Lionel MAC DONALD

Sábado por la tarde de un hermoso día otoñal, mayo de 2007, cruzamos el túnel hacia Paraná, vamos con José a buscar una historia, otra historia de vida que como todas las de este libro es también la nuestra. Esta de alguna manera y al menos para mí, es especial, voy, vamos a la casa del Profesor Lionel Mac Donald mi antiguo compañero de trabajo, un hombre atento, amable, tranquilo, sencillo, querido por compañeros y alumnos, en el que nadie podía ver o sospechar a ese otro Pato, el padre incondicional que apoyó y participó de la militancia de sus hijos, el que junto a su esposa Coty, los siguió por las cárceles del país, formó parte de la Asociación de Familiares y tuvo el coraje de presentarse en el Tucumán de Bussi a reclamar los restos del hijo caído en combate.

Nos recibe Mario el segundo hijo del matrimonio, el Pato y un nieto adolescente que da vueltas por la casa hasta que, finalmente se sienta a escuchar en silencio estas historias, que son a la vez la de su familia y la del país. Será él, quien en un momento de la charla nos sorprende a todos diciendo: “Esto lo encontré entre los papeles de la abuela. A lo mejor sirve”. “Ésto” es un pequeño papelito, un pedacito de papel carta de avión escrito con letra pequeñísima que sólo puedo leer (a pesar de los anteojos) estirando muuuucho el brazo, es decir :“un caramelo” en el lenguaje carcelario una carta enviada desde el monte tucumano, un mensaje familiar, pero también un documento histórico de gran valor para los historiadores, (no deben quedar muchos “caramelos” dando vueltas) es un mensaje de amor filial y a la vez el mensaje de un revolucionario.
Allí terminamos de convencernos de que ésta no es sólo la historia del Capitán Raúl del ERP, sino la de toda una familia. Lionel - Raúl, con “fervor revolucionario” no sólo hace llegar su amor de hijo y comunica a sus padres la noticia de su nuevo grado y les habla de las responsabilidades que implica, sino que también invita a sumarse y subir al monte a......! Don Pato!!! Lo que motiva el comentario de Mario: Lionel respiraba, comía, dormía y vivía para la revolución.... si pensamos, ésa era una actitud compartida por muchos, hoy se nos hace difícil explicarlo, pensarlo, entenderlo, pero acaso no parecía que la revolución era posible? que estaba ahí a nuestro alcance? el mundo, creíamos que avanzaba hacia el socialismo y nuestra generación estaba empeñada en luchar para que ocurriera cuanto antes. Seríamos partícipes de la formación de un mundo mejor......
La familia Mac Donald vivía en Santa Fe, en una casa ubicada en la diagonal Maturo cerquita de la costanera frente “al puente roto”, donde los chicos vivieron una infancia feliz, gozando de la libertad que permitía por esos años la vida en una pequeña ciudad de provincia y del contacto con la naturaleza, tardes de amigos, de fútbol, de río y pesca. Los hijos eran tres, Lionel el mayor, Mario el segundo y Patricia la menor, la madre Myrna Aurora Rosa Beney, trabajaba como no docente en la UNL, al finalizar su tarea en la Universidad, se desempeña como bibliotecaria de la Escuela Avellaneda, el padre docente en varios colegios de la ciudad incluido Liceo Militar, en algunos momentos se desempeñó también como empleado público o como chofer de colectivo, una tranquila familia de laburantes de clase media típica de los años 50-60.
En 1962, el hijo mayor inicia el secundario en la Escuela Industrial Superior de donde egresará como Técnico Constructor, dos años después, Mario ingresa al Nacional y en el 66, Patricia lo hará en la Escuela Alte. Brown. Son años decisivos en la formación de estos muchachos. Los chicos comen en el comedor universitario, lo que era posible y necesario por el trabajo de la madre, allí entran en contacto con estudiantes mayores que ellos de todos los rincones del país y diferentes clases sociales. Era la época en que becas, comedor y residencias estudiantiles permitían a los hijos de las familias humildes del interior acceder a la universidad. El Estado de Bienestar aunque un tanto maltrecho aún subsistía.
Los Mac Donald, que ya participaban en los respectivos centros de estudiantes, cuyas reivindicaciones eran todavía limitadas al ámbito estudiantil, comienzan a escuchar de los mayores otros planteos políticos vinculados a la conflictiva realidad que se vivía por esos años. Cuando se produce el golpe del 66 el cambio es notorio, en los colegios la actitud represiva se muestra uniformando a los jóvenes, no al vaquero, al pelo largo, saco y corbata obligatorios y todas esas estupideces de la época dice Mario, en el Nacional es obligatorio el pago de la cooperadora, 20 o 30 pesos que no todos podían pagar, los centros organizan los reclamos. El Industrial por su cercanía con la Facultad de Química es el que avanza más rápidamente radicalizando posiciones. Poco a poco en los demás colegios surgen las distintas agrupaciones, al principio sin identificación política partidaria ideológica.
