Luis Alberto VERDÚ
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Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
Luis Alberto es uno de los jóvenes ex alumnos de la Escuela Industrial Superior de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) que desaparecieron entre el 19 y 20 de agosto de 1977. Guadalupe, su hermana menor, nos emociona con los recuerdos del hermano. Ese hermano, con el que habría querido compartir tantas cosas y al que hoy sólo reprocha que no la haya hecho participar de sus proyectos e ideas políticas. Él desarrolló su conciencia política –afirma- cuando estaba en el Industrial, pero no lo compartió con la familia. Sí, sabíamos que estaba en el Centro de Estudiantes, que estuvo en la toma del Colegio y en los asuntos del comedor estudiantil ¿si integró una organización armada? No, no lo creo, era un pacifista.
Cuando volvió Perón, mi hermano Miguel y yo, sin decirle nada nos fuimos a Ezeiza. Y cuando por fin conseguimos volver, Luis que siempre fue muy «padre» con los hermanos, nos estaba esperando, nos abrazó muy fuerte, desesperado, yo sólo había ido porque quería entender algo de todo eso que estaba pasando.
Luis era muy lector, sumamente estudioso, un día le pregunté: ¿Quién es Marx? Él me miró, sonrió, no dijo nada, debe haber pensado: ¡qué le contesto a esta zonza!. Nos reímos imaginando la escena: una niña minifaldera, alumna del colegio de las Adoratrices (estaba becada) y el hermano radicalizado...
Era el mejor hijo y el mejor hermano, siempre atento a todos, siempre cuidándonos, siempre preocupado porque la madre trabajaba demasiado. La familia tenía muy pocos recursos. El padre, un español que había venido muy niño de su Barcelona natal, trabajaba en los barcos que recorrían el Paraná y en consecuencia estaba poco en su casa. La madre, una criolla muy católica hermana de un cura, ayudaba al sostén familiar trabajando como modista y los hermanos varones colaboraban con las changas que se presentaran, pero todos estudiaban. Esa familia, como la mayoría de las familias de la época obreras o de clase media, aspiraban a que sus hijos pudieran avanzar por medio del estudio y el esfuerzo.
Cuando terminó el colegio Luis trabajó como preceptor en la ElS. Luego, hizo el servicio militar en el Distrito Santa Fe donde se desempeñó como asistente del Cnel. Rolón. Finalizada “la colimba”, diciembre de 1976, comenzó a buscar trabajo. El 29 de agosto debía presentarse en una importante empresa de Salta, lo convocaban porque era uno de los mejores promedios de su promoción. “Cuando yo trabaje, no vas a coser más" le decía a la madre -; no pudo ser... la madre en medio de su angustia, solía decir: "pensar que el Negro me quería quemar la Singer, cuando lo secuestraron me tuve que comprar una industrial para seguir trabajando...»
Había empezado la primaria en la Escuela N* 38 y luego pasó a la Vélez Sarsfield, siempre fue buen alumno, además de solidario y responsable. Desde muy chiquito demostró inquietudes sociales. En ocasión de un reclamo docente, se suspendieron las clases porque los maestros ¡ban a una marcha, Luis, en lugar de ir a jugar a la pelota con sus hermanos, cosa que le encantaba, fue a la escuela para acompañar a su maestra, y allá marchó levantando una pancarta en sus pequeñas manos.
Desde muy jovencito empezó a colaborar con la gente que trabajaba en las villas, ayudaba a los chicos, alfabetizaba, decía que nosotros éramos pobres pero otros lo eran más, les llevaba alimentos, ropa y nos criticaba la tendencia a seguir la moda «lo importante es tener con qué cubrirse, no lo que se usa». Él era muy sobrio en el vestir.
Cuidaba mucho su físico, era un gran deportista, se entrenaba mucho. Él mismo había armado su gimnasio en el patio, las «pesas» eran tarros de leche en polvo rellenos con portland, hacía abdominales, corría, jugaba al fútbol. Cuando desapareció, la madre, pensando en las penurias por las que estaría pasando, afirmaba: «Va a resistir, es fuerte».
