María Irma FERREIRA « La Negra »
Última actualización
Última actualización
Editorial EL PERISCOPIO - Libre de reproducirse con mención de fuente
María Irma fue la quinta hija del matrimonio compuesto por Lucio Wenceslao Ferreira y María Esther Turinetto. Nació el 3 de febrero de 1954, en la localidad de Guaymallén, en la provincia de Mendoza. A principios de 1957 la familia se traslada a Paraná, donde Irma crece y donde nacen sus hermanos menores. Su infancia transcurre en un ambiente familiar feliz, donde Irma fue gestando su personalidad generosa, protectora, dispuesta, consejera y solidaria.
Apodada La Negra o Negrita, le gustaba la vida al aire libre y en verano disfrutaba del caudaloso Río Paraná, navegando en el velero de su novio, repitiendo una y otra vez, “sople, Pampero, sople”. Era cita infaltable ir todas las tardes a la playa del Rowing Club y compartir con amigos, luciendo las tan cuestionadas y transgresoras bikinis, que hacían furor en la moda de la época. Y los fines de semana salía toda la familia a la playa del Club Estudiantes, donde el padre hacía un rico asado, o se trasladaban todos a un arroyo cercano para pasar un día de camping, en la Colonia de Vacaciones, la Picada o el Espinillo.
María Irma fue una joven de una personalidad apasionada, asombrosamente inquieta, aventurera, no le temía a nada ni a nadie y siempre estaba dispuesta al cambio. Apasionada en todo lo que emprendía, brillante en sus estudios, inteligente y tenaz, difícilmente se quedaba callada cuando algo no le agradaba, sobre todo la injusticia, y este rasgo de su personalidad es lo que tiene que haber despertado en ella el poder de lucha por un país más justo, más equitativo, donde los que menos tenían pudieran adquirir, no sólo el conocimiento, sino el trabajo y la libertad de elegir, en un país lleno de oportunidades pero donde unos pocos pueden hacer.
Por ser una persona creativa, amaba la lectura y la música. Fue asidua lectora de Ernesto Sábato y apasionada de Joan Manuel Serrat. También amante de la naturaleza, elige su carrera universitaria, Ingeniería Agrónoma, donde se familiariza con los problemas de la estructura de la facultad en lo social y en lo agropecuario. Se involucra inmediatamente con la politización de la facultad y lucha por un perfil de egresado de las Ciencias Agropecuarias, que estuviera al servicio de nuestros campesinos, quienes no tenían acceso a créditos, recursos, asesoramiento gratuito.
Comenzaba el año 1972, cuando se inscribió, junto a su hermana María Susana, en la facultad de Ingeniería Agrónoma, que funcionaba en la escuela Alberdi, y en ese entonces el título era Técnico Agrónomo. El 72 era un año de transición. Todavía había un gobierno de facto, de los tantos que se habían sucedido durante años y años en nuestro país. María Irma tenía un sentido de la justicia tan arraigado que no dudó en participar activamente desde la Juventud Universitaria Peronista de la Facultad, al lado de su compañero de estudios Eduardo, quien era el presidente del centro de estudiantes, y de su, por entonces novio, Rodolfo. Juntos, realizaron un curso en el campo, que se extendió por varios meses, destinado a pequeños productores campesinos de la zona. Esta actividad iba acompañada por una militancia diaria, donde el ideal y la práctica marchaban de la mano, ya que querían hacer realidad aquello del hombre nuevo.
Muy inquieta en cuanto a las necesidades de la mujer del campo, que generalmente no había terminado los estudios primarios y que estaba postergada por tradición en esta sociedad, desde la Facultad de Agronomía, junto con la Facultad de Ciencias de la Educación, se lanza un plan de alfabetización que abarcaba a toda la provincia. Se toma conciencia de lo que eran las multinacionales en nuestro país.
María Irma fue testigo de la matanza de Ezeiza, el 20 de Junio de 1973, cuando el General Perón regresa definitivamente al país. El día del Trabajador de 1974, Irma acude a la Plaza 1° de Mayo en Buenos Aires. Allí sucede la inevitable ruptura. La columna que había ido desde Paraná, junto con la JP se retiran de la plaza, dejándola semivacía.
A fines de 1975, la persecución hacia militantes o activistas de las organizaciones populares era una constante, esto hace que se realicen traslados de los compañeros, María Irma se va a la capital santafesina con su compañero Omar Fernando Bravo, que ya había pasado a la clandestinidad debido a la persecución de que era objeto en su ciudad natal, Diamante.
Por su paso en Santa Fe permanecieron en la clandestinidad. Situación que no impidió continuar con el trabajo político, “El Perro” es recordado por los militantes de las agrupaciones gremiales de la JTP, por su aporte y capacidad de conducción.
Irma se despide prácticamente de sus padres, ante la incertidumbre de la situación, presentándoles a su pareja, quien promete cuidarla y acompañarla toda la vida. Sus padres no conocen su nombre, ya que para seguridad de los militantes, no decían sus verdaderos nombres, y se hacían llamar por apodos, que luego cambiaban también. Omar Fernando Bravo era “Perro”, Irma, “La Negra”. Su familia recién se entera de su verdadera identidad cuando leen en los diarios que los habían matado.
María Irma ya no volvió a Entre Ríos. Como se sentían inseguros en Santa Fe, se trasladaron a Rosario, muy preocupados por la situación que se vivía, no ajenos a los diarios tormentos que miles y miles de argentinos sufrían, pero felices de estar juntos y sobre todo, cuando Irma se entera de que está esperando un bebé.
Comienza a preparar el ajuar para su tan ansiado “batata”, como lo llamaba, tejiéndole algunas ropas con sus propias manos. Mientras, la familia en Paraná, sufría allanamientos que se hacían en la época, a altas horas de la noche, por personal disfrazado para que no se los reconociera. Martín nació el 14 de noviembre de 1976. Irma estaba feliz. Según testimonio de su hermana Susana: -...me preguntaba a cada rato: ¿cómo lo ves? ¿No es precioso?, acunándolo con una sonrisa ancha. Recuerdo también que en un momento me dijo: ¡Por fin nació Martín!, con voz de alivio, como si cada día de su embarazo hubiera temido que no llegara a feliz término. Me recomendó que si algo les pasaba a ellos, que yo buscara a Martín y lo criara. Sabía de las torturas y desapariciones de personas por lo que estaban dispuestos a no dejarse atrapar vivos. El día del nacimiento de Martín, es la última vez que Susana ve con vida a su hermana Irma y a su compañero Omar.
El 7 de enero de 1977, una mañana terriblemente calurosa, un familiar escucha por la radio que esa misma madrugada, habían sido abatidos María Irma Ferreyra y Omar Fernando Bravo. Informada la familia en Paraná, viajan de inmediato a Rosario. Se encuentran con la familia de Omar, que también había viajado desde Diamante a reconocer el cuerpo de su hijo. Por ser ambos padres militares retirados, hasta se les cede desde el Comando una salita para velarlos por unas horas, antes de trasladarlos a Entre Ríos.
La memoria de Irma es parte de la obra de arte “Ausencias” del fotógrafo y militante Gustavo Germano sobre los desaparecidos y desaparecidas de Entre Ríos que ha recorrido todo el país
Los responsables de su asesinato fueron juzgados y condenados en la causa Guerrieri IV