Las actividades principales de los secundarios consistían en volanteadas de tipo reivindicativo estudiantil, pero ya comienzan a insinuarse otros planteos. Luego en la Universidad se forma la TAR, Tendencia Antiimperialista Revolucionaria, de orientación marxista que a nivel secundario era ARES, Agrupación de Resistencia Estudiantil Secundaria. Por eso nuestra perra se llamaba Arec, para disimular!! acota riéndose el Pato. Era el año 67 o 68, por esa época se hacía la farándula estudiantil, en el Industrial fueron los de nuestra agrupación los encargados de construir las carrozas y los temas fueron: el hambre y la represión. Cuestionados por muchos y apoyados por otros tantos lograron ser premiados. Se aprovechaba cualquier situación para tratar de darle contenido y hacer una manifestación política que no podía realizarse de otras formas, continúa el relato de Mario...



Por esa época ya comienzan a definirse las opciones políticas y sobre todo después del cordobazo, nosotros como secundarios comenzamos a tener otro soporte político, otra visión del mundo, los boletines y periódicos que llegaban, El Combatiente un boletín de “los chinos” y otras publicaciones nos daban un análisis distinto de la realidad y otro compromiso político. A los 17 años leíamos a Marx, Lenin, al Ché y otros autores clásicos, era una formación que nos exigía el contexto de la época y la organización, se trataba de que todo militante se incorporara al partido para el que era fundamental la formación de cuadros revolucionarios. El Cordobazo fue precedido por la movilización de los estudiantes correntinos que reclamaban por el aumento del precio del ticket del comedor, en esa movilización cae asesinado Juan José Cabral, este suceso provoca el estallido que se extiende por todas las universidades del país, caen otros y las movilizaciones se generalizan, ya no son sólo los estudiantes los que protestan, otros sectores se van incorporando.
En Santa Fe las movilizaciones eran diarias y se realizaban por toda la ciudad. En todos los barrios, nos citábamos en una esquina por ejemplo detrás del campo universitario en don Bosco, calles de tierra, nos reuníamos 200, 300, nos miraban como a bichos raros pero se hacía el acto, si aparecía la policía a correr y los vecinos nos daban refugio. La idea era llevar nuestros conflictos a los barrios y recoger y expresar también los conflictos y problemas de los vecinos. De este modo comenzamos a hacer contacto en distintos sectores, el trabajo de acercar el periódico, de conversar con los vecinos e interesarse por sus problemas fue la base sobre la que luego se comenzó a operar militarmente, por ejemplo si había que repartir algo, ¿a dónde vamos? Y.. en tal barrio tenemos gente conocida que puede supervisar el reparto.....o llevarle lo que necesitan, esa actividad se inicia más o menos hacia el año 71.
Lionel y su amigo Enzo Lauroni compañero de promoción, fueron quienes, como mayores, nos inician políticamente a los hermanos y amigos, esto también se dio también en todos los colegios y en los barrios, en los que estuvieron. Lauroni era una persona de gran solidez ideológica lo mismo que Lionel, que a esas cualidades le unía el atractivo de ser un gran jugador de fútbol y eximio guitarrista, virtudes que le facilitaban el contacto con la gente y la posibilidad de entrar a debatir ideas. Nuestra casa siempre fue una casa abierta, donde se reunía la muchachada militante y muchas veces hasta “pensión” temporaria del amigo en dificultades económicas. Los viejos participaban en todo, la recomendación era “tené cuidado”, nunca nos reprimieron, nos apoyaron y dieron refugio a los hijos y a los amigos. En el 67 y 68 Lionel ya era un dirigente conocido, cuando se anunciaban manifestaciones, la policía lo buscaba y detenía la noche anterior y lo dejaban detenido junto con otros dirigentes, hasta que finalizaban las movilizaciones.
En el 70 se va a Rosario, teóricamente a estudiar arquitectura, para esa época ya había participado del 5to congreso donde se toma la decisión de crear el partido de cuadros y el ejército de masas, él fue uno de sus fundadores, allí cambia todo, uno tenía la mayor parte de su vida en la clandestinidad, el resto sólo era “cara”, hasta que algo saltaba y tenías que irte, el pase a la clandestinidad era básicamente cambiar de ciudad. Lionel cae preso en el 71 en Rosario, de allí lo mandan a Coronda y después a Resistencia, después de la fuga de Trelew lo llevan a Rawson. Mario está unos meses detenido en Resistencia, había sido detenido en una Iglesia, junto al cura tercermundista por participar en las Ligas Agrarias, Patricia cae presa en Córdoba. Y allá parten Don Pato y su esposa al rescate de los hijos. Ambos formaban parte de la Asociación de Familiares de Santa Fe, se reunían en el local de Luz y Fuerza de calle Junín. A Patricia, por ser menor de edad y no tener una causa grave, logran liberarla. De esa etapa hay muchas anécdotas interesantes, en el 72, Familiares organiza un viaje a Rawson donde había muchos presos de la ciudad, Coty miembro de Apul (y secreta autora de la marcha del ERP, que ya por esas fechas se cantaba en las cárceles) habla con quien era en ese momento Rector de la UNL, el Ing. Jorge Mullor y consigue el colectivo de la Universidad, antes de llegar se produce la fuga, ahí nomás se comunican con el chofer ordenándose el regreso, pero....Mullor tiene que renunciar...