Fue un hijo y un hermano excelente, nos ayudaba en todo. Yo me casé muy joven y en seguida nacieron mis hijos. En ocasión del cumpleaños de mi hijo, yo quería hacer una gran torta en forma de cancha de fútbol y claro, era muy grande y tenía que batir mucho. Él vio cómo me cansaba y me sacó todo, se puso a batir y salió una torta bárbara. En ese cumpleaños de mi hijo le sacamos la última foto, que Luis no llegó a ver, se lo llevaron antes de que la revelaran.
Ese día, el de su secuestro, era un sábado y estábamos en la cocina festejando su cumpleaños que había sido unos días antes. La tradicional raviolada de mi madre ya había terminado, nosotras lavábamos los platos y Luis preparaba el mate. Esperábamos a la tía que traería la torta. Lo llaman por teléfono. «No me toquen el mate, ya vuelvo», nos dijo y salió en su bicicleta. No lo vimos más.
Lo estaban esperando cerca de casa, en Marcial Candioti y Domingo Silva, era un 504 y otro auto. Justo enfrente estaba un señor conocido; «Chacarita», que venía del fútbol con un grupo de chicos. Quiso intervenir, los secuestradores se identifican como Policía Federal y lo amenazaron: «Vos no ves nada o te reviento los chicos». Tuvo que subir a su camioneta y optó por venir a casa a avisarnos. Una vecina del lugar llamó al comando, llegó la policía, habló con los secuestradores y se retiraron escoltando a la patota.
Mis otros hermanos salieron enseguida a buscarlo, preguntaron en las comisarías, en la Federal y en todos los sitios donde se les ocurrió y nada. Recurrieron entonces al tío cura, el Padre Espinosa, capellán policial quien les aconsejó un abogado. Pero a los dos o tres días ese abogado nos dijo que no podía hacer nada más, lo habían amenazado. No sabíamos qué hacer, ignorábamos cómo se estaban llevando a la gente. La palabra desaparecido para nosotros no quería decir nada, podía desaparecer alguna cosa que se perdía, pero, ¿una persona? No, eso no era posible, no cabía. Mi vieja no sabía qué decir a los vecinos. Al principio lo ocultó, pero después empezamos a saber de otros casos, ese día también habían desaparecido otros chicos, entre ellos el gran amigo de mi hermano, Néstor Cherry, su mamá se puso en contacto con nosotros y juntos empezamos a buscarlos...
Testimonios de Ex Alumnos del Industrial
Tuve la oportunidad de conocerlo a Luis en 1973, siendo el celador de nuestro curso en la Escuela Industrial, recuerdo especialmente sus charlas en los recreos, donde nos planteaba a nosotros jóvenes de 15 años sus convicciones. Nosotros en aquella época creíamos ser peronistas y él confrontaba con nosotros sus ideas, formaba parte de un grupo en la escuela llamado Espartaco. Nos hablaba de la revolución permanente y eso nunca lo olvidaré. Es más, había días en que no salíamos del aula porque en los recreos nos quedábamos discutiendo de política y si se interrumpía la discusión la seguíamos en el próximo recreo. Era una persona excelente y lo apreciaba mucho.
«El petiso» Verdú era una persona callada, muy reservada. Durante su etapa como alumno de la ElS participa en el grupo Espartaco. Cuando terminó el secundario comenzó su tarea de preceptor. Dicen que estaría con ganas de ayudar a rearmar el Centro de Estudiantes, disuelto en 1974.
Su memoria es recordada en una placa colectiva colocada en la Escuela Industrial Superior
En 2022, vecinxs de su barrio hicieron un homenaje en el Centro Comunitario «25 de Mayo».
Los responsables de su secuestro y desaparición fueron juzgados y condenados en la causa Acumulada Santa Fe