiento de estos jóvenes estudiantes de la Católica de Córdoba, ésas habrán sido las ideas que impulsaron la lucha de Roque.

Cayó preso durante la dictadura de Lanusse y fue liberado el 25 de mayo de 1973. El 2 de Enero de 1977 muere al resistir su detención en la casa del barrio Gráfico de Rosario.

Su memoria es recordada en placas colectivas en la Escuela Nacional y la Escuela Normal

Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en las Causas Feced III y IV

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