Lionel es liberado el 25 de mayo del 73, y dice Don Pato: nos encontramos en la reunión que se hizo en la sede del partido justicialista en la Avenida Cabildo en Buenos Aires, pero no vuelve a Santa Fe. Desde el año 70 habrá venido sólo en tres o cuatro ocasiones, a veces medio día, escondido sin salir de casa. Es poco lo que sabemos de su vida en esos años, él es uno de los que se encarga de ir a Tucumán a hacer el reconocimiento del terreno, en el proceso que luego termina de la creación de la Compañía de Monte, de la que tiempo después al morir Jorge Molina, otro santafesino, será su último jefe. Sus compañeros y el propio Santucho, lo reconocen como uno de los mejores jefes que tuvo el ERP, dice el Pato con una sonrisa vital y orgullosa por el recuerdo del hijo.
Lionel Mac Donald cae en una emboscada del ejército el 21 de octubre de 1976 en Nueva Baviera, Famaillá, cuando al frente de los últimos restos de la Compañía de Monte del ERP se retiran hacia Tucumán. Su compañera después de haber dado a luz a su hija, escapa de la clínica dónde la fueron a buscar y logra refugiarse en Suecia. La noticia de la muerte de Lionel es escuchada por sus padres a través de un noticiero radial, Lionel padre sale rumbo a Tucumán, es notable cómo este señor, ya anciano, puede relatarnos con todo detalle y hasta con rasgos de humor y fina ironía todas las peripecias vividas. Desde la llegada al aeropuerto donde sufre un gran susto cuando lo separan de la fila de los recién arribados y un oficial lo interroga acerca del motivo de su viaje, le consigue un taxi, que luego se da cuenta, no es tal. La llegada al comando dónde para su sorpresa, es atendido de manera muy deferente por un Teniente Coronel. A poco se aclara el motivo de la amabilidad, resulta que este señor, lo tenía muy presente al Prof Mac Donald de la época en que siendo él un teniente y Don Pato profesor del Liceo Militar, las autoridades del mismo cuestionaron su desempeño como chofer de colectivo, actividad — a su criterio — poco digna para uno de sus docentes. Por supuesto que este planteo sólo mereció una furiosa renuncia en la que Mac Donald defendía su dignidad de trabajador docente y del volante... Así es cómo los milicos, después de interrogarlo acerca de los diferentes lugares donde trabajaba como profesor y acerca de las opiniones de sus alumnos del profesorado, tienen como respuesta: “No sé, yo doy historia antigua, hablamos de los romanos y los fenicios”. Dice pícaramente provocando nuestras carcajadas. Finalmente y cómo al parecer ignoraban dónde había sido sepultado, pusieron a su disposición un sargento y una camioneta que lo paseó por comisarías, morgues y cementerios, hasta que finalmente logró le fuera restituido el cuerpo, que no obstante haber sido perfectamente identificado en el momento de su muerte, había sido sepultado como NN junto con otros compañeros.
Lionel Mac Donald, Pasto Seco o el Capitán Raúl como lo conocían sus compañeros, descansa hoy en un cementerio tucumano, su padre, una vez recuperado el cuerpo, lo sepultó allí, en la tierra donde él había decidido luchar por un mundo mejor.
HOMENAJE: Su memoria fue homenajeada en el Panteón de la Memoria del Cementerio de Santa Fe en 2010 y recordada en la Escuela Industrial Superior
LA PATA COTY
Es posible que las nuevas generaciones ignoren que los Estados Unidos de América arrojaron sobre Vietnam del Norte ocho millones de toneladas de explosivos, tres veces más que la totalidad empleada en la segunda Guerra Mundial y un equivalente a trescientas toneladas por cada vietnamita. Sí, como lo leyó, no es un error de edición; tal error no se le podría pasar a Susana, nuestra correctora; sí señores, trescientos mil kilos de explosivos por cada habitante de ese pequeño país. Con este sólo dato en la mano, sin siquiera mencionar la guerra bacteriológica, alguien me tiene que demostrar que Kennedy, Johnson y Nixon fueron algo mejores que Hitler, Por lo demás, los EUA perdieron esa guerra. Sin embargo los negocios florecieron como nunca, porque el lucro con la con la muerte de millones de personas es una de las bases del poderío económico del imperio americano. Otra cosa que se olvida es que durante la segunda mitad del la década del sesenta, hubo en los EUA más de ciento sesenta revueltas en cerca de ciento veintiocho ciudades, la mayor parte por violencia policial contra los negros y; en ese caldo, se sucedieron la movilizaciones de masas más grandes de las historia de los EUA contra la guerra de Vietnam. Cambie Ud. la palabra judio por negro, actualícela agregando musulmán y nos encontramos, sin exagerar, –al menos visto desde los negros y los musulmanes–, conque los nazis peligrosos actuales no son esos nostálgicos nonagenarios de Bariloche o Villa General Belgrano, sino jóvenes dirigentes americanos, vivitos y matando gente en el presente, sólo que ahora dan la órdenes en inglés.
Todo esto viene por el recuerdo de que nuestra generación estuvo muy marcada por esa guerra en todo el mundo. Cualquier oportunidad servía para manifestar el repudio, el antiimperialismo y la solidaridad con la resistencia vietnamita de los modos más diversos, políticos, sociales, culturales y algunas veces, –significativamente las menos–, deportivos; desde Tokio a California y desde Kiruna a Buenos Aires. Puede decirse que muchísima gente hizo sus primeras armas políticas en el antiimperialismo. Claro que no faltaba la otra cara, los “yanquifilios”, sobre todo tecnócratas de la moderna industria de la época, de camisa blanca y pelo cortado casi al rapé, socios del Rotary Club, que solían organizar eventos “culturales”, la más de las veces financiados por Fundaciones de renombre mundial. Es así como en 1969, en un centro cultural de la hasta entonces muy tranquila ciudad de Santa Fe, se realizó una muestra de afiches sobre los valores del “modo de vida americano”. Dadas las condiciones de seguridad del local no debía de haber sido fácil que los revoltosos estudiantes pudieran producir un boicot, además recuérdese que vivíamos en dictadura militar. Una tarde entró a la muestra una señora de unos cuarenta años apenas, de rasgos bien parecidos, cabello castaño, ojos pardos, vestida con pulcritud, pero sin ostentación, esbelta, moviéndose con el donaire de para quien el mundo es una aldea. Miraba los afiches como si hubieran sido pinturas de Frida Kalho, aprobaba o desaprobaba con ojo experto. Eso es lo que yo supongo que debería querer aparentar. Lo cierto es que, sin que los presentes pudieran advertirlo, la señora extrajo de la cartera una jeringa con la que roció con ácido sulfúrico los afiches de la muestra. Acto que después la prensa calificaría de vandalismo, sólo que, mirado desde los cadáveres de Vietnam, significaba “Yanqui go homme. No los queremos ni en figurita”.
Tan “vandálica” señora, que hacía su primeras armas en política, se llamaba Myrna Aurora Rosa Beney de Mac Donald, a la que, quizás para contraer sus numerosos nombres, le decían Coty, aunque era también conocida como “la pata”, esposa del “pato” Lionel Ulises Francisco Mac Donald y madre de tres “patos”: Lionel Juan Carlos; Mario Luis y Patricia Aurora, la benjamina de esa prototípica familia de nuestra pampa gringa. En realidad prototípica sólo en los orígenes y en la apariencia exterior, ya que el matrimonio Mac Donald-Beney daría de qué hablar desde antes de su constitución como familia. Coty había contraído poliomielitis cuando era muy pequeña y durante siete años el sufrimiento de la rehabilitación le fue afirmando su fuerte carácter y la capacidad para enfrentar las adversidades, sea con energía, sea con estoicismo, sea con picardía buscando la manera de disimular las dificultades con una de sus piernas afectadas. Compensaba con la voluntad del cuerpo su limitación a punto tal de, no sólo caminar sin que apenas se percibiera, sino incluso de bailar con soltura. Es verdad que yo suelo ser medio distraído, pero no tanto, aún así nunca registré en ella tal dificultad. Cuando Coty asistía a la escuela secundaria, a fines de la década del cuarenta, se cruzó en los bailes estudiantiles con un jovencito, santafesino como ella, de lejano origen escocés, quien ocuparía su mismo pupitre en el turno anterior de las clases. No me queda muy claro si por casualidad o porque uno de los dos, o ambos, maniobraron para que así fuera. Lo que sabemos es que él le dejaba sus cartitas de amor y podemos suponer que ella, dado su espíritu franco y abierto, le respondería sin demasiados remilgos con algunas cuartetas, ensayando al mismo tiempo, no sólo su gusto por la poesía, sino también el ingenio para los escondites secretos, quizás sin imaginar que tales ensayos le serían muy útiles en un futuro de conspiradora. Así las cosas, así los juegos y el encamotamiento, Eros terminaría por imponer sus hechiceros designios. Coty quedó embarazada, menor de edad y soltera. Bien mirado el asunto, ocurre en todo el mundo y en las mejores familias, claro que no siempre es bien mirado, y uno puede imaginarse el escándalo en esa gringada prejuiciosa que, junto con el arado de hierro y la rúcula, trajo a estas tierras todo el peso de la moral victoriana. Sin embargo la pareja, ejerciendo sin dudas inconscientemente, el primer derecho de la juventud, el derecho a la rebeldía, dieron batalla en defensa de sus deseos contra todas las convenciones, se impusieron a las presiones familiares y sociales, para traer al mundo a un varón al que bautizaron Lionel Juan Carlos; “leoncito” en griego, y según dicen los que saben de esas cosas, Lionel es nombre de personas con cualidades de líder muy queridos por sus múltiples amigos, serviciales debido a su gran sensibilidad y emotividad. Desde luego, el nombre habrá sido elegido porque la pareja (como mis padres) no escapó a la tradición de condenar al primogénito con nombre del padre; pero por esas cosas mágicas de la vida, en este caso, afortunadamente el chico se destacaría precisamente por esas caracteristicas. Y en efecto, Lionel Mac Donald sería, décadas después, con el “nombre de guerra” Capitán Raúl, uno de los jefes guerrilleros más completos del ERP. Como en el caso de Juan Ledesma que hemos visto en el capítulo V, no ya por su valentía y arrojo, cualidad esta descontada pues fue rasgo común en nuestros compañeros y compañeras, sino por su asimilación del carácter político de la lucha armada, su talento para la organización y su don natural para el mando que, estoy seguro, dimanaba de ese “líder muy querido” que acompañaba su nombre. La joven madre y ahora flamante esposa, no se recluyó como “ama de casa”, a pesar de haber tenido dos hijos más, Patricia y Mario, quienes una tarde calurosa en Paraná, no me hablaron con demasiado entusiasmo del arte culinario de la madre, aunque recuerdan con ternura que le encantaba hacer ñoquis, su especialidad y su espíritu familiero extendido hacia todos sus amiguitos. Coty trabajaba “fuera de casa” en la Dirección de Profilaxis Social de la Ciudad, activaba en el sindicato, hablaba en las asambleas y tomaba la iniciativa en cuanta organización de solidaridad ameritara las vicisitudes de la comunidad, desde el socorro a los damnificados por las frecuentes inundaciones, hasta ponerse a la cabeza en la creación de barrios populares. Su casa de Monte Chañar, un suburbio de la ciudad, era una especie de club de barrio en donde habían habilitado el garage como sala para todo tipo de espectáculos, o bien teatro de títeres o bien Coty armaba una pandilla con los amigos de sus hijos y los llevaba a todos al cine. “A ver… uno, dos, tres …déme doce menores y una mayor para la función de la cuatro”. Cuando la televisión hizo su aparición en la vida moderna, la casa de los Patos se transformó en el cine para toda la vecindad, las sillas excedían el local para ocupar toda la vereda. A su vez Coty era soprano en el Coro “Amigos de la Música” de la ciudad de Santa Fe, leía todo lo que caía en sus manos y ensayaba poesía. Por lo demás, la familia Mac Donald no pertenecían a partido político alguno, pero, como estamos viendo, eran politizados más que por la vía de las doctrinas, por el corazón, por más que una mirada atenta nos revela que las cosas dificilmente salgan de la nada y así, preguntando a Don Lionel Ulises, nos anoticiamos que la familia del padre venía de tradiciones socialistas, la de Coty, con ancestros suizos franceses, registraba antecedentes en el radicalismo, en aquellos tiempos que tal corriente se correspondía con el significado de esa palabra radical. En cualquier caso los Mac Donald-Beney se distinguían por un anticlericalismo visceral, la fe en el progreso social y un espíritu solidario difícil de empardar.
El joven Lionel estudiaba en la Escuela Industrial para técnico en construcciones, es de suponer que después trabajaría de Maestro Mayor de Obras, probablemente seguiría arquitectura, o mejor aún, ingeniería civil, en cualquier caso se podía vislumbrar un “exitoso” futuro. Pero en aquellos años la escuela técnica de Santa Fe era un hervidero de acción estudiantil, sobre todo a partir del golpe de estado del General Onganía, hecho no tan frecuente en el país donde, como se sabe, por lo general la mayor radicalización estudiantil se producía en las facultades de ciencias sociales, filosofía y letras y un tanto en medicina. En ese contexto Lionel tomó contactó con gente del PRT con quienes fundó la TAR en la ciudad, (Tendencia Antiimperialista Revolucionaria) Y aquí podemos ver por donde venía esa acción “vandálica” de Coty en el Centro Cultural que, en principio se podría considerar contradictoria con su vocación artística. Como queda dicho, el antiimperialismo cruzaba todo y quien la incitó a la travesura fue César Cerbato, el que después sería, junto con Lionel, los delegados santafesinos al V Congreso del PRT que fundaría el ERP. Allí tuve la oportunidad de encontrarme con ambos por primera vez. Zerbato, a quien le decían “Buzón”, inteligente y de rígida moral, tenía el aspecto típico del intelectual, además pintaba para ello, con más pluma que labia, más pensador que político; a Lionel lo llamaban “Pasto Seco”, y tal sobrenombre me ahorra una parte de la descripción física, a sus veinte años, delgado, alto y bronceado, –quizás por organizar prácticas de tiro bajo el impío sol santafesino en ese enredo de ríos, esteros, bañados e islas propiedad intelectual de Juan José Saer–, impresionaba como esas personas que hablan poco y hacen mucho. La familia se había mudado a la calle Mendoza y la Casa de los Patos se transformó ahora, de centro social en uno de los lugares donde nació el PRT en la región, honor compartido con otras dos familias; en todo caso los más conocidos fueron los Debenedetti, quienes, vaya a saber porque extraña costumbre santafesina, tenían también un apodo ligado a las aves: Los Tordos. Empezaron las acciones y las consecuentes reacciones; las visitas de cuadros de otras regionales, Benito Urteaga, Enrique Gorriarán o Guillermo Pérez, junto con todos los necesitados de la tierra. compartieron no sabemos si los ñoquis o sandwichs de matambre, pero sí la hospitalidad de Coty. Ella ayudaba con cada vez mayor entusiasmo en decenas de tareas de apoyo a las primeras operaciones armadas, utilizando todo tipo de triquiñuelas, muy compinche de su hijo mayor. Curiosa, interesada y perspicaz, conociendo a Lionel no sólo por haberlo traído al mundo, sino también por las circunstancias de pelea que ello significó, él no la podía despistar por más cara de naipe que éste pusiera después de haber participado –o no– en alguna acción. “¡Ultimo momento! Santa Fe, República Argentina, tres hombres y una mujer, jóvenes bien vestidos, fuertemente armados, que se desplazaban en un fiat 1500 gris, despojaron de sus armas reglamentarias a un agente de consigna…” –informaba con énfasis Ariel Delgado desde Radio Colonia del Uruguay, burlando todas las censuras.
“¡Son los compañeros!” Exclamaba Coty, nunca decía “los muchachos”, como era común en la población que simpatizaba con esta novedosa guerrilla opuesta a la dictadura, “son los compañeros”… y después increpaba a su hijo, entre cariñosa, canchera e imperativa: “Dale, decime dónde escondiste la ametralladora que le sacaron a los canas”. Y, como dije, empezaron las reacciones, la policía detectó las acciones de Lionel, fue pedida su captura con los consecuentes allanamientos a la casa de Los Patos. La madre no se amedrentaba y respondía a las fuerzas represivas con una mezcla de energía, tozudez y fingida ingenuidad que los desconcertaba. –“¿A quién buscan?”– respondía detrás de la puerta sin abrir, –“A Lionel Mac Donald”. –“¿Padre o hijo?” –“ ¡¡¡¿¿¿….???!!! Al hijo carajo, abra!” “–Quién lo busca?” “–La policía, ¡Abra la puerta!” –“¿Por qué lo buscan? “ Y así trataba de entretenerlos mientras Lionel huía por los fondos o los hermanos “limpiaban” la casa. En otra oportunidad apeló a su condición de “discapacitada”, puso todo el material subversivo bajo de la cama, se acostó como convaleciente quejándose de los dolores de la pierna, mientras los policías procedían a revisar la casa sin atreverse a molestar a la sufriente señora. Claro, todavía no eran los tiempos de la dictadura de Videla. Lionel cayó preso en Rosario en 1971. Ni que decir que Coty se presentó de inmediato en el lugar de detención con su esbelta figura, como siempre disimulando la leve cojera, serena y segura, aguantando la furia. Teniendo en cuenta su edad, digamos su juventud, el agente penitenciario probablemente no podía discernir si sería madre, hermana o novia, la indagó con lenguaje burocrático: “–¿Qué es Ud. del interno señora?” “–¡Yo soy la que lo parió!” Ella y su marido formaban parte, como no podía ser de otra manera, de la Comisión de Familiares de Presos Políticos, Estudiantiles y Gremiales, tarea ésta que exigía cada vez mayor movilización, porque las puebladas bautizadas con el sufijo “azo” se sucedían y la represión iba in crescendo. Para mayor desgracia Mario y Patricia también serían detenidos por subversivos. Esta última con apenas diecisiete años en Córdoba. Así fue como durante un tiempo Coty debía visitar a sus tres hijos prisioneros, desparramados por el país: Lionel en las cárcel de Resistencia y luego en Rawson a casi dos mil kilómetros al sur de Santa Fe; Mario en Resistencia, Chaco, cuatrocientos kilómetros al norte y la pequeña Patricia en Córdoba, trescientos kilómetros al oeste, para ser luego recluida en la cárcel de Devoto, en Buenos Aires. La proverbial generosidad de la madre aumentaba con su radicalización política, no sólo en la solidaridad con todos los presos y perseguidos, en el compromiso militante con los combatientes del ERP y hasta de otras organizaciones, sino también socorriendo a personas necesitadas, dándoles lugar en su casa. Un sólo hecho, algo insólito, muestra que es difícil exagerar en el relato los alcances de su generosidad; regaló la ropa de su hija a otras personas necesitadas bajo el supuesto obvio que ella no las usaba estando en prisión. ¿Cómo imaginar la reacción de Patricia a su regreso, después de la liberación el encontrar su ropero vacío? Y a propósito, el cautiverio de sus hijos pareció potenciar las convicciones revolucionarias de Coty, insisto, más intuitivas y emocionales que teóricas-doctrinarias, porque la vida ha demostrado que es cuando son realmente sólidas. Y fue así como compuso, letra y música, de la “Marcha del ERP”. Si tenemos presente su fina sensibilidad, su formación musical y su oído habituado tanto a Atahualpa, Serrat o Viglietti, como a María Callas y Beniamino Gigli, podemos comprender que su versión no sería una marcha wagneriana precisamente, sino más bien una canción, o una sencilla expresión lírica. La introdujo en la cárcel de Resistencia y allí la tomaron Lionel y Santillán, dos compañeros que tenían, guitarra y uñas de guitarreros, quienes modificaron el ritmo y la transformaron en marcha, cambiando sólo detalles de la letra para adecuarla a una forma musical más propia de una aguerrida tropa que del coro de Coty.
Por las sendas argentinas va marchando el ERP. Incorporando a sus filas al pueblo que tiene fe.
Va marchando al combate en pos de la revolución que entregue al pueblo el mando de esta grandiosa nación.
Adelante compañeros, adelante sin parar, que con nuestro pueblo en armas nada nos detendrá.
Va marchando al combate por el camino del Che con su bandera en la mano y sin dejarla caer.
Por la Patria Socialista como consigna final, la etapa capitalista para siempre morirá.
Adelante compañeros, hasta vencer o morir por una Argentina en armas de cada puño un fusil.
Sea cual fuere la calidad artística de la pieza, expresaba la indiscutible convicción y así ganó de inmediato el corazón de los compañeros y compañeras. Más de un centenar de erpianos presos políticos en la cárcel de Resistencia, cantaban a capella esta marcha todas las noches, marchando por los pasillos con el puño izquierdo en alto hacía el encierro nocturno, deteniéndose en la puerta de cada celda, sin entrar hasta que los ecos de la última estrofa, repetida a todo pulmón, se dejaran de oír en el pabellón, frente a la admiración de los demás prisioneros y el respeto del propio personal penitenciario. A propósito de esta pieza, el Director de la orquesta del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, Gustavo Plis-Sterenberg, escribiría en su libro “Monte Chingolo”: “Con un texto agitativo, acompañado por una música sencilla (considerada por más de un ex guerrillero como ‘de cuarta’), esta pequeña pieza ya pertenece a la historia del país”.
Después de la liberación de los presos políticos el 25 de mayo de 1973, la casa de los Patos potenciaría su vitalidad, Coty, como siempre, metiendo su energía allí donde alguien intentara levantar la cabeza en acto de libertad: Por otra parte, el PRT-ERP, si bien tuvo una corta actividad política en la superficie aprovechando la apertura democrática, nunca sacó a sus militantes de la clandestinidad. Así que Coty debió resignarse a que los chicos militaran lejos de la ciudad natal. Lionel sería parte del primer grupo que inició el entrenamiento en los bosques nativos de Tucumán para luego formar la Compañía de Monte del ERP y, como es obvio, con escasa comunicación con los padres. Coty sabría que su “leoncito” ya era un precoz adulto león y, con su compañera Elda, guerrillera también ella, le darían el primer nieto, quizás concebido en aquellos bosques nativos. A Mario que militaba en otras regiones del país, probablemente lo viera más seguido. En todo caso a los pocos meses ya había nuevamente presos políticos, estudiantiles y gremiales y hubo de arremangarse de nuevo. Paquetes para todos y de todos: Para Coty no había diferencias, no eran “los muchachos”, eran los compañeros, del mismo modo que la represión no hizo distingos en Trelew aquel 22 de agosto de 1972. Ella podía recordar sus propias palabras, rodeada de familiares, amigos y compañeros, sobrellevando la congoja, para recitar su poema durante el entierro del combatiente del ERP santafesino, Jorge Alejandro Ulla, el entrañable petiso, uno de los dieciséis fusilados en la base naval de Trelew. “Florecerán dieciséis rosas rojas en la Patria Liberada, dieciséis rosas rojas nacidas en la madrugada, florecerán cada agosto en la Patria Liberada” La ciudad de Santa Fe nunca fue territorio especialmente bélico, pero como en el caso de otras ciudades medias o pequeñas, fue lo que solía llamarse “cantera de cuadros”; jóvenes que hacían sus primeras armas políticas en ese medio, se “quemaban” muy rápido, tanto por lo relativamente pequeño del lugar como por el existencialismo de una época y un carácter de militancia que parecía beber el futuro de un sorbo. La casa de los Patos, de haber sido cuna del PRT, pasó a ser una especie de retaguardia, una sólida reserva moral, como una posta de comida caliente y corazones generosos. Cada vez más peligrosa porque la represión recapturaba la iniciativa y pergeñaba ya la forma de terrorismo de Estado. Es posible imaginar cómo habrá echado de menos Coty, aquella romería de compañeros y compañeras desfilando por su casa en tiempos de la TAR y la preparación del V Congreso. Más difícil es imaginar que pasaría por su interior, sentimiento escamoteado por esa práctica que desde niña le había acostumbrado a presentar siempre al mal tiempo buena cara, incluso cuando Mario cayó nuevamente preso, confinado ahora en el penal de Sierra Chica. El 19 de octubre de 1976, Lionel cayó en una emboscada del Ejército en Tucumán, al principio logró abrirse paso en medio del fuego enemigo, desatándose una persecusión durante la que dio varios combates, hasta que no puedo romper el cerco y murió combatiendo en un paraje denominado El Solco. Su padre, Don Lionel Ulises, me contaba esa tarde en Paraná, con legítimo orgullo que al enterase, él fue a una base militar a reclamar por el cuerpo de su hijo. Esto sucedía durante el auge del terrorismo de Estado y había que tener coraje para presentarse y exigir tal reclamo, sobre todo teniendo en cuenta los antecedentes de la familia. Sin embargo, el oficial que lo atendió, que había participado de la persecusión, le manifestó su admiración y respeto porque “Su hijo murió heroicamente combatiendo, fue envidiable su calidad y moral de combate”. Coty, atravesada por el dolor de la muerte de aquel hijo que había sido la expresión viva de su rebeldía contra las convenciones, no bajó los brazos, además Mario continuaba preso, había miles de presos, miles de desaparecidos, mucho por hacer. Unir cada vez más a los familiares, acompañarlos y acompañarse, ayudarles a vencer los miedos, ella, que habiendo aprendido a enfrentarlo, parecía estar más allá del miedo. Recurrir incluso a instituciones como la Iglesia, que nunca fue santo de su devoción, si se me permite la gracia. Ella se preguntaba, con esa ética que cruzó toda su vida y que transmitió a sus hijos, si no sería traicionar convicciones acercarse a la Iglesia. Acercarse no sólo a los templos en que se reunían los familiares para coordinar la acción de solidaridad. ¿Tendría derecho a buscar consuelo espiritual en alguna práctica religiosa? ¿Por qué no, si ello le serenaba el alma y no le paralizaba el cuerpo ni el cerebro? El espacio del dolor es sagrado, mi silencio corresponde al respeto a ese territorio. El cuerpo siempre inquieto, reclamaba a todo el mundo, recolectaba todo aquello que pudiera aliviar la situación de los prisioneros, les pedía a los artistas, en especial a los folcloristas que no sufrían el exilio, quienes habían usufructuado con su oficio de la época de auge de los sentimientos nacionales estimulados por esa juventud, ahora condenada con ese “algo habrán hecho”, para que no se hicieran los distraídos y actuaran en actos de solidaridad. Viajaba continuamente a Buenos Aires o La Plata para los encuentros en esas actividades. Un día se aproximaban, ella y varios familiares, con un citroen a una iglesia porteña donde se realizaría una reunión de trabajo, cuando al acercarse notaron movimientos “raros”, olor a represión, Siguieron de largo sin detenerse con el corazón en la garganta. Al otro día se enteraron que en ese lugar y a esa hora los “grupos de tareas” habían secuestrado a las monjas francesas. Tal vez nunca estuvo Coty tan cerca de ser otra madre desaparecida. Como he relatado en el capítulo IV de “Los Perros”, la encontré, después de aquella conferencia en Paraná, en los años noventa, y no creo hallar palabras adecuadas para describir mi impresión. Repito, mi impresión: Coty, hablaba como en presente, recordando aquellos años que identificó como los más felices de su vida, y si bien me pareció ser mayor de la edad que realmente tenía, (después de todo apenas diez años más que yo) percibí muy fuerte la presencia viva de su pasión y sus convicciones junto con una serenidad del alma. Al momento de decidir este capítulo dedicado a las madres pre madres, tenía el firme propósito de visitarla en su casita en Paraná, charlar largo con ella, de ser posible algunos días, quizá me hubiera invitado con ñoquis, resarcirme de lo que las normas de seguridad me habían privado durante los años setenta en mis frecuentes viajes a Santa Fe. Pero me dejé capturar por la dictadura del tiempo de la gran ciudad, llegué tarde, el 20 de diciembre de 2006 Coty moriría, joven aún, a los setenta y cinco años. Nunca me dejaré de arrepentir de haberme comportado como si ella sería eterna y sólo me queda el consuelo en la esperanza que sus diez nietos lean algún día éste, mi sencillo homenaje a la generosidad de la abuela Coty.